viernes, 3 de julio de 2015

Una interesante distinción en el capítulo XI del Apocalipsis y su posible aplicación en la actualidad


Elías y Enoc

Ciertamente no será ésta la primera vez que se busque en el Apocalipsis una aplicación a la avanzada tecnología actual, pero hasta donde sabemos las razones que vamos a esgrimir no se encuentran en los comentadores.

Como es conocido por todos, el capítulo XI desarrolla la prédica de los dos Testigos seguida de su muerte, resurrección y posterior asunción.

Veamos primero el texto y luego señalemos nuestras observaciones y posteriores conclusiones:

7. Y cuando hayan consumado su testimonio, la Bestia, la que sube del abismo, hará contra ellos guerra y los vencerá y los matará.
8. Y sus cadáveres (yacerán) en la plaza de la ciudad, la grande, que es llamada espiritualmente Sodoma y Egipto, donde también su Señor fue crucificado.
9. Y ven (βλέπουσιν) de entre los pueblos y tribus y lenguas y naciones sus cadáveres tres días y medio y sus cadáveres no dejan que sean puestos en un sepulcro.
10. Y los que habitan sobre la tierra se regocijan sobre ellos y se alegran y se enviarán dones unos a otros, porque estos, los dos profetas, atormentaron a los que habitan sobre la tierra.
11. Y después de los tres días y medio, un espíritu de vida de parte de Dios entró en ellos y se pusieron sobre sus pies y un gran temor cayó sobre quienes los contemplaban (θεωροῦντας).
12. Y oyeron una gran voz del cielo diciéndoles: “Subid acá”. Y subieron al cielo en la nube y los contemplaron (ἐθεώρησαν) sus enemigos.
13. Y en aquella hora se produjo un gran terremoto y la décima parte de la ciudad cayó y murieron en el terremoto siete mil nombres de hombres y los restantes quedaron despavoridos y dieron gloria al Dios del cielo.

Como puede verse, el Vidente establece una clara distinción entre dos verbos similares: ver y contemplar.

Del primero se dice que participan aquellos de entre “los pueblos y tribus y lenguas y naciones”[1], mientras que luego, en el otro caso, se usa el verbo “contemplar” (apax en el Apocalipsis).

¿Cuál puede ser la razón deste cambio de palabras cuando lo más lógico era continuar usando el mismo verbo “ver”, tan común, por otra parte, en el resto del Apocalipsis? Cfr. I, 11.12; III, 18; V, 3.4; IX, 20; XVI, 15; XVII, 8; XVIII, 9.18; XXII, 8.

Además, ¿por qué usar únicamente aquí, en todo el Apocalipsis, el verbo contemplar (θεωρεῖν)?

Todo parecería indicar que tiene que haber alguna razón para semejante cambio, y creemos que el mismo se descubre fácilmente al consultar lo que dicen los lingüistas al explicar las diferencias entre ambos verbos.

Zorell dice[2]:


Θεωρέω (contemplar): “Mt. XXVIII, 1; Lc. XXIII, 48. Cfr. Apoc. XI, 12. Soy espectador, espero, sobre todo de una cosa admirable, nueva, grande o algo que me interesa mucho conocer.- En sentido absoluto estoy presente como espectador: Mt. XXVII, 55; Mc. XV, 40; Lc. XIV, 29, etc” – En sentido más activo espero, contemplo, miro con atención: Mt. XXVIII, 1; Jn. VI, 2; Mc. XII, 41; XV, 47”.

Βλέπω (ver):1) veo con los ojos: a) en sentido más bien pasivo y receptivo: veo lo que se ofrece a los ojos, Mt. VIII, 23; XIII, 17; Mc. XIII, 2 (…) En sentido más activo: contemplo, miro atentamente”.

Por su parte J. Mateos comenta[3]:

“Entre los verbos de visión, puede decirse, por tanto, que Βλέπω (…) significa la visión ordinaria de la realidad

(…)

Θεωρέω, visión particular, más profunda (…) cuando se refiere a hechos, su significado ordinario es presencia/ser testigo de (Lc. XXI, 6; XXIV, 39; Jn. VI, 19.62, etc.), aunque no siempre es necesario traducirlo por verbos tan expresivos

(…)

El aspecto, que podría llamarse intensivo, de Θεωρέω en relación a Βλέπω es el que aparece en el pf. Ἑώρακα. Referido a hechos, significa haberlos presenciado/haber sido testigo de un acontecimiento, por eso se usa asociado a μαρτυρέω[4] (doy testimonio). Cfr. Jn. I, 34; IV, 45; XIX, 35”.

Según ésto, parecería que “ver” se usa más bien en forma genérica y un tanto indeterminada, mientras que “contemplar” agrega un interesante detalle: la presencia. Con esto en mente, es fácil explicar el texto del Apocalipsis, ya que aquellos de “entre los pueblos y tribus y lenguas y naciones” van a poder ver (sin estar presentes) los cuerpos de los dos Testigos. No así los otros, de quienes se dice que contemplarán los cuerpos y, por lo tanto, estarán presentes[5].

Esta distinción parecería ser fácilmente explicable en nuestros días por medio de la TV e Internet.

La conclusión, pues, parece imponerse: el Apocalipsis distingue dos clases de grupos: uno déllos verá los cadáveres vía la TV e Internet y el otro no sólo los verá sino que, además, estará presente en el lugar.


Pequeña nota Lacunciana:

Ya en varias oportunidades nos hemos referido de pasada a la singular opinión de Lacunza cuando identifica los dos Testigos como si se tratara de un cuerpo moral, para lo cual se basa en varios argumentos:

a) La Vulgata lee el plural “plazas” en el v. 8, lo cual se explicaría mejor si son muchas las personas que son muertas y no solamente dos.

b) El hecho de que los cadáveres son vistos por personas de todo el mundo.

c) No puede decirse que Jesucristo muere en Jerusalén, como parece sugerirlo XI, 8, ya que el Gólgota estaba, en aquel entonces, fuera de las murallas, y por lo tanto no formaba parte de la ciudad.

La primera razón vale de muy poco puesto que es una lección que los críticos y exégetas (Nestle, Westcott, Tischendorf, Allo, Straubinger, etc.) rechazan unánimemente.

La segunda se contesta por una doble vía: histórica (por darle algún nombre al argumento basado en los avances tecnológicos) y gramatical, como hemos visto en este pequeño ensayo.

El último de los argumentos, por su parte, busca responder a la objeción obvia: el v. 8 claramente indica que se trata de Jerusalén cuando dice:

“Y sus cadáveres (yacerán) en la plaza de la ciudad, la grande, que es llamada espiritualmente Sodoma y Egipto, donde también su Señor fue crucificado”.

La respuesta de Lacunza nos parece bastante floja porque tiene en contra, además del común sentir de los exégetas, la letra misma del Evangelio:

Mt. XVI, 21: “Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que Él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas, y ser condenado a muerte y, resucitar al tercer día”.

Mt. XX, 17-19: “Y subiendo Jesús a Jerusalén, tomó aparte a los doce discípulos, y les dijo en el camino: “He aquí que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y escribas, y lo condenarán a muerte. Y lo entregarán a los gentiles, para que lo escarnezcan, lo azoten y lo crucifiquen, pero al tercer día resucitará”. Cfr. Mc. X, 32-34; Lc. XVIII, 31-34.

Mt. XXIII, 37-39: “¡Jerusalén! ¡Jerusalén! tú que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados, ¡cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus pollitos debajo de sus alas, y vosotros no habéis querido! He aquí que vuestra casa os queda desierta. Por eso os digo, ya no me volveréis a ver, hasta que digáis: “¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”. Cfr. Lc. XIII, 34-35.

Y por último, un testimonio no menos explícito e interesante:

Lc. XIII, 31-33: “En ese momento se acercaron algunos fariseos, para decirle: “¡Sal, vete de aquí, porque Herodes te quiere matar!”. Y les dijo: “Id a decir a ese zorro: He aquí que echo demonios y obro curaciones hoy y mañana; el tercer día habré terminado. Pero hoy, mañana y al otro día, es necesario que Yo ande, porque no cabe que un profeta perezca fuera de Jerusalén”.

¡Palabras que, sin dudas, se aplican también, literalmente, a los dos Testigos, los dos Profetas del Apocalipsis!

Vale!



[1] Pequeña observación. Notar también la clara distinción que San Juan hace entre aquellos de entre “los pueblos y tribus y lenguas y naciones” (v. 9) que ven los cadáveres y no permiten que sean sepultados, de “los habitantes de la tierra” (v. 10) que se alegran sobremanera por la muerte de los dos Testigos, sin dudas porque fueron los que más sufrieron con la prédica de los dos Profetas. Cosa que por lo demás es dicho explícitamente por San Juan en XI, 6:

“Estos tienen la autoridad de cerrar el cielo para que no caiga lluvia los días de su profecía y tienen autoridad sobre las aguas para convertirlas en sangre y herir la tierra con toda plaga cuantas veces quisieren”.

Es ésta una de las tantas razones para no ver en “los habitantes de la tierra” a todos los hombres sino a un grupo muy específico de personas.

[2] Lexicon Graecum NT, col. 590-591 y 229-230.

[3] El aspecto verbal en el NT, Ediciones Cristiandad, 1977, num. 326-327.

[4] Si en los pasajes que estamos analizando no se encuentra este verbo es porque en el Apocalipsis es usado siempre en sentido positivo referido a: San Juan, los dos Testigos, los Mártires del quinto Sello y del Anticristo y la Mujer que huye al desierto.

[5] De aquí que sólamente de ellos se diga que ven la resurrección y asunción de los Testigos y escuchan la voz del ángel (vv. 11-12).