6. Pero esto tienes: que odias las obras de los Nicolaítas, que yo también
odio.
Comentarios:
Sobre los Nicolaítas, la verdadera respuesta nos parece
que es la que trae Poirier. Ver AQUI.
Discuten los exégetas de dónde tomaron el nombre los
nicolaítas y en qué consistían sus obras, pero como se vé por las citas, no hay
nada convincente.
Straubinger: "Nicolaítas
(cf. v. 15): créese que fuera una secta de falso ascetismo que prohibía
el matrimonio, el vino y el consumo de carne (véase Hech. VI, 5; Col. II, 16
y notas). S. Ireneo dice que vivían indiscretamente, por lo cual se
duda, dice Allo, si su abuso consistía en entregarse a los placeres de
la carne, o a la inversa, a una maceración excesiva. Algunos la explican por su
etimología de nikao (conquistar) y laos (pueblo) y
piensan que el nicolaísmo era odioso a Dios porque pretendía dominar a las
almas so capa de religiosidad, contrariando lo enseñado por Jesús en Mt.
XXIII, 8 (cf. v. 2 y nota). Observa Pirot a este respecto que el
sentido de esa palabra en griego equivale al de Balaam en hebreo. Cfr.
v. 14 y nota".
Scío: “Estos
herejes se llamaban así de Nicolás de Antioquía, que habiéndose hecho
prosélito, fue elegido por la Iglesia de Jerusalén de entre los que parecían
tener mayor caudal de sabiduría: para que fuese uno de los siete primeros
diáconos, Act. VI, 5. Algunos, después de San Ireneo y San
Epifanio, han creído que aquel diácono cayó en excesos que dieron ocasión a
esta secta impura; pero el mayor número de Padres defiende y justifica a este
diácono, entre ellos Clemente de Alejandría, Teodoreto y Eusebio, y San Agustín
refiere las impiedades de aquellos herejes que por autorizarse tomaron aquel
nombre”.
Castellani: “La primera herejía, atribuida a Nicolao, uno
de los siete primeros Diáconos, estaba muy extendida, pues la veremos luego
extendida en Pérgamo y Tiatira. La primera herejía, por lo que sabemos de
ella, se parece a la última herejía; quiero decir, a la de nuestros tiempos; y
se puede decir que transcurre transversalmente toda la historia de la Iglesia,
y es como el fondo de todas las herejías históricas. Era una especia de
gnosticismo dogmático y laxismo moral, un sincretismo, como dicen hoy
los teohistoriógrafos. Era una falsificación de los dogmas cristianos,
adaptándolos a los mitos paganos, sin tocar su forma externa, por un lado; y
concordantemente, una promiscuación con las costumbres relajadas de los
gentiles; nominalmente en la lujuria y en la idolatría, como les
reprocha más abajo el Apóstol. Comían de las carnes sacrificadas a los dioses,
en los banquetes rituales que celebraban los diversos gremios, lo cual
era una especie de acto religioso idolátrico, o sea de comunión; y se entregaban
fácilmente a la fornicación, que entre los paganos no era falta mayor ni vicio
alguno; incluso, según parece, después y como apéndice de los dichos banquetes
religiosos”.
Allo, sin ver en
las siete Iglesias una historia de la Iglesia, dice sin embargo lo siguiente
al respecto (Exc. XI): “Cuatro iglesias asiáticas sobre siete, han de sufrir el
asalto de graves peligros interiores, relacionados con la doctrina o la moral;
Éfeso lo pudo resistir, aunque se le reprendió por otras cosas; solo Esmirna y
Filadelfia, expuestas a la humillación de los judíos, no merecieron sino
elogios. Este peligro podía revestirse de diversos modos según las ciudades;
sin embargo la unidad tan perfecta de interés, cultura, espíritu y religión (…)
hace suponer que había un fondo común a estos errores, y que se los podría
incluir a todos bajo una misma denominación.
Dos de los mensajes, a Pérgamo y a Tiatira, parecidos a
la carta a Éfeso, nos ayudan a precisar en qué consistían. En estas dos
primeras ciudades, las tendencias disolventes habían tomado la forma de una
doctrina διδαχὴ (II,
14.15.20.24). Los que la profesaban se creían autorizados a “fornicar” y a
comer lo sacrificado a los ídolos no sólo en sus casas, lo cual hubiera sido
lícito (I Cor. X, 25 ss) sino en los templos paganos mismos. Hemos
mostrado cómo el atractivo y el poder de los cultos de Pérgamo, al igual que
las condiciones económicas de Tiatira, pudieron arrastrar a los cristianos no
muy fervorosos o fuertes a tales compromisos. Por eso es que fueron estigmatizados
con los nombres simbólicos de Balaam y de Jezabel (…) nada más natural que pensar en
algún misticismo sincretista, sobre todo si uno recuerda el gnosticismo que
amenazaba arrastrar las iglesias del tiempo de San Pablo…”.
Allo: “… ¿Qué significa Nicolaíta? Hermann y Janus
han lanzado la hipótesis que “Nicolás” significaba lo mismo,
simbólicamente, que Balaam, pero es muy artificial porque ambas palabras
no tienen el mismo sentido en griego y en hebreo”.
Gelin: “… Tal vez
incluso el nombre sea ficticio y se identificaría alegóricamente con el de Balaam
(II, 14) puesto que este nombre, que significa “ha consumido al pueblo”,
equivale, en hebreo, más o menos a “ha vencido al pueblo”.
Bover: "Los
Nicolaítas parecen ser los mismos falsos apóstoles de que se ha hablado antes
(v. 2) y los que en otras cartas "mantienen la doctrina de Balaán"
(II, 14-15) y siguen a la falsa profetiza Jezabel (II, 20-24). Por lo que toca
al nombre de Nicolaítas, nada cierto se sabe. Algunos supusieron que eran
seguidores de Nicolao, uno de los primeros siete diáconos (Hech. VI,
5); otros, que eran unos falsarios que abusaban del nombre del diácono;
otros piensan que se trata de otro Nicolao, discípulo tal vez de Simón
Mago; ni falta quienes supongan que "Nicolao" es un nombre
simbólico, traducción del nombre hebreo "Balaam".
Wikenhauser: "Se
concluye con un último elogio, motivado esta vez por la actitud de rechazo que
ha mantenido con los nicolaítas (cf. comentario a II, 15.20). Estos son,
probablemente, idénticos a los falsos apóstoles mencionados anteriormente; de
lo contrario, la alabanza llegaría demasiado tarde".
Salguero: "… ha habido también autores modernos que han
visto en nicolaítas un juego de palabras: los nicolaítas habría que
identificarlos con los balaamitas de la Iglesia de Pérgamo (II, 14-15) y con la
Jezabel de Tiatira (II, 20), pues reflejarían los mismos vicios. En este
caso "él domina al pueblo" de Dios, equivaldrían a la expresión
hebrea ba´al-´am = "dueño del pueblo" de Dios. Se trataría,
pues, de un nombre simbólico, no de un nombre histórico".
Bartina: "Janzon ha propuesto otra explicación.
Para él el nombre nicolaíta (II, 6.15) es un criptograma. No se
refiere a Balaam (Num. XXIV), sino a la apostasía mencionada en Num. XXV, 18,
donde aparece por dos veces la raíz nkl, que significa "ser
falso", "seducir", "tentar", "introducir a la
apostasía", como en el caso de Peor y de Cosbí. No
serían gnósticos, como los consideraban algunos Padres. Serían sincretistas que
mezclaban los ritos paganos con los cristianos. Fornicación equivale a
apostasía".
Charles, después de
admitir la posibilidad de la identificación entre Balaam y los Nicolaítas,
dice: "Además, una comparación de
II, 14 y II, 20, que muestra que los Balaamitas y los seguidores de Jezabel son
culpables exactamente de los mismos vicios, indica muy probablemente que los
últimos eran una rama de los Nicolaítas.
Las
obras de los Nicolaítas, pues, son las dadas en II, 14.20. Transgreden los
principales mandatos decretados por el Concilio Apostólico de Jerusalén (Hech.
XV, 29)".
7. El que tiene oído oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias: Al
vencedor le daré a comer del Leño de la vida que está en el Paraíso de Dios”.
Comentario:
I) El que
tiene oído oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias
Fórmula usual que señala un misterio escatológico. En el Apocalipsis cfr. XIII, 9; en los Evangelios Mt.
XI, 15; XIII, 9.43 y conc.; Mc. VII,
16 (?) y Lc. XIV, 35 (?).
Castellani: “La
fórmula escriturística usual, monitoria de que en lo dicho se contiene un
misterio, o por lo menos, una cosa muy importante”.
Caballero Sánchez:
"Jesucristo habla varias veces de esos
"oídos". Sin ellos no se entiende la relación existente entre Elías y
Juan Bautista; ni se percibe el sentido de las parábolas del reino; ni se
aprecia el valor de la virginidad abrazada en vista del reino (…) Es un don de
Dios que abre la inteligencia para que entienda la palabra profética".
II) Al vencedor
le daré a comer del Árbol de la vida
que está en el Paraíso de Dios
Sobre el vencedor
ver el Excursus I.
Comentario:
Castellani: “El
conocido símbolo del Génesis (…) Todos los premios (…) se pueden aplicar a los mil años de
vida feliz y resucitada del Capítulo XX, en la interpretación de los Milenaristas…”.
Straubinger: “El
árbol de la vida: literalmente el leño (ξύλου) lo mismo que en XXII, 2. Así también llaman los LXX al que estaba en
el Paraíso (Gen. II, 9; III, 25)”.
Allo: “El Espíritu que habla es el Espíritu Santo
personal, enviado por Cristo, y
no sólo el “espíritu” comunicado al profeta, ya que El se atribuye la obra
divina de la retribución: “al vencedor le daré…”.
Allo: “Según las ideas judías atestiguadas en muchos
Apocalipsis (Int. cap. V, parr.
III), el Paraíso y el árbol de la vida debían reaparecer al fin de los
tiempos para alegría de los elegidos”.
Gelin: “El vencedor (término joánico, ya que aparece seis veces
en la primer carta) recibirá participación en los bienes escatológicos
explicados en XXII, 2. La referencia a la imaginería de Gen. II, 9
(árbol de la vida que está en el paraíso) recuerda uno de los temas favoritos
de los Apocalipsis, el del retorno a los orígenes: al fin de los tiempos habrá
una nueva creación (Is XLI, 4; XLIII, 18; XLIV, 6), nuevos nombres (Is LXII,
2), una reedición de la paz entre los hombres y los animales (Ez. XXXIV, 25)”.
Wikenhauser: “Con el
pecado el hombre perdió la posibilidad de comer del árbol de la vida, que
habría debido preservarle de la muerte; mas por medio de Cristo se le
abre de nuevo la entrada al paraíso escatológico, donde volverá a encontrar el
árbol de la vida, es decir, el lugar de la felicidad eterna. También en el
apócrifo Testamento de Leví se lee que el Mesías sacerdote “abrirá las puertas
del paraíso y dará a los santos a comer del leño de la vida”.
Caballero Sánchez: “Sólo cerrando los ojos se podrá dejar de
ver la luz milenaria del “árbol de la vida en el paraíso de Dios”: realidades
del siglo futuro”.
Bartina: "El
partitivo ἐκ τοῦ ξύλου (del
leño) indica vagamente que nunca se acabará su fruto y habrá para muchos
otros".