miércoles, 15 de julio de 2015

Algunas Notas a Apocalipsis II, 6-7

6. Pero esto tienes: que odias las obras de los Nicolaítas, que yo también odio.

Comentarios:

Sobre los Nicolaítas, la verdadera respuesta nos parece que es la que trae Poirier. Ver AQUI.

Discuten los exégetas de dónde tomaron el nombre los nicolaítas y en qué consistían sus obras, pero como se vé por las citas, no hay nada convincente.

Straubinger: "Nicolaítas (cf. v. 15): créese que fuera una secta de falso ascetismo que prohibía el matrimonio, el vino y el consumo de carne (véase Hech. VI, 5; Col. II, 16 y notas). S. Ireneo dice que vivían indiscretamente, por lo cual se duda, dice Allo, si su abuso consistía en entregarse a los placeres de la carne, o a la inversa, a una maceración excesiva. Algunos la explican por su etimología de nikao (conquistar) y laos (pueblo) y piensan que el nicolaísmo era odioso a Dios porque pretendía dominar a las almas so capa de religiosidad, contrariando lo enseñado por Jesús en Mt. XXIII, 8 (cf. v. 2 y nota). Observa Pirot a este respecto que el sentido de esa palabra en griego equivale al de Balaam en hebreo. Cfr. v. 14 y nota".

Scío: “Estos herejes se llamaban así de Nicolás de Antioquía, que habiéndose hecho prosélito, fue elegido por la Iglesia de Jerusalén de entre los que parecían tener mayor caudal de sabiduría: para que fuese uno de los siete primeros diáconos, Act. VI, 5. Algunos, después de San Ireneo y San Epifanio, han creído que aquel diácono cayó en excesos que dieron ocasión a esta secta impura; pero el mayor número de Padres defiende y justifica a este diácono, entre ellos Clemente de Alejandría, Teodoreto y Eusebio, y San Agustín refiere las impiedades de aquellos herejes que por autorizarse tomaron aquel nombre”.

Castellani: “La primera herejía, atribuida a Nicolao, uno de los siete primeros Diáconos, estaba muy extendida, pues la veremos luego extendida en Pérgamo y Tiatira. La primera herejía, por lo que sabemos de ella, se parece a la última herejía; quiero decir, a la de nuestros tiempos; y se puede decir que transcurre transversalmente toda la historia de la Iglesia, y es como el fondo de todas las herejías históricas. Era una especia de gnosticismo dogmático y laxismo moral, un sincretismo, como dicen hoy los teohistoriógrafos. Era una falsificación de los dogmas cristianos, adaptándolos a los mitos paganos, sin tocar su forma externa, por un lado; y concordantemente, una promiscuación con las costumbres relajadas de los gentiles; nominalmente en la lujuria y en la idolatría, como les reprocha más abajo el Apóstol. Comían de las carnes sacrificadas a los dioses, en los banquetes rituales que celebraban los diversos gremios, lo cual era una especie de acto religioso idolátrico, o sea de comunión; y se entregaban fácilmente a la fornicación, que entre los paganos no era falta mayor ni vicio alguno; incluso, según parece, después y como apéndice de los dichos banquetes religiosos”.

Allo, sin ver en las siete Iglesias una historia de la Iglesia, dice sin embargo lo siguiente al respecto (Exc. XI): “Cuatro iglesias asiáticas sobre siete, han de sufrir el asalto de graves peligros interiores, relacionados con la doctrina o la moral; Éfeso lo pudo resistir, aunque se le reprendió por otras cosas; solo Esmirna y Filadelfia, expuestas a la humillación de los judíos, no merecieron sino elogios. Este peligro podía revestirse de diversos modos según las ciudades; sin embargo la unidad tan perfecta de interés, cultura, espíritu y religión (…) hace suponer que había un fondo común a estos errores, y que se los podría incluir a todos bajo una misma denominación.
Dos de los mensajes, a Pérgamo y a Tiatira, parecidos a la carta a Éfeso, nos ayudan a precisar en qué consistían. En estas dos primeras ciudades, las tendencias disolventes habían tomado la forma de una doctrina διδαχὴ (II, 14.15.20.24). Los que la profesaban se creían autorizados a “fornicar” y a comer lo sacrificado a los ídolos no sólo en sus casas, lo cual hubiera sido lícito (I Cor. X, 25 ss) sino en los templos paganos mismos. Hemos mostrado cómo el atractivo y el poder de los cultos de Pérgamo, al igual que las condiciones económicas de Tiatira, pudieron arrastrar a los cristianos no muy fervorosos o fuertes a tales compromisos. Por eso es que fueron estigmatizados con los nombres simbólicos de Balaam y de Jezabel (…) nada más natural que pensar en algún misticismo sincretista, sobre todo si uno recuerda el gnosticismo que amenazaba arrastrar las iglesias del tiempo de San Pablo…”.


Allo: “… ¿Qué significa Nicolaíta? Hermann y Janus han lanzado la hipótesis que “Nicolás” significaba lo mismo, simbólicamente, que Balaam, pero es muy artificial porque ambas palabras no tienen el mismo sentido en griego y en hebreo”.

Gelin: “… Tal vez incluso el nombre sea ficticio y se identificaría alegóricamente con el de Balaam (II, 14) puesto que este nombre, que significa “ha consumido al pueblo”, equivale, en hebreo, más o menos a “ha vencido al pueblo”.

Bover: "Los Nicolaítas parecen ser los mismos falsos apóstoles de que se ha hablado antes (v. 2) y los que en otras cartas "mantienen la doctrina de Balaán" (II, 14-15) y siguen a la falsa profetiza Jezabel (II, 20-24). Por lo que toca al nombre de Nicolaítas, nada cierto se sabe. Algunos supusieron que eran seguidores de Nicolao, uno de los primeros siete diáconos (Hech. VI, 5); otros, que eran unos falsarios que abusaban del nombre del diácono; otros piensan que se trata de otro Nicolao, discípulo tal vez de Simón Mago; ni falta quienes supongan que "Nicolao" es un nombre simbólico, traducción del nombre hebreo "Balaam".

Wikenhauser: "Se concluye con un último elogio, motivado esta vez por la actitud de rechazo que ha mantenido con los nicolaítas (cf. comentario a II, 15.20). Estos son, probablemente, idénticos a los falsos apóstoles mencionados anteriormente; de lo contrario, la alabanza llegaría demasiado tarde".

Salguero: "… ha habido también autores modernos que han visto en nicolaítas un juego de palabras: los nicolaítas habría que identificarlos con los balaamitas de la Iglesia de Pérgamo (II, 14-15) y con la Jezabel de Tiatira (II, 20), pues reflejarían los mismos vicios. En este caso "él domina al pueblo" de Dios, equivaldrían a la expresión hebrea ba´al-´am = "dueño del pueblo" de Dios. Se trataría, pues, de un nombre simbólico, no de un nombre histórico".

Bartina: "Janzon ha propuesto otra explicación. Para él el nombre nicolaíta (II, 6.15) es un criptograma. No se refiere a Balaam (Num. XXIV), sino a la apostasía mencionada en Num. XXV, 18, donde aparece por dos veces la raíz nkl, que significa "ser falso", "seducir", "tentar", "introducir a la apostasía", como en el caso de Peor y de Cosbí. No serían gnósticos, como los consideraban algunos Padres. Serían sincretistas que mezclaban los ritos paganos con los cristianos. Fornicación equivale a apostasía".

Charles, después de admitir la posibilidad de la identificación entre Balaam y los Nicolaítas, dice: "Además, una comparación de II, 14 y II, 20, que muestra que los Balaamitas y los seguidores de Jezabel son culpables exactamente de los mismos vicios, indica muy probablemente que los últimos eran una rama de los Nicolaítas.
Las obras de los Nicolaítas, pues, son las dadas en II, 14.20. Transgreden los principales mandatos decretados por el Concilio Apostólico de Jerusalén (Hech. XV, 29)".


7. El que tiene oído oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias: Al vencedor le daré a comer del Leño de la vida que está en el Paraíso de Dios”.

Comentario:

I) El que tiene oído oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias

Fórmula usual que señala un misterio escatológico. En el Apocalipsis cfr. XIII, 9; en los Evangelios Mt. XI, 15; XIII, 9.43 y conc.; Mc. VII, 16 (?) y Lc. XIV, 35 (?).

Castellani: “La fórmula escriturística usual, monitoria de que en lo dicho se contiene un misterio, o por lo menos, una cosa muy importante”.

Caballero Sánchez: "Jesucristo habla varias veces de esos "oídos". Sin ellos no se entiende la relación existente entre Elías y Juan Bautista; ni se percibe el sentido de las parábolas del reino; ni se aprecia el valor de la virginidad abrazada en vista del reino (…) Es un don de Dios que abre la inteligencia para que entienda la palabra profética".


II) Al vencedor le daré a comer del Árbol de la vida
que está en el Paraíso de Dios

Sobre el vencedor ver el Excursus I.

Comentario:

Castellani: “El conocido símbolo del Génesis (…) Todos los premios (…) se pueden aplicar a los mil años de vida feliz y resucitada del Capítulo XX, en la interpretación de los Milenaristas…”.

Straubinger: “El árbol de la vida: literalmente el leño (ξύλου) lo mismo que en XXII, 2. Así también llaman los LXX al que estaba en el Paraíso (Gen. II, 9; III, 25)”.

Allo: “El Espíritu que habla es el Espíritu Santo personal, enviado por Cristo, y no sólo el “espíritu” comunicado al profeta, ya que El se atribuye la obra divina de la retribución: “al vencedor le daré…”.

Allo: “Según las ideas judías atestiguadas en muchos Apocalipsis (Int. cap. V, parr. III), el Paraíso y el árbol de la vida debían reaparecer al fin de los tiempos para alegría de los elegidos”.

Gelin: “El vencedor  (término joánico, ya que aparece seis veces en la primer carta) recibirá participación en los bienes escatológicos explicados en XXII, 2. La referencia a la imaginería de Gen. II, 9 (árbol de la vida que está en el paraíso) recuerda uno de los temas favoritos de los Apocalipsis, el del retorno a los orígenes: al fin de los tiempos habrá una nueva creación (Is XLI, 4; XLIII, 18; XLIV, 6), nuevos nombres (Is LXII, 2), una reedición de la paz entre los hombres y los animales (Ez. XXXIV, 25)”.

Wikenhauser: “Con el pecado el hombre perdió la posibilidad de comer del árbol de la vida, que habría debido preservarle de la muerte; mas por medio de Cristo se le abre de nuevo la entrada al paraíso escatológico, donde volverá a encontrar el árbol de la vida, es decir, el lugar de la felicidad eterna. También en el apócrifo Testamento de Leví se lee que el Mesías sacerdote “abrirá las puertas del paraíso y dará a los santos a comer del leño de la vida”.

Caballero Sánchez: Sólo cerrando los ojos se podrá dejar de ver la luz milenaria del “árbol de la vida en el paraíso de Dios”: realidades del siglo futuro”.


Bartina: "El partitivo ἐκ τοῦ ξύλου (del leño) indica vagamente que nunca se acabará su fruto y habrá para muchos otros".