V. Profetas
X, 5-7: “Entonces el ángel…, alzó su mano derecha hacia el cielo y juró por Aquel
que vive por los siglos de los siglos… que ya no habrá más tiempo, sino que en
los días de la voz del séptimo ángel, cuando él vaya a tocar la trompeta, el misterio
de Dios quedará consumado según la buena nueva que Él anunció a sus
siervos los profetas.
XI, 3:
“Y daré a mis dos Testigos que, vestidos de sacos, profeticen durante
mil doscientos sesenta días”
XI, 10:
“Y los habitantes de la tierra se regocijan a causa de ellos, hacen fiesta
y se mandarán regalos unos a otros, porque estos dos profetas fueron
molestos a los habitantes de la tierra”.
XI, 18: “Habíanse airado
las naciones, pero vino la ira tuya y el tiempo para juzgar a los muertos y
para dar galardón a tus siervos, los profetas y a los santos y a los que
temen tu Nombre, pequeños y grandes, y para perder a los que perdieron la
tierra”.
XVI, 5-6: “Y oí decir al
ángel de las aguas: “Justo eres, oh Tú, que eres y que eras, oh Santo, en haber
hecho este juicio. Porque sangre de santos y profetas derramaron
y sangre les has dado a beber: lo merecen”.
XVIII, 20.24:
“¡Alégrate sobre ella, oh cielos, y vosotros, los santos, y los
apóstoles y los profetas, pues juzgándola Dios, os ha vengado de ella!...
Y en ella fue encontrada sangre de profetas y de santos, y de todos los que
fueron sacrificados sobre la tierra”.
A diferencia de todos los otros que se
encuentran en el Apocalipsis, este grupo de personas es el más fácil de todos
para identificar puesto que la cita del capítulo XI versículo 10 nos
aclara inmediatamente a quién hace referencia el Texto Sacro cuando habla de
los Profetas, al decirnos que estos dos Testigos serán muertos por el Anticristo,
en Jerusalén y una vez que hayan terminado su predicación que durará mil
doscientos sesenta días. Estos dos Profetas serían, según la opinión más
aceptada, Enoc y Elías[1].
El resto de las citas nos conducen todas a la
misma conclusión:
Por el capítulo X sabemos que el ángel
está hablando después de la sexta trompeta pero antes de las séptima y nos dice
que cuando el ángel toque esta última trompeta entonces “el misterio de Dios
quedará consumado según la Buena Nueva que Él anunció a los Profetas”, es decir
que los dos Profetas serán los encargados principales de Testimoniar
la próxima venida del Reino de Jesucristo y los Mártires del quinto sello serían algo así como
sus discípulos, aquellos encargados de predicar el Evangelio del Reino ante
gobernadores y reyes (Mc. XIII, 9 y Mt. X, 18).
Toda su prédica consistirá en preparar y
amonestar a todas las personas sobre la inminente Venida de Jesucristo.
La Buena Nueva (Evangelio), ya lo dijimos, está relacionado con lo que Jesús
nos dijo en el sermón Parusíaco y alude a la predicación en todo el mundo sobre
su próximo regreso en Gloria y Majestad. Esto es lo que los dos testigos
deben profetizar durante la primera mitad de la última semana escatológica.
La misión de San Juan Bautista es
análoga a la de Elías, como lo indica Nuestro Señor en Mateo XVII, 12
s:
“Os declaro, empero, que Elías ya vino pero
no lo conocieron, sino que hicieron con él cuanto quisieron… entonces los discípulos
cayeron en la cuenta que les hablaba con relación a Juan el Bautista”.
Y lo repite el ángel a Zacarías, en Lc.
I, 17:
“Caminará delante de Él con el espíritu y
el poder de Elías, “para convertir los corazones de los padres hacia los
hijos”, y los rebeldes a la sabiduría de los justos y preparar al Señor un pueblo bien
dispuesto”.
Y así se entiende que San Juan
comenzara, al igual que Nuestro Señor, anunciando el Reino de Dios (Mt. III,
2):
“Y decía (el Bautista): Haced penitencia,
pues ha llegado el Reino de Dios”.
No debemos perder de vista que recién cuando
los dos Testigos suben a los Cielos entonces tendrá lugar la sexta trompeta (2
ay) y el séptimo toque de trompeta dará lugar al juicio de las siete copas, el
cual será una venganza por la muerte de los profetas, de la misma manera que el
juicio de las siete Trompetas fue en venganza por la muerte de los mártires del
quinto sello, como ya lo dejamos dicho. El texto indica expresamente en el capítulo
XVI que la tercera copa que cae sobre los ríos y las fuentes de agua tiene
por finalidad vengar la sangre de los santos y los profetas que derramaron los Habitantes de la tierra.
El segundo consiste en dos de los grupos que hemos
desarrollado antes.
VI. Santos
El Texto Sacro parece incluir bajo este nombre a dos
grupos diversos, a saber: Los que guardan la Palabra de Dios y no han negado su Nombre y Los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús
En el primer caso podemos consultar los siguientes
pasajes:
III, 7: “Esto dice el Santo, el
Veraz…”
VI, 10: “Y clamaron a gran voz diciendo: “¿Hasta
cuándo, oh Señor, Santo y Veraz, tardas en juzgar y vengar nuestra sangre
de los habitantes de la tierra?”
VIII, 3-4: “Y vino otro ángel que se puso junto
al altar, teniendo un incensario de oro, y le fueron dado muchos perfumes,
para ofrecerlos con las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro que
estaba delante del trono. Y el humo de los perfumes subió con las oraciones de
los santos de la mano del ángel a la presencia de Dios…”.
Este primer grupo llamado “los Santos” coincide
claramente, como se ve, con los mártires del quinto sello. Estos son aquellos
que han sido muertos antes de la aparición del Anticristo y cuyo
martirio va a desencadenar la venganza de las siete trompetas que recaerá sobre
sus asesinos, es decir, sobre Los Habitantes de la Tierra.
Si bien es cierto que en V, 8 se hace alusión a
las oraciones de los santos simbolizadas en las copas de oro que detentan los
cuatro Vivientes y los veinticuatro Ancianos, sin embargo no debe perderse de
vista que esta visión del cap. V tiene lugar al comienzo de la semana
septuagésima y antes incluso de la apertura del primer sello. Parecería que estos
santos del cap. V serían todos los habitantes del cielo, del cual los
cuatro Vivientes y los veinticuatro Ancianos serían, tal vez, sus representantes.
Por último no debe perderse de vista que una de las
diferencias y características propias de los santos del quinto sello es que sus
almas están “debajo del altar”. Al decir que el ángel toma las
oraciones de los santos de debajo del altar está queriendo decir que
finalmente, y en contraposición a lo dicho en VI, 11, sus oraciones han
sido escuchadas y el juicio va a comenzar[2].
Este mismo grupo de mártires del quinto sello parece ser
el que se alegra cuando el ángel derrama la tercera copa convirtiendo en sangre
los ríos y las fuentes de las aguas:
XVI, 7:
“Y oí al altar que decía: Sí, Señor, Dios Todopoderoso, fieles y justos
son tus juicios”.
Sobre lo cual Straubinger comenta: “Oí al
altar: es decir a los mártires que descansan debajo del altar (VI, 9),
los cuales han visto su clamor satisfecho con creces”.
Con respecto al segundo caso podemos consultar
los siguientes pasajes:
XI, 18: “Habíanse airado
las naciones, pero vino la ira tuya y el tiempo para juzgar a los muertos y
para dar galardón a tus siervos, los profetas y a los santos
y a los que temen tu Nombre, pequeños y grandes, y para perder a los que
perdieron la tierra”.
XIII, 7.10: “Le fue permitido también (a
la Bestia del Mar) hacerle la guerra a los santos y vencerlos; y le fue
dada autoridad sobre toda tribu y pueblo y lengua y nación… Si alguno tiene oído, oiga: si alguno ha de ir al
cautiverio, irá al cautiverio; si alguno ha de morir a espada, a espada morirá.
En esto está la paciencia y la fe de los santos”.
XIV, 12-13: “En esto está
la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de
Jesús. Y oí una voz del cielo que decía: “Escribe: ¡Bienaventurado desde
ahora los muertos que mueren en el Señor!
XVI, 5-6: “Y oí decir al
ángel de las aguas: “Justo eres, oh Tú, que eres y que eras, oh Santo,
en haber hecho este juicio. Porque sangre de santos y profetas
derramaron y sangre les has dado a beber: lo merecen”.
XVII, 6: “Y vi a la mujer ebria de la sangre
de los santos y[3] de
la sangre de los testigos de Jesús; y al verla me sorprendí con sumo
estupor”.
XVIII, 20.24:
“¡Alégrate sobre ella, oh cielos, y vosotros, los santos, y los
apóstoles y los profetas, pues juzgándola Dios, os ha vengado de ella!...
Y en ella fue encontrada sangre de profetas y de santos, y de
todos los que fueron sacrificados sobre la tierra”.
Aquí vemos claramente que este grupo llamado “los Santos”
coincide con aquellos que van a ser muertos por el Anticristo y de los
cuales estará ebria Babilonia, la gran Ramera, y por lo tanto sabemos que son
los mismos que en el cap. VII son identificados como “los que vienen de
la gran tribulación”.
Puesto que el juicio de las siete copas es un castigo por
haberle dado muerte a estos Santos, entonces se sigue, lógicamente, que la
primera copa no se derrama hasta después de la persecución del Anticristo[4].
Hasta aquí, lector amice, un breve repaso por
algunos grupos que hemos podido encontrar en este hermoso libro que Dios nos
legara para nuestro consuelo. A la espera de que el tiempo nos aclarará muchas
cosas que todavía permanecen ocultas y otras tantas que ahora apenas
vislumbramos y que a medida se acerquen los tiempos podremos comprender en toda
su amplitud; conforme, pues, se acerquen los tiempos, la actitud del Católico
será la de estar cada vez más y más atento a los signos de los tiempos sabiendo
que, como dice el Profeta: “la visión tardará en cumplirse hasta el tiempo
fijado, llegará a su fin y no fallará; si tarda espérala. Vendrá con toda
seguridad, sin falta alguna” (Hab. II, 3) puesto que, como nos amonesta
Pío XII: “Nuestro deber, el deber del Episcopado, del clero y de los
fieles, es de prepararse espiritualmente por la plegaria y el ejemplo al futuro
encuentro de Cristo con el mundo”.
Vale!
[1] No nos
detendremos por ahora a analizar las diversas opiniones tanto judías como
cristianas sobre la identidad destos dos Profetas por ser ajeno a la temática
del presente estudio.
[4] Hay otras razones
para defender este punto, pero este sólo basta y sobra por ahora para descartar
la teoría de la recapitulación tal como la proponen autores como Castellani
y Eyzaguirre y es un buen argumento a favor de la tesis sostenida por
algunos autores como Lacunza que afirman que el Apocalipsis es futuro
para nosotros y todo seguido a partir del cap. IV.