sábado, 18 de agosto de 2012

“En cuanto al día aquel nadie lo sabe… ni el Hijo”

Icono griego de la Segunda Venida

Este famoso pasaje ha dado que hablar durante muchos siglos. Herejes como los arrianos no dudaron usarlo como argumento en defensa de la negación de la divinidad de Jesucristo, y es que, en efecto, la objeción tenía visos de realidad, pues ¿cómo afirmar que Dios puede desconocer algo? Sin embargo, estas palabras de Jesús han sido una piedra de escándalo también en nuestros días y lo hemos visto reflejado en protestantes que podríamos catalogar como conservadores. Esto prueba, una vez más, cuán importante es poseer un cuerpo sólido de teología y cuán relacionadas están entre sí las diversas materias y dogmas.

El texto en cuestión es el siguiente:

Mateo XXIV

36 Más en cuanto al día aquel y a la hora, nadie sabe, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino el Padre solo.

Marcos XIII

32 Más en cuanto al día y la hora, nadie sabe, ni los mismos ángeles del cielo, ni el Hijo, sino el Padre.

En lo que respecta al “aparato crítico”, los entendidos en el tema nos dicen que varias versiones de San Mateo omiten el “ni el Hijo”, pero todas las versiones de San Marcos traen ese inciso, con lo cual no es posible dudar de su autenticidad.

Históricamente los Padres y exégetas Católicos dieron diversas respuestas a este pasaje, pero sin entrar en el desarrollo y análisis de las mismas, vamos a dar aquí la que creemos es la correcta.

Oñate[1], en su conocido trabajo exegético sobre el discurso Parusíaco, explica este pasaje con las siguientes palabras:

“A nosotros nos parece la explicación más plena la siguiente:
El ser Principio y Fin en las operaciones divinas “ad intra” y “ad extra” es propio del Padre; el ser Medio es propio del Hijo (Creación, Encarnación): Omnia a Patre per Filium in Spiritu Sancto.
Así como el realizar la obra de la Creación y de la Redención es propio del Hijo, así el imponerles fin es propio del Padre. Si el Hijo y el Espíritu Santo  conocen tal fin por la unidad de esencia, no es atribución de Ellos en lo tocante a la distinción de las Personas. El Padre pudiera haber ordenado al Hijo que, en su nombre, comunicara a los hombres tal verdad, pero sabemos que el Hijo no recibió tal mandato del Padre (Mc. 13, 32 y paral., Jn, 15, 15; Act. 1, 7). En esta explicación están encerradas la de Maldonado y la que dan ordinariamente los Comentadores Católicos, siguiendo a San Agustín (cfr. Lebreton, Histoire du Dogme de la Trinité, I pag. 576-581)”.

Hasta aquí Oñate. Por su parte el conocido exégeta Patrizi, comentando el pasaje de San Marcos dice:

“¿Qué quiso decir Jesús con ésto? Para no alargarme voy a dar la que creo es la vera solución entre tantas que hay. Cristo es llamado en las Escrituras ángel del testamento” (Mal. III, 1), ya que Dios lo envió como legado del testamento a los hombres. Pero es así que es propio del legado el anunciar y revelar sólo aquellas cosas que quiere que anuncie y revele aquel que lo envió; en cuanto a lo demás, incluso si el lagado lo sabe, debe comportarse como si no lo supiera, y si al ser interrogado responde que no sabe, estaría diciendo la verdad ya que habla como legado y como tal nada sabe sino aquello a lo que directamente se le envió. Dios quiere que esperemos aquel día y aquella hora y así pues Cristo, legado de Dios, bien pudo decir que ignoraba ambos”.

Y lo mismo afirma Thibaut en su preciosa obrita Le sens des paroles du Christ (pag. 110 y 126-127):

“En dos circunstancias se le preguntó a Jesús sobre la fecha de su venida gloriosa. Es interesante comparar ambas respuestas: “Más en cuanto al día y la hora, nadie sabe, ni los mismos ángeles del cielo, ni el Hijo, sino el Padre” (Mc. XIII, 32) y “no os corresponde a vosotros el conocer los tiempos y momentos que el Padre ha fijado con su propia autoridad” (Hech I, 7). El significado, común a ambas palabras es este: “Es el secreto del Padre; no pertenece ni al Hijo el revelarlo”. El Hijo no conoce el día de la misma forma que aquel que, poseyendo un secreto, no puede usar de él a su voluntad..." "...en cuanto a la profesión de ignorar el último día, el tono o las circunstancias marcaban sin duda claramente que la ignorancia no era mas que relativa. Así lo entendieron sus oyentes, ya que luego volvieron a la carga (Hech I, 6). Esta vez, Cristo les dirá más claramente que eso no les corresponde...”

He aquí, lector benévolo, una respuesta fácil, sencilla y natural que explica la aparente contradicción entre la divinidad de Jesucristo y su “ignorancia” del día de su venida en gloria y majestad.

Vale!
  

[1] El Reino de Dios ¿tema del discurso escatológico?” Estudios Bíblicos 1944-1945. La cita que traemos está tomada del vol. 6 (1945), nota 70 a la pag. 445.