lunes, 10 de febrero de 2025

Algunas notas a Apocalipsis XX, 9

 9. Y subieron sobre la latitud de la tierra y cercaron el campamento de los santos y la ciudad, la amada, y descendió fuego del cielo y los devoró.

 Concordancias:

 Ἀνέβησαν (subieron): cfr. Apoc. IV, 1; VII, 2; VIII, 4; IX, 2; XI, 7.12; XIII, 1.11; XIV, 11; XVII, 8; XIX, 3.

 Πλάτος (latitud): cfr. Ef. III, 18; Apoc. XXI, 16.

 Ἐκύκλευσαν (cercaron): Hápax en el Apoc. cfr. Lc. XXI, 20; Jn. X, 24; Heb. XI, 30.

 Παρεμβολὴν (campamento): cfr. Lc. XIX, 43; Heb. XI, 34; XIII, 11.13.

 Ἅγίων (santos): cfr. Mt. XXVII, 52; Hech. IX, 13; XXVI, 10; I Cor. VI, 2; Ef. I, 18; II, 19; III, 18; IV, 12; Col. I, 12; I Tes. III, 13; II Tes. I, 10; Apoc. V, 8; VIII, 3-4; XI, 18; XIII, 7.10; XIV, 12; XVI, 6; XVII, 6; XVIII, 20.24; XIX, 8; XX, 6; XXII, 11.21.

 Πόλιν (ciudad): cfr. Sal. CXXXI, 1; Mt. IV, 5; XXI, 10.18; XXII, 7; XXVI, 18; XXVII, 53; XXVIII, 11; Mc. XI, 19; XIV, 13.16; Lc. XIX, 41; XXII, 10; XXIII, 19; XXIV, 49; Jn. XIX, 20; Hech. IV, 27; VII, 58; XII, 10; XXI, 29-30; XXII, 3; XXIV, 12; Apoc. III, 12; XI, 2.8.13; XIV, 20; XVI, 19; XVII, 18; XVIII, 10.16.18-19.21; XXI, 2.10.14-16.18-19.21.23; XXII, 14.19. Ver Heb. XI, 10.16; XII, 22; XIII, 14.

 ἠγαπημένην (amada): cfr. Apoc. I, 5; III, 9; XII, 11.

 Κατέβη πῦρ ἐκ τοῦ οὐρανοῦ (descendió fuego del cielo): cfr. Lc. IX, 54; Apoc. XIII, 13.

 Κατέφαγεν (devoró): cfr. Mt. XIII 4; XXIII, 14; Mc. IV, 4; XII, 40; Lc. VIII, 5; XV, 30; XX, 47; Jn. II, 17; Apoc. X, 9-10; XI, 5; XII, 4.

  

Notas Lingüísticas:

 Allo: “ὴ ἠγαπημένη (la amada): recuerda a Sal. LXXVII, 68; Sal. LXXXVI, 2; Os. II, 23”.

  

Comentario:

 Straubinger: “La ciudad amada: como anota Pirot, "el ataque se hace contra Jerusalén, capital del Reino mesiánico, como en Ez. XXXVIII, 12... Los santos no necesitan salir, pues Dios interviene desde el cielo". En efecto, bajó fuego del cielo y los devoró: esto es, súbitamente y sin batalla como en XIX, 11 ss (…) Así morirán todos, para ser juzgados con los demás muertos (vv. 5 y 11 ss.), Véase v. 14 y nota. Como lo expresa la mayoría, éste parece ser el fuego que San Pedro anuncia en II Pedro III, 7-8 como perdición final de los hombres impíos (cf. v. 11 y nota) si bien no es fácil conciliar esto con el mencionado en I Cor. III, 15, pues en la Parusía del Señor lo vemos con nubes (XIV, 14) o sobre caballo blanco (XIX, 11) pero nunca con fuego”.

 San Pedro parece estar hablando del fuego del juicio de las Naciones y no del castigo a Gog y Magog.

 Allo: “La palabra ἀνέβησαν (subieron) hace suponer que πλάτος (superficie) designa (simbólicamente) la superficie alta de la Judea, alrededor de Jerusalén, la “Ciudad bien amada”.

 En realidad, esto se explica mejor porque el Monte Sión va a ser el más alto de la tierra, como lo dicen Isaías y Miqueas.

 Allo: “τὴν πόλιν τὴν ἠγαπημένην (la ciudad, la amada), se dice de Sión, Heb. XII, 22”.

 Gelin: “El ataque se hace contra Jerusalén, capital del Reino mesiánico como en Ez. XXXVIII, 12. La imagería de esta ciudad de fieles ha sido utilizada en el cap. XIV, 1-5; aquí se busca un simbolismo de seguridad. La ciudad es asimilada a un campamento”.

 Wikenhauser: “Las milicias enemigas suben “a la llanura de la tierra”, una especie de meseta situada a mayor altitud del lugar en que ellos habitan (cfr. Ez. XXXVIII, 11). La expresión designa indudablemente el centro del orbe, donde se levanta la capital del reino mesiánico, designado como “la ciudad amada (de Dios)”. Esta expresión jamás se aplica en el A.T. a la Jerusalén histórica, pero sí evoca pasajes bíblicos que hablan del amor de Dios a Jerusalén o Sión (Jer. XI, 15; Sal. LXXVII, 68; Sal. LXXXVI, 2). Al igual que muchos pueblos antiguos, también los judíos consideran su capital como el punto central de la tierra (Ez. XXXVIII, 12). “El campamento de los santos” es otra expresión heredada del A.T., donde se habla del campamento de los israelitas en el desierto; designa aquí los sitios en que habitan los miembros del reino mesiánico. En el momento en que los ejércitos enemigos se disponen a lanzarse al ataque, Dios interviene prodigiosamente y los aniquila con fuego bajado del cielo (Ez. XXXVIII, 22)”.