domingo, 24 de mayo de 2020

Tipología Verbal, por el P. Bover (II de IV)


I

TIPOLOGIA VERBAL BASADA EN LA TIPOLOGIA REAL

Ocurren frecuentemente en la Escritura ciertas frases singularmente expresivas y destacadas, que ora se refieren a las personas que revisten significación típica, ora forman parte integrante de un hecho histórico igualmente típico. Ejemplo de lo primero son las palabras de Dios referentes a Salomón, el heredero del trono de David, dichas por boca der profeta Natán (II Sam. VII, 14; I Par. XVII, 13; XXII, 10; XXVIII, 6; Sal. LXXXVIII, 27-28; Lc. I, 32; Hebr. I, 5):

“Yo seré su Padre
y él será mi hijo”.

La realeza de Salomón es un tipo profético de la realeza de Cristo. En consecuencia, las palabras de Dios a Salomón, como rasgo característico que son de su realeza teocrática y típicamente mesiánica, expresan una modalidad de semejante realeza, es decir, son un elemento constitutivo del tipo en su realidad histórico-profética. Por otra parte, en la Epístola a los Hebreos estas mismas palabras, al decirlas Dios Padre de Jesucristo, adquieren un sentido teológico que no tenían en boca de Natán. Este nuevo sentido teológico es un caso de tipología verbal que conviene analizar.

Tanto en el libro de Samuel como en la Epístola a los Hebreos el tenor de las palabras es materialmente el mismo. Pero ha intervenido un cambio sustancial: ha variado el sujeto lógico de la frase, que primero era Salomón, y luego es Jesucristo. Ha variado la designación (no propiamente la significación) del pronombre. Tal variación es enteramente legítima; por cuanto está fundada en la significación tipológica de Salomón rey. Y una vez supuesta la variación del sujeto, el predicado, o sea, la divina filiación, ha variado sustancialmente. Era meramente adoptiva en Salomón, es propia y natural en Jesucristo. Semejante variación no se explica convenientemente por una simple ampliación de sentido: la filiación natural no es una mera extensión o prolongación de la adoptiva: es algo sustancialmente diverso. Tampoco puede hablarse aquí de una pluralidad o multiplicación de sentidos. De hecho, las frases, si bien materialmente idénticas, son lógicamente distintas, por cuanto es distinto el sujeto de ambas. No es un caso de polisemia, como algunos han pretendido, sino más bien, como dicen otros, de metasemia. En suma, el nuevo sentido de las palabras, mejor que por las hipótesis del sensus multiplex o del sensus plenior, se explica por la tipología verbal.


En otros casos las palabras entran en la trama de los hechos históricos en los cuales se reconoce significación típica. Tales son las palabras de Sara reproducidas por San Pablo en la Epístola a los Gálatas (IV, 30). Como fundamento de todo afirma el Apóstol que Agar y Sara figuran las dos Alianzas (IV, 24): la de la esclavitud y la de la libertad, la Jerusalén terrena y la Jerusalén celeste, que son los judíos, nacidos de Abrahán según la carne, y los cristianos, nacidos del gran patriarca según el Espíritu. Luego recordando que

"Como entonces el que nació según la carne perseguía al que nació según el espíritu, así también ahora" ocurre lo mismo (IV, 29),

concluye:

"¿Mas qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo, pues no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre” (Gen. XXI, 10).

Lo que en el Génesis dice Sara a Abraham se convierte en un dicho presente de la Escritura personificada, dirigido a los que creen en Cristo, los que son hijos “no de la esclava sino de la libre" (IV, 31). Estas palabras sugieren análogas consideraciones a las hechas anteriormente. Por una parte, caen dentro de la órbita de la realidad histórica, que Dios eleva a la categoría de tipo profético. Por otra, estas mismas palabras, en virtud de la tipología y en cuanto referidas al antitipo, adquieren un nuevo sentido. Mas debe notarse que, al ser referidas al antitipo, estas palabras no son ya formalmente las mismas formuladas por Sara y consignadas por el hagiógrafo; se ha operado en ellas un cambio sustancial: es ya otro el sujeto lógico de la frase. No es, pues, una misma proposición, que o amplía el sentido primordial que tenía en boca de Sara o presenta sucesivamente dos sentidos diferentes: son formalmente dos proposiciones distintas. No queda, por tanto, comprometida la instrumentalidad del hagiógrafo, quien pudo muy bien desconocer el nuevo sentido que sus palabras adquirirían en la pluma de San Pablo, dado que tal sentido se derivaba de una significación tipológica, que él pudo ignorar.

Parecido ejemplo nos da San Juan (XIX, 36), cuando en el hecho de que a Jesús crucificado "no le quebraron las piernas" (XIX, 33) ve cumplida la prescripción de la ley referente al cordero pascual:

No le quebraréis hueso alguno" (Ex. XII, 46; Núm. IX, 12).

Esta fórmula legal, al ser englobada en la institución divina del sacrificio pascual, figura profética del sacrificio de Cristo, entra a formar parte integrante del tipo. Y merece notarse que en esta tipología verbal no tiene lugar la ampliación de sentido. Hay, sin duda, cambio de sujeto lógico, que en la Ley es el cordero pascual, en el Evangelio es Jesucristo; es decir, hay distinta designación; pero la significación del predicado permanece inalterable. No quebrar los huesos significa exactamente lo mismo en ambos casos, sin sombra de ampliación semántica.

En los precedentes ejemplos, la frase tipológica está encuadrada en la narración del hecho figurativo, como parte integrante de ella, otros casos hay en que presuponiendo la tipología del hecho histórico y basándose en ella, está desligada de todo contexto narrativo. Tal es el caso de la amonestación divina del Salmo XCIV, (vv. 7-9) que, dirigida históricamente a Israel, entiéndela San Pablo (Hebr. III, 7-9) como enderezada actualmente a los cristianos. Dice Dios en el Salmo:

“¡Si hoy escuchareis su voz!
"No endurezcáis vuestro corazón como en Meribá,
como en el desierto el día de Massá,
donde me tentaron vuestros padres,
probáronme, después de ver mis obras".

Reconocen hoy los intérpretes que uno de los hechos más trascendentales y figurativos de todo el Antiguo Testamento es la salida de Egipto y el camino de Israel por el desierto, hasta llegar a la tierra de promisión. Basándose en esta tipología, que él tenía muy presente (I Cor. X, 1-13), extiende San Pablo su significación tipológica a las palabras de Dios en el Salmo, pronunciadas en este ambiente tipológico. Como hemos advertido en los pasajes antes citados, también estas palabras divinas, así por ser una cita como por su carácter tipológico, en nada afectan a la instrumentalidad del hagiógrafo salmista, quien no pudo prever el uso que de ellas haría más tarde el Apóstol ni el nuevo sentido que tal vez le daría; sentido éste, que, más que en la categoría de sentido literal ampliado, entra de lleno en la categoría de tipología verbal señalada por Patrizi[1].



[1] Nota del Blog: Siguiendo los mismos principios de Bover, no hay razón para negar la posibilidad que estas palabras-cosas puedan tener más de una aplicación y así, para no salirnos del mismo caso, estas palabras bien pueden aplicarse también al Israel de los últimos tiempos.