I
TIPOLOGIA
VERBAL BASADA EN LA TIPOLOGIA REAL
Ocurren
frecuentemente en la Escritura ciertas frases singularmente expresivas y
destacadas, que ora se refieren a las personas que revisten significación
típica, ora forman parte integrante de un hecho histórico igualmente típico.
Ejemplo de lo primero son las palabras de Dios referentes a Salomón, el
heredero del trono de David, dichas por boca der profeta Natán (II Sam. VII, 14; I Par. XVII, 13; XXII, 10; XXVIII, 6; Sal. LXXXVIII, 27-28; Lc. I,
32; Hebr. I, 5):
“Yo seré su Padre
y él será mi hijo”.
La realeza de Salomón es un
tipo profético de la realeza de Cristo. En consecuencia, las palabras de Dios a
Salomón, como rasgo característico que son de su realeza teocrática y típicamente
mesiánica, expresan una modalidad de semejante realeza, es decir, son un
elemento constitutivo del tipo en su realidad histórico-profética. Por otra
parte, en la Epístola a los Hebreos estas mismas palabras, al decirlas Dios
Padre de Jesucristo, adquieren un sentido teológico que no tenían en boca de
Natán. Este nuevo sentido teológico
es un caso de tipología verbal que conviene analizar.
Tanto en el libro de Samuel
como en la Epístola a los Hebreos el tenor de las palabras es materialmente el
mismo. Pero ha intervenido un cambio sustancial: ha variado el sujeto lógico de
la frase, que primero era Salomón, y luego es Jesucristo. Ha variado la designación (no propiamente la significación) del pronombre. Tal
variación es enteramente legítima; por cuanto está fundada en la significación
tipológica de Salomón rey. Y una vez supuesta la variación del sujeto, el
predicado, o sea, la divina filiación, ha variado sustancialmente. Era
meramente adoptiva en Salomón, es propia y natural en Jesucristo. Semejante variación no se explica convenientemente
por una simple ampliación de sentido: la filiación natural no es una mera
extensión o prolongación de la adoptiva: es algo sustancialmente diverso.
Tampoco puede hablarse aquí de una pluralidad o multiplicación de sentidos.
De hecho, las frases, si bien materialmente idénticas, son lógicamente
distintas, por cuanto es distinto el sujeto de ambas. No es un caso de polisemia, como algunos han pretendido,
sino más bien, como dicen otros, de metasemia.
En suma, el nuevo sentido de las palabras, mejor que por las hipótesis del sensus multiplex o del sensus plenior, se explica por la tipología verbal.
En
otros casos las palabras entran en la trama de los hechos históricos en los
cuales se reconoce significación típica. Tales son las palabras de Sara
reproducidas por San Pablo en la Epístola a los Gálatas (IV, 30). Como
fundamento de todo afirma el Apóstol que Agar y Sara figuran las dos Alianzas
(IV, 24): la de la esclavitud y la de la libertad, la Jerusalén terrena y la
Jerusalén celeste, que son los judíos, nacidos de Abrahán según la carne, y los
cristianos, nacidos del gran patriarca según el Espíritu. Luego recordando
que
"Como entonces el que nació según la carne
perseguía al que nació según el espíritu, así también ahora" ocurre lo
mismo (IV, 29),
concluye:
"¿Mas qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo, pues no
heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre” (Gen. XXI, 10).
Lo que en el Génesis dice
Sara a Abraham se convierte en un dicho presente de la Escritura personificada,
dirigido a los que creen en Cristo, los que son hijos “no de la esclava sino de
la libre" (IV, 31). Estas palabras
sugieren análogas consideraciones a las hechas anteriormente. Por una parte, caen
dentro de la órbita de la realidad histórica, que Dios eleva a la categoría de
tipo profético. Por otra, estas mismas palabras, en virtud de la tipología
y en cuanto referidas al antitipo, adquieren un nuevo sentido. Mas debe
notarse que, al ser referidas al antitipo, estas palabras no son ya formalmente
las mismas formuladas por Sara y consignadas por el hagiógrafo; se ha operado en
ellas un cambio sustancial: es ya otro el sujeto lógico de la frase. No es,
pues, una misma proposición, que o amplía el sentido primordial que tenía en
boca de Sara o presenta sucesivamente dos sentidos diferentes: son
formalmente dos proposiciones distintas. No queda, por tanto,
comprometida la instrumentalidad del hagiógrafo, quien pudo muy bien desconocer
el nuevo sentido que sus palabras adquirirían en la pluma de San Pablo, dado
que tal sentido se derivaba de una significación tipológica, que él pudo
ignorar.
Parecido
ejemplo nos da San Juan (XIX, 36), cuando en el hecho de que a Jesús
crucificado "no le quebraron las piernas" (XIX, 33) ve cumplida
la prescripción de la ley referente al cordero pascual:
“No le quebraréis hueso alguno" (Ex. XII,
46; Núm. IX, 12).
Esta fórmula legal, al ser
englobada en la institución divina del sacrificio pascual, figura profética del
sacrificio de Cristo, entra a formar parte integrante del tipo. Y merece
notarse que en esta tipología verbal no tiene lugar la ampliación de sentido. Hay, sin duda, cambio de sujeto lógico, que en la
Ley es el cordero pascual, en el Evangelio es Jesucristo; es decir, hay
distinta designación; pero la significación del predicado permanece inalterable.
No quebrar los huesos significa
exactamente lo mismo en ambos casos, sin sombra de ampliación semántica.
En los precedentes ejemplos,
la frase tipológica está encuadrada en la narración del hecho figurativo, como
parte integrante de ella, otros casos hay en que presuponiendo la tipología del
hecho histórico y basándose en ella, está desligada de todo contexto narrativo. Tal es el caso de la amonestación divina del Salmo
XCIV, (vv. 7-9) que, dirigida históricamente a Israel, entiéndela San Pablo (Hebr.
III, 7-9) como enderezada actualmente a los cristianos. Dice Dios en el Salmo:
“¡Si hoy escuchareis su voz!
"No endurezcáis vuestro corazón como en Meribá,
como en el desierto el día de Massá,
donde me tentaron vuestros padres,
probáronme, después de ver mis obras".
Reconocen hoy los intérpretes
que uno de los hechos más trascendentales y figurativos de todo el Antiguo
Testamento es la salida de Egipto y el camino de Israel por el desierto, hasta
llegar a la tierra de promisión. Basándose en esta tipología, que él tenía muy
presente (I Cor. X, 1-13), extiende San Pablo su significación tipológica a las
palabras de Dios en el Salmo, pronunciadas en este ambiente tipológico. Como hemos
advertido en los pasajes antes citados, también estas palabras divinas, así por
ser una cita como por su carácter tipológico, en nada afectan a la instrumentalidad
del hagiógrafo salmista, quien no pudo prever el uso que de ellas haría más tarde
el Apóstol ni el nuevo sentido que tal vez le daría; sentido éste, que, más que en la categoría de sentido
literal ampliado, entra de lleno en la categoría de tipología verbal señalada
por Patrizi[1].
[1] Nota del Blog: Siguiendo los mismos principios de Bover, no hay
razón para negar la posibilidad que estas palabras-cosas puedan tener más de
una aplicación y así, para no salirnos del mismo caso, estas palabras bien
pueden aplicarse también al Israel de los últimos tiempos.