jueves, 21 de mayo de 2020

La virtud de la Prudencia y el éxito del Concilio Vaticano II, por Mons. Fenton (I de III)


La virtud de la Prudencia
y el éxito del Concilio Vaticano II,
por Mons. Fenton

Nota del Blog: Interesante estudio de Mons. Fenton escrito en la víspera del fatídico Vaticano II. El texto fue publicado en el American Ecclesiastical Review 147 (1962), pag. 255-265.

Está claro que, desde el punto de vista que se coloca el autor, el Concilio fue un fracaso absoluto.

Dejando de lado la cuestión coyuntural de tal concilio en particular, son dignos de atención los principios que asienta.

Es obvio que Fenton escribió este artículo sabiendo lo que se estaba tramando, y no es menos obvio que las cosas sucedieron no sólo como las previó aquí, sino que fueron mucho peores aún.

El original puede leerse AQUI.


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El Concilio Vaticano II, el número veintiuno en la historia de la Iglesia Católica, está programado para reunirse prácticamente al mismo tiempo que este número del American Ecclesiastical Review está siendo entregado a sus lectores. A través de los últimos meses y particularmente durante los días inmediatos anteriores a la apertura del Concilio, se les pidió a los fieles que recen con mucho fervor por el éxito de esta reunión. Pero, en cuanto he podido ver, estuvo ausente la nota particular de urgencia que se requiere en estas oraciones en razón de la naturaleza del evento.

Teniendo en cuenta lo que se ha dicho y, aún más importante, por lo que se ha escrito sobre el tema del concilio desde que el Juan XXIII[1] lo anunció por primera vez el domingo de Septuagésima de 1959, parecería que muchos, sino la mayoría de los miembros de la Iglesia, y una gran cantidad de entre los no-Católicos que no son particularmente hostiles hacia la Iglesia, se imaginan que el Concilio va a ser automáticamente un éxito y que, por lo tanto, no hay necesidad específica de oraciones para alcanzar los fines para los que fue concebido y convocado. Muchos parecen haberse imaginado que el llamado a un concilio ecuménico es como apretar un botón mágico que eliminaría automáticamente y sin dolor todas las dificultades que enfrentó la verdadera Iglesia de Jesucristo durante la segunda mitad del siglo XX. Y como es obvio por el estudio de la historia de los anteriores concilios generales y de la consideración de la naturaleza de la Iglesia Católica, es claro que no puede haber una confusión más seria.

Lo cierto es que el éxito del concilio ecuménico depende realmente de la eficacia y ardor de las oraciones de los fieles. Existe una actividad que Nuestro Señor ha prometido claramente al magisterium de la Iglesia Católica. El poder supremo de magisterio del reino de Dios sobre la tierra va a ser protegido para que no enseñe el error mientras hable sobre fe y costumbres a toda la Iglesia de Dios en este mundo y lo haga de manera definitiva. En otras palabras, la inhabitación del Espíritu Santo va a enseñar y guiar al magisterium eclesiástico cuando hable de manera definitiva a la Iglesia universal de Dios sobre la tierra, de forma tal que este magisterium (sea el Soberano Pontífice hablando ex cathedra o el mismo Soberano Pontífice hablando con los obispos residenciales de toda la Iglesia unidos a él, dispersos en sus diócesis a través del mundo o reunidos en un concilio ecuménico), va a enseñar y definir la doctrina de la iglesia con precisión.


Así, pues, no hace falta preocuparse por la posibilidad de algún error que surja del concilio ecuménico. Está completamente más allá de los límites de la posibilidad que el concilio ecuménico proclame y que el Romano Pontífice confirme y promulgue como enseñanza de un concilio ecuménico cualquier doctrina que difiera con la enseñanza de Dios que nos ha sido dada por medio de Jesucristo Nuestro Señor. Nunca va a suceder que los decretos del Concilio Vaticano II tengan que ser corregidos, sea positiva o negativamente. Y, precisamente de la misma manera, no existe posibilidad alguna que el Concilio Vaticano II se ponga a corregir o comparar cualesquiera decretos de los concilios ecuménicos anteriores ni, de hecho, ninguno de los pronunciamientos ex cathedra del Romano Pontífice, sea que hayan sido hechos por medio de la actividad doctrinal solemne u ordinaria del Obispo de Roma[2].

Estamos rezando, de todas maneras, pare que el próximo concilio sea exitoso, lo cual implica mucho más que el pronunciamiento infalible del mensaje salvador de Jesucristo. Implica lo que podríamos llamar la declaración apropiada del mensaje divino. Exige un pronunciamiento de las verdades que forman parte integral de la doctrina Católica y que están sujetas a un ataque particularmente agresivo en nuestros días. A fin de ser exitoso, para cumplir el fin para el cual ha sido convocado, el concilio ecuménico debe hablar efectivamente y con precisión en contra de las aberraciones doctrinales que están poniendo en peligro la fe, y por lo tanto toda la vida espiritual de los fieles al momento en que el concilio está sesionando. Además, en el campo disciplinario, es imposible que un concilio ecuménico obtenga su fin a menos que establezca reglas y directivas que tiendan a obtener los siguientes objetivos:

Primero: estos decretos disciplinarios deben ser de tal manera que faciliten a los fieles en estado de amistad con Dios avanzar en su amor.

Segundo: deben ser de tal forma que hagan más fácil para los que son miembros de la Iglesia y no viven la vida de la gracia, que vuelvan a la amistad de Dios.

Y, por último: deben ayudar a la conversión de los no-Católicos a la única y verdadera Iglesia de Jesucristo.





[1] Nota del Blog: Cosas como estas escribía Fenton en su diario sobre Juan XXIII, en la misma época del artículo:

“… otros creen lo mismo que he creído desde hace varios meses, a saber, que Juan XXIII es definitivamente de izquierda. Esa tontería de que está “engañado” o “mal informado” es vergonzoso. Es el jefe. (25 nov. 1962)”.

“Los artículos en el Corriere della Sera de Milán hablan de la relación con [el modernista Ernesto] Buonaiuti y lo hacen aparecer [a Juan XXIII] como un verdadero modernista, de corazón. Probablemente lo es” (26 nov. 1962).


[2] Nota del Blog: ¿Qué diría hoy en día?