3. Y otro ángel vino y se puso de pie ante el altar, teniendo un incensario
de oro y se le dio muchos perfumes para que diese a las oraciones de todos los
santos sobre el altar, el de oro, el que (está)
delante del trono.
Notas
Lingüísticas:
Zerwick: "προσευχαῖς:
oraciones; dativo de relación (commodi); por las oraciones".
Comentario:
Estos Santos son los mártires del Anticristo. Ver el Excursus XIII.
Todo este pasaje está íntimamente relacionado con V, 8:
“Y cuando hubo recibido el libro, los cuatro
Vivientes y los veinticuatro Ancianos se postraron ante el Cordero, teniendo
cada cual una cítara y copas de oro llenas de perfumes, que son las oraciones
de los santos”.
El altar del incienso (que está en el Santo),
debe distinguirse del altar del holocausto de VI, 9 que está
fuera del Santo.
Altar de los holocaustos (Ex. XXVII, 1 ss) =
oraciones de los mártires del 5 Sello.
Altar de los inciensos (Ex. XXX, 1 ss) = oraciones
de los mártires del Anticristo.
Arroja el fuego a la tierra (e.e. Babilonia) = 4
primeras trompetas.
Straubinger: “Los perfumes
que el ángel recoge aquí son las oraciones de los santos que piden la venganza
de su sangre en VI, 9 s. Sin ellos sería difícil explicarse cómo las
oraciones de los santos de la tierra pueden producir tales calamidades sobre
ella”.
Steinmueller[1]: "El ritual era el siguiente: un sacerdote
tomaba una brasa encendida del altar de los holocaustos y la llevaba en un
receptáculo de oro al tabernáculo, mientras otro llevaba el incienso. El primer
sacerdote echaba la brasa sobre el altar y el segundo dejaba caer incienso
sobre ella. Entretanto la gente estaba de pie en el patio rezando y luego
recibía la bendición del sacerdote. El
incienso constaba de cuatro ingredientes: estacte (hebr. nataf), uña
aromática, gálbano e incienso puro (Ex. XXX, 34-38), que eran llamado en
conjunto sammim (e.d. perfumes suaves). Debía tener sabor salado y ser
limpio y sagrado (e.d. se esparcía un poco de sal sobre él, como sobre todo lo
que se ofrecía en sacrificio); no debía contener ingredientes extraños, y después
de mezclados podía usarse solamente en el santuario. Estaba prohibido, bajo
pena de muerte, usar el incienso mezclado en esta forma particular para algún
propósito profano".
Lo mismo vemos aquí: el ángel va al altar de los holocaustos con un incensario de oro, de
donde saca fuego para luego arrojar sobre la tierra.
4 ingredientes = ¿4 primeras trompetas?
Sabor salado = ¿Ajenjo?
Allo: "λιβανωτὸν
(incensario): no tiene aquí el sentido ordinario de "incienso"
sino de instrumento para incensar; servía para transportar el fuego del altar
de los holocaustos sobre el altar de los perfumes donde se hacía la oblación
del incienso. Cfr. Ex. XXVII, 1-7; XXX, 1-10".
Allo: "Creemos que es preciso, a pesar de la
autoridad de Swete, Calmes y Charles, que no admiten aquí más que un solo
altar, el de oro, representarse este ángel primero de pie sobre el ancho altar
de los holocaustos (VI, 9), sobre el cual se ha visto reunidas las almas de los
mártires; si se tratara del pequeño altar de los perfumes, la imagen sería
más bien bizarra (Bousset). No se habló hasta ahora de un altar de perfumes
en el cielo, por lo menos de una manera explícita, sino de un altar de los holocaustos
antes del capítulo VI. Es que los
capítulos IV y V no suministraron todavía más que lo esencial de la
descripción; en realidad el Profeta ve en el cielo toda una decoración y
mobiliario del templo que uno no suponía, con un "Santo" donde está
el altar de los perfumes (que las "copas" de los Ancianos ya
presuponían), y un "Santo de los Santos" que se abrirá más tarde (XI,
19; XIV, 17; XV, 5 ss; XVI, 17)".
Wikenhauser: “Durante
el silencio de media hora las oraciones de los santos son llevadas a la
presencia de Dios. Estos santos
son los fieles de la tierra que, al recibir el sello de Dios, acaban de ser
armados de fuerza sobrenatural en previsión de la prueba que se avecina. Dirigen
a Dios sus fervientes oraciones. Según los conceptos que sirven de fondo a la
descripción, las oraciones de los santos llegan ante todo al altar del cielo,
dónde, con el perfume del incienso, se ven purificadas de toda imperfección y
convertidas en ofrenda agradable a Dios. En efecto, la oración humana está
siempre viciada de egoísmo y de intereses terrenos, y tiene necesidad de
purificarse; por esto se acerca el ángel al altar, próximo al trono de Dios,
llevando en su mano el incensario, y pone en él incienso en abundancia. para
unir su perfume a las oraciones de los santos, o para purificarlas y hacerlas
aceptas a Dios. Este altar, el único que el Apocalipsis parece conocer en el
cielo, corresponde al altar de los perfumes que existía en el templo de
Jerusalén, pero, en parte, tiene también el carácter y la función del altar de
los holocaustos, ya que en él se hace como el ofrecimiento de las almas de los
mártires a Dios (Apoc. VI, 9). Desde el altar se elevan ahora las oraciones
como densas nubes de humo perfumado hasta Dios, y son recibidas por él como
sacrificio acepto (en V, 8 las oraciones están simbolizadas en las nubes de
humo, Sal. CXL, 2). La escena busca dar a los cristianos que combaten y
resisten con paciencia la seguridad de que sus oraciones llegan hasta Dios y
son por él escuchadas”.
Bartina:
"Sigue una escena admirable. Ante
el trono de Dios hay dos altares: el de los holocaustos y el de los perfumes,
donde se quema incienso al estilo del templo de Jerusalén. Un ángel va con una
pala de oro, que es a la vez braserillo e incensario; toma fuego del altar de
los holocaustos y lo coloca sobre el altar de los perfumes. Le fueron dados
copiosos aromas combustibles o mezclas de inciensos (…) Coloca el incienso sobre las brasas, como Aarón el gran día del Kippur
(Lev. XVI, 12-13)".
Salguero: "Pero
antes de que los siete ángeles comiencen a hacer su oficio, llega otro ángel
con un incensario o más propiamente,
con una paleta que servía para
transportar las brasas del altar de los holocaustos sobre el altar de los
perfumes. El ángel se acerca al altar de los holocaustos, bajo el cual estaban
los mártires (VI, 9), y recibe muchos perfumes, que simbolizan las oraciones de
los santos, los cuales ha de ofrecer sobre el altar de oro (v. 3). El autor sagrado concibe el templo
celeste exactamente como el templo de Jerusalén. En él hay un altar de los
holocaustos, un altar de los perfumes y un santo de los santos".
[1] Introducción general a las Sagrada Escritura, Desclée (1947), pag. 307.