Apéndice II.
Joseph Anger, La doctrine du Corps
Mystique de Jesús-Christ, pag. 284. (8 ed., año
1946).
“Además, en ambos sacrificios, el de la Pasión y el
de la Misa, Jesús es tanto el Sacerdote
como la Víctima; pero en la Misa no es el único sacerdote ni la única víctima.
En todo sacrificio el que ofrece la víctima es el sacerdote; pero en su Pasión,
Cristo se ofreció al Padre solo[1]
a fin de conquistar a la Iglesia, para hacerla nacer, bella y pura, de su
sangre divina. En la Misa, todo el
Cuerpo Místico realmente unido a Cristo ofrece por Él y con Él la víctima del
Calvario[2]. Cristo es siempre el Sacerdote principal y
soberano, pero al igual que una causa principal, pasa hacia nosotros su poder
sacerdotal, eleva a aquellos que han recibido el carácter bautismal a la
dignidad de instrumentos de su sacerdocio; sin embargo no comunica su virtud de
la misma manera, pues si bien todos los fieles ofrecen, sólo los sacerdotes[3]
consagran. Hemos dicho también que en la Misa Jesucristo no es la única víctima
como fue el caso del Sacrificio de la Cruz, sino que la Iglesia, que ofrece por
Él y con Él, se ofrece también a sí misma con Él. Ciertamente, no bajo el
mismo plan y con el mismo título que Cristo, ya que sólo el cuerpo natural de
Cristo es el que constituye la ofrenda, pero, así como todo sacrificio exterior
es signo y símbolo de uno interior, el Cuerpo Místico ofrece el cuerpo natural
de Cristo como prenda y en testimonio de su propia oblación y consagración. San
Agustín dice que por el sacrificio de su Cabeza, la Iglesia aprende a sacrificarse
a sí misma: “fue su voluntad divina
también que fuese sacramento cotidiano el sacrificio de la Iglesia, la cual,
siendo cuerpo místico y verdadero de esta misma y suprema cabeza, aprende a
ofrecerse a sí misma en virtud del mandato de Jesucristo[4]”.
[1] Pequeño desliz del Abbe Anger en su monumental obra. En realidad,
debe decirse que Nuestro Señor no fue el único sacerdote en el Calvario, sino
que también su Madre ofreció a Su Divino Hijo, y esta es la enseñanza explícita
de los Papas:
León XIII en la encíclica Iucunda Semper
dice:
“De pie, junto
a la Cruz de Jesús, estaba María su Madre, penetrada hacia nosotros de un amor
inmenso, que la hacía ser Madre de todos nosotros, ofreciendo Ella a su
propio Hijo a la justicia de Dios y agonizando con su muerte en su alma,
atravesada por una espada de dolor” (ASS, 27, p. 178).
Benedicto XV en su epístola apostólica Inter
sodalicia:
“Los doctores
de la Iglesia enseñan comúnmente que la Santísima Virgen María, que parecía
ausente de la vida pública de Jesucristo, estuvo presente, sin embargo, a su
lado cuando fue a la muerte y fue clavado en la cruz, y estuvo allí por divina
disposición. En efecto, en comunión con su Hijo doliente y agonizante, soportó
el dolor y casi la muerte; abdicó los derechos de madre sobre su Hijo para
conseguir la salvación de los hombres; y para apaciguar la justicia divina, en
cuanto dependía de Ella, inmoló a su Hijo, de suerte que se puede afirmar, con
razón, que redimió al linaje con Cristo” (AAS 10, p. 181).
Pío XI en su Encíclica Miserentissimus
Redemptor dice:
“…Finalmente,
la benignísima Virgen Madre de Dios sonría favorablemente a estos nuestros
deseos y conatos, la cual, habiendo dado y criado a Jesús Redentor, y
ofreciéndole junto a la cruz como hostia, fue también y es piadosamente llamada
Redentora por la misteriosa unión con Cristo y por su gracia absolutamente
singular” (AAS 20, p. 178).
Por último, Pío
XII en la Mystici
Corporis dice:
“Ella fue
la que, libre de toda mancha personal y original, unida siempre
estrechísimamente con su Hijo, lo ofreció, como nueva Eva, al Eterno Padre
en el Gólgota, juntamente con el holocausto de sus derechos maternos y de su
materno amor, por todos los hijos de Adán…” (AAS, 25, p. 246).
Otra pregunta interesante, y que
merecería otro estudio separado es: sabiendo
que hay una relación directa entre el Sacrificio del Calvario y la Virgen María y el Sacrificio de la
Misa y el resto de los fieles ¿puede afirmarse que hay una relación entre el
Sacrificio de la Última Cena y los Apóstoles? En otras palabras: ¿Nuestro
Señor ofreció en la Última Cena solo
o junto con los Apóstoles? Nos parece que la última opción es preferible, pero
es este un tema no muy explorado en teología como lo afirma el P. Sauras OP
cuando trata de los “miembros de excepción” del Cuerpo Místico y en los cuales
agrega a la Santísima Virgen, la cual tuvo la “gracia de la Divina
Maternidad” y a los Apóstoles que tuvieron la “gracia del Apostolado”
(ambas gracias son “sacerdotales”). Si esto fuera así entonces tendríamos una
confirmación de todo lo dicho hasta aquí y veríamos en la facultad de ofrecer
el Sacrificio aquello que constituye a los miembros de la Iglesia, con la
diferencia propia de los distintos tipos de miembros: Virgen
María-Apóstoles-resto de los fieles y de sacrificios: Calvario-Última
Cena-Misa, respectivamente.
Para todo este interesantísimo tema
puede consultarse al P. Sauras en su magnífica obra El Cuerpo Místico
de Cristo, BAC, 1952, pag. 483 y ss.
[2] De esta forma
S. Ambrosio le escribe a Teodosio que debe temer la excomunión:
“Recién
ofrecerás cuando recibas la facultad de sacrificar, cuando tu hostia sea acepta
a Dios” (Epístola 51 a Teodosio,
n 15, PL XVI, col. 1163).
“Su poder
sacerdotal, su poder de ofrecer la Santa Víctima en la Misa, poder que Teodosio
tenía por su Bautismo, se suspende por la Excomunión que lo excluye de la vida
exterior del Cuerpo Místico” (Nota del Autor).
[3] El autor se
refiere a aquellos que han recibido el
sacramento del Orden.
[4] De Civitate Dei, lib. 10, cap. 20.