miércoles, 24 de octubre de 2018

El contenido de la predicación de Elías (III de IV)


   Hasta aquí hemos analizado sumariamente lo que respecta a la predicación apostólica y a la de Nuestro Señor junto con San Juan Bautista, pero si volvemos nuestros ojos al Apocalipsis vamos a poder apreciar algunas similitudes.

   Según nuestra concepción, que ya hemos apuntado en varios artículos previos, las dos Iglesias de Filadelfia y Laodicea abarcan en total un período de 7 años que coinciden con la Septuagésima Semana de Daniel, en cuya primera mitad tenemos la prédica de Elías y en la segunda el reinado del Anticristo. En ambos períodos vemos diversos grupos de mártires, los que hemos dado en llamar los del 5º Sello y los del Anticristo[1].

   Ahora bien, es en este primer período en donde tendrá lugar la prédica del Evangelio en todo el mundo tal como lo profetizó Jesús en el Discurso Parusíaco y como ya insinuamos algo AQUI.

   En definitiva, es el contenido de esta prédica la que queremos indagar ahora.

   Antes que nada, recordemos que todo parece indicar que el mismo Apocalipsis está dividido de la misma manera que la 70º y última Semana de Daniel: toda la primera sección de las visiones en el cielo comienza en el cap. IV y termina en el cap. IX inclusive, mientras la segunda mitad comienza con el cap. X.

   En la cronología del Apocalipsis, cuando suena la 6º Trompeta, el Anticristo ya ha aparecido hace tres días y medio, como se ve por el análisis de VIII, 13 con la descripción del 2º ay (6º Trompeta) en XI, 11-14:


Y vi y oí un águila volando en medio del cielo, diciendo con voz grande: “Ay, ay, ay de los que habitan sobre la tierra, a causa de las restantes voces de la trompeta de los tres ángeles, los que van a trompetear”.

“Y después de los tres días y medio, un espíritu de vida de parte de Dios entró en ellos y se pararon sobre sus pies y temor grande cayó sobre los que los contemplaban. Y oyeron una voz grande, desde el cielo diciéndoles: “Subid aquí”. Y subieron al cielo en la nube y los contemplaron sus enemigos. Y en la hora aquella hubo un terremoto grande y el décimo de la ciudad cayó y muertos fueron, en el terremoto, nombres de hombres millares siete y los restantes quedaron despavoridos y dieron gloria al Dios del cielo. El ay, el segundo, se fué; ved que el ay, el tercero, viene pronto”.


***

   Preciso nos es ahora recorrer el Apocalipsis para intentar espigar el contenido de la prédica de Elías.

   Pero es difícil decidirnos por dónde empezar.

   Comencemos con la palabra Evangelio, la cual es usada tres veces: en dos oportunidades como sustantivo y en la restante como verbo.

Apoc. X, 1-7: “Y vi otro ángel fuerte descendiendo del cielo, vestido con una nube y el iris sobre su cabeza y su rostro como el sol y sus piernas (lit. sus pies) como columnas de fuego. Y teniendo en su mano un librito abierto; y puso su pie, el derecho, sobre el mar y el izquierdo sobre la tierra; y clamó con voz grande, como león que ruge y cuando clamó hablaron los siete truenos sus voces. Y cuando hablaron los siete truenos, iba a escribir y oí una voz del cielo diciendo: “Sella lo que hablaron los siete truenos y no lo escribas”. Y el ángel que vi estando de pie sobre el mar y sobre la tierra, alzó su mano, la diestra, al cielo, y juró por el Viviente por los siglos de los siglos - que creó el cielo y lo que hay en él y la tierra y lo que hay en ella y el mar y lo que hay en él -: "Tiempo ya no habrá", sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando vaya a trompetear, también se consumó el misterio de Dios como evangelizó a sus siervos los profetas”.

Apoc. XIV, 6: “Y vi otro ángel volando en medio del cielo, teniendo un Evangelio eterno para evangelizar a los sentados sobre la tierra y a toda nación y tribu y lengua y pueblo…”.

   Por la primera cita vemos una confirmación de nuestra cronología ya que cuando toque la 7º Trompeta se habrá consumado la predicación del Evangelio hecha por los Profetas. La última Trompeta, pues, indica que ya tuvo lugar la predicación de los Profetas y que comenzó la segunda mitad de la 70º Semana, y por lo tanto el reinado del Anticristo.

   Quiénes sean estos profetas se ve claro en el capítulo siguiente:

XI, 3-10: “Y daré a mis dos testigos y profetizarán días mil doscientos sesenta, vestidos con sacos”. Estos son los dos olivos y los dos candelabros, los que delante del Señor de la tierra están de pie. Y si alguno quisiere dañarlos, fuego sale de la boca de ellos y devora sus enemigos. Y si alguno quisiere dañarlos, así debe ser muerto. Estos tienen la autoridad de cerrar el cielo para que lluvia no llueva los días de su profecía y autoridad tienen sobre las aguas para convertirlas en sangre y para herir la tierra con toda plaga cuantas veces quisieren. Y cuando hayan consumado su testimonio, la Bestia, la que sube del abismo, hará contra ellos guerra y los vencerá y los matará. Y el cadáver de ellos (yacerá) en la plaza de la ciudad, la grande, que se llama espiritualmente Sodoma y Egipto, donde también su Señor fue crucificado. Y ven de entre los pueblos y tribus y lenguas y naciones el cadáver de ellos, días tres y medio; y sus cadáveres no dejan se pongan en sepulcro. Y los que habitan sobre la tierra se regocijan sobre ellos y se alegran y dones se enviarán unos a otros, porque éstos, los dos profetas, atormentaron a los que habitan sobre la tierra”.

   ¿Qué hay de la segunda cita donde vemos al Ángel con el Evangelio eterno?

   Ese versículo del cap. XIV nos lleva de la mano al que citamos más arriba, pues como dijimos en otra oportunidad, se trata de lugares paralelos (ver AQUI):

XIV

6. Y vi a otro ángel volando por medio del cielo, teniendo el Evangelio eterno, para evangelizar a los que tienen asiento en la tierra: a toda nación y tribu y lengua y pueblo.
7. Y decía con gran voz: “Temed a Dios y dadle gloria a Él, porque ha llegado la hora de su juicio; adorad al que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de aguas”.


XI

11. Pero al cabo de los tres días y medio, un espíritu de vida que venía de Dios, entró en ellos y se levantaron sobre sus pies, y cayó un gran temor sobre quienes lo vieron.
12. Y oí una gran voz del cielo que les decía: “subid acá”. Y subieron al cielo en la nube, a la vista de sus enemigos.
13. En aquella hora se produjo un gran terremoto, se derrumbó la décima parte de la ciudad y fueron muertos en el terremoto siete mil nombres de hombres; los demás, sobrecogidos de temordieron gloria al Dios del cielo.

   Y aquí tenemos el contenido del Evangelio eterno:

XIV, 7. Y decía con gran voz: “Temed a Dios y dadle gloria a Él, porque ha llegado la hora de su juicio; adorad al que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de aguas”.

   Lo mismo que, en otra parte, ya habíamos visto predicar a San Pablo:

Hech. XIV, 15-17: “Hombres, ¿qué es lo que hacéis? También nosotros somos hombres, de la misma naturaleza que vosotros. Os predicamos para que dejando estas vanidades os convirtáis al Dios vivo, que ha creado el cielo, la tierra, el mar y todo cuanto en ellos se contiene, el cual en las generaciones pasadas permitió que todas las naciones siguiesen sus propios caminos; mas no dejó de dar testimonio de Sí mismo, haciendo beneficios, enviando lluvias desde el cielo y tiempos fructíferos y llenando vuestros corazones de alimento y alegría”.

   Y ésto no es más que un eco de lo que dice San Juan tras la 6º Trompeta:

Apoc. IX, 20-21: “Y los restantes de los hombres, los que no fueron muertos con las plagas estas, no se arrepintieron de las obras de sus manos, para no adorar a los demonios y los ídolos, los de oro y los de plata y los de bronce y los de piedra y los de madera, los cuales ni ver pueden, ni oír, ni caminar. Y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos”.

   Idolatría más impenitencia, es decir, lo contrario del contenido del Evangelio: adoración al Dios verdadero más conversión.

   Si recordamos las palabras de Fillion, vemos aquí claramente formulados los tres aspectos de los que habla:

“La conversión al cristianismo es resumida en tres puntos concretos: el abandono del culto de los ídolos, la adhesión al Dios único, que es llamado vivo y verdadero por oposición a las divinidades sin vida y sin realidad del paganismo, y la espera de la segunda venida de Jesucristo, juez futuro de los vivos y de los muertos”.

   Los tiempos y las palabras son los mismos.

   Siendo esto así, ¿puede acaso sorprendernos que veamos en el Apocalipsis una alusión al Dios vivo?

Apoc. IV, 8-11: “Y los cuatro Vivientes, cada uno de ellos teniendo alas seis, alrededor y dentro llenos de ojos; y reposo no tienen día y noche, diciendo: "Santo, Santo, Santo, Yahvé Dios, el Todopoderoso, el que era y el que es y el que viene”. Y cuando den los Vivientes gloria y honor y acción de gracias al sentado sobre el trono, al Viviente por los siglos de los siglos, caerán los veinticuatro Ancianos ante el sentado sobre el trono y se postrarán ante el Viviente por los siglos de los siglos y arrojarán sus coronas ante el trono, diciendo: “Digno eres Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria y el honor y el poder, porque Tú creaste todas las cosas y por tu voluntad eran y fueron creadas”.

   Imposible dejar de notar la referencia a los mismos tópicos: se le da gloria a Dios, que es el Viviente por excelencia y que creó todas las cosas.

Y tampoco puede sorprender que el Ángel en Apoc. X, 6 jure:

Por el Viviente por los siglos de los siglos - que creó el cielo y lo que hay en él y la tierra y lo que hay en ella y el mar y lo que hay en él-: "Tiempo ya no habrá".

   Ver también Apoc. XV, 7.



[1] De estos grupos hemos hablado en otra oportunidad AQUI y AQUI.

De todas formas, toda esta sección sobre los diversos grupos del Apocalipsis, escrita hace ya muchos años, pide a gritos una “segunda edición”, pues hay no pocas cosas que modificar y/o agregar.