XIV
AL ENCUENTRO DEL SEÑOR EN LOS AIRES
I Tes. IV, 13-17
"No queremos, hermanos, que estéis en ignorancia acerca de los que
duermen (los muertos), para que no os contristéis como los demás, que no tienen esperanza. Porque
si creemos que Jesús murió y resucitó, así también (creemos que) Dios llevará con Jesús a los que durmieron en Él. Pues
esto os decimos con palabras del Señor: que nosotros, los vivientes que
quedemos hasta la Parusía del Señor, no nos adelantaremos a los que durmieron. Porque
el mismo Señor, dada la señal, descenderá del cielo, a la voz del arcángel y al
son de la trompeta de Dios, y los muertos en Cristo resucitaran primero.
Después, nosotros los vivientes que quedemos, seremos arrebatados juntamente
con ellos en nubes hacia el aire al encuentro del Señor; y así estaremos siempre
con el Señor. Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras” (I Tes. IV, 13-18).
Los evangelistas Mateo (XXIV), Lucas (XXI), Marcos (XIII) nos describen
una escena bastante semejante citando las palabras del mismo Jesucristo:
"Y entonces aparecerá la señal del
Hijo del Hombre en el cielo, y entonces harán luto todas las tribus de la
tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo con poder
y gloria mucha. Y ENVIARÁ SUS ÁNGELES con trompeta grande y congregarán a sus
elegidos de los cuatro vientos, de extremos del cielo a extremos de ellos"
(Mt. XXIV, 30-31).
Los elegidos serán reunidos y puestos en salvo como lo recordamos en el
capítulo precedente. Aquí se trata de otra cosa: de la selección "de los muertos en Cristo" como dice
el apóstol Pablo. La resurrección que tendrá lugar entonces es la que San Lucas
llama "la resurrección de los justos"
(Lc. XIV, 14), el Apocalipsis: "la
primera resurrección" y ésta es la resurrección a la cual quería
llegar Pablo "la de entre los muertos" (Fil. III, 11).
Habría pues, que distinguir dos resurrecciones.
Los textos examinados directamente
en la versión griega son claros y precisos[1].
Pero, desde el siglo IV, muchos exégetas dicen que se trata la primera vez de
una resurrección espiritual, aquella de nuestro bautismo. No es evidentemente
esta resurrección a la cual tendía el apóstol Pablo, sino más bien a "la de entre los muertos".
San Pablo dice que se hará
"a la voz del arcángel".
Todo hace suponer que se trata aquí de Miguel, "el gran jefe" en
Daniel; el vencedor de Satán en el Apocalipsis, aquel que defiende el cuerpo de
Moisés contra el diablo en San Judas. El nombre de arcángel no es, por lo
demás, dado en las Escrituras más que a Miguel.
Después de la voz del
Arcángel el sonido de la trompeta se hará oír. Los judíos están familiarizados con estas reuniones al sonido de la
trompeta, después del Sinaí. En memoria del cuerno que conmovió los cielos el
día de la promulgación de la Ley, un instrumento llamado chófar convocaba al pueblo a regocijarse delante del Señor. "¡Bienaventurado el pueblo que conoce el alegre
llamado!" (Sal. LXXXIX, 16).
En los días de fiesta al principio del año el chófar resonaba en Jerusalén y llamaba al pueblo "caminará, oh Yahvé, a la luz de tu rostro"
(Sal. LXXXIX,
16).
Sería, pues, inexacto considerar que la última trompeta será un llamado
de desolación, lo será sólo para los impíos; mas, para los justos, ¿qué llamado
más alegre que aquél?
El mismo Señor descenderá
sobre las nubes y entonces veremos el
más prodigioso acontecimiento: "Los muertos en Cristo resucitarán
primero" (I Tes. IV, 16).
[1] Ver una nota detallada al respecto en el
Apéndice: "El reino milenario".