VII. EL VAMPIRO-MURCIÉLAGO, ANTÍTESIS DEL
PELÍCANO SIMBÓLICO
En las leyendas y
supersticiones antiguas de Francia, Inglaterra y sobre todo de Alemania, de la
Europa central, Hungría y las regiones danubianas, los vampiros, cuyo nombre se
supone que viene de la palabra germánica Oupir[1], eran tan sólo los espíritus de los muertos malditos, nocturnamente
salidos de sus tumbas en las que se pudrían sus cadáveres y que succionaban
diabólicamente la sangre de los vivos dormidos tras haberles abierto la vena
izquierda del cuello. Así los hacían morir rápidamente por agotamiento, y a
veces incluso decapitaban a sus víctimas: era más simple y más rápido.
A esos malhechores nocturnos de obediencia diabólica, las artes de la
Edad Media los representaron en la forma de un horrible diablo, o bien, más
sencillamente, en forma de enorme murciélago.
Así, la
iconografía del Campo Santo de Pisa tiene un monstruo de infierno cuya fealdad
sólo tuvo parangón bajo los buriles de Durero y Callot: este ser de pesadilla,
peludo y cornudo, bombea y traga, con ayuda de una serpiente que le sirve de
sifón, la sangre de un decapitado (Fig.
XIII).
Fig. XIII.- Satán-Vampiro. Fresco del camposanto de Pisa. |
El gran murciélago de las
sillas de coro del siglo XIII que hay en la catedral de Saint Pierre, en
Poitiers, sólo puede relacionarse con este tema[2],
si bien Orígenes designó al murciélago como
emblema de los herejes porque se oculta durante las horas luminosas de los días
y porque participa de los caracteres específicos de las aves y los mamíferos.
Al menos en Francia, la heráldica nobiliaria, basándose en Orígenes[3], tomó el murciélago como
imagen de la Herejía (Fig. XIV).
Fig. XIV.- El murciélago en el escudo de los Cot. |
El arte medieval le puso a veces alas de murciélago a la Sirena marina;
así lo vemos en un capitel del siglo XV, en la antigua iglesia de Saint Germain
de Poitiers. Se convierte entonces en
imagen de Asmodeo, el demonio de la lujuria que agota en el ser humano las
savias que constituyen la vida de su cuerpo y agota la fuente de la gracia que
constituye la vida de su alma.
Hay en el Poitou una
leyenda multicentenaria que nos describe a Satán descendiendo con el aspecto de
un murciélago en medio de una danza impía, y danzarines y danzarinas caen uno
tras otro heridos de muerte por el simple roce de las alas infernales que giran
con ellos…[4].
Las creencias de la Europa oriental que ponen al murciélago en estrecha
relación con las acciones de los genios nocturnos del mal y con sus evocadores
son muy antiguas, pues los nucteris
tenían mala fama entre los griegos, y Plinio nos dice que en su tiempo los
clavaban boca abajo a puerta de las casas para alejar de ellas a los malos
genios y los maleficios portadores de desgracias[5].
En Francia echaban al fuego los murciélagos que se capturaban, y eso se sigue haciendo
en zonas campesinas atrasadas pese a los servicios que prestan como
insectívoros.
Ana Catalina Emmerich está de acuerdo con todo este folklore en el
relato de una de sus visiones sobre la vida de Jesucristo. Al hablar en ese
pasaje de una ciudad palestina llamada Asach, se expresa así: “Las gentes del
lugar dan caza a horribles animales moteados que tienen alas membranosas con
las que vuelan rapidísimamente. Son demonios-murciélago que chupan la sangre de
hombres y animales mientras duermen. Vienen de malezas pantanosas impenetrables
situadas junto al mar, y causan muchos perjuicios”[6].
En realidad hay que ir a
América para encontrar una especie de murciélago tan espantosa, el gran
vespertilio, al que los naturalistas europeos han dado el nombre de Vampirus spectrum, cuyo cuerpo tiene el grosor de un pollo y alcanza 75
centímetros de envergadura. Generalmente vive de grandes insectos y grandes
gusanos, pero, urgido por el hambre, como las comadrejas, chupa la sangre de
pequeños mamíferos, ratas y gazapos; parece que es exagerada la acusación de
hacer lo mismo con niños pequeños. Estas criaturas son más horribles que
temibles. No hace falta destacar aquí que en el Mundo Antiguo, o durante la
Edad Media no los conocían.
En Francia, las creencias rurales de antaño pretendían que los brujos podían
hacerse invisibles mediante abluciones de sangre de murciélago. Alberto Magno
hablaba de ellos de otro modo: “Si quieres ver tanto de noche como de día, y
leer libros y escrituras, unge tu rostro con sangre de murciélago”[7]. Probarlo no es difícil…
En contraste con nuestras ideas europeas, en Extremo Oriente el murciélago
es un talismán muy buscado.
Y parece ser que eso es debido al hecho de
que, en el sur de la China, su nombre, hu,
mal pronunciado, es poco más o menos parecido al vocablo fu, felicidad (Fig. XV)[8].
Fig. XV.- El murciélago en un talismán chino. |
Eso no quita que, en
nuestro simbolismo occidental y cristiano, la
oposición entre el pelícano y el vampiro sea total: el primero derrama su propia sangre en libación, como alimento, y da
así la vida a seres que la han perdido; el vampiro chupa la sangre del hombre al que ha herido y así le provoca
la muerte: el uno es adecuado para representar al Jesu auctor vitae del texto litúrgico[9],
y el otro representa inmejorablemente al
“Devastador”, al “Príncipe de las Tinieblas” (Fig. XVI).
Fig. XVI.- El gran vampiro-murciélago del dorsal de una silla de coro de la Catedral de Poitiers. Siglo XIII |
[1] Cf. Nouveau
Larousse illustré, T. VII, p. 1216.
[2] G. Maillard no cree que ese murciélago tenga
sentido, y sin embargo reconoce los significados simbólicos de varios otros animales
representados en las admirables sillas de coro de Poitiers, el fénix sobre la
hoguera, el centauro, el gallo y el basilisco. Véase G. MAILLARD, Les Sculptures de la
Cathédrale Saint-Pierre de Poitiers, pp. 134 1 45 y 1. XXIX.
[3] Cf. LA COMBRIÈRE, La Science héroïque, edición
de 1669, p. 373, n° 106.
[4] BARBIER DE MONTAULT, “La Maldanzée”, Bulletin de la Société des Antiquaires de
l'Ouest, año 1872, fascículo I.
[5] Cf. PLINIO, Historia Natural, Libro XXIX, 26.
[6] Vida de Jesucristo según las
visiones de A. C. Emmerich,
por Clemente Brentano, traducción de Cazalis, Ed. Bray.
[7] Le livre du Grand Albert,
lequel traite des merveilles du Monde, s.d., siglo XVII.
[8] Cf. H. DORÉ, Recherches sur les superstitions en Chine, I Parte, T. II, vol. IV, p. 475.
[9] Breviario Romano, Letanías del Santo Nombre de Jesús.