IV. EL PELÍCANO, EMBLEMA DE LA CARIDAD
Puesto que el no va más del amor y de la caridad es darse uno mismo, el
pelícano fue un admirable emblema de ese heroísmo.
Varias miniaturas del siglo XV y del XVI representaron con este sentido al
pelícano encima de la personificación de la caridad[1].
Émile Mâle reproduce una de estas miniaturas y expone magistralmente el tema
que representa[2].
En ese mismo sentido,
hacia la misma época, en la iglesia de San Bavón de Haarlem, en Holanda,
pusieron un tronco en forma de pelícano, y las ofrendas de los fieles se hacían pasar por una abertura practicada
en su cuerpo[3].
Parece expresar la caridad maternal cuando acompaña las
imágenes de la Virgen María como en una antigua orla de la iglesia de
Notre-Dame de Puy-en-Velay.
En la heráldica y la
sigilografía de los prelados, expresa también la absoluta entrega de un amor paternal en aquellos que, teniendo almas a
su cargo, lo escogieron como mueble en su sello y sus armas. En este
sentido lo vemos en numerosos sellos de la Edad Media y en los escudos eclesiásticos
como los de los cardenales Régnier, de Cambrai[4]
y Lavigerie, de Argel[5]. Las divisas de los dos
prelados: Charitas Christi urget nos,
y Charitas, recalcan felizmente el carácter
de la heroica ave.
En la heráldica civil, el
pelícano también significa el amor y la entrega paternas llevadas hasta el
sacrificio personal. Así lo vemos en la cimera del escudo del caballero
potevino Philippe de Marmande (1303)[6],
así como en el escudo de Le Camus[7]; en el de Henry Langlois,
comerciante imaginero de Marsella, lleva encima los dos corazones de un padre y
una madre llenos de la más entregada ternura por sus hijos[8].
De esa caridad paterna
habla Musset cuando dice del pelícano:
Él, alcanzando a paso lento una roca elevada
Con el ala colgante protegiendo a su nidada;
¡Pescador melancólico, mira los cielos!
Mana la sangre a grandes chorros de su pecho
abierto;
En vano de los mares en la profundidad buscó;
Vacío estaba el Océano, y desierta la playa;
Por todo alimento aporta su corazón...[9].
V. EL PELÍCANO, EMBLEMA DE CRISTO ABANDONADO
Ya los antiguos atribuían al “pescador melancólico” del que habla Musset
un fondo innato de tristeza que le hace buscar los lugares desiertos y desolados:
David, en su lamento del desdichado que expresa a Yahveh su desamparo, le hace
exclamar: “¡He aquí que me he vuelto semejante al pelícano de las soledades!” similis factus sum in pelicano solitudinis[10]; grito de angustia, elocuentemente comentado
por san Epifanio, que más tarde fue aplicado a Cristo por los escritores
místicos en dos circunstancias de su vida: cuando estuvo retirado durante cuarenta
días en el desierto, y sobre todo cuando lo abandonaron los suyos en el Huerto
de los Olivos, en el momento de su arresto. Eso es lo que expresa el
pelícano que acompaña al texto de David en una cristalera medieval de la
catedral de Bourges[11]. Encontramos el pelícano
con este mismo carácter en algunas obras de arte de antaño, pero se le aplicó
sobre todo en el campo del simbolismo literario.
[1] Cf. GRIMOUARD DE SAINT-LAURENT, Guide de l´Art chrétien, T III, p. 445.
[2] Émile MÂLE, L´Art religieux de la fin du
Moyen-âge en France, p. 319.
[3] Cf. DIDRON, Annales archéologiques, año 1856, p. 97.
[4] Cf. D'ARLOT DE SAINT-SAUD, Armorial
des Prélats français du XIX siècle, p. 54.
[5] Cf. L. DELATTRE, Carthage, p. 91.
[6] Cf. CAIGNIERES, Recueil.
[7] Vulson DE LA COLOMBIERE, La Science héroïque, p. 1669, p. 363.
[8] Cf. Conde DE MONTGRAND, Armorial de
la ville de Marseille, p. 364.
[9] Alfred DE MUSSET, Poésies diverses — La nuit de mai. — Edición de Charpentier, Paris,
1846, p. 340.
[10] DAVID, Salmos, CII (Vulg. CI), 7.
[11] Cf. GRIMOUARD DE SAINT-LAURENT, op. cit. T. II, p. 283.