CAPITULO SÉPTIMO
LAS SIETE PRIMERAS
SEMANAS, PERÍODO DE LA RESTAURACIÓN DE JERUSALÉN, DEBEN CONTARSE COMPACTADAS
CON LAS SESENTA Y DOS SIGUIENTES HASTA EL UNGIDO-PRÍNCIPE.
V. 25 b: «… Desde la salida de una palabra… hasta un Ungido-Príncipe hay
siete semanas y sesenta y dos semanas. Tornaráse a edificar plaza y muro y ésto
en la angustia de los tiempos».
En la traducción que de esta segunda parte
del versículo presentan Lagrange y los Críticos modernos, encontramos
nuevamente matices poco naturales y tendenciosos. Sólo el deseo que abrigan de
hacer terminar aproximadamente las 70 Semanas en el tiempo de los Macabeos
puede explicar éstos y los anteriores desvíos.
Traducen así: «Desde la salida de una
palabra... hasta un Ungido-Príncipe hay siete semanas; y durante sesenta y dos
semanas se volverá a edificar plaza y muro; y ésto en la angustia de los
tiempos» (Cfr. Lagrange, art. cit., p. 183). De modo que las siete primeras semanas,
que comienzan, en opinión de Lagrange, con el oráculo de Jeremías, terminan ideológicamente
con Ciro, Ungido de Yahvé; y el período siguiente de 62 semanas nos lleva, no
matemática, sino también ideológicamente, hasta los tiempos de Antíoco
Epífanes.
Examinemos los dos argumentos que trae el P.
Lagrange para probar su tesis, pasando por alto la manía que él tiene de
imputar apriorismos a Knabenbauer, quien generalmente busca con paciencia
razones objetivas en qué fundar sus opiniones.
1) El primer argumento, Lagrange lo saca de
Isaías, XLV, 1, donde se da a Ciro el título de Ungido de Yahvé.
Razona así:
«¿Quién es el Ungido-Príncipe de nuestro
versículo 25? Knabenbauer, tomando el partido «a priori» de aplicarlo todo a
Jesucristo, considerado en su Persona o más a menudo como Cabeza de la Iglesia,
amontona aquí varias profecías mesiánicas. Tan sólo se olvida de la profecía de
Isaías sobre Ciro, el Libertador llamado Ungido de Yahvé (Is., XLV, 1).
Ahora bien, los Paralipómenos y Esdras atestiguan que fué Ciro quien cumplió la
profecía de Jeremías. Luego, nuestro Ungido-Príncipe no puede ser otro que
Ciro. Knabenbauer da aquí un ejemplo muy característico de su apriorismo: «praeterea cum in v. 24 bona messiana promittantur in hebdomada septuagesima,
sensus esse nequit usque ad Messiam esse septem hebdomadas» (Siendo prometidos
los bienes mesiánicos para la 70° Semana, no puede ser que hasta el Mesías sólo
se cuenten siete). Debería concluir simplemente
que el «mesías» del v. 25 es tan sólo imagen del futuro verdadero
Mesías, como que Ciro lleva ese nombre tan sólo prestado de los usos
israelíticos. Los bienes mesiánicos del tiempo posterior a las 70 semanas no
pueden convenir al término de las siete primeras: muy cierto. Luego, por eso
precisamente, el Ungido-Jefe no es Jesucristo» (art. cit, p. 184).
Nótese, ante todo, en ese modo de argumentar,
un ejemplo característico de cómo los comentadores se dan maña para llevar cada
cual el agua a su molino:
El término mesiánico de las 70 Semanas, dicen
a coro Knabenbauer y Lagrange, no puede convenir al fin de las siete primeras,
como es de toda evidencia.
Luego, concluye Knabenbauer, puesto que aquí
se trata del Mesías Jesucristo, debe hablarse también del término de las 69
semanas.
Luego, concluye el P. Lagrange, puesto que
aquí se trata del término de las siete primeras semanas, debe hablarse
necesariamente de un mesías figurativo, Ciro.
En buena lógica, ninguna de las dos
conclusiones se impone, a no ser que el uno o el otro pruebe la menor de su
argumento.
Efectivamente, uno y otro procuran hacerlo.
Knabenbauer prueba que aquí se trata del
Mesías-Jesucristo, porque, dice, en una profecía mesiánica la expresión
Mesías-Rey-debe ser tomada formalmente en todo su peso, referirse no a un mesías
«per accidens», sino al Mesías «per se», el que, por otra parte, se encuentra
también al horizonte de los demás profetas. Por lo tanto, aquí se habla de
Jesucristo, el Ungido-Príncipe por excelencia.
Óptima consideración, pero insuficiente.
Porque si bien hace resaltar la conformidad de esa expresión con el sentido
general de la profecía, no muestra en los detalles su conformidad con el
sentido particular del v. 25.
El P. Lagrange pretende probar que aquí se
trata del término de las siete primeras semanas, porque, dice, no habiendo
inconveniente en nombrar a Ciro «Ungido de Yahvé» y habiendo comenzado las
semanas con la profecía de Jeremías, es natural que se hable aquí del príncipe
que realizó la palabra divina salida por boca de Jeremías. Luego, Ciro viene al
término de las siete primeras semanas.
Argumento erróneo en lo que tiene de positivo,
esto es, en la afirmación de que las 70 Semanas parten del oráculo de Jeremías.
Salta a la vista, como lo hemos explicado anteriormente, la diversidad
intrínseca que hay entre las diversas palabras divinas. Nadie puede, sin
corromper los textos, identificar la de nuestro v. 25 con la de Jeremías... Por
otra parte, que Ciro haya sido Ungido de Yahvé, no sólo por denominación
extrínseca tomada de los usos de Israel, sino por una gracia verdadera actual,
«gratis data», como instrumento de la Providencia de Dios para el bien de su
pueblo, eso no significa que él deba ser el Ungido-Príncipe profetizado aquí
por Daniel.