Las Cuatro
Dimensiones
Si hemos de resumir la enseñanza sobre la Iglesia contenida en la
divina revelación, podemos hacerlo con bastante eficacia si consideramos el
concepto de la ecclesia según las
cuatro dimensiones:
Primero, la Iglesia dice relación con
el Dios Trino, a la sagrada humanidad de Cristo, a Nuestra Señora y a los
santos. Podemos llamarla dimensión ascendente.
Segundo, la Iglesia militante del Nuevo Testamento no puede ser descrita
propia o adecuadamente si no se la refiere
al reino de Dios, la ecclesia del
Antiguo Testamento. Esta es la dimensión histórica del concepto de la vera Iglesia.
Tercero, la Iglesia militante del Nuevo Testamento no puede ser concebida o
descripta adecuadamente si no se la refiere
a la Iglesia Triunfante. Esta es la dimensión para-histórica.
Cuarto, la Iglesia no puede ser adecuadamente concebida y descripta si no se
la refiere al reino de Satán, la
unidad social que es invariablemente opuesta a ella y dentro de la cual están
incluidos todos aquellos que no están incorporados a la Iglesia. Este es el
trasfondo de la Iglesia[1].
No puede haber un examen adecuado de la enseñanza
divinamente revelada sobre la natura de la vera Iglesia a menos que se tengan
en cuenta explícitamente estas cuatro dimensiones. Nuestro conocimiento del reino sobrenatural de Dios sobre la tierra
sería bastante imperfecto y sujeto a seria confusión si no tomáramos en cuenta
estas cuatro diversas clases de relaciones.
No hace falta decir que nunca podremos comenzar a
apreciar la natura y dignidad de la Iglesia si no consideramos el hecho de que
es el único reino sobrenatural de Dios, que es la Iglesia y el Cuerpo Místico
de Cristo, y que es el ámbito en el cual Nuestra Señora gobierna como Reina.
Cualquier descuido en este tema tendría como consecuencia un fracaso en la
apreciación de los poderes y actividades de la Iglesia misma. Y, de la
misma manera, es imposible conocer la Iglesia como Dios la constituyó y
describió en realidad a menos que tengamos claramente en cuenta el hecho de que
esta sociedad de los discípulos, establecida directa e inmediatamente por
Nuestro Señor durante el curso de su vida terrena, es la continuación y la
etapa final en esta tierra, del reino sobrenatural de Dios en Cristo que ha
existido desde el tiempo de nuestros primeros padres.
Exactamente de la misma manera, la natura de la ecclesia no puede entenderse si no es por medio de una comprensión
explícita del hecho de que la ecclesia militans que existe y lucha
contra oponentes aquí en la tierra es exactamente la misma sociedad que un día
ha de reinar en el cielo como la ecclesia
triumphans. Nuestro Señor, en Sus parábolas del reino, dejó muy en
claro que la sociedad que ha de gozar de la Visión Beatífica para siempre no es
un grupo nuevo sino el reino que ha vivido en este mundo y que será purificado
y preparado para el último día.
Finalmente, forma parte de la enseñanza revelada sobre la Iglesia que esta sociedad es una de las
dos unidades sociales en la cual ha estado dividida la raza humana desde el
pecado de Adán. Esta, dicho sea de paso, es la doctrina sobre la cual
obviamente depende la orden de San Pedro a sus oyentes en el primer Pentecostés
cristiano, donde los exhortó a salvarse de “esta generación perversa”. El texto
de los Hechos afirma que aquellos que “recibieron su palabra fueron bautizados,
y se agregaron en aquel día cerca de tres mil almas”[2].
La “palabra” que estas personas recibieron fue sin
dudas la exhortación de San Pedro a las personas de que se salven de esta
“generación perversa”. Esta “generación perversa” era obviamente el reino de
Satán, el dominio de “el príncipe de este mundo”. Los individuos que
“recibieron” esta palabra eran las personas que le obedecieron y que de hecho
se salieron del dominio del enemigo espiritual de Dios.
La salvación del reino de Satán se cumplió de la
única manera posible: entrando en el vero y único reino de Dios. Las personas
que fueron salvadas fueron agregadas al grupo que ya existía, el grupo que,
según el primer capítulo de los Hechos de los Apóstoles, contaba alrededor de
ciento veinte hombres en edad de votar, inmediatamente después de la ascensión
a los cielos. Aquellos que, obedeciendo la orden de San Pedro, se salvaron del
reino de Satán, no crearon un nuevo grupo social, sino que “fueron agregados” a
esta congregación ya existente que había comenzado a existir como la ecclesia, el solo y único reino de Dios
sobre la tierra, al momento de la muerte de Nuestro Señor sobre la cruz.
Ahora bien, el concepto
adecuado de la Iglesia, aquel que tiene explícitamente en cuenta las cuatro
dimensiones requeridas, es tal que muestra con claridad y certeza sin igual la
doctrina de que no hay salvación para nadie fuera de la Iglesia Católica. En primer lugar, nos asegura que estas
cuatro dimensiones del reino sobrenatural de Dios sobre la tierra pertenecen a
la comunidad religiosa visible y organizada sobre la cual preside el Obispo de
Roma como el Vicario de Cristo en la tierra. La unidad social que es el reino de Dios, el Cuerpo Místico de Jesucristo,
y el reino de Nuestra Señora, que es la continuación y el estado final de la ecclesia en este mundo, que es la Iglesia
triunfante en su estado preparatorio y de paso, la ecclesia en su peregrinación esperando su llamado a la patria eterna, que es el reino de Dios
que abraza a todos aquellos que no están en la “generación perversa”, esto es,
la soberanía de “el príncipe de este mundo”, es la Iglesia Católica Romana visible.
Luego nos muestra que la salvación solamente es
posible por medio de la unión con Nuestro Señor y por un traslado del dominio
del enemigo espiritual de Dios. Esto sucede, y solo puede suceder, por un
traslado desde el reino de Satán a la vera Iglesia de Jesucristo. Y puesto que
la Iglesia triunfante no es más que la continuación de la Iglesia militante, la
ecclesia que vive ahora aquí en la
tierra, las personas que obtienen la Visión Beatífica en la Iglesia triunfante
son y solamente pueden ser aquellos individuos que salieron de esta vida
“dentro” de la Iglesia militante. Esta es
la verdadera doctrina Católica, y la clara enseñanza de las parábolas del
reino.
Obviamente la primera de estas “dimensiones” es aquella sobre la cual
reside en última instancia toda la fuerza de la enseñanza de la necesidad de la
Iglesia para la salvación eterna. La
Iglesia es aquella fuera de la cual absolutamente nadie puede salvarse porque
es la ecclesia, la comunidad que
constituye el único reino sobrenatural del Dios vivo, y porque es el Cuerpo
Místico de Jesucristo, el Divino Redentor. Y esta necesidad para la obtención
de la salvación es una propiedad de la Iglesia Católica porque Dios, en Su
bondad y sabiduría, ha decretado que esta sociedad visible deba ser Su reino
sobrenatural del Nuevo Testamento. Cuando miramos a la Iglesia en término de
las cuatro dimensiones, se hace inmediatamente patente que esta sociedad pueda
ser descrita e identificada precisamente a la luz de su necesidad para la obtención
de la salvación eterna. Este fue, de hecho, el proceder empleado por San Agustín. Su afirmación en un sermón
dado al pueblo de Cesarea es una expresión exacta de la doctrina Católica.
“Fuera de la Iglesia Católica
se puede tener todo excepto la salvación. Se puede tener honor. Se
pueden tener los sacramentos. Puede cantarse el “Aleluya”. Puede responderse “Amén”. Uno puede abrazar el Evangelio y tener y predicar la
fe en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Pero uno nunca puede encontrar la salvación
excepto en la Iglesia Católica”[3].
Así, cuando se ve adecuadamente la doctrina divinamente revelada, la
vera Iglesia de Jesucristo es vista como la unidad social dentro de la cual
solamente el hombre tiene acceso a la salvación. El proceso de salvación
implica el tránsito del reino de Satán al reino de Dios, que es la vera Iglesia
de Dios. La obtención de la Visión Beatífica la última y perfectiva salvación
del hombre, implica morir “dentro” de la Iglesia militante. La Iglesia
militante del Nuevo Testamento es, por institución divina, la sociedad visible
y organizada que conocemos como la Iglesia Católica Romana.