sábado, 13 de julio de 2013

¿San Gabriel en el Apocalipsis?



Cuando leíamos la traducción de Borgongini Duca a la profecía de las LXX Semanas nos llamó la atención la variante que daba al v. 21. El pasaje, literalmente, reza así:

“Y mientras yo hablaba en la súplica he aquí que el potente Gabriel que había visto en la visión al principio, volando con rapidez me tocó en el tiempo del sacrificio de la tarde”.

Y luego comenta (num. 143):

“En el hebreo vir Gabriel, es casi una repetición: “el fuerte, que es el ministro potente de Dios”.

Es decir, el Ángel es llamado según el significado de su nombre, el cual quiere decir precisamente eso: “el fuerte o poderoso de Dios”.

Ahora bien en el Apocalipsis aparece un Ángel poderoso en cuatro oportunidades:

I) V, 2: “Y vi un Ángel poderoso (ἰσχυρὸν) proclamando con gran voz (ἐν φωνὴ μεγάλη): “¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?”.

II) X, 1: “1. Y vi a otro Ángel poderoso (ἰσχυρὸν) descendiendo del cielo, envuelto en una nube y con el arco iris sobre su cabeza y su rostro era como el sol y sus piernas como columnas de fuego.
2. Y tenía en su mano un librito abierto, y puso su pie derecho sobre el mar, y el izquierdo sobre la tierra;
3. Y clamó con gran voz (φωνῂ μεγάλῃ), como un león que ruge”.

III) XVIII, 1-2: “Después de esto vi cómo bajaba del cielo otro ángel que tenía gran autoridad y con su gloria se iluminó la tierra. Y clamó con poderosa voz (ἐν ἰσχυρᾷ φωνῇ) diciendo: “Ha caído, ha caído Babilonia la grande…”.

IV) XVIII, 21: “Y un ángel poderoso (ἰσχυρὸς) alzó una piedra grande como rueda de molino, y la arrojó al mar diciendo: “Así, de golpe, será precipitada Babilonia, la ciudad grande, y no será hallada nunca más”.


Ahora bien ¿a qué viene esa identificación del ángel como “poderoso”? ¿A qué otro ángel le cabe mejor el nombre “poderoso” que a San Gabriel?
Y en efecto, los mismos exégetas han deslizado la posibilidad de que se trate de él. Veamos.

Comentando V, 2 encontramos:

Scío: “este ángel fuerte es el Arcángel San Gabriel, cuyo nombre significa poder y fuerza de Dios. Es enviado como ángel especial de la divinidad y legado de Cristo; en esta calidad anunció la encarnación del Verbo. (Lc. I)”[1].

Y en X, 1 ss[2]:

Straubinger: “Otro ángel poderoso: Como el de 5, 2El que sea poderoso ha hecho pensar que pudiera tratarse de Gabriel, cuyo nombre significa fuerza de Dios”.

Wikenhauser: “No se precisa el nombre del ángel. Quizá se trate aquí del arcángel Gabriel…”.

Gelin: “El ángel es tal vez Gabriel (= Fuerza de Dios) al cual el epíteto ἰσχυρὸς le cabría bien”.

Así pues, vemos que el Ángel poderoso aparece en las visiones claves de los capítulos V y X[3] y luego en la caída de Babilonia, pero es de notar que en las dos primeras citas se dice que el ángel tiene una “gran voz” mientras que en la tercera se lo identifica con una “poderosa voz”.
A partir de acá se nos ocurrió pensar que tal vez la “gran voz” era una referencia al mismo ángel poderoso, algo así como si fuera su característica propia.

Pasemos lista a todos los pasajes en los cuales aparece esta gran voz y veamos si esto es posible:

1) VII, 1-2: “Después de esto vi cuatro ángeles que estaban de pie en los cuatro ángulos de la tierra que detenían los cuatro vientos de la tierra, para que no soplase viento sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre árbol alguno. Y vi otro ángel que subía del Oriente y tenía el sello del Dios vivo, y clamó con gran voz a los cuatro ángeles, a quienes había sido dado hacer daño a la tierra y al mar.” (Antes del sexto sello).

2) VIII, 13: “¡Y vi y oí un águila volando por medio del cielo que decía con gran voz: “Ay, ay, ay de los habitantes de la tierra, a causa de los restantes toques de la trompeta de los tres ángeles que están por tocar!”. (Anuncio de los 3 restantes Ayes).

3) XI, 11 ss: Y después de los tres días y medio, un espíritu de vida que venía de Dios, entró en ellos y se levantaron sobre sus pies y cayó un gran temor sobre quienes los contemplaron. Y oí una gran voz del cielo que les decía: “Subid acá”. Y subieron al cielo en la nube, y sus enemigos los contemplaron.” (Entre la sexta y séptima trompeta).

4) XII, 10 s: “Y oí una gran voz en el cielo que decía: “ahora ha llegado la salvación, el poderío y el reinado de nuestro Dios y el imperio de su Cristo porque ha sido precipitado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche Y ellos lo han vencido en virtud de la sangre del Cordero y en virtud de la palabra de su testimonio, menospreciando sus vidas hasta la muerte. Por tanto alegráos, oh cielos y los que moráis en sus tiendas. Mas ¡ay de la tierra y del mar! porque descendió a vosotros el diablo, lleno de gran furor, sabiendo que le queda poco tiempo”.  (Entre la quinta y la sexta trompeta).

5) XIV, 6-7: “Y vi otro ángel volando por medio del cielo, que tenía un Evangelio eterno para evangelizar a los que tienen asiento en la tierra y a toda nación y tribu y lengua y pueblo. Y decía con gran voz: “Temed a Dios y dadle gloria a Él, porque ha llegado la hora de su juicio; postraos ante aquel que hizo el cielo y la tierra, mar y fuentes de aguas”. (Entre la sexta y séptima trompeta).

6) XIV, 9: “Y otro ángel, un tercero los siguió diciendo con gran voz: “si alguno adora a la bestia y a su imagen y recibe su marca en la frente o en la mano…” (Antes del Armagedón).

7) XIV, 15: “Y salió del templo otro ángel, gritando con gran voz al que estaba sentado sobre la nube: “hecha tu hoz y siega, etc” (Siega-Naciones).

8) XIV, 18: “Y del altar salió otro ángel, el que tiene poder sobre el fuego, y llamó con gran voz al que tenía la hoz afilada, diciendo: Echa tu hoz afilada y vendimia los racimos de la vid…” (Vendimia-Israel).[4]

9) XVI, 1: “Y oí una gran voz procedente del templo que decía a los siete ángeles: “id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios…” (Este ángel es el encargado de dar la orden para que se derramen las 7 copas).

10) XVI, 17: “El séptimo ángel derramó su copa en el aire, y salió una gran voz del templo, desde el trono (en el cielo) que decía: “hecho está”. (Después de la séptima copa).

11) XIX, 17: “Y vi un ángel de pie en el sol y gritó con gran voz, diciendo a todas las aves que volaban por medio del cielo: “Venid, congregaos para el gran festín de Dios…” (Armagedón).

12) XXI, 3: “Y oi una gran voz desde el trono que decía: “He aquí la morada de Dios entre los hombres…” (Anuncio de la Jerusalén Celeste descendiendo a la tierra).

Bien, estos son los doce textos en los cuales la gran voz es nombrada además de los lugares que citamos al comienzo. Veamos si se puede demostrar la identidad del Ángel en todos ellos:

1) El Ángel que anuncia la caída de Babilonia como futura (XVIII, 21) y como pasada (XVIII, 1-2) sería el mismo, según lo dejamos dicho al comienzo.

2) Ahora bien, el segundo ángel del capítulo XIV (v. 8) es el encargado de anunciar la caída de Babilonia. Si bien no se dice que hable con gran voz, sin embargo como ya lo dejamos dicho AQUI, se tratan de dos lugares paralelos.

3) En la Segunda Parte de ese artículo vimos que los pasajes XIV, 9-11 y XIX, 11 ss son paralelos.

4) En la Tercera Parta de los artículos arriba citados probamos que los pasajes X, 1 ss, XI, 11-14 y XIV, 6-7  son también lugares paralelos.

5) El Ángel de XIV, 6; VIII, 13 y XIX, 17 vuela “por medio del cielo”, es decir por su parte más alta.

6) El Ángel de VIII, 13 y el de XII, 10 ss tiene el mismo giro lingüístico: “Ay de los habitantes de la tierra a causa…” y “Ay de la tierra y del mar porque…”.[5]

Obj.

XII, 10 ss parecería ser dicho por almas y no por un ángel:

a)El acusador de nuestros hermanos”. El término “hermanos” nunca es usado entre hombres y ángeles, sino entre hombres: VI, 11; XIX, 10; XXII, 9.

De hecho parece que los que pronuncian este himno son los Mártires del quinto Sello:

a) Son “hermanos” de los judíos.

b) La alusión al “día y la noche”, común a Lc. XVIII, 7.

c) La similitud con el “poco tiempo”. Apoc. VI, 11. Cfr. también Lc XVII, 7.

d) Gelin dice que el término “hermanos” le cabe a los Mártires del quinto Sello.

Resp. Creemos que se debe mantener la identidad de San Gabriel y esto por las siguientes razones:

a) Se trata de una gran voz. El término es usado siempre en referencia a un ángel.

b) Ni Allo, Beda, Alápide ni Fillion, in loco, ven inconveniente alguno en que los ángeles llamen “hermanos” a los hombres.

c) Al decir “alegráos oh cielos y los que moráis en ellos” (es decir “los moradores del cielo”), parecería que el que habla no es uno de ellos. Y estos “moradores del cielo” no son cualesquiera sino los Santos, y en este caso particular los Mártires del quinto Sello[6].

7) En V, 1 ss; XIV, 15; XVI, 1; XVI, 17 y XXI, 3 la voz sale siempre desde el Templo o Trono Celestial[7]. En el cap. V San Juan lo ve a San Gabriel en el cielo, en cambio en las otras visiones solamente lo escucha o lo ve salir desde el cielo porque las visiones las tiene en la tierra.

8) En XIV, 18 se dice que el Ángel con gran voz tiene poder sobre el fuego. Esto nos lleva a dos lugares que tal vez están relacionados:

a) Lc. I, 8 ss el Ángel San Gabriel se aparece a Zacarías en el momento en que ofrece el incienso.

b) En el cap. VIII vemos un ángel encargado de presentar a Dios las oraciones de los santos (de los Mártires del quinto Sello como bien lo indica Straubinger) por medio de un incensario y luego toma fuego del altar con el que llena el incensario y lo arroja sobre la tierra. Casi como si fuera su oficio. Cfr. X, 1.

Obj.: En el v. 2 se dice que las siete trompetas se le dan a los ángeles que están “de pie ante Dios”, los cuales parecen coincidir con los mismos siete ángeles principales de los que habla la tradición judía. Cfr. lo dicho AQUI. Uno déstos es el mismo San Gabriel, pero después se dice que apareció “otro” ángel con un incensario. Ergo no puede ser el mismo.

Resp. El “otro” no hace referencia a uno distinto como podría parecer sino a una visión diferente. Y esto se ve muy claro por lo que se dice en el cap. XIV, 6-11 donde, a pesar de tratarse siempre del mismo ángel, sin embargo se dice que al primer ángel le siguió un segundo y luego un tercero y en el v. 15 se dice que sale del Templo otro ángel, y lo mismo el del v. 18 que es el que estamos analizando. Sin embargo son siempre uno sólo.
Nada impide que San Juan tenga dos visiones diferentes: una sobre la entrega de las siete trompetas a los siete Ángeles y otra de uno de esos siete Ángeles en la cual realiza los pasos previos antes del comienzo del toque de las trompetas.



7. Y oí al altar que decía: “Sí, Señor, el Dios, el Todopoderoso, veros y justos son tus juicios”.

La pregunta es ¿a quién se refiere San Juan con “el altar”?
Los comentadores han visto en general a los mártires del quinto sello (VI, 9), y así lo dicen expresamente Straubinger, Gelin, Wikenhauser, y parece que Allo, y esto creíamos también nosotros hasta que leímos la opinión de Fillion:

“… el autor pensaba evidentemente en el ángel encargado del fuego del altar, que mencionó más arriba en XIV, 18”.

Y la verdad que esto nos pareció mucho más probable, y por dos razones:

1) No se entiende a qué viene la alusión a los mártires del quinto sello, puesto que el juicio por su sangre derramada habrá consistido en el juicio de las trompetas, y no en el de las copas, el cual (el juicio de las copas) sucederá como venganza por el derramamiento de la sangre de los mártires del Anticristo; sin embargo tampoco parece posible que se trate de estos mártires ya que el cap. VII nos dice claramente que están “de pie ante el trono y ante el Cordero”.

2) En los dos versículos anteriores se lee lo siguiente:

5. Y oí decir al ángel de las aguas: “Justo eres, (Tú que tienes por nombre) el Es y el  Era, oh Santo, en haber hecho este juicio”.
6. Porque sangre de Santos y Profetas derramaron y sangre les has dado a beber: son dignos.

Con lo cual parece más conforme con el texto que así como antes habló el ángel de las aguas, ahora hable el ángel del altar, o sea el del fuego del altar.
¿Y a qué viene que estos dos ángeles alaben así la venganza divina, podrá preguntarse alguno?
Con respecto al ángel de las aguas[1] la razón es obvia y la da el mismo texto: así como derramaron sangre de profetas y de santos, así Dios les da a beber sangre; sin embargo no queda del todo claro la razón por la cual el ángel del fuego confirma lo que dice el ángel de las aguas alabando la justicia divina… a menos que el ángel del altar sea el mismo que el del fuego (XIV, 18) y que el que dio la orden de derramar las siete copas (XVI, 1), y en efecto así es según nuestra interpretación, ya que en todos los casos se trata de San Gabriel.

2) El segundo argumento para defender la identidad del ángel del fuego con San Gabriel nos vino de un testimonio tan impensado como autorizado: el de los Rabinos.
Leyendo la interesantísima colección de textos Rabínicos del P. Bonsirven[2] nos topamos con esta afirmación:

“Nuestros maestros enseñan: hay seis especies de fuego: el fuego que come pero no bebe, el fuego que bebe pero no come, el fuego que come y bebe, el fuego que come tanto lo seco como lo húmedo, el fuego que repele el fuego, el fuego que consume el fuego.

“El fuego que come pero no bebe” es el nuestro (el agua lo extingue).

“El fuego que bebe pero no come” es la fiebre del enfermo.

“El fuego que come y bebe” es el de Elías, pues está escrito: “Entonces bajó el fuego de Yahvé y consumió… lamiendo incluso el agua” (III Reg. XVIII, 38).

“El fuego que come tanto lo seco como lo húmedo” es el fuego de la pila de madera.

“El fuego que repele el fuego” es el de Gabriel (Dan. III, 27).

“El fuego que consume el fuego” es el de la Shechinah.

Si bien es cierto que no se habla del fuego del altar, no por eso deja de ser interesante la relación que existe entre San Gabriel y el fuego. De hecho los Rabinos dicen que así como San Miguel es de color nieve, San Gabriel es de color fuego; cfr. también Apoc. X, 1b[3].




[1] Así como el ángel del fuego es el del fuego del altar, el de las aguas se refiere posiblemente a las dos pilas de bronce (Ex. XXX, 17 ss) que estaban colocadas entre el tabernáculo y el altar de los holocaustos (Ex. XXVII, 1 ss) y que no debe confundirse con el altar del incienso (Ex. XXX, 1 ss). Cabe recordar que todo lo que construyó Moisés (y Salomón) no era más que un modelo de algo que había visto (Ex. XXV, 40; Heb. VIII, 5) y que San Juan nos describe a través del Apocalipsis.
[2] Textes Rabbiniques des deux premiers siécles chrétiens, J Bonsirven, S.J., 1955, num. 885. El texto corresponde al tratado Yoma num. 21b. Bonsirven trae el texto un poco mutilado. Lo hemos completado con una versión inglesa. La puntuación está un tanto modificada.
[3] Una última observación. En un principio pensamos que el ángel que encierra a Satanás en el abismo en el cap. XX podía ser el mismo San Gabriel ya que se dice de él que el Apóstol lo ve “descender del cielo” al igual que al ángel de X, 1 y XVIII, 1. El hecho de que pidamos todos los días después de Misa a San Miguel que “arroje al infierno a Satanás…” no nos parecía concluyente contra la identidad de San Gabriel, porque, pensábamos, bien podía ser que San Miguel fuera el encargado de anunciar el encierro y San Gabriel de ejecutarlo… sin embargo dos razones nos movieron a no ver en el ángel del cap. XX a San Gabriel:
a) En primer lugar no se dice de este ángel que tuviera poder (X, 1) o una poderosa voz (XVIII, 2).
b) En segundo lugar, y sobre todo, este ángel no le habla a San Juan, mientras que la misión de San Gabriel es siempre la de anunciar o revelar algo. En el caso del cap. XX San Juan simplemente tiene una visión y el ángel no le habla en absoluto.

9) Nos está quedando solamente el Ángel de VII, 2, el que sube desde donde surge el sol. No hemos encontrado ninguna concordancia directa sino sólo indirecta:

a) La referencia al sol recuerda tal vez al Ángel de XIX, 17 que está de pie en el sol.

b) Este Ángel ordena a los cuatro primeros Ángeles que han de tocar las trompetas que todavía no empiecen hasta que sean sellados los 144.000 judíos. Ahora bien, si San Gabriel es uno de los siete que toca la trompeta entonces no es ninguno de los cuatro primeros y esto parece confirmarse cuando se ve que San Gabriel aparece en el cap. XI con la resurrección y asunción de los dos Testigos, todo lo cual coincide, cronológicamente, con la sexta trompeta.

c) Este Ángel no puede ser uno cualquiera ya que parece tener cierta autoridad sobre los otros cuatro al decirles que se abstengan de dañar a la tierra, al mar y a los árboles. Lo cual recuerda al Ángel de XVI, 1 que es el que ordena a los Ángeles para que derramen las siete copas y es el mismo que anuncia el fin del derramamiento de las mismas (v. 17).


Entre las razones que dimos para probar la identidad del ángel fuerte con San Gabriel se encontraba la de que siempre habla con "gran voz" y pasamos revista a todos los lugares donde San Juan habla délla. Bueno, de casi todos ya que se nos había pasado un pasaje que a decir verdad, parecería, a primera vista ser una clara "excepción" a la regla, lo cual amenazaría nuestra exégesis.

Veamos:

En I, 10 después de ser llevado a "el día del Señor", San Juan dice:

"Oí detrás de mí una gran voz como de trompeta".

Ahora bien, como se ve por lo que sigue, esta voz no sería la del Ángel sino la del Hijo de hombre:

11. "Que decía: “Lo que ves escríbelo en un libro, y envíalo a las siete Iglesias: a Éfeso y a Esmirna y a Pérgamo y a Tiatira y a Sardes y a Filadelfia y a Laodicea”.
12. Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo y vuelto, vi siete candelabros de oro,
13. y, en medio de los candelabros, uno como Hijo de hombre, vestido de túnica talar, y ceñido el pecho con un ceñidor de oro, etc".

Pues bien, tanto por lo que sigue en el resto del capítulo como así también por los títulos de Cristo en cada una de las Iglesias, no puede caber dudas que este "Hijo de hombre" es el mismo Jesucristo, con lo cual cae por tierra nuestra hipótesis.

La respuesta es más sencilla de lo que puede parecer a primera vista, y de hecho, este pasaje prueba más bien a favor de nuestra exégesis.

Las razones son básicamente dos:

1) En primer lugar hay que observar que San Juan no dice que al darse vuelta vio al mismo que le había hablado, sino que simplemente afirma que giró para ver quién le hablaba y que vio a Jesucristo.
En otras palabras, San Juan estaba viendo "el día del Señor" y una voz le habló por detrás y al darse vuelta, en lugar de ver al que le había hablado, vio a Nuestro Señor.

2) Esto que decimos en el punto uno, termina de confirmarse por el comienzo del capítulo IV donde el Vidente narra:

1. "Después de esto tuve una visión y he aquí una puerta abierta en el cielo, y la voz, la primera que yo había oído, como de trompeta hablar conmigo, dijo: “Sube acá y te mostraré lo que debe suceder después de esto”.
Hemos subrayado adrede lo que le dicen a San Juan: "te mostraré", porque esa es precisamente la misión del ángel en I, 1:

"Revelación de Jesucristo, que Dios le dio para mostrar a los siervos suyos “lo que debe suceder pronto”, y significó enviando por medio del Ángel suyo al siervo suyo, Juan…".

Y lo mismo vemos en XXII, 8:

"Y yo, Juan, el que oye y ve estas cosas. Y cuando oí y ví, caí para postrarme ante los pies del ángel que me mostraba estas cosas".

Es decir, este Ángel, San Gabriel, es el encargado de revelar a San Juan, en forma velada, la misma Revelación que Jesucristo recibió de Su Padre y que a su vez transmitió a "los siervos suyos", por medio, creemos nosotros, de Elías, como ya lo dijimos en otro lugar. Cfr. el Indice Escriturístico in Apoc. I, 1-3, principalmente la II y V parte.


Vale!

Hasta aquí, lector amigo, un repaso por todos aquellos lugares donde se habla de la “gran voz” que, combinados con los del “ángel poderoso”, nos muestra a San Gabriel como el principal entre todos los seres celestiales en el gran drama del Apocalipsis. La razón desto no es muy difícil de imaginar: así como a San Gabriel se le encargó revelar las LXX Semanas, de la misma forma se le dio para que revele el Apocalipsis que en sustancia no es más que un desarrollo de la septuagésima Semana daniélica.
Esto sirva también como explicación a lo que insinuamos AQUI cuando decíamos: “I) Los tres Heraldos de los Juicios de Dios. Con este título un tanto confuso, como veremos más adelante, nos introduce Straubinger a las visiones que siguen a la del Cordero y los 144.000 vírgenes en el Monte Sión…”, pues creemos que no se trata de tres sino de uno sólo.

Vale!




[1] Allo por su parte dice: “…su rol (el del ángel) es análogo al del ángel de X, 1 (v. ad loc.)”.

[2] Recordar lo dicho en el artículo sobre el “vengo pronto” y la similitud desta visión con la de Daniel XII. Cfr. AQUI

[3] Ya volveremos sobre esto.

[4] No se nos ocurre otra interpretación para la siega y la vendimia.

[5] Cfr. también XIV, 7 y 15.

[6] Los que moran en el cielo. Reflejo de la Shekinah y de los futuros habitantes de la Jerusalén celeste descendida del cielo. Cfr. VII, 15; XIII, 6; XXI, 3. Ver también Jn. I, 14.

[7] cfr. sin embargo XIV, 17.