sábado, 27 de julio de 2013

Las Lágrimas en la Escritura, por E. Hello. X

La Lamentación de Jeremías sobre Jerusalén.
G. Doré
X

JEREMIAS

El profeta Jeremías se sentó, llorando.
(Introducción de las Lamentaciones).

En lo que respecta a Jeremías, las lágrimas parecen haberse vuelto algo así como el sinónimo de su nombre.
La lamentación que representa, y su persona, se han vuelto inseparables, y la posteridad trataría en vano de verle en una actitud diferente de la descrita en el comienzo de sus palabras, que son lágrimas escritas.
Y sucedió que habiendo sido Israel reducida al cautiverio, y estando Jerusalén desierta, el profeta Jeremías se sentó, llorando, y lamentóse así sobre Jerusalén, sus-pirando con el alma llena de amargura, llorando y diciendo:

"¡Cómo está cubierta de soledad la ciudad populosa!".

Sería necesario citarlo todo; por lo mismo detengo la cita. No darían algunos versículos idea alguna. Sería necesario ir hasta el fin.
Esta ilustre lamentación obtiene con la repetición de la misma queja una singular solemnidad. Esta profusión de lágrimas se asemeja al océano. El mar y el cielo se tocan en el horizonte, sin confundirse. Así como las aguas del océano, las lágrimas de Jeremías pueden ocupar las miradas sin cansarlas. Se podría creer que esta sábana de agua, por su grandeza, produce monotonía. Escapa a la monotonía por su grandeza. Las aguas del océano y las lágrimas de Jeremías poseen el secreto de rejuvenecerse como las alas del águila, y su segunda juventud proviene de su profundidad.
Es una juventud que sale del abismo, embriagada con sales y perfumes. Y estos perfumes fortalecen.

La esperanza emana de las lamentaciones de Jeremías, pues éstas vienen de Dios: hay fulgores de gloria en lo profundo de esa desolación.