martes, 2 de mayo de 2023

Algunas notas a Apocalipsis XIII, 18

 18. Aquí la sabiduría está. El que tiene entendimiento, calcule el número de la Bestia; número, en efecto, de hombre es y su número: seiscientos sesenta y seis. 

Concordancias: 

Ὧδε (aquí): cfr. Apoc. IV, 1; XI, 12; XIII, 10; XIV, 12; XVII, 9. 

Σοφία (sabiduría): cfr. Apoc. V, 12; VII, 12; XVII, 9. 

Νοῦν (entendimiento): cf. Lc. XXIV, 45; Rom. XI, 34; Fil. IV, 17; Apoc. XVII, 9. 

Ψηφισάτω (calcule): Hapax en el Apoc. cfr. Lc. XIV, 28. 

ἀριθμὸν (número): cfr. Apoc. V, 11 (Virtudes ante el Trono); VII, 4 (sexto Sello); IX, 16 (sexta Trompeta); XIII, 17; XV, 2 (número de la Bestia); XX, 8 (Gog-Magog). 

θηρίου (Bestia): cfr. Apoc. XI, 7; XIII, 1-4.11-12.14-15.17; XIV, 9.11; XV, 2; XVI, 2.10.13; XVII, 3.7-8.11-13.16-17; XIX, 19-20; XX, 4.10. Ver Apoc. VI, 8; XVIII, 2. 

 

Comentario: 

El adverbio “aquí”, es usado en XIII, 10 y XIV, 12 referido a la paciencia de los Santos (mártires del Anticristo), mientras que en XIV, 12 y XVII, 9 se habla de un misterio y se apela a la sabiduría ¿Será que, así como hay relación entre los del primer grupo, la hay entre los del segundo? 

Toda interpretación parece, hoy por hoy, vana. 

“Dios, dice San Ireneo, lo anunciará por medio de sus siervos, cuando llegue el tiempo…”. 

Straubinger: “Cifra de hombre: algunos como Sacy vierten: cifra de un nombre de hombre, lo que coincide con lo dicho en el versículo 17. Cfr. XV, 2”. 

Straubinger: “En sentido simbólico, así como sabemos que el número siete significa plenitud y el ocho es, como sobreabundante, el número de la bienaventuranza eterna, así también el seis sería el número de la imperfección, repetido aquí tres veces para darle su máxima intensidad”. 

Straubinger: “Y si se leyera: la cifra del nombre del hombre parecería quedar confirmado que el Anticristo será en su esencia la culminación del humanismo que desafía a Dios frente a frente (cfr. II Tes. II, 3 ss y notas)”. 

Sales: “La gran divergencia que reina sobre este punto entre los diversos intérpretes, muestra claramente que no hay nada seguro y que se debe confesar nuestra ignorancia”. 

Fillion: “Por lo menos cuando venga el Anticristo, los cristianos de entonces podrán identificarlo sin dudas según este signo; pues es sobre todo para ellos que ha sido dado, como ya lo decían los antiguos comentadores Andrés de Cesarea y Aretas”. 

Swete: “ἡ σοφία (la sabiduría) parece ser el don espiritual que responde al don de Ἀποκάλυψις (revelación) (Ef. I, 17), el poder de aprehender e interpretar los misterios”. 

San Ireneo: “Por todo lo anterior, la Bestia que ha de venir recapitulará en sí toda la iniquidad y todo crimen a fin de que, agrupando y encerrando en ella toda la fuerza de la apostasía, sea en ella arrojada al horno de fuego (Ap. XIX, 20). Con razón su nombre llevará la cifra 666 (Ap. XIII, 18), la cual recapitula toda la malicia anterior al diluvio, toda la mezcla de males que provocó la apostasía de los ángeles. Noé tenía seiscientos años cuando el diluvio cayó sobre la tierra (Gén. VII, 6) y aniquiló todos los seres vivientes sobre la tierra, por la perversidad de la generación en tiempos de Noé. Esa apostasía recapitula todos los errores e idolatrías cometidos desde el diluvio, el asesinato de los profetas y los suplicios infligidos a los justos. El ídolo que Nabucodonosor erigió era de sesenta codos de alto y seis de ancho (Dan. III, 1), y por negarse a adorarlo, Ananías, Azarías y Misael fueron arrojados al horno de fuego (Dan. III, 20), prueba que sirvió como profecía de lo que sucederá al fin de los tiempos, cuando los justos sufrirán la prueba del fuego, pues dicho ídolo fue el preanuncio de la llegada de aquel que ordenará a todos los hombres adorarlo sólo a él. Así, pues, los seiscientos años de Noé, en cuyo tiempo cayó el diluvio por motivo de la apostasía, y el número de codos del ídolo por motivo del cual los justos fueron arrojados al horno de fuego, forman la cifra del nombre en el cual se recapitulan seis mil años de toda apostasía, injusticia, maldad, pseudoprofecía y dolo, por los cuales descenderá también un diluvio de fuego” (Lib. 5, 29.2). 

San Ireneo: “Más seguro y sin peligro es esperar que se cumpla la profecía, que ponerse a adivinar o a hacer hipótesis sobre cualquier nombre; pues se pueden encontrar muchos nombres que llevan dicha cifra, y siempre seguirá la misma duda. Porque si muchos nombres contienen tal cifra, siempre puede preguntarse cuál es el que llevará el que ha de venir. No decimos esto por falta de nombres que tengan esa cifra, sino por temor a Dios y celo por la verdad (…) Pero, aunque el nombre de Titán sea tan probable, a tal punto que muchos se preguntan si no se llamará así el que ha de venir, sin embargo no correremos el riesgo de pronunciarnos acerca del nombre que habrá de llevar; pues sabemos que, si su nombre debiera ser claramente proclamado ya en el presente, lo habría dicho aquel que lo contempló en el Apocalipsis; además, esta visión ha tenido lugar casi en nuestro tiempo, hacia el final del imperio de Domiciano” (Lib. 5, 30.3). 

San Andrés de Cesarea: “La exactitud del número, así como todo lo que se ha escrito acerca de la Bestia, el tiempo y la experiencia lo revelarán a los prudentes; pues si hubiese sido necesario, como dicen algunos sabios, que el nombre de la Bestia fuera conocido con toda claridad, ya lo hubiese revelado el autor del libro que tuvo la visión, pero la gracia divina no aprobó que el nombre del destructor figurase en este libro divino”. 

Drach: “El que tiene entendimiento, calcule el número de la Bestia: estas palabras no prueban que uno podrá conocer por anticipado, por medio de búsquedas hechas fuera de una revelación especial, el nombre que responde al número que aquí se da. Creemos que el significado de este nombre no podrá ser conocido, fuera del caso ya especificado de revelación especial, en tiempos del Anticristo. El nombre que tomará dará a los fieles la explicación de estas palabras del Apóstol”. 

Drach: “Número, en efecto, de hombre es: esto quiere decir que este nombre responderá a las cifras numerales de las que se sirven los hombres, en la lengua en que las letras han sido empleadas”. 

Bonsirven: “ψηφισάτω: No significa calcular, como se traduce frecuentemente (no hay cálculo propuesto), sino contar (con piedras): contar, numerar. Empezando por decir que esta operación supone una inteligencia especial, el autor nos invita a ver ahí más que una supuración numérica: gematría, isopsefia u otro método”. 

Bonsirven: “Si el enigma hubiera sido comprendido por los primeros lectores del libro, sería extraño que no se hubiera transmitido la clave y no le hubiera conocido San Ireneo, tan próximo por Policarpo a la tradición joánica”. 

Torres Amat: “A fin de conocerle cuando venga y no ser engañado por ella. No queremos, dice San Ireneo (lib. V contra Haer., cap. XXX), temerariamente, y con peligro a firmar alguna cosa acerca del nombre del Anticristo; porque si en este tiempo se hubiera de haber revelado claramente su nombre, lo hubiera hecho el que tuvo esta revelación. Entre los expositores modernos algunos creen que las señales convienen a Diocleciano, otros a Juliano el Apóstata, etc. No se puede dudar que todos fueron a lo menos símbolos o precursores del Anticristo. Hay quien cree que el Anticristo será un príncipe de la secta de Mahoma, porque las letras griegas de la palabra Maometis se forman la suma del número 666. Mas son muchísimas las combinaciones de letras griegas que juntas darán aquel número, y aún no se sabe de cierto si San Juan habla de letras griegas o hebreas, etc. Creemos que, a su tiempo, con esto que dice aquí San Juan, y otras señales que ha dado ya, podrán conocer los fieles quién será el Anticristo para preservarse de sus engaños”. 

Bauckham: “Hay una conexión entre XIII, 18 y XVII, 9. En XIII, 18 el número de la bestia se introduce así: "Aquí está la sabiduría. El que tenga inteligencia que calcule...". Una introducción similar se da en XVII, 9 a la interpretación de las siete cabezas de la bestia: "Aquí [está] la inteligencia que tiene la sabiduría". La semejanza entre los dos pasajes es claramente deliberada, y la variación entre ellos es típica de la costumbre estilística de Juan de variar la forma precisa de las expresiones que repite. Al omitir “está” e intercambiar los sinónimos “sabiduría” e “inteligencia”, las siete primeras palabras de XIII, 18 se convierten en las seis primeras de XVII, 9. Juan debe haber pretendido que la fórmula establezca un vínculo entre los dos pasajes, que en cualquier caso están estrechamente relacionados. El capítulo XIII, con el que concluye el enigma del número de la bestia (XIII, 18), introduce la figura de la bestia del mar (asistida en la última parte del capítulo por la bestia de la tierra). Pero dos características de la descripción de la bestia quedan sin explicar en el capítulo XIII: sus siete cabezas y sus diez cuernos (XIII, 1). Aunque la herida mortal recibida por una de las cabezas (XIII, 3) es un acontecimiento clave en el capítulo XIII, no se dice al lector qué representan las cabezas ni cuál de ellas está herida. La explicación de las cabezas y los cuernos de la bestia se reserva de XVII, 7-17, que es el segundo pasaje importante sobre la bestia en el Apocalipsis. La explicación de las cabezas y los cuernos de la bestia se introduce en este punto porque es necesaria para explicar el juicio de la ramera que sede sobre la bestia. Esto ocurrirá cuando la bestia (más precisamente la bestia que es "la octava y de las siete" cabezas: XVII, 11) y sus aliados los diez cuernos se vuelvan contra la ramera y la destruyan (XVII, 16-17).