sábado, 13 de mayo de 2023

La primogenitura de Jacob y la cuestión moral, por el P. L. Caron

 La primogenitura de Jacob y la cuestión moral, por el P. L. Caron 

Nota del Blog: El siguiente texto está tomado del hermoso libro del P. Caron: Jesucristo, el verdadero Isaac, vol. II, pp. 375-380.

También hemos publicado algo del otro libro del mismo autor, que trata sobre las similitudes entre José, hijo de Jacob, y Nuestro Señor Jesucristo (ver AQUÍ y AQUÍ para conseguir el libro). 

Isaac bendice a Jacob, por Doré.


*** 

Cualquiera que esté familiarizado con la historia bíblica de los Patriarcas, seguramente sabrá que la respuesta de Jacob a su padre adjudicándose la primogenitura a fin de obtener la bendición, es uno de los tantos textos discutidos por los exégetas. 

Creemos que la interpretación del P. Caron no deja nada que desear. 

Este es el texto: 

Gén. XXVII, 18-19: “Heme aquí”; “¿quién eres, hijo mío?”. “Yo soy tu primogénito Esaú”, dijo Jacob a su padre”. 

Y el P. Caron comenta: 

Esta respuesta de Jacob ha sido objeto de muchas discusiones entre los intérpretes antiguos y modernos de la Escritura.

Muchos han pensado que Jacob fue culpable de haber mentido y pecado en esta circunstancia, y que es un esfuerzo inútil tratar de excusarlo.

Hay quienes han tratado de justificar a Jacob, argumentando que a veces está permitido mentir, ya sea para evitar un gran mal, o para obtener un gran bien, o para humillarse. Casiano lo permite en estos tres casos; y antes que él, Orígenes, San Jerónimo y San Crisóstomo eran del mismo parecer.

Pero San Agustín, seguido por todos los teólogos, lo combatió y rechazó con razón en su libro Sobre la mentira y en su epístola a San Jerónimo. La mentira es tan mala por su propia naturaleza que no es lícita en ningún caso, aunque se trate de preservar la vida del prójimo; y esto es lo que el Papa Inocencio III asegura que está de acuerdo con la Escritura.

Otros excusan el pecado de Jacob alegando la ignorancia que le hizo creer la mentira permitida para obtener la confirmación del derecho que Dios le había transmitido. La verdad contraria, dicen, no es tan obvia como para que Jacob y Rebeca no hayan podido ignorarla invenciblemente, ya que tantos grandes hombres, incluso en medio de la ilustración del cristianismo, han creído que la mentira es permisible en ciertos casos.

Otros, finalmente, recurren al misterio y exoneran a Jacob de mentira o pecado, suponiendo que actuaba por inspiración de Dios, o que lo que hacía contenía grandes misterios; pero la primera solución hace que Dios sea el autor de la mentira, a menos que se demuestre primero que la acción no es censurable; y la segunda, no responde a la dificultad, ya que no es imposible que Dios permita un pecado y que lo utilice para significar algún misterio.

Para nosotros, es evidente que Jacob no mintió; y así es como lo demostramos:

Un mismo nombre puede designar a varias personas, ser adecuado para algunas en un sentido y para otras, en otro; por ejemplo, la palabra judío designa dos clases de personas: los hijos de Abraham según la carne, y sus hijos según el espíritu; es decir, los judíos y los cristianos. Por lo tanto, tanto el judío como el cristiano pueden tomar verdaderamente el nombre judío, siempre que se lo atribuyan sólo en el aspecto que les es propio; el judío puede decir: soy judío según la carne; el cristiano puede decir: soy judío según el espíritu. Pero el judío y el cristiano no pueden, sin mentir, atribuirse este nombre de manera que les sea ajena; el cristiano no puede decir: soy judío según la carne, y el judío no puede decir: soy judío según el espíritu. Por eso nuestro Señor dice de los judíos incrédulos: Se llaman a sí mismos judíos, y no lo son; son mentirosos, y la Sinagoga de Satanás.

Ahora bien, estas reflexiones son igualmente aplicables a Jacob y a Esaú.

La palabra Esaú, que denotaba al hijo mayor de Isaac, era adecuada para Esaú, el primogénito según la naturaleza, y para Jacob, el primogénito según el espíritu. Por lo tanto, ambos podían tomar el nombre Esaú con verdad, siempre que se lo atribuyeran a sí mismos en el sentido que les era propio. Y esto es lo que hace Jacob cuando viene a reclamar la bendición que le corresponde bajo el nombre Esaú, pues toma este nombre sólo en sentido espiritual, ya que la bendición de Isaac pertenecía, no a Esaú según la carne, sino a Esaú según el espíritu. Por lo tanto, Jacob no ofende a la verdad. Por el contrario, Esaú, que ha renunciado a la primogenitura, es culpable de mentir cuando le dice a Isaac, para obtener una bendición a la que no tiene derecho: Yo soy Esaú, tu primogénito, porque se atribuye este nombre de una manera que no le conviene, y quiere hacer creer a su padre que es Esaú según el espíritu, a quien sólo se debía la bendición.

Pero, se dirá, ¿no tuvo Jacob, al tomar el nombre Esaú, la intención de engañar a Isaac, y no lo engañó de hecho?

Respondo que, lejos de engañar a Isaac, Jacob impidió que lo engañaran. Porque Isaac tenía la intención de bendecir a aquel de sus hijos que era a los ojos del Señor el verdadero Esaú, el verdadero heredero de las promesas; y fue a éste a quien bendijo. Sólo quería bendecir al Esaú de la carne porque creía erróneamente que era el Esaú del espíritu. Por eso, pocos instantes después de que se le descubriera el secreto de Dios, ratificó sin vacilar la bendición que había dado a Jacob, lo que nunca habría hecho si, en el momento en que pensó que bendecía a Esaú, no hubiera tenido una sincera disposición en su corazón para seguir la voluntad divina. Por lo tanto, no fue engañado de ninguna manera, sino que fue iluminado un poco más tarde que su esposa e hijo, y aprendió del evento lo que ellos ya habían sabido por revelación.

Ahora el lector puede determinar por sí mismo una controversia que ha dividido a los más grandes espíritus.

 Nada para agregar.