b) Pruebas Bíblicas
Alega Jerónimo tres pruebas para probar que el Mesías ya ha venido:
1) Is. IX, 6-7: “Porque un Niño nos
ha nacido, un Hijo nos ha sido dado, que lleva el imperio sobre sus hombros. Se
llamará Maravilloso, Consejero, Dios poderoso, Padre de la eternidad, Príncipe
de la paz. Se dilatará su imperio y
de la paz no habrá fin. (Se sentará) sobre el trono de David y sobre su reino,
para establecerlo y consolidarlo mediante el juicio y la justicia, desde ahora
para siempre jamás. El celo de Yahvé de los ejércitos hará esto”.
Antes que nada, prueba que el texto es Mesiánico por expreso reconocimiento de los antiguos Rabinos y luego establece la divinidad basado en los títulos, especialmente el de “Dios poderoso”.
Hasta aquí uno no tendría nada que objetar o, mejor dicho, no hay nada raro.
Pero a continuación viene una exégesis bien judaica (en el mejor sentido de la palabra)[1]:
La palabra hebrea para “dilatará” es lemarbé. Ahora bien, la letra “mem” (nuestra “m”) en hebreo puede ser doble[2]: abierta (מַ) o cerrada (ם); la mem va cerrada sólo cuando es la última letra de la palabra, pero en esta cita de Isaías, la mem está cerrada a pesar de no ser la última letra de la palabra. De aquí concluye Jerónimo que está cerrada para significar la virginidad de María: porque está cerrada y porque se trata de la mem, primera letra del nombre.
Como si esto fuera poco, Jerónimo da un paso más y dice que, dado que el
valor numérico de la mem es 40 cuando
está abierta y 600 cerrada, entonces, el Profeta nos indica aquí que es para
indicar que el Mesías iba a padecer 600 años después de esta profecía[3].
Que la mem cerrada profetice a la Virgen sería una hermosa exégesis, pero por desgracia no es fácil probarla[4].
En conclusión, creemos que este primer argumento de Jerónimo es, cuanto mucho, un argumento de mera congruencia.
2) Gen. XLIX, 10: “No se apartará de Judá el cetro, ni el báculo de entre sus pies, hasta que venga Shilo: a Él obedecerán las naciones”.
Este texto es reconocido como Mesiánico por judíos y cristianos y, a diferencia del anterior, usado desde antiguo por los polemistas cristianos contra los judíos.
A pesar de ciertas obscuridades, el texto, en su conjunto, es claro.
Con respecto al cetro, Pacios comenta:
“Tenga la amplitud que tenga la palabra “cetro”— shebet— y “legislador”— méhoqeq—, supone cierta independencia, gobernarse a sí mismos, cosa que cesa en realidad con Herodes, príncipe extranjero e impuesto, y se hace más patente con los procuradores romanos, acabando todas las libertades que aún quedaban con Tito y Adriano, y esto de un modo definitivo”.
Y luego amplifica en notal al pie:
“Cierto
que ese tiempo no fué, en general, tiempo de mucha gloria; pero aún en
Babilonia tuvieron sus profetas legisladores que les anunciaban sería breve la
cautividad, y sus jueces con poder de vida y muerte que juzgaban según sus
propias leyes, como consta por el episodio de Susana (Dan. XIII, 1-64), y
después vivieron en su tierra, con príncipes, leyes y administración propia,
gozando de todos los esplendores de su culto. Después ya van cerca de veinte
siglos sin templo, sin sacrificio, sin profetas, dispersos y sometidos a
legislaciones extrañas. ¿Qué queda del cetro de Judá? La profecía de Oseas se
está cumpliendo:
hasta
que en los últimos tiempos (Os. III, 5) se conviertan al verdadero Mesías
Jesucristo, que es el que tiene el cetro eternamente”[5].
Shilo es el Mesías; el cetro no será arrebatado hasta que venga el Mesías; pero el cetro ya ha sido arrebatado; luego, el Mesías ya vino[6].
En confirmación de la cesación del cetro, alega Jerónimo (ses. 18) varias autoridades judías[7].
La respuesta de los judíos es doble (ses. 19):
a) “Ad kí” no significa hasta que, sino siempre, porque, de modo que el texto hay que traducirlo:
“El cetro no se apartará de Judá para
siempre, porque vendrá Shilo (el Mesías), cuyo reino no será jamás
destruido”.
“Las
dos objeciones no sólo son de poco valor, sino que se destruyen mutuamente. ¿Por qué ese empeño en traducir 'ad por siempre, sino porque ven que el cetro ha sido arrebatado? Y ¿por
qué empeñarse en que el cetro aún continúa en manos de Judá, sino porque la
traducción de ad por siempre es insostenible? Cualquiera de
las dos soluciones quitaría a los judíos toda dificultad en la interpretación
de la profecía. Si dan las dos en vez de una, muestran claramente que no se
fían de ninguna”[8].
[1] Este tipo de interpretación cabalista era común
entonces, como puede apreciarse por las obras de Ramón Martí y el Galatino, y
en nuestros días hemos visto un claro ejemplo en el interesantísimo estudio del
Cardenal Borgongini Duca a las LXX Semanas de Daniel. Ver AQUI.
“¡Ay de nosotros porque ha sido quitado el cetro a Judá y todavía no vino
el hijo de David!”.