VI. Los Santos
Nota del
Blog: Hemos modificado un
tanto la opinión que dimos en su momento[1], así
que sirva esta nueva entrada como una Retractatio.
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Contrariamente
a lo que pensábamos antes, este nombre parece incluir nada más que un solo
grupo. Primero veamos los textos:
Apoc.
V, 8: “Y cuando hubo
recibido el libro, los cuatro Vivientes y los veinticuatro Ancianos se
postraron ante el Cordero, teniendo cada cual una cítara y copas de oro
llenas de perfumes, que son las oraciones de los santos”.
Apoc.
VIII, 3-4: “Y otro ángel vino y se puso
de pie ante el altar, teniendo un incensario de oro y se le dio muchos perfumes
para que diese a las oraciones de todos los santos sobre el altar, el de
oro, el que (está) delante del trono.
Y subió el humo de los perfumes por las oraciones de los santos de mano del
ángel ante Dios”.
Apoc.
XI, 18: “Y las naciones se airaron y
vino tu ira y el tiempo para que los muertos sean juzgados; y para dar la
recompensa a tus siervos: los profetas y los santos; y a los que
temen tu Nombre: los pequeños y los grandes; y para destruir a los que
destruyen la tierra”.
Apoc.
XIII, 7.10: “Y se le dio hacer guerra
contra los santos y vencerlos y se le dio autoridad sobre toda tribu y
pueblo y lengua y nación… si alguno a cautiverio, a cautiverio va; si alguno a
cuchilla ha de ser muerto, a cuchilla ha de ser muerto. Aquí está la
perseverancia y la fe de los santos”.
Apoc.
XIV, 12-13: “Aquí la perseverancia de
los Santos está, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”.
Y oí una voz del cielo diciendo: “Escribe: ¡Bienaventurados los muertos, los
que en Señor mueren, desde ahora!”. “Sí, dice el Espíritu: que descansen de sus
trabajos[2];
en efecto, sus obras les siguen”.
Apoc. XVI, 6:
“Porque sangre de santos y profetas derramaron y sangre les has dado a
beber: dignos son”.
Apoc. XVII, 6:
“Y vi a la mujer ebria de la sangre de los
santos y de la sangre de los testigos de Jesús; y me maravillé, al verla, con
maravilla grande”.
Apoc.
XVIII, 20.24: “¡Alégrate sobre ella, cielo y (¿esto es?) los santos y los
apóstoles y los profetas, pues ha juzgado Dios vuestro juicio contra ella!... Y
en ella sangre de profetas y santos fue hallada y (¿esto es?) de todos los que fueron
degollados sobre la tierra”.
Apoc. XIX, 7-8:
“Regocijémonos y exultemos y le daremos la gloria, porque ha llegado la boda
del Cordero y su mujer se ha preparado. Y se le dio vestirse de lino fino,
resplandeciente, puro; en efecto, el lino fino, las justicias de los santos son”.
Apoc.
XX, 9: “Y subieron sobre la latitud de la tierra y cercaron
el campamento de los santos y la ciudad, la amada, y descendió fuego del
cielo y los devoró”.
Apoc. XXII,
11: “El que daña, dañe más y el sucio, ensúciese más y el justo justicia
haga más y el santo santifíquese más”.
Apoc. XXII,
21: “La gracia del Señor Jesús (sea)
con todos los santos. Amén”.
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Empecemos primero por los textos más claros:
En XIII, 7 se identifica claramente a los
santos con aquellos que son vencidos por la Bestia del Mar, es decir, muertos
por ella y lo mismo se dice, con otras palabras, en otros pasajes al afirmar
que la Bestia está ebria de la sangre de los santos y que será castigada por
haber derramado su sangre (XVI, 6; XVII, 6; XVIII, 20.24), ante lo cual
son invitados a alegrarse los santos en forma particular, por obvias razones (XIX,
7-8) y se les promete una recompensa (XI, 18).
En XIII, 10 y en XIV, 12 habla de la
perseverancia de los santos, a los que identifica con los que guardan los
mandamientos de Dios y la fe de Jesús, perseverancia que consiste en resistir hasta la
muerte.
Un último argumento no será menos definitivo: en
Apoc. XII, 17 leemos:
“Y se airó el Dragón contra la Mujer y se fue a hacer guerra contra los restos de su simiente, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el
testimonio de Jesús”.
Mientras
que en XIII, 7 ya habíamos visto:
“Y se le dio hacer
guerra contra los santos y vencerlos y se le dio autoridad sobre
toda tribu y pueblo y lengua y nación”.
Identificando
una vez más a los que guardan los
mandamientos de Dios y la fe de Jesús con los santos.
Si
esto es así, entonces la profecía sobre el
campamento de los Santos que será atacada hacia el fin del Milenio por
Gog-Magog (XX, 9), tal vez haga referencia a la Jerusalén Celeste y no a la Terrestre, que podría
estar aludida en lo que sigue inmediatamente a continuación: “La ciudad, la amada”.
Las
dos citas del capítulo XXII no dicen nada ni a favor ni en contra, pero sí es
importante que veamos las de los capítulos V y VIII.
Apoc.
V, 8: “Y cuando hubo
recibido el libro, los cuatro Vivientes y los veinticuatro Ancianos se
postraron ante el Cordero, teniendo cada cual una cítara y copas de oro
llenas de perfumes, que son las oraciones de los santos”.
Apoc.
VIII, 3-4: “Y otro ángel vino y se puso
de pie ante el altar, teniendo un incensario de oro y se le dio muchos perfumes
para que diese a las oraciones de todos los santos sobre el altar, el de
oro, el que (está) delante del trono.
Y subió el humo de los perfumes por las oraciones de los santos de mano del
ángel ante Dios”.
Si
la Bestia aparece a la mitad de la Septuagésima Semana (Dan. IX, 27),
entonces los Mártires del Anticristo no pueden ser anteriores a este período, y
puesto que, en estas dos citas, los Santos aparecen ora al comienzo, ora ya
avanzada la primera mitad, uno se pregunta qué hacemos con estos pasajes.
Pues
bien, creemos que estos Santos son siempre el mismo grupo, los Mártires del
Anticristo, pero son nombrados antes de su muerte, durante la primera mitad de
la última Semana, en razón de la importancia que ha de tener su oración.
En
esto no estamos solos, como vemos por lo que dice Wikenhauser comentando
VIII, 3:
“Durante el silencio de media hora las
oraciones de los santos son llevadas a la presencia de Dios. Estos
santos son los fieles de la tierra que, al recibir el sello de Dios, acaban de
ser armados de fuerza sobrenatural en previsión de la prueba que se avecina.
Dirigen a Dios sus fervientes oraciones. Según los conceptos que sirven de
fondo a la descripción, las oraciones de los santos llegan ante todo al
altar del cielo, dónde, con el perfume del incienso, se ven purificadas de
toda imperfección y convertidas en ofrenda agradable a Dios (…) Este altar, el
único que el Apocalipsis parece conocer en el cielo, corresponde al altar de
los perfumes que existía en el templo de Jerusalén, pero, en parte, tiene
también el carácter y la función del altar de los holocaustos, ya que en él se
hace como el ofrecimiento de las almas de los mártires a Dios (Apoc. VI, 9).
Desde el altar se elevan ahora las oraciones como densas nubes de humo
perfumado hasta Dios, y son recibidas por él como sacrificio acepto (en V, 8
las oraciones están simbolizadas en las nubes de humo, Sal. CXL, 2). La escena
busca dar a los cristianos que combaten y resisten con paciencia la seguridad
de que sus oraciones llegan hasta Dios y son por él escuchadas”[3].
Repárese,
por lo demás, que en ninguna parte de las Escrituras se dice de los santos que
ya están en el cielo que su oración sea presentada por medio de los ángeles,
sino que este oficio de mediación lo vemos exclusivamente para con los viadores;
piénsese si no en las bellas palabras del ángel Rafael a Tobías (XII,
12):
“Cuando tú orabas con lágrimas y enterrabas a
los muertos y dejabas tu comida y escondías de día los muertos en tu casa y los
sepultabas de noche, yo presentaba tu oración al Señor”.
O
si no, recuérdense las palabras que se dicen diariamente en la Misa:
“Te pedimos humildemente Dios todopoderoso, que
estas ofrendas sean llevadas por manos de tu santo Ángel hasta tu altar del
Cielo, ante tu divina majestad, y así, todos los que participando de este
altar, recibamos el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, seamos colmados de gracias y
bendiciones celestiales…”[4].
Por
lo demás, que no puede tratarse, por anticipación, de los Mártires del quinto
Sello, se ve por el hecho de que el pasaje del cap. VIII tiene lugar,
inmediatamente antes de la primera Trompeta y, por lo tanto, después de su
Martirio.
En
conclusión, este grupo se identifica con los Mártires del Anticristo que ve San
Juan entrando en procesión en el Templo Celestial (cap. VII), es decir, con el
que el mismo Apocalipsis llama Los que guardan los mandamientos de Dios y
mantienen el testimonio de Jesús.
Puesto
que el juicio de las siete copas es un castigo por haber dado muerte a estos Santos,
entonces se sigue, lógicamente, que la primera copa no se derrama hasta después
de la persecución del Anticristo[5].
[2] Notemos al pasar que
en el Apocalipsis descansan los dos
grandes grupos de Mártires, los del quinto Sello y los del Anticristo:
VI, 9-11: “Y cuando abrió el quinto sello, vi bajo el
altar las almas de los degollados a causa de "la Palabra de Dios" y a
causa de "el testimonio que tenían". Y clamaron con voz grande
diciendo: “¿Hasta cuándo Soberano, santo y verdadero, no juzgas y (¿esto es?) vengas nuestra sangre de los que
habitan sobre la tierra?”. Y se les dio a cada uno una túnica blanca y se
les dijo que descansen todavía poco tiempo hasta que se completen sus
consiervos y sus hermanos, los que van a ser matados como ellos también”.
A este descanso alude sin dudas San Pablo en el
pasaje en la Epístola a los Hebr. III, 7 – IV, 13. Cfr. Mt.
XI, 28 y Mc VI, 31.
[3] El Apocalipsis de San Juan, Herder (1969).
[4] “Supplices te
rogamus, omnipotens Deus: iube haec
perferri per manus sancti Angeli tui in sublime altare tuum, in conspectu
divinae maiestatis tuae; ut, quotquot ex hac altaris participatione
sacrosanctum Filii tui Corpus et Sanguinem sumpserimus, omni benedictione
caelesti et gratia repleamur”.
Canon de la Misa. Ver también la oración de la segunda incensación.
[5] Hay
otras razones para defender este punto, pero este sólo basta y sobra por ahora
para descartar la teoría de la recapitulación tal como la proponen
autores como Castellani y Eyzaguirre.