viernes, 19 de julio de 2019

Cristo Maestro y la estabilidad del Dogma Católico, por J. C. Fenton (III de III)


Otra cuestión se plantea en este punto, duda motivada por el espléndido trabajo leído por el P. Walter Burghardt, S.J., en la reunión de la Sociedad teológica Católica de América en Detroit en junio pasado. La pregunta es esta: ¿Puede la ecclesia docens hacer nuevas definiciones o condenas sin mirar hacia los monumentos del pasado? En otras palabras, ¿puede la ecclesia docens, solamente teniendo en cuenta su propia conciencia, examinando el contenido de su propio conocimiento del mensaje revelado y, por lo tanto, sin ninguna referencia al pasado o a los monumentos del pasado, resolver todas las cuestiones sobre la Fe Católica? O, para hacer la pregunta aún de otra manera, en forma más concreta: ¿pudo el Santo Padre haber definido el dogma de la Asunción corporal de Nuestra Señora a los cielos sin referirse a la enseñanza y documentos del pasado con tal que determinara la conciencia o convicciones de la ecclesia docens sobre esta enseñanza?

La respuesta correcta y precisa a estas preguntas, o para ser más exactos, a esta cuestión, está lejos de ser un tema simple. Parecería, de todas formas, que la comprensión de la posición del Santo Padre y de los otros miembros de la ecclesia docens como embajadores de Jesucristo puede ser muy útil para arribar a semejante respuesta.

Como Cabeza de Su Cuerpo Místico, Nuestro Señor empodera, ayuda y en realidad mueve a su ecclesia docens para las declaraciones autoritativas y precisas de Su mensaje divino a Sus discípulos dentro de Su Iglesia. Sus embajadores son comisionados por Él para declarar como verdad divinamente revelada lo que ha sido presentado como tal semper, ubique y ab omnibus (siempre, en todas partes y por todos) por la autoridad magisterial de Su Iglesia. Puesto que son embajadores, y por lo tanto las causas principales de sus declaraciones del mensaje de Dios, están obligados a obrar conforme a los designios de la prudencia humana (o del don de consejo) en el correcto cumplimiento de esta tarea.

Absolutamente hablando, una vez que se ha establecido que una enseñanza particular es propuesta aquí y ahora como dogma de la Iglesia católica ubique et ab omnibus, es completamente cierto que siempre ha sido presentada así en la Iglesia verdadera y católica. Pero, del mismo modo, una vez que se ha establecido que la ecclesia docens ha declarado realmente tal enseñanza como dogma católico en el pasado, es completamente cierto que es enseñado como dogma católico aquí y ahora por todas partes y por todos los miembros de la ecclesia docens. Aun así, la tremenda gravedad de la materia en cuestión parecería hacer moralmente imposible emitir una definición sin recurrir a un examen de la creencia de la Iglesia en el presente, como así también a los monumentos del pasado. Y parecería que los dones carismáticos otorgados por Nuestro Señor a la ecclesia docens para el cumplimiento correcto y apropiado de su divino encargo deben incluir la disponibilidad de recursos por los cuales la enseñanza del pasado en la Iglesia puede ser examinada a fin de ver claramente cómo ha sido presentada en realidad la doctrina en cuestión por parte del magisterium en los tiempos pasados.


La obra de magisterio en los Concilios de la Iglesia es presidida por Nuestro Señor. Es Él quien guía estas asambleas y las mueve a las declaraciones precisas e infalibles de la verdad católica. De todas formas, aquí, como en otras partes, el Concilio obra como causa principal, aquella a la cual se le proporciona y adjudica el efecto, con referencia a la declaración de la verdad divina. La verdad misma, por supuesto, sigue siendo la enseñanza de Dios a través de Jesucristo Nuestro Señor.

Una vez que tomamos conciencia de las implicancias de la verdad que Cristo enseña en Su Iglesia a través de los hombres que ha constituido como Sus embajadores, estamos en posición de adquirir un mayor conocimiento sobre el sentido completo de la estabilidad del dogma católico. Estamos capacitados, además, para ver el origen de algunas confusiones que se encuentran en algunas afirmaciones actuales sobre el desarrollo de la doctrina.

La ecclesia docens, actuando como el cuerpo de los embajadores doctrinales de Cristo, es la causa principal de sus propias declaraciones doctrinales. Por lo tanto, debe proceder modo humano, con mucho trabajo, y usando de todos los recursos pertinentes disponibles. Así, la ecclesia docens ha estado obligada, a través de los siglos, a exponer el cuerpo de verdades que Nuestro Señor enseñó en arameo a personas con un trasfondo hebreo, a personas de cualquier cultura y lengua en la historia. Primero tuvo que expresar estas mismas verdades precisa y efectivamente a personas que hablaban griego, pero cuyo trasfondo cultural era el de los hebreos. Luego tuvo que llevar este mismo cuerpo de verdades, siempre con precisión, a las personas de la mentalidad de Grecia, Siria y Roma.

Es propio de la traducción de un documento de una lengua a otra que esta tarea incluya mucho más que el mero reemplazo de cada una de las palabras individuales por otras en otra lengua. Hay términos que solamente pueden ser traducidos a otra lengua correctamente por medio de frases. De la misma manera, algunas veces hay frases más bien complicadas que pueden ser traducidas correctamente a otro idioma con una simple palabra.

Las dificultades aumentan en el caso de la transmisión de un mensaje hablado. La expresión adecuada de un cuerpo de verdades en dos lenguas y culturas diferentes debe tener en cuenta las mentalidades de los pueblos a los que se dirige el mensaje. Una declaración que es perfectamente clara en una época o civilización, necesariamente va a necesitar la remoción explícita de algún posible malentendido cuando es llevado con precisión a otra época o cultura.

Tal ha sido la tarea de los embajadores de Cristo. Tal ha sido el proceder de Cristo Maestro dentro de Su Iglesia. Lo que a primera vista podría parecer un aumento en el contenido de verdades propuestas como reveladas, resulta ser, en última instancia, la correcta declaración del depósito confiado originalmente a la Iglesia. Pero es una declaración hecha a una generación heredera de todas las culturas del pasado. Y las precisiones que tienen que haber sido introducidas, por los trabajos divinamente auxiliados de los embajadores de Cristo a través de los siglos, para prevenir la posibilidad de cualquier malentendido del mensaje divino que se pueda atribuir a la ecclesia docens, han llegado a nosotros para ayudarnos en nuestro entendimiento de ese mensaje.

Así, la reafirmación continua de esta misma verdad, esta expresión siempre precisa de los embajadores de Cristo como Sus agentes en Su Iglesia, nos da un avance preciso en el conocimiento de las divinas revelaciones puesto que, a través de las precisiones o explicaciones (o, si se quiere, de sacar las implicancias), resulta necesariamente en una disminución del peligro de que podamos malinterpretar esa enseñanza para nuestra propia ruina espiritual.