miércoles, 19 de diciembre de 2018

Cornely y el Milenarismo


El gran autor jesuita (1830-1908) apenas si necesita presentación; tenido como “el exégeta católico más grande de su tiempo” (Vosté), fue uno de los principales autores del comentario Bíblico “Cursus Scripturae Sacrae”.

En su Introductio specialis in N.T.[1] estudia todos los libros del Nuevo Testamento y al llegar al Apocalipsis, después de pasar revista a las principales cuestiones (autor, fecha y lugar de composición, destinatarios, etc.), analiza el tema de las diversas interpretaciones, y tras afirmar la existencia de tres escuelas, las comenta diciendo (n. 244):

“La primera de las tres interpretaciones enseña que el argumento principal del libro son los acontecimientos últimos de la Iglesia en tiempos del Anticristo, sin embargo, los primeros sucesos de la Iglesia están más bien apenas alumbrados más que descriptos. A la cual se opone la segunda, que afirma que el argumento del Apocalipsis son los primeros tiempos de la Iglesia y principalmente su victoria sobre el judaísmo y el politeísmo y que no son sino los dos últimos capítulos los que brevemente alcanzan los últimos tiempos de la Iglesia. Finalmente, la tercera, cree que en el Apocalipsis está predicha toda la historia de la Iglesia, de forma de estar indicados los sucesos más importantes de cada edad”.

Con buen criterio, el autor defiende la primera postura dando las razones a favor de la que propugna y las críticas de las otras dos escuelas, para luego pasar a las objeciones en contra de su posición, y es allí donde leemos estas interesantes palabras (n. 248):

“Obj. 3. ¡Pero aquellos que siguen este sistema deben admitir el reino milenario!

En primer lugar, respondemos que no se sigue necesariamente. En efecto, Ribera, aunque defiende fuertemente este sistema[2], al igual que otros intérpretes de la misma época que lo sostenían, (Viegas, Alápide, etc.) rechazaron todo tipo de quiliasmo y no reconocieron ningún nexo interno entre sus interpretaciones y las opiniones de los quiliastas. La dificultad pues planteada, no existe. Además, advertimos, de tal forma está temperado el quiliasmo por algunos autores católicos muy recientes, que sostienen el mismo sistema de interpretación, al cual favorecían los Padres antiquísimos Santos Justino, Ireneo, Victorino y otros, y al cual S. Agustín reconoce que antiguamente lo defendía y lo llama tolerable “si entendieran que en aquel sábado habían de tener algunos regalos y deleites espirituales con el Señor”, que no sé si no tiene alguna probabilidad[3]. Pero no es necesario entrar en este tema, dado que la primera respuesta es suficiente y la opinión de los antiguos intérpretes (Ribera, etc.) parecería ser mucho más probable”.

Escritas estas palabras en la segunda edición de 1897, fueron republicadas póstumamente en 1925, con lo cual lo único que les queda por hacer a los impugnadores del Milenarismo es aferrarse al decreto del 1944 sobre el cual ya hemos hablado tantas veces; baste ahora para nuestro propósito recordar que se trata de un decreto que condena como imprudente (y no como falso) la existencia futura de un reino visible de Cristo; pero he aquí que ninguno de los principales autores milenaristas defiende un reino visible de Cristo, ni hay base escriturística al respecto.

Cabe recordar que, por los mismos años, el P. Rosadini, profesor de la Gregoriana, escribió unas palabras muy parecidas a las de Cornely para responder a la misma objeción y, por si fuera poco, en una universidad romana (la Urbaniana), nuestro Ramos García explicará el Apocalipsis defendiendo inequívocamente el Reino Milenario durante unos 15 años.

A la lista de estos ilustres autores se agrega ahora la del eximio Cornely, reconocido y alabado por todos como uno de los más grandes exégetas de la Iglesia.

Así, pues, como podemos apreciar, los ataques contra el Reino Milenario carecen de sustento y se desmoronan uno a uno.

Vale!





[1] París, 1925.

[2] O sea, la primera de las tres escuelas de interpretación citadas más arriba.

[3] “El Excelentísimo cardenal Franzelin (De Divina Traditione, p. 204), después de mostrar con gran erudición, que las afirmaciones de estos Padres sobre el reino milenario no fueron sino “opiniones privadas de cada uno, de ninguna manera un consenso común en materia de fe”, concluye de esta manera:

“Sin embargo, no quiero que se entienda todo esto como si creyera que fuera lícito señalar alguna censura a la opinión de los milenaristas recientes”.

Cómo entienden los intérpretes católicos recientes el reino milenario, cfr. Bisping, Apocalypse, p. 314-320, Krementz, Offenb. Des h. Iohannes p. 166 ss” (Cornely).