sábado, 28 de julio de 2018

Las parábolas del Evangelio, por J. Bover (VIII de IX)


B) Motivación de las Parábolas del Reino de Dios

El origen del problema sobre la razón de ser o, como suele decirse, la finalidad de estas singulares parábolas, se halla en ciertas expresiones duras y difíciles de los Evangelistas, que parecen motivarlas en la justicia y considerarlas como castigo del Señor a los judíos. No han faltado algunos intérpretes que, tomando las palabras como suenan, han creído que el empleo del género parabólico nacía de espíritu justiciero. Otros han mitigado tanto la dureza de aquellas expresiones, que han visto en el uso de las parábolas una actuación de la misericordia. Otros, más conciliadores, han combinado ambas finalidades, considerando las parábolas como efecto a la vez de la misericordia y de la justicia. Tal vez se hubieran ahorrado o reducido estas controversias, si en la enseñanza parabólica se hubieran distinguido los diferentes aspectos más genéricos o más diferenciales. Porque pudo el Maestro enseñar sin parábolas, o enseñar por parábolas claras y diáfanas, o por fin enseñar por parábolas casi enigmáticas. Y bien puede ser que en un aspecto se descubra la finalidad misericordiosa y en otro la justiciera, y en unos y otros la motivación pedagógica. Donde es de notar que muchos autores que no hablan sino de la finalidad misericordiosa o justiciera apelan, para demostrar su tesis, a la motivación pedagógica, sin darle, con todo, el relieve que se merecía. Pero más que intervenir en estas controversias, nos interesa conocer el sentido exacto de las expresiones evangélicas que las han ocasionado.

EXPRESIONES EVANGELICAS.

Las expresiones difíciles que han dado lugar a las controversias sobre la motivación de las parábolas, se hallan en los Sinópticos inmediatamente después de la parábola del Sembrador (Mt. XIII, 10-15 = Mc. IV, 10-12 = Lc. VIII, 9-10.) Nótese ya un hecho significativo: estas declaraciones llenan seis versículos en San Mateo, tres en San Marcos, solos dos en San Lucas. Y la dificultad se halla principalmente en los dos más breves. ¿Será la brevedad precisamente la causa de la dificultad? Además, para su solución, podemos prescindir en absoluto de San Lucas, que nada apenas añade a San Marcos. Este, cotejado con San Mateo, es el que nos ha de dar la solución apetecida. Mas antes, como las declaraciones evangélicas son una respuesta del Maestro a la pregunta de los discípulos, es preciso conocer bien el alcance de esta pregunta.

PREGUNTA DE LOS DISCÍPULOS.


Según San Mateo,

"Y llegándose los discípulos le dijeron: ¿Por qué les hablas en parábolas?" (XIII, 10).

Según San Marcos,

"Y cuando se quedó a solas, le preguntaban los que con él andaban juntamente con los Doce (sobre) las parábolas" (IV, 10).

Según San Lucas,

"Le preguntaban sus discípulos cuál fuese (el sentido de) esta parábola" (VIII, 9).

Preguntaron, pues, los discípulos, según San Lucas, sobre la significación de la parábola del Sembrador; según San Mateo, sobre los motivos de las parábolas; según la expresión algo ambigua de San Marcos, sobre ambas cosas a la vez. A la pregunta sobre la parábola del Sembrador responderá luego el Maestro; ahora va a responder a la pregunta formulada por San Mateo sobre el motivo de las parábolas.

LA RESPUESTA DEL MAESTRO.

Será conveniente presentar sinópticamente los textos de San Mateo y San Marcos:

A vosotros ha sido dado
conocer
los misterios del Reino de los cielos;
mas a ellos
no ha sido dado.
Porque al que tiene, se le dará, y andará sobrado;
mas al que no tiene,
aun lo que tiene le será quitado.
Por esto les hablo en parábolas,
porque viendo no ven,
y oyendo no oyen ni entienden.
Y se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice:
Con el oído oiréis, y no entenderéis; y mirando miraréis, y no veréis, porque se embotó el corazón de este pueblo,
y con sus oídos oyeron torpemente,
y cerraran sus ojos;
no sea que vean con los ojos,
y con los oídos oigan,
y con el corazón entiendan,
y se conviertan,
y yo los sane.

A vosotros ha sido dado
 el misterio del Reino de Dios; mas a aquellos de fuera
 todos les acaece en parábolas:
 para que mirando miren, y no vean
y oyendo oigan, y no entiendan,
 no sea que se conviertan,
y se les perdone.



DECLARACIÓN DE SAN MATEO.

El texto de San Mateo, lógicamente, puede dividirse en estos cinco puntos:

A) Hecho precedente: A vosotros ha sido dado…

B) Razón del hecho: Porque al que tiene se le dará…

C) Consecuencia: Por esto les hablo en parábolas.

D) Nueva razón: Porque viendo no ven...

E) Cumplimiento del texto de Isaías.

A) Hecho precedente.

A los judíos en general no ha sido dado conocer los misterios del Reino de Dios. Este hecho sugiere interesantes reflexiones. ¿Qué es lo que no ha sido dado o, si se quiere, lo que ha sido negado? ¿El conocimiento del Reino de Dios? De ninguna manera. Desde el principio de su predicación el Maestro no ha hecho otra cosa que anunciar el Reino de Dios. Lo que se ha negado es el conocimiento particular de sus misterios. ¿Y cuáles son estos misterios?[1] Los propuestos veladamente en las parábolas, que no son misterios sino para los prejuicios de los judíos, que soñaban con un Reino de Dios terreno, nacionalista y aparatoso: los misterios de una Iglesia universal y espiritual, que no fuese la Sinagoga. De todos modos, nótese bien, si la negación de este conocimiento es un acto de justicia, esta justicia es lógicamente anterior a la enseñanza parabólica; es decir, la justicia se ejerce no precisamente en esta enseñanza parabólica, sino en algo que le precede. Que bien puede concebirse como acto de misericordia o bondad el proponer, aunque sea veladamente, estos misterios por medio de las parábolas. Que, presupuesta la precedente negativa, la comunicación velada de tales misterios es siempre un bien, si se compara con el silencio absoluto que sobre ellos hubiera podido guardar el Maestro. En suma, la negativa de este primer punto, si es un acto justiciero o tiene razón de pena, no se refiere directamente al empleo del género parabólico, sino a algo precedente. Y, sobre todo, en él sólo se consigna un hecho: su motivación, sea de justicia, sea de misericordia, sea de pedagogía, sólo se declara en los puntos siguientes.



[1] La palabra misterio se encuentra solamente en los Evangelios en las secciones de las parábolas que traen los sinópticos. Nuestra sospecha es que todas estas parábolas tienen una marcada significación parusíaca. De hecho, de las tres que explica Nuestro Señor, la de la cizaña y la de la red terminan claramente con la segunda Venida, mientras que en la del sembrador se dejan ver fácilmente algunos indicios. Y no es menor el hecho que en San Marcos (IV, 13) Nuestro Señor dice, hablando de esta última parábola:

“Y añadió: "¿No comprendéis esta parábola? Entonces, ¿cómo entenderéis todas las parábolas?

De lo cual tal vez podríamos concluir lo siguiente: si para entender las demás parábolas es preciso entender la del Sembrador, y por otra parte la de la cizaña y la red tienen un marcado tinte escatológico, entonces lo mismo podría decirse de las demás. Y no es ésto mera conjetura si se tiene en cuenta la relación existente, por ejemplo, entre la parábola de la levadura con Zac. V, 5-11 y Apoc. XVII, 5.7.

Por último, tampoco parece extraño que en el Apocalipsis (X, 5-7) leamos:

“Y el ángel que vi estando de pie sobre el mar y sobre la tierra, alzó su mano, la diestra, hacia el cielo, y juró por el Viviente por los siglos de los siglos - que creó el cielo y lo que hay en él y la tierra y lo que hay en ella y el mar y lo que hay en él: "tiempo ya no habrá”, sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando vaya a tocar la trompeta, se consumó el misterio de Dios como lo evangelizó a sus siervos los profetas”.

El cual misterio de Dios evangelizado por los profetas no parece ser sino la prédica de los dos Testigos, acompañada por la predicación universal por parte de los mártires del quinto Sello, de la cual hablan Nuestro Señor y el mismo San Juan.

En conclusión: si se distingue en la predicación de Nuestro Señor aquello que versa sobre el reino de los cielos y lo que solamente trata de los misterios del reino, entonces podría entenderse sin mayores dificultades el carácter punitivo de este último caso.

Con todo, los argumentos del P. Bover son de peso y lo que decimos vale a título de curiosidad, y casi como un pensamiento en voz alta.