martes, 10 de julio de 2018

Las parábolas del Evangelio, por J. Bover (VI de IX)


II. PROBLEMAS DERIVADOS. -

La solución del problema fundamental, referente a la naturaleza de la parábola, servirá de luz y de guía para la solución de otros problemas, que de él más o menos remotamente se derivan. Dos son los más importantes, de carácter muy diverso: 1) sobre la interpretación de las parábolas; y 2) sobre su objeto o razón de ser. Lo dicho hasta ahora permitirá mayor brevedad y seguridad en la solución de estos nuevos problemas.


1. CRITERIO PARA LA INTERPRETACION DE LAS PARABOLAS. -

Antes de determinar el criterio de interpretación hay que conocer los hechos más en particular.

HECHOS. -

La parábola consta de dos partes principales: la imagen y el pensamiento, que son como la materia y forma. Ahora bien, si en ninguna parábola deja de expresarse la imagen, sin la cual no existiría siquiera la parábola, en cambio, no siempre se expresa, o no se expresa de igual manera, el pensamiento. Cuatro casos más principales o típicos podemos distinguir. Hay parábolas cuya interpretación expuso el Maestro, hasta en sus más menudos pormenores: tales son las del Sembrador y de la Cizaña. En otras la interpretación es más sumaria, si bien perfectamente clara y determinada: tal, por ejemplo, la del Fariseo y del publicano. Otras hay que no tienen otra explicación fuera de la indicación inicial y genérica de "Es semejante el Reino de los cielos...", sin precisar en qué está la semejanza: tales son, por ejemplo, las de la Semilla que espontáneamente germina, del Grano de mostaza y del Fermento. Las hay, en fin, que no tienen indicación alguna sobre su significado, si ya no es por el contexto en que se hallan: tal la del Bebedor de vino añejo (Lc. V, 39). Estas últimas parábolas, que son verdaderos enigmas, merecen alguna consideración.

Miradas en su forma exterior, podrían ser confundidas con la alegoría. En efecto, tanto el enigma como la alegoría verbalmente sólo expresan el término, no el sujeto. Mas a poco que se consideren, luego aparecen como esencialmente distintas. El enigma es una verdadera parábola, aunque parcial y deliberadamente mutilada. Las palabras y las imágenes que expresan conservan en el enigma su sentido propio: el pensamiento o sentencia no sólo no se expresa, pero ni siquiera se indica: se deja al oyente que lo adivine. En cambio, en la alegoría las imágenes y las palabras tienen sentido traslaticio o prestado; y el pensamiento, si bien no se expresa verbalmente, fácilmente se deja entender. Más claro: en el enigma nada se dice del sujeto, en la alegoría no se habla sino de él; en el enigma la imagen encubre el pensamiento, en la alegoría lo hace más visible y luminoso.


CRITERIO Y NORMAS DE INTERPRETACIÓN. -


Ante todo, hay que presuponer lo que ya anteriormente se ha demostrado: que de los múltiples y variados elementos o rasgos que forman la parábola, unos puede haber, y hay, que son significativos, otros que son puramente ornamentales y nada significan[1]. De ahí el problema: ¿cuáles son los significativos y cómo distinguirlos seguramente de los puramente decorativos?

Hay que reconocer que en la interpretación de las parábolas se ha pecado con harta frecuencia, ya por defecto, ya principalmente por exceso. Algunos, con el prurito de minimizar, encerrando la significación en sólo un exiguo núcleo, han negado todo valor significativo a todos los rasgos de la parábola que en orden a la significación se han considerado como meramente accidentales. Otros, en cambio, reparando en los pormenores más insignificantes, en todos ellos han hallado sentido espiritual. Ni lo uno ni lo otro. In medio virtus. ¿Cómo hallar este término medio prudencial?

Tal vez lo hallemos en los mismos constitutivos esenciales de la parábola.

Hay que comenzar fijando dos puntos: cuál es la comparación nuclear, base de la parábola, y cuál es la significación fundamental de este núcleo. Ni lo uno ni lo otro ofrece especial dificultad.

Dado este primer paso y asegurados estos dos puntos, hay que examinar cada uno de los rasgos de la parábola desde este doble punto de vista, es decir, su conexión con la comparación básica y su relación intrínseca o connatural con el pensamiento o sentencia fundamental.

Cotejados con la comparación nuclear, los rasgos adicionales pueden tener doble finalidad: o la de completar o precisar la comparación, o la de darle simplemente cuerpo o forma de historia verosímil[2]. Los primeros serán los que sean, por así decir, homogéneos con la comparación; es decir, los que pertenezcan al mismo orden de cosas; los segundos, en cambio, serán los heterogéneos, los que pertenezcan a otro orden. Los primeros serán propiamente integrantes, los segundos simplemente decorativos.

Relacionados con el pensamiento fundamental de la parábola, unos rasgos aparecerán intrínsecamente aptos para expresar este pensamiento; otros, en cambio, nada tendrán que ver con él. Los primeros contribuirán a precisar la significación fundamental, los segundos la dejarán intacta.

Esta conexión con la comparación básica y esta relación con el pensamiento fundamental nos dan el criterio seguro y objetivo, exento de apreciaciones subjetivas, para discernir los rasgos significativos de los que no lo son; esto es, los integrantes de los puramente ornamentales. Si un rasgo determinado es homogéneo a la comparación nuclear y, al mismo tiempo, intrínsecamente apto para precisar o completar el pensamiento fundamental, ha de reconocerse como integrante y significativo; si, por el contrario, ni guarda conexión con la comparación básica ni muestra aptitud para reforzar la significación fundamental, deberá considerarse como meramente decorativo e insignificante.

Comparemos este criterio o principio de interpretación con la explicación que de las parábolas del Sembrador y de la Cizaña dió el mismo divino Maestro. Esta comparación es de doble efecto. Por una parte, si con la aplicación de este criterio se obtiene un resultado que coincida con la explicación del Maestro, quedará con ello comprobada la bondad del criterio. Mas, por otra parte, como este criterio es una consecuencia derivada de la esencia misma de la parábola, antecedentemente a todo hecho particular y contingente; si la explicación del Maestro coincide con el resultado que da la aplicación del criterio, queda con ello comprobada la autenticidad de tal explicación.

En la parábola del Sembrador bastará para nuestro objeto examinar la significación que atribuye el Maestro al primer género de mala disposición que impide la fructificación de la semilla. El siguiente cuadro sinóptico pondrá de manifiesto la correspondencia entre la imagen parabólica y el pensamiento por ella significado:


Y acaeció, al sembrar, que
una parte cayó junto al camino,
y fue hollada,
y vinieron las aves del cielo,
y se la comieron.

Todo el que oye la palabra del Reino,
y no la entiende,
viene el malvado, satanás,
y arrebata luego la palabra sembrada…


Examinemos primeramente este rasgo parabólico en su conexión con la comparación nuclear y con el pensamiento fundamental de la parábola. El que la semilla caiga a lo largo del camino y sea luego devorada por los pájaros guarda evidentemente conexión con el núcleo de la imagen parabólica, destinada a sensibilizar las causas por qué no da fruto la semilla sembrada. Por otra parte, este rasgo es apto para precisar o determinar la mala disposición que impide el resultado de la palabra de Dios. En efecto, la semilla que cae a lo largo del camino, quedando en la superficie, puede ser fácilmente arrebatada: imagen sensible de la palabra de Dios que, no penetrando el corazón, fácilmente puede ser neutralizada por pensamientos contrarios. Así entendido, por tanto, este rasgo es integrante y significativo. En cambio, el pormenor de que la semilla fué "hollada", de suyo no es causa suficiente de su esterilidad. Donde es de notar que este pormenor sólo se halla en San Lucas[3].

Si ahora cotejamos este resultado con la explicación del Maestro, vemos que coincide enteramente con ella. Luego, según lo dicho anteriormente, es bueno el procedimiento empleado para conocer el valor significativo de los rasgos parabólicos; y es, por otra parte, auténtica la explicación del Maestro, que parece hecha conforme al criterio establecido.

En la parábola de la Cizaña, omitiendo el examen positivo, análogo al hecho en la del Sembrador, verificaremos solamente el examen negativo. En la imagen parabólica, una vez aparecida la cizaña, hay un diálogo animado entre los siervos y el padre de familia.

"Presentándose los siervos al padre de familia, le dijeron; Señor, ¿acaso no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, que tenga cizaña? Él les dijo: Un hombre enemigo hizo esto. Dícenle los siervos: ¿Quieres que vayamos y la recojamos? Y dice: No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis juntamente con ella el trigo. Dejadlos crecer juntamente uno y otro hasta la siega..." (vv. 27-30).

De todo este diálogo se prescinde enteramente en la explicación que de la parábola hace el Maestro[4]. ¿Por qué? ¿No dan estos rasgos pie para provechosas enseñanzas? Evidentemente que sí, y no han faltado intérpretes que las han sacado de la parábola. Pero reparemos en la comparación básica y en el pensamiento fundamental. El núcleo de la imagen parabólica se reduce al hecho de la coexistencia del trigo, sembrado por el amo del campo, y de la cizaña, sembrada por su enemigo, hasta el tiempo de la siega, en que se hace la separación definitiva de ambos, cuya suerte entonces es diametralmente opuesta. Y el pensamiento fundamental de la parábola es la convivencia de justos y pecadores en este mundo, a la cual ha de suceder un día la separación definitiva y eterna de unos y de otros, para dicha de los justos y desdicha de les pecadores: en una palabra, convivencia terrena y separación eterna. Desde este punto de vista, la persona de los siervos y sus conatos prematuros e indiscretos por suprimir la coexistencia del trigo con la cizaña, ni modifica la imagen ni muestra especial aptitud para precisar o ampliar el pensamiento fundamental. Sólo las respuestas del amo tienen algo que ver con lo uno y con lo otro; pero tanto el origen de la cizaña como el inconveniente de arrancarla antes de tiempo y con peligro del trigo se hallan ya expresados anteriormente o están en la misma naturaleza de las cosas. Así que no es extraño que el Maestro haya prescindido de todo este diálogo, que tanto contribuye a dramatizar la parábola, en la declaración que de ella hace luego. Con lo cual se comprueba el principio que ha servido para determinar el valor significativo de estos rasgos, y se comprueba también la autenticidad de la declaración hecha por el divino Maestro. Si se tratase de justificar la divina providencia, serían los rasgos de este diálogo altamente significativos; pero el Maestro en la parábola de la Cizaña, dando por supuesta la justicia de esta providencia, sólo trata de explicar a los judíos, y a otros que imaginaron un Reino de Dios exento de toda contrariedad, el hecho y la conveniencia de lo contrario.

De todo lo dicho obtenemos este resultado no despreciable: una norma fija y objetiva para la adecuada interpretación, ni deficiente ni excesiva, de las parábolas evangélicas; norma que puede formularse de esta manera: todo rasgo que siga la línea iniciada por la comparación básica, sin introducir elementos heterogéneos, y cuya obvia significación esté en consonancia con el pensamiento fundamental, sin salirse de su órbita, debe considerarse como integrante y significativo: todos los demás, introducidos para dar cuerpo, vida y coherencia a la comparación nuclear, y cuya posible significación no dice manifiesta relación con el pensamiento fundamental, deben considerarse como puramente decorativos, desprovistos de toda significación parabólica.



[1] La verdad que esto no nos termina de convencer.

[2] O, tal vez, esto no es necesario porque, como dijimos más arriba, las parábolas son historias reales y no hace falta agregar nada para hacerlas más verosímiles.

[3] Datum sed non concessum, el hecho de ser hollada no prueba que sea un agregado para darle forma verosímil, como dice más arriba.

[4] ¡Extraña afirmación! ¿Cómo es posible hacer semejante aserción cuando Nuestro Señor claramente interpreta los vv. 27-30?

En la explicación que da Jesús tenemos, en los vv. 39-43, explicados el significado de: la siega (consumación del siglo), los segadores (ángeles), el trigo (justos), y la razón de ser de la quema de la cizaña (la cizaña corresponde a los escándalos y a los obradores de iniquidad).

En otras palabras, quitados estos versículos, la explicación queda inentendible porque no sabríamos a qué época se refiere la parábola, ni qué sucede con el trigo y la cizaña.