La segunda cuestión sobre el poco tiempo que media entre el fin del
quinto Sello y el comienzo de las Trompetas se resuelve fácilmente con lo que
acabamos de decir.
Si ni el juicio de las Naciones (VI, 12-17) ni la aparición de los mártires de la gran Tribulación (VII, 9-17) corresponden al sexto Sello
bastará eliminar estas dos visiones para explicar la corta duración de todos
estos acontecimientos.
El texto quedaría así:
Capítulo VI:
9. Y
cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que fueron
muertos a causa de "la Palabra de Dios" y a causa de "el
testimonio que tenían".
10. Y
clamaron con gran voz, diciendo: “¿Hasta cuándo, oh Señor, el Santo y
Verdadero, tardas en juzgar y vengar nuestra sangre de los que habitan sobre la
tierra?”.
11. Y
se les dio una túnica blanca a cada uno y se les dijo que descansen todavía
un poco de tiempo hasta que se completen también los consiervos suyos y los
hermanos suyos, los que están por ser matados como ellos.
12. Y vi cuando abrió el sello, el sexto y
(…)
Capítulo VII
1… Vi cuatro ángeles[1] que estaban de pie sobre los
cuatro ángulos de la tierra, teniendo
los cuatro vientos de la tierra para que no sople viento sobre la tierra, ni
sobre el mar, ni sobre árbol alguno.
2. Y vi otro ángel subiendo de donde surge el sol teniendo el sello del Dios
vivo y clamó con gran voz a los cuatro
ángeles, a quienes se les dio dañar la tierra y el mar
3. diciendo: “No dañéis la tierra, ni
el mar, ni los árboles, hasta que hayamos sellado a los siervos de nuestro Dios
en sus frentes”.
4. Y oí el número de los sellados: ciento cuarenta y cuatro mil, sellados de
toda tribu de (los) hijos de Israel;
5. de la tribu de Judá doce mil sellados, de la tribu de Rubén doce mil, de
la tribu de Gad doce mil,
6. de la tribu de Aser doce mil, de la tribu de Neftalí doce mil, de la
tribu de Manasés doce mil,
7. de la tribu de Simeón doce mil, de la tribu de Leví doce mil, de la tribu
de Isacar doce mil,
8. de la tribu de Zabulón doce mil, de la tribu de José doce mil, de la
tribu de Benjamín doce mil sellados.
(…)
Capítulo VIII
1.
Y cuando abrió el sello, el séptimo, se hizo silencio en el cielo como media
hora.
2. Y vi los siete ángeles que están de pie ante Dios y les fueron dadas
siete trompetas.
3. Y otro ángel vino y se puso de pie junto al altar, teniendo un incensario
de oro y se le dieron muchos perfumes para ofrecer (lit. dar) por las
oraciones de todos los santos sobre el altar, el de oro, que está delante del
trono.
4. Y subió el humo de los perfumes por las oraciones de los santos de mano
del ángel ante Dios.
5. Y el ángel tomó el incensario y lo llenó del fuego del altar y lo arrojó
sobre la tierra. Y hubo truenos y voces y relámpagos y un terremoto.
6. Y los siete ángeles, los que tenían las siete trompetas se prepararon
para tocar las trompetas.
7. Y el primero tocó la trompeta, etc.
Como puede verse, al eliminarse
las dos visiones que están cronológicamente fuera de lugar, la narración se
hace corrida y fluida y se aprecia la continuidad entre el quinto
sello, el pedido de venganza[2], la dilación del castigo, la
signación de los 144.000, la presentación de las oraciones ante Dios y por fin
el comienzo de los castigos.
Para resumir este
punto:
Durante el quinto
Sello los Mártires claman por venganza y se les dice que aguarden poco tiempo.
En ese poco tiempo suceden el fin del quinto Sello, el sexto y séptimo Sellos y el toque de
la primera Trompeta que da comienzo
a la venganza que pedían los Mártires del quinto Sello y que Dios había
prometido.
Ahora bien, cuánto
haya de durar ese poco tiempo no nos
es dado saber. Sólo nos ha sido revelado que entre el séptimo Sello y la
primera Trompeta hay nada más que media
hora.
Y de esta forma
creemos poder explicar sin mayores dificultades las dos condiciones requeridas
para una correcta interpretación de este tan célebre como malentendido pasaje y
echar por tierra el principal argumento de los defensores de la teoría de la
recapitulación, teoría que no ha hecho más que confundir las cosas y que esperamos
sea desterrada cuanto antes de la exégesis.
Vale!
[1] Sin dudas los de las primeras cuatro
Trompetas.
[2] No hay que olvidar que Nuestro Señor aludió a los Mártires del quinto Sello, a su pedido de
venganza y a la prontitud de la respuesta cuando dijo (Lc. XVIII, 7-8a):
“¿Y Dios no habrá de vengar a sus elegidos, que claman
a Él día y noche, y se mostraría tardío con respecto a ellos? Yo os digo que
ejercerá la venganza de ellos prontamente”.
Y vemos también
en los versículos anteriores (1-5)
la oración de la Mujer, es decir de los 144.000 sellados en el sexto Sello,
cuando pide ser librada del enemigo (ἀντιδίκου) (mismo término usado por en I Ped. V, 8, donde se aclara que es el
mismo Diablo):
“Les propuso una parábola sobre la necesidad
de que orasen siempre sin desalentarse: “Había en una ciudad un juez que no
temía a Dios y no hacía ningún caso de los hombres. Había también allí, en esta
misma ciudad, una viuda, que iba a
buscarlo y le decía: “Hazme justicia
librándome de mi adversario”. Y por algún tiempo no quiso; mas después dijo
para sí: “Aunque no temo a Dios, ni respeto a hombre, sin embargo, porque esta
viuda me importuna, le haré justicia, no sea que al fin venga y me arañe la
cara”.
Esta liberación
de la Mujer parece estar relacionada con su huída al desierto de la cual ya hablamos
en nuestro estudio citado más arriba.