¿Cuál es, en cambio, nuestra solución?
Por nuestra parte creemos
que ni VI, 12-17 ni VII, 9-17 forman
parte del sexto Sello, sino únicamente la signación de los 144.000 Judíos.
La primera de las cuestiones que habíamos planteado referente a la unidad de las tres secciones creemos
que se puede responder sin mayores dificultades con sólo atender al final de la
primera visión.
Cuando los reyes de la
tierra y demás enemigos de Cristo ven el rostro del Sedente en el Trono y la
ira del Cordero, terminan preguntando (v.
17):
“Porque
ha llegado el día, el grande, de la ira de ellos y ¿quién puede estar de pie?”.
Ahora bien, las dos siguientes visiones van a responder
esta pregunta.
Primero la signación de los 144.000 judíos cuando
dice (VII, 1-8):
“Después de esto vi
cuatro ángeles que estaban de pie sobre los cuatro ángulos de la tierra,
teniendo los cuatro vientos de la tierra para que no sople viento sobre la tierra,
ni sobre el mar, ni sobre árbol alguno. Y vi otro ángel subiendo de donde surge
el sol teniendo el sello del Dios vivo y clamó con gran voz a los cuatro
ángeles, a quienes se les dio dañar la tierra y el mar diciendo: “No dañéis la tierra, ni el mar, ni los
árboles, hasta que hayamos sellado a los siervos de nuestro Dios en sus frentes[1]”. Y oí el número de los
sellados: ciento cuarenta y cuatro mil, sellados de toda tribu de (los) hijos de Israel…”.
Este grupo, que se
identifica con la Mujer que huye al desierto, como lo dejamos dicho en nuestro
estudio sobre ese tema (ver AQUI)
es el mismo que aparece a través de la gran mayoría de los Salmos, y por eso no
extraña que allí leamos, en boca de la Mujer, afirmaciones como éstas:
Salmo I, 5: “Por eso en el juicio no estarán en pie los malvados, ni los pecadores
en la reunión de los justos”.
Salmo XIX, 7-10: “Ahora ya sé que
Yahvé dará el triunfo a su ungido, respondiéndole desde su santo cielo con la
potencia victoriosa de su diestra. Aquellos en sus carros, estos en sus
caballos; mas nosotros seremos fuertes en el nombre de nuestro Dios. Ellos se doblegarán y caerán; mas nosotros
estaremos erguidos, y nos mantendremos. Oh Yahvé salva al rey y escúchanos
en este día en que apelamos a Ti”.
Salmo
XXXV, 12-13: “No me aplaste el pie del soberbio ni me
haga vacilar la mano del impío. He aquí derribados a los obradores de
iniquidad, caídos para no levantarse más”.
Salmo XLV, 1-4.7:
“Dios es para nosotros refugio y fortaleza; mucho ha probado ser nuestro
auxiliador en las tribulaciones. Por eso
no tememos si la tierra vacila y los montes son precipitados al mar. Bramen y
espumen sus aguas, sacúdanse a su ímpetu los montes. Yahvé de los ejércitos
está con nosotros; nuestro alcázar es el Dios
de Jacob (…) agítanse las naciones,
caen los reinos; Él hace oír su voz, la tierra tiembla”.
Salmo LXV, 7-9: “Reina con su
poderío para siempre; sus ojos observan a las naciones, para que los rebeldes no levanten cabeza. Bendecid, oh naciones, a
nuestro Dios, y haced resonar su alabanza, porque Él mantuvo en vida a nuestra alma, y no dejó que vacilara nuestro pie”.
Salmo LXXIV, 10-11: “Mas
yo me gozaré eternamente, cantando salmos al Dios de Jacob. Y yo quebrantaré la cerviz de todos los impíos, y alzarán su cerviz los justos”.
El Salmo LXXV, 8-9: “Terrible eres Tú y ¿quién podrá estar de pie ante Ti cuando se
encienda tu ira?[2] Desde el cielo hiciste oír tu juicio; la tierra tembló y quedó en silencio, al levantarse Dios a juicio, para
salvar a todos los humildes de la tierra”.
Y también en los
Profetas encontramos las mismas ideas.
Nahúm
I, 5-6: “Delante de Él se estremecen los montes, se derriten los collados. Ante su faz se
conmueve la tierra, el orbe y cuantos en él habitan. ¿Quién podrá subsistir
ante su ira? ¿Quién resistir el ardor de su cólera? Derrámase como fuego su
indignación, y ante Él se hienden las rocas”.
Malaquías III, 2: “¿Quién
podrá soportar el día de su venida? ¿Quién
es el que podrá mantenerse en pie en su epifanía?...”.
Y es a ellos a los
cuales Nuestro Señor les habla en el Discurso Parusíaco que trae San Lucas cuando dice (XXI, 28):
“Más al comenzar estas
cosas a suceder, erguíos y levantad la
cabeza porque vuestra redención se acerca”[3].
Por otra parte, la
segunda visión no es menos clara cuando afirma (VII, 9-17):
“Después de esto vi y
he aquí una copiosa multitud que nadie
podía numerar, de toda nación y tribus y pueblos y lenguas, que estaban de
pie ante el trono y ante el Cordero[4],
vestidos con túnicas blancas, y palmas en sus manos. Y claman con gran voz
diciendo: “La salud a nuestro Dios,
al sentado en el trono, y al Cordero”.
Y todos los ángeles estaban de pie alrededor del trono y de los Ancianos y de
los cuatro Vivientes y cayeron sobre sus rostros ante el trono y se postraron
ante Dios, diciendo: “Amén. La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción
de gracias y el honor y el poder y la fuerza a nuestro Dios por los siglos de
los siglos. Amén”. Y tomó la palabra uno de los Ancianos, diciéndome: “Estos,
los que están vestidos con túnicas, las blancas, ¿quiénes son y de dónde han
venido?”. Y le dije: “Señor mío, tú sabes”. Y él me dijo: “Estos son los que vienen de la tribulación, la grande y lavaron sus
túnicas y las blanquearon en la sangre del Cordero”. A causa de ésto están
ante el trono de Dios y le sirven día y noche en su templo y el Sedente en el trono tenderá su
tabernáculo sobre ellos. No tendrán ya más hambre ni más sed y jamás caerá
sobre ellos el sol ni ardor alguno. Porque el
Cordero que está en medio del trono los apacentará y los guiará a fuentes
de aguas de vida y borrará Dios toda lágrima de sus ojos”.
En conclusión: VI, 12-17 no se refiere al sexto Sello sino a una visión
anticipada, el cual consiste en la signación de los 144.000 judíos. La
clave de estos versículos está en la pregunta final, ya que la respuesta
es doble:
a) En la tierra, los que estarán de pie serán los 144.000
judíos, es decir la Mujer que huye al desierto y estos judíos sellados son
el sexto Sello[5].
b) En
el cielo, los mártires del Anticristo que estarán de pie ante el Trono de Dios y del Cordero.
[1] Esta signación en las frentes indica implícita pero claramente que los 144.000 sellados
están de pie.
[2] Notemos que se trata de la misma pregunta que
encontramos al final del capítulo VI del Apocalipsis.
[4] Notemos no sólo la respuesta a la pregunta de VI, 17: “¿quién puede
estar de pie?”, sino además la alusión explícita a Dios y al Cordero.
[5] Tal vez podría acá agregarse otro grupo que
parecería ser paralelo a los 144.000
judíos y estar muy relacionado con los Mártires
del Anticristo. Nos referimos a los 144.000
sellados del cap. XIV: tiene de similar con la Mujer tanto el número como
el hecho de no morir ni recibir la marca
de la Bestia, y se relacionan con los Mártires del Anticristo en que oyen su cántico nuevo en el cielo (XIV, 3), y con ambos grupos coincide
precisamente en estar de pie, como parece
desprenderse de la misma narración (Ver el v.
1).