CAPITULO
DUODECIMO
EL
CATACLISMO QUE BARRE DE LA TIERRA AL PUEBLO DEL ANTICRISTO
V. 26: «... y el
pueblo de un jefe... Y su fin en la inundación.»
Algunos intérpretes, por
ejemplo Knabenbauer, quieren entender su fin del fin de la ciudad y del
templo judío. «Et
finis ejus (sc. rei de qua agitur, civitatis Templique...), Res judaica et
civilis et religiosa, utraque ruinis perpetuis prostrata jacebit» (p. 258). El Judaísmo político y religioso es arruinado
para siempre.
Pero, si ese fuera el
sentido, Daniel, que no ha pensado como Knabenbauer en sintetizar en una
sola «res judaica» las dos antes
enumeradas «ciudad y Templo», habría escrito indudablemente: «et finis eorum»,
el fin de ellos, en plural. El uso del singular, «el fin de él»,
manifiesta que se trata del fin del pueblo de un jefe que vendrá...
Aquí tiene razón el P.
Lagrange contra Knabenbauer.
Como Knabenbauer tiene
siquiera el mérito de buscar razones en apoyo de sus afirmaciones, encuentra
para el caso presente el argumento siguiente, que ya toca a la interpretación
del texto: «La inundación es imagen de expedición militar o ejército
invasor, según se ve más abajo (XI, 10, 22, 26). Pero en esta expedición, aquel
jefe destruirá la ciudad y saldrá vencedor. Luego sumamente improbable es que
en su propia victoria encuentre su aniquilamiento»
(p. 258).
Este argumentó es
sumamente deleznable. ¿Qué dificultad hay en que «el pueblo de aquel jefe» (no
«el jefe» ut sic), habiendo victoriosamente «aventado» y «zarandeado» la Ciudad
santa y el Templo, material y moralmente considerados, sea él también posteriormente
aplastado por otros pueblos y otros jefes y por cataclismos que la naturaleza
al servicio de Dios desate contra él? Pues eso es lo que reza el texto, que de
ningún modo nos obliga a restringir «la inundación» a la ola destructora de
Jerusalén.
La "inundación"
no es tan solo imagen de expediciones militares emprendidas por los jefes de
las naciones. Puede incluirlas, y creemos que siempre la incluye, pero a título
de instrumentos de Dios para castigo de los malvados.
La inundación es ante todo
imagen de la poderosísima e invicta intervención de Dios, en el Día de su
furor, contra los enemigos de su Pueblo. Basta que lance un rugido el León de
Judá, basta que profiera una palabra. Aquel «que tiene voz de muchas aguas» y
«de cuya boca sale una espada de dos filos aguda», para que con ese aliento
quede aniquilado el Inicuo. El soplo de esa boca es torbellino torrencial de
fuego y azufre que reduce a cenizas las huestes innumerables do sus enemigos:
«He aquí que el nombre de Yahvé viene de lejos. Su rostro encendido en ira,
cuyo ardor es insoportable. Sus labios despiden furor y su lengua como fuego
voraz. Y su aliento cual torrente que inunda y sube hasta el cuello para
zarandear a las Gentes con criba de destrucción. Y habrá un freno de
enajenación en las quijadas de los pueblos. Vosotros empero entonaréis cánticos
como en la noche en que se celebra la Pascua, y tendréis alegría de corazón
como quien sube al son de la flauta al monte de Yahvé a la Roca de Israel. Y
Yahvé hará oír voz poderosa y hará sentir el golpe de su brazo, con airado
rostro y llama de fuego consumidor, con huracán, avenida y piedra de granizo.
Porque Assur (el destructor escatológico de Jerusalén), que hirió con palo, con
la voz de Yahvé será quebrantado, y cada golpe de la vara sentenciada que Yahvé
descargará sobre él será al son de tamboriles y arpas. Y con batallas
redobladas peleará contra ellos. Porque Topheth ya de tiempo está diputada y
aparejada para el rey, profunda y ancha, cuyo foco es de fuego y mucha leña; y
el soplo de Yahvé como torrente de azufre la enciende» (Isaías, XXX, 27-33).
Escenario escatológico y
apocalíptico equivalente a la Inundación[1].
Los que identifican el
Adversario del Pueblo judío con Antíoco y sus sirios o con Tito y sus romanos,
se ven necesariamente en mil apuros para comprobar la exterminación histórica
de ellos en la inundación... Antíoco murió comido por los gusanos. Palpable
castigo de Dios. Pero, ¿será eso suficiente para explicar la inundación
catastrófica en que perece para siempre «el pueblo de un Jefe que vendrá»?
¿Fueron los sirios, por la inundación de entonces, expedición militar de los
Macabeos, borrados del mapa y excluidos de la historia...?
Y tocante al imperio
romano, ¿dónde habla la historia de su
aniquilamiento con Vespasiano y Tito? Y ¿acaso se podrá invocar la inundación
de los Bárbaros, siglos más tarde, sobre dicho Imperio? ¿Sería esa invasión
castigo providencial del pueblo destructor de Jerusalén? ¿Encontraría ese
pueblo en ella su histórica sepultura…? Fantasías ridículas que obligaron a los
intérpretes a hacer recaer sobre la "res judaica" el golpe final de
la inundación divina[2].
Fuerza es referir dicha inundación
que acaba con el Adversario de Jerusalén al castigo providencial que consumirá
al Pueblo del Anticristo.
De ella habla Jesucristo
con suma sencillez en la parábola de la casa fundada sobre roca o sobre arena:
«Todo el que oye estas palabras mías y las pone por obra se asemejará a un
hombre prudente que edificó su casa sobre la peña: y bajó el aguacero y
vinieron los ríos y soplaran los vientos y se echaron sobre aquella casa y
ella no cayó porque estaba fundada sobre la peña. Y todo el que oye estas
palabras mías y no las pone por obra se asemejará a un hombre insensato que
edificó su casa sobre la arena; y bajó el aguacero y vinieron los ríos y
soplaron los vientos y rompieron contra aquella casa y cayó y fué grande la
ruina de ella» (Mat., VII, 24-27). Comentario auténtico de la «inundación»
daniélica en que el pueblo antimesiánico encuentra su fin[3].
También vieron esa
inundación todos los demás Profetas y la describieron en sus distintos
aspectos, sintetizándolos en la derrota final de los enemigos de Israel en el
Día del Señor...
De ella tuvo Juan una
armoniosa y detallada visión, la de las Siete Copas de la Ira de Dios. Pero no
anticipemos el Comentario del Apocalipsis...
[1] Si a alguien le convencen estas razones…
[2] Dos cosas nada más aquí:
a) ¿A qué viene la alusión del aniquilamiento de Vespasiano
y Tito, cuando es "el pueblo" el que ha de ser destruído?
b) ¿Dónde
dice el texto que la inundación es un castigo por haber destruído a Jerusalén?
[3] Pues no. Creemos que hay una referencia directa a los últimos tiempos.
La casa construida sobre la piedra es, en este siglo, la Iglesia
(Mt. XVI, 18) y en el venidero, la Jerusalén Celeste (Mt. IV,
14 y Apoc. XIX, 10), mientras que la casa edificada sobre la
arena nos recuerda a Babilonia (Apoc. XII, 18 y XVII, 3).