lunes, 12 de enero de 2015

El Simbolismo de La Levadura, un Estudio Exegético Sobre Mat. XIII, 33, por Mons. Straubinger (I de II)

   Nota del Blog: el siguiente artículo está tomado de la Revista de Teología, Año II (1952), num. 6, pag. 11-21. y recibió una respuesta del P. F. Locher en la num. 8, pag. 55-66; réplica extremadamente pobre que, hasta donde sabemos, no mereció un nuevo artículo por parte del docto Monseñor alemán. Para lo único que podría servir la respuesta del P. Locher es para profundizar un poco más algunos aspectos de la parábola, pero en cuanto refutación deja muchísimo que desear y casi nos parece una pérdida de tiempo el publicarla.

   Van Rixtel, por su parte, en su hermosa obrita "El Testimonio de nuestra Esperanza", cap. XV, art. 2 párrafo B (pag. 562-564), le dedica un lindo comentario a esta importante parábola, en todo conforme con el de Mons. Straubinger.

II Parte



EL SIMBOLISMO DE LA LEVADURA
[UN ESTUDIO EXEGETICO SOBRE MAT. XIII, 33]


I

Todos los escrituristas, y especialmente los traductores de la Biblia, saben por experiencia que la terminología bíblica no siempre coincide con la moderna y que por eso una palabra hebrea o aramea, y mucho más un giro o modismo oriental, en su traducción verbal puede aparecer con un sentido distinto del que le daban los autores sagrados.

Sabido es, por ejemplo, que el término sapientia, tan frecuentemente usado en el Antiguo Testamento, no corresponde a lo que hoy día entendemos por sabiduría, como tampoco la necedad de los Libros Sapienciales se deja identificar con el significado profano que tiene en nuestro diccionario.
Semejante diferencia notamos en las palabras justo y justicia, que rebasan nuestro concepto de justicia y corresponden más bien al concepto cristiano de santidad. El término bíblico día del Señor es siempre el día del juicio, y no el Sábado o Domingo; lo cual es de mucha importancia para la interpretación de Apoc. I, 10[1]. En Mat. IV, 17, el Señor inicia su predicación pública exhortando a las multitudes a hacer penitencia (poenitentiam agite) lo que, por lo menos en castellano, no equivale al griego (metanoeite) que quiere decir: arrepentíos, pues penitencia tiene hoy más bien el sentido de ejercicios penosos para mortificar el cuerpo.

Basten estos pocos ejemplos para mostrar las dificultades con que choca la exégesis frente a las palabras modernas que han perdido su primitivo sentido y no corresponden más al sentido que tienen en la Biblia.
El mismo fenómeno aparece en los simbolismos bíblicos. ¡Cuántas veces compara el Salmista a Yahveh con una roca (cf. Sal. XVII, 3) para caracterizar la inconmovible fuerza de Dios y el seguro amparo de que gozan aquellos que en El confían! ¡Y cuán a menudo encontramos, en el Antiguo Testamento la copa como símbolo de la ira de Dios, o la figura del cuerno, que señala el poder de Dios o de una persona y la protección de sus clientes!
En el Nuevo Testamento es el Benedictus de Zacarías el que trae el antiguo concepto de cornu salutis (Luc. I, 69). Sin embargo, el hombre moderno difícilmente entiende tal simbolismo. Tampoco le es familiar el giro escudriñar los riñones, tan corriente en la Biblia, o ese otro: quitarle a uno el báculo de Pan.



II

Uno de los simbolismos más conocidos es el de la levadura, que Jesucristo usara en la parábola de Mat. XIII, 33. Aparentemente hay unanimidad respecto de su sentido, tanto entre los exégetas antiguos como entre los modernos. Pero ¿no es posible que en esta misteriosa parábola se encierre un sentido más profundo de lo que comúnmente se le atribuye? ¿Tal vez un sentido que se funda en el simbolismo antiguo oriental de la levadura?
Empezamos por las explicaciones que dan a esta parábola las versiones españolas.

Nácar-Colunga (tercera edición) dice brevemente: "La parábola del fermento nos muestra la virtud del Reino, o sea de la gracia, para transformar el mundo y los hombres que creen".

Bover (Ev. de S. Mateo): "El misterio del Reino de Dios significado por el fermento en su acción íntima y potente, invisible y callada en las almas y su poder de transformar y mejorar la vida humana".
La mujer, que esconde la levadura en el Reino de Dios es, según Bover, la Santísima Virgen.

Scío de S. Miguel: "Así como la levadura estando esparcida por toda la masa, poco a poco la va mudando y convirtiendo en sí misma, del mismo modo la predicación de los Apóstoles y de sus santos sucesores mudó y convirtió todos los pueblos haciéndoseles semejantes".

Torres-Amat (en la edición preparada por Ballester Nieto): "La levadura es la palabra de Dios, la masa son los hombres que la reciben con docilidad; éstos, gracias a la virtud de esta levadura, se vuelven otros hombres; eran carnales y se vuelven espirituales".

García Hughes: "La doctrina de la Iglesia, escondida primeramente en un rincón de Palestina, ha prestado su sabor a todo el mundo, aún a aquellos mismos que no son católicos".

Straubinger (edición Desclée, Bs. Aires) trae las explicaciones corrientes a las cuales pone algunos reparos que estudiaremos más adelante.

Páramo (Torres Amat), Brandscheid-de La Torre, Cipriano de Valera (protestante) no ponen notas.

Es de notar que la extraña palabra abscondit  (griego enékrypsen) es traducida literalmente (=escondió) solamente por cuatro de los citados autores: Scío, De La Torre, Straubinger y Cipriano de Valera. A ellos se agrega el Evangelio Concordado del Cardenal Goma y Tomas. Los demás atenuaban el término usando los verbos meter y mezclar. Extraño llamamos el vocablo abscondit porque en realidad nadie lo usa cuando se trata de meter la levadura en la masa[2].
El hecho de que tantos y tan excelentes traductores den al verbo abscondit un sentido diferente del que tiene ordinariamente, se explica probablemente por el hecho de tener presente la explicación tradicional de la parábola. Tenemos aquí un ejemplo del influjo de la interpretación sobre la traducción.
Una investigación de las versiones extranjeras (italianas, francesas, alemanas e inglesas) no cambia el aspecto de la cuestión. Solamente  una inglesa, la de Scofield, se opone en una nota terminantemente a la interpretación acostumbrada y propone otra, relacionada con la parábola de la cizaña.


III

Una mirada histórica nos lleva más o menos al mismo resultado: que las opiniones son muy diversas en los pormenores, sin embargo casi todas tienden a considerar la parábola de la levadura como una profecía sobre la fuerza transformadora del Cristianismo. Según la Catena Aurea, San Crisóstomo hace notar que Cristo no dijo que la mujer "metió la levadura en la masa, sino que la escondió", y continúa: "De la misma manera vosotros, después que hubiereis estado sometidos a vuestros enemigos, triunfaréis de ellos; y así como el fermento se va corrompiendo pero no se destruye, sino que poco a poco cambia toda la masa de su propia naturaleza, así sucederá en vuestra predicación".

La Catena Aurea trae también la explicación de S. Agustín, quien dice: "El fermento significa la caridad, porque la caridad estimula y excita el fervor. La mujer figura la sabiduría". Para S. Jerónimo la mujer representa la predicación apostólica.

San Hilario ve en la mujer a la Sinagoga y encuentra también una dificultad en el término abscondit. Observa el Santo: "Aun cuando todas las naciones han sido llamadas al Evangelio, no se puede decir que todas han escondido a Cristo, al contrario, lo han esclarecido" (Catena Aurea).

También el Aquinate, en su comentario al Evangelio de S. Mateo, se dió cuenta de la dificultad de ver en la levadura una imagen de la virtud intrínseca del Cristianismo, y la soluciona diciendo que la levadura tiene dos sentidos simbólicos, uno bueno y otro malo. Asimismo Maldonado se refiere a los supuestos dos sentidos simbólicos de la  levadura, pero ni él ni los otros exégetas citan lugar alguno de los demás libros de la Biblia en que se toma la levadura como símbolo de una cosa buena.

Podemos, pues, resumir el estado de la cuestión en estas palabras: la exégesis católica, prescindiendo de algunas vacilaciones y reparos, prefiere la aplicación de la parábola a la virtud espiritual del Evangelio y del Reino de Cristo. De ahí que en la mujer que secretamente (abscondit) mezcla la masa con la levadura, vean una figura buena. Solamente San Hilario la identifica con la Sinagoga y en Mat. XVI, 6 el fermento es para él figura de la observancia de la Ley judía.






[1] Ver lo que ya dijimos AQUI sobre este tema.

[2] Además, este verbo es usado sólamente en esta parábola en todo el N.T. lo cual confirma la idea de Straubinger de que debe tener un sentido especial, pues si no Nuestro Señor hubiera usado los términos “meter”, “mezclar” o algún otro que le dan los autores.