3) Algunos autores Católicos
intentaron explicar el dogma de la necesidad de la Iglesia para la obtención de
la salvación eterna diciendo que la Iglesia es solamente el medio ordinario,
y que es posible, en casos extraordinarios, que un hombre obtenga la Visión
Beatífica fuera de la Iglesia. Al mismo tiempo afirmaban resueltamente,
como Newman, que es un dogma que
fuera de la Iglesia no hay salvación. Claramente, según esta explicación, el
dogma no sería más que una fórmula vacía, algo que las mismas personas que lo
aceptan como dogma se espera que lo traten a los fines prácticos, como falso. En
última instancia, por supuesto, esta explicación coincide con la que dio Newman
en su Carta al Duque de Norfolk.
4) En todo sentido, la más
importante y más ampliamente usada de todas las explicaciones imprecisas de la
necesidad de la Iglesia para la salvación era la que se centraba en la
distinción entre el "cuerpo" y el "alma" de la Iglesia
Católica. Aquel que intentaba explicar el dogma de esta manera, generalmente
designaba la Iglesia visible como el "cuerpo" de la Iglesia y aplicaba
el término "alma de la Iglesia" a la gracia y a las virtudes
sobrenaturales o a una imaginaria "Iglesia invisible". Antes de la
aparición de la Mystici Corporis existían varios libros y artículos que
afirmaban que, si bien el "alma" de la Iglesia no estaba separada de
alguna forma del "cuerpo", en realidad era más extenso que éste.
Las explicaciones de la necesidad de la Iglesia hechas en términos de
esta distinción eran por lo menos insuficientes y confusas y las más de las
veces mezclado con serios errores. Cuando la expresión "alma de la
Iglesia" se aplicaba a la gracia santificante y al organismo de las
virtudes sobrenaturales que la acompañan, la explicación era confusa en cuanto
destacaba el hecho que el hombre debe estar en estado de gracia y tener fe y
caridad para obtener la salvación eterna, pero tendía a obscurecer la verdad
que el hombre debe estar de alguna manera "dentro" de la vera y
visible Iglesia Católica en el momento de su muerte a fin de poder alcanzar la
Visión Beatífica.
Cuando, por otra parte, una imaginaria "Iglesia invisible",
una asamblea de todas las buenas personas en el mundo, era designada como el
"alma de la Iglesia", estas explicaciones caían en una inexactitud
doctrinal. El mayor misterio de la Iglesia se encuentra en el hecho de que la
sociedad religiosa visible y organizada sobre la cual preside el Obispo de Roma
como Vicario de Cristo y Sucesor de San Pedro es la vera y única ecclesia del Nuevo Testamento. Esta sociedad, y solo
ésta, es el vero reino de Dios sobre la tierra, el Cuerpo Místico de
Jesucristo. Incluye entre sus miembros tanto buenos como malos; aquellos que
veramente aprecian su membrecía y los que no. Sin embargo, en los designios
misteriosos y misericordiosos de la providencia de Dios, esta comunidad y no
otra es la unidad social dentro de la cual los hombres encuentran el contacto
salvífico con Dios en Cristo.
5) Hubo muchas otras
explicaciones imprecisas de este dogma antes de la Mystici Corporis y de la Suprema haec sacra. Algunos escritores intentaron restringir
el significado de la necesidad de la Iglesia para la salvación al hecho que los
dones de la gracia por los cuales el hombre en realidad adquiere la salvación
pertenecen realmente a la Iglesia. Otros intentaron hacer aparecer que la
Iglesia visible era necesaria para la salvación solo con necesidad de precepto.
Otros representaron la obtención de la salvación dentro de la vera Iglesia como
el "ideal" querido por Dios, pero imaginaron que esta salvación podía
obtenerse en otro lugar y por otra parte en circunstancias especiales.
El único método por el cual el dogma puede ser explicado satisfactoriamente
es el empleado en la Suprema haec sacra. La carta del Santo Oficio lo único que hace es volver a exponer, en
forma más detallada, exactamente lo mismo que todas las declaraciones del magisterium eclesiástico han enseñado sobre el significado
de la necesidad de la Iglesia para la salvación. Todo progreso que haya en la explicación
de este dogma vendrá y deberá venir en la misma línea fijada en esta carta del
Santo Oficio. Tal es la enseñanza de la Humani generis.
La Humani
generis es ciertamente uno de los documentos más importantes
promulgados por la Santa Sede durante el siglo XX. La perspectiva de los años
va a ser necesaria para una propia apreciación de los efectos beneficiosos que
ha dado a la enseñanza de la sagrada teología. Aun así, ahora podemos ver
claramente que una de sus mejores y más importantes enseñanzas está contenida
en su breve referencia al dogma de que la Iglesia Católica es realmente
necesaria para la obtención de la salvación eterna.
Repudió y condenó la
práctica que, dicho sea de paso, había sido demasiado frecuente, de reducir
esta doctrina a una fórmula vana. De hecho esta sección de la sagrada teología
o de la doctrina Católica era una en la cual la enseñanza inadecuada o
imprecisa tenía precisamente el efecto de representar una parte de la enseñanza
Católica como un mero lenguaje sin sentido. Prácticamente todo escritor
Católico que tocó de alguna forma este tema comenzaba de alguna forma con una
consideración de y un asentimiento a una fórmula precisa: "fuera de la
Iglesia no hay salvación". La mayoría de quienes enseñaron este tema de una forma incorrecta o errada
procuraron, en última instancia, dar la impresión que, aunque los Católicos
están obligados en conciencia a aceptar esta fórmula como verdadera, de hecho
significa poco o nada.
Esa táctica
doctrinal era y es completamente errónea. Además, tuvo y solamente podía tener
los efectos más absolutamente desastrosos sobre las personas que fueron
confundidas por ella. Estas personas fueron influenciadas para creer que un
dogma de la Iglesia Católica, una enseñanza que la Iglesia presenta como una
verdad divinamente revelada que todos están obligados a aceptar con
asentimiento de fe divina, era, en última instancia, algo prácticamente carente
de significado. Eran estimulados a imaginar que un dogma que el magisterium
de la Iglesia había definido, en tiempos pasados, como parte de la revelación
pública divina, terminó siendo, en último análisis, un conjunto de palabras
vacías, que los Católicos modernos intelectuales pueden aceptar solamente
cuando se les ha quitado el significado que claramente debían tener. Para
decirlo con franqueza, aquellos que eran animados a aceptar las incorrectas
enseñanzas repudiadas en la Humani generis fueron puestos en la posición
de imaginar que la Iglesia era menos que sincera cuando todavía insistía sobre
el dogma que no hay salvación fuera de ella.
Y si el hombre puede
ser engañado en imaginar que las fórmulas empleadas por órganos del magisterium
como el IV Concilio de Letrán y la Cantate Dominio que enseñan sobre la
necesidad de la Iglesia no quisieron decir lo que dijeron, de la misma manera
fácilmente puede llegar a imaginar que cualquier otra definición de la Iglesia
docente carece igualmente de toda significación real. Las peores tendencias
doctrinales de nuestros tiempos se encuentran expresadas en la herejía del
Modernismo, y era una afirmación fundamental de los Modernistas que las
declaraciones del magisterium eclesiástico deben ser aceptadas solamente
cuando se las interpretan significando algo diferente a lo que la Iglesia original
y constantemente enseñó que significaban.