6. Bienaventurado y santo el que tiene parte en la resurrección, la primera. Sobre estos la segunda muerte no tiene autoridad, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con Él los mil años.
Concordancias:
Μακάριοι (Bienaventurado): cfr. Mt. V, 3-11 (ocho Bienaventuranzas); XI, 6 (escándalo); XIII, 16 (Parábola del Sembrador); XVI, 17 (San Pedro); XXIV, 46 (arrebatados); Lc. I, 45 (la Virgen); VI, 20-22 (Bienaventuranzas); VII, 23 (escándalo); X, 23 (Revelación a los pequeños); XI, 27-28 (la Virgen y los Mártires del quinto Sello); XII, 37-38.43 (arrebatados); XIV, 14-15 (Primera Resurrección - Banquete); Jn. XX, 19 (los que creen sin ver); Tito II, 13 (Esperanza); Sant. I, 12 (Tentación).25 (práctica de las buenas obras); I Ped. III, 14 y IV, 14 (persecución por la justicia); Apoc. I, 3; XIV, 13; XVI, 15; XIX, 9; XXII, 7.14. Ver Lc. XXIII, 29 (estériles – destrucción de Jerusalén); Jn. XIII, 17.
Ἅγιος (santo): cfr. Mt. XXVII, 52; Hech. IX, 13; XXVI, 10; I Cor. VI, 2; Ef. I, 18; II, 19; III, 18; IV, 12; Col. I, 12; I Tes. III, 13; II Tes. I, 10; Apoc. V, 8; VIII, 3-4; XI, 18; XIII, 7.10; XIV, 12; XVI, 6; XVII, 6; XVIII, 20.24; XIX, 8; XX, 9; XXII, 11.21.
Ὁ ἔχων μέρος (el que tiene parte): cfr. Mt. XXIV, 51; Lc. XII, 46 (gehena con los hipócritas – incrédulos); Jn. XIII, 8 (a San Pedro); Apoc. XXI, 8 (lago de fuego y azufre); XXII, 19 (Árbol de la vida y Ciudad santa). Ver Apoc. XVI, 19.
Ἡ ἀνάστασις ἡ πρώτη (la resurrección, la primera = resurrección de (entre) muertos): cfr. Mt. XIV, 2; XVII, 9; XXVII, 64; XXVIII, 7; Mc. VI, 14; IX, 9-10; Mc. XII, 25; XVI, 14; Lc. IX, 7; XIV, 14; XX, 35-36; XXIV, 46; Jn. II, 22; V, 29; XI, 25; XII, 1.9.17; XX, 9; XXI, 14; Hech. III, 15; IV, 2.10; X, 41; XIII, 30.34; XVII, 3.31-32; XXIII, 6.8; XXIV, 15.21; XXVI, 23; Rom. I, 4; IV, 24; VI, 4-5.9.13; VII, 4; VIII, 11; X, 7.9; XIV, 9; I Cor. XV, 12-13.20-21.42; Gál. I, 1; Ef. I, 20; Fil. III, 10-11; Col. II, 12; I Tes. I, 10; II Tim. II, 8; Heb. VI, 2; XI, 19; XI, 35; XIII, 20; I Ped. I, 3.21; Apoc. I, 5; XI, 18; XX, 5. Ver Lc. II, 34; Rom. XI, 15; Ef. V, 14.
Ὁ δεύτερος θάνατος (la segunda muerte): cfr. Apoc. II, 11; XX, 14; XXI, 8 (Lago de fuego y azufre). Ver Apoc. I, 18; (II, 23); VI, 8; (IX, 6); XX, 13-14 (Primera Muerte - Hades).
ἐξουσίαν (autoridad): cfr. Apoc. II, 26; VI, 8; IX, 3.10.19; XI, 6; XII, 10; XIII, 2.4-5.7.12; XIV, 18; XVI, 9; XVII, 12-13; XVIII, 1; XXII, 14.
Ἱερεῖς (sacerdotes): cfr. Apoc. I, 6; V, 10.
Χριστοῦ (Cristo): cfr. Apoc. XI, 15; XII, 10; XX, 4.
Βασιλεύσουσιν (reinarán): cfr. Lc. I, 33; XIX, 14.27; Rom. V, 17.21; I Cor. XV, 25; I Tim. VI, 15; Apoc. V, 10; XI, 15.17; XIX, 6; XX, 4; XXII, 5.
Χίλια ἔτη (mil años): cfr. Apoc. XX, 2-5.7.
Comentario:
Apoc. XX, 6: “Sobre estos la segunda muerte no tiene autoridad” = Apoc. II, 11: “El que venciere no será dañado por la muerte, la segunda”.
Straubinger: “Con el cual reinaron los mil años: Fillion dice a este respecto: "Después de haber leído páginas muy numerosas sobre estas líneas, no creemos que sea posible dar acerca de ellas una explicación enteramente satisfactoria". Sobre este punto se ha debatido mucho en siglos pasados la llamada cuestión del milenarismo o interpretación que, tomando literalmente el milenio como reinado de Cristo, coloca esos mil años de los vv. 2-7 entre dos resurrecciones, distinguiendo como primera la de los vv. 4-6, atribuida sólo a los justos, y como segunda y general la mencionada en los vv. 12-13 para el juicio final del v. 11. La historia de esta interpretación ha sido sintetizada en breves líneas en una respuesta dada por la Revista Eclesiástica de Buenos Aires (mayo de 1941) diciendo que "la tradición, que en los primeros siglos se inclinó en favor del milenarismo, desde el siglo V se ha pronunciado por la negación de esta doctrina en forma casi unánime".
La Suprema Sagrada Congregación del Santo Oficio cortó la discusión declarando,
por decreto del 21 de julio de 1944, que la doctrina "que enseña que antes
del juicio final, con resurrección anterior de muchos muertos o sin ella,
nuestro Señor Jesucristo vendrá visiblemente a esta tierra a reinar, no se
puede enseñar con seguridad (tuto doceri non posse)…”.
Straubinger (Vulg.): “La segunda muerte es la condena eterna. La explicación de este término la da el mismo Apóstol en el v. 14”.
Straubinger (Vulg.): “Y reinarán con Él mil años: una respuesta dada en la “Revista Bíblica” dice a este respecto que las voces milenio y milenario se prestan a confusiones. Muchos aún creen que se aplican a los que esperaban el fin del mundo para el año mil, o sus proximidades, como el célebre Apringio de Beja en su Comentario al Apocalipsis (531-548), que decía fundarse en las 70 semanas de Daniel, iniciadas antes de Cristo, o como San Beato Liébana “que presagió que el mundo se acabaría en el año 800″ (Vega). Todos los exégetas modernos están de acuerdo en que el período del encierro de Satanás no puede tomarse en sentido absoluto, porque al final es nuevamente soltado el diablo por un tiempo (vv. 3 y 7; cfr. XXII, 5). También coinciden todos en que ese encierro de Satanás se producirá algún día. Donde las opiniones divergen, es en cuanto a sostener si ese reinado establecido por Cristo se manifestará entre su segunda venida y el juicio, o tan sólo después en el reino de la gloria, y si tal vez la Iglesia ha de identificarse con ese tiempo de paz imperturbable en que el diablo "no anda más engañando a las gentes" (v. 3). Muchos Padres antiguos, entre ellos Papías, San Justino, Tertuliano, San Hipólito, Lactancio, San Victorino, San Teófilo, etc., siguen la primera opinión, y San Ireneo, el cual invocaba a los “presbíteros" discípulos de San Juan, la defendía como una "verdad de fe tan cierta como la existencia de Dios y la resurrección de la carne" (Dom Leclerq: Dict. de Arch. el Lit.). Posteriormente varían los criterios, y San Agustín declaró que la abandonaba a causa del abuso que de ella hacían los milenaristas carnales. San Jerónimo escribe, con respecto a esas opiniones que "aunque no las sigamos no podemos, sin embargo, condenarlas, porque muchos varones eclesiásticos y mártires así lo dijeron. Cada uno abunde, pues, en su sentido y resérvese todo para el juicio del Señor". La Sagrada Congregación del Santo Oficio puso fin a muchas discusiones declarando recientemente que un reinado del Señor, en forma corporal o visible, no se puede enseñar con seguridad (tuto doceri non potest). Sin embargo, quedan todavía muchos aspectos del problema sin solución. Fillion, citando a Vigouroux, observa que es éste uno de los lugares más obscuros de la revelación misteriosa hecha a San Juan y agrega: "Después de haber leído páginas muy numerosas sobre estas líneas, no creemos que sea posible dar sobre ellas una explicación enteramente satisfactoria". No sería, pues, una actitud razonable ni conforme a las enseñanzas del Sumo Pontífice el mirar la declaración antes referida como un motivo de retraimiento en el estudio de las profecías escatológicas de la Biblia, sino que, por el contrario, como dice Pío XII, deben redoblarse tanto más los esfuerzos cuanto más intrincadas aparezcan las cuestiones, y especialmente en tiempos como los actuales, que los Sumos Pontífices han comparado tantas veces con los anuncios apocalípticos (cfr. III, 15s. y nota), y en que las almas, necesitadas más que nunca de la palabra de Dios (cfr. Am. VIII, 11 y nota), sienten la necesidad del misterio y buscan como por instinto refugiarse en los consuelos espirituales de las profecías divinas (cfr. Ecli. XXXIX, I), a falta de las cuales están expuestas a caer en las fáciles seducciones del espiritismo, de las sectas, la teosofía y toda clase de magia y ocultismo diabólico”.
Castellani: “Éste es el tan controvertido capítulo XX del Reino Milenario. Yo prefiero por muchas y muy válidas razones su interpretación literal; es decir, que esto que arriba está dicho, así se cumplirá tal cual; de modo que leerlo basta, y huelgan explicaciones.
Indicaré aquí sin embargo
la otra interpretación, la alegórica, que inventó en el siglo IV el hereje
donatista Ticonio, y repitió minuciosamente San Agustín en el Capítulo XX y ss.
de De Civitate Dei. Estos Mil Años significarían todo el tiempo de
la Iglesia desde la Ascensión de Cristo hasta el Anticristo; los fieles reinan en
ese tiempo sobre la tierra –porque servir a Dios es reinar–, y
también en el cielo, donde los muertos tienen la gloria eterna y se pueden
llamar resucitados; porque la Primera Resurrección no es sino la
gracia de Dios. El demonio será echado al Abismo, quiere decir estará escondido
en los pechos de los malvados, no engañará más a las "Gentes", quiere
decir a los Cristianos; será soltado breve tiempo en la época del
Anticristo, al cual se refieren solamente 4 versículos, del 7 al 10, de este capítulo.
La segunda muerte es el Infierno, por más que, bien mirado,
debería decirse Tercera; porque la primera es perder la Gracia; la segunda,
nuestra corporal hermana muerte; y la tercera, el Infierno. Los Tronos o sedes
son los palacios de los Obispos; y "las almas de los degollados que
reviven" son simplemente todos los cristianos en gracia de Dios, usted,
yo, y monseñor Pitaluga.
San Agustín advierte que no sabe si esta interpretación
es la buena o no; cosa en que no es imitado por ninguno de los
actuales "alegoristas", muchos de los cuales además incriminan de
"heréticos" –y de ridículos, y de judaizantes, y de zotes, y de
groseros, y de perturbadores– a aquellos que no gustan de ella.
Según esta teoría, los
"Mil Años" de San Juan significan 3 años y medio, y dos mil años, y
también toda la eternidad a la vez: donosa aritmética. "Ah, es que se
trata de una aritmética no cuantitativa", exclama el P.
Bonsirven, secuaz de Alló –algo así como color incoloro. Ver L'
Apokalypse de Saint Jean, commentaire (Verbum Salutis,
Beauchesne et ses fils. París, año 1951, pp.292, 295). Menos mal que
confiesa está "todo turbado e inquieto" al comentar este capítulo.
Ítem, la palabra muerte tiene tres sentidos diferentes;
lo mismo que la palabra resurrección –en su afán de no admitir dos
resurrecciones, Primera y Segunda, como dice el texto, ponen tres.
¡Qué pensar de un escritor que usa una misma palabra en tres sentidos diferentes
–dos de ellos inconciliables entre sí– en un mismo capítulo y sin decir ¡agua
va! ni indicar en modo alguno el cambio de léxico? Pregunta puesta, dada la
respuesta: San Juan Evangelista fue un "ido", en ese caso.
Otras dificultades y
absurdos más graves aún –si cabe– resultan de esta "alegorización" de
un capítulo solo del Apokalypsis; que no daré pues está fuera de mi propósito
polemizar o argüir, mas solamente exponer.
Toda la tradición antigua
en masa durante los cuatro primeros siglos de la Iglesia entendió en este
capítulo simplemente que habría un largo período de paz y prosperidad en el
mundo (mil años o bien mucho tiempo) después del Retomo de Cristo y el refulgir
de su Parusía; que habría dos resurrecciones, una parcial de los mártires y santos
últimos, otra universal al fin de buenos y malos, lo cual también San Pablo
dice; que todo este largo tiempo es quizás lo que designamos con el nombre de
Juicio Final, el cual se describe metafóricamente al final del capítulo; es
decir, se describe su término y finiquito un día solar.
Por qué existe hoy día tal
desaforado furor –que los fieles ignoran generalmente– hacia los que
prefieren la sencilla y natural inteligencia textual de Hipólito, Victorino,
Policarpo, Ireneo, Lactancio –que no eran zotes–, además de otros "innumerables
santos y mártires" –como confiesa San Jerónimo–, "cur irae, cur clamores isti". Yo no lo sé; y si
lo supiera, no lo diría aquí.
Lo que sé, está en un
libro que traduje y publiqué poco ha: La Iglesia Patrística y la
Parusía, del P. Florentino Alcañiz, S. J. (Buenos Aires, Ediciones
Paulinas, año 1961).
El Reino de los Mil años: es la parte más dura, difícil y discutida de
la Profecía de San Juan; pero es adonde toda ella confluye.
La verdad es que, si Dios
se hizo hombre en la persona de Jesús de Nazareth, no cabe asustarse de cosa
alguna por grande y extraordinaria que sea –pues más que esta otra no puede
serlo– con tal que se encuentre realmente en las Sagradas Letras; como se
encuentra el Reino Milenario, "Basta que yo exista y todo es
posible", dice en el Bhagavad Gita el dios Michna, figura de Cristo.
La otra alternativa, la de interpretar alegóricamente las profecías
mesiánicas y aplicarlas a la Iglesia actual, tiene un efecto pavoroso: la
Biblia se convierte en literatura; y, por cierto, en mala literatura.
Entonces parece tendría razón Aldous Huxley cuando
califica a los Profetas hebreos de escritores exagerados, ultrarrománticos, y
en puridad "salvajes", poseídos de pasiones groseras y cuasi
delirantes; y la idea vulgar de que la Biblia es un libro arqueológico, y en
definitiva inútil, no se puede entonces ni refutar ni excluir.
Si se tiene sinceramente
que la Biblia es la palabra de Dios, entonces hay que aceptar que
su sentido literal responde a cosas, que son tan grandes o más de
lo que suenan las palabras; que esas cosas no se han verificado todavía muchas
de ellas; y que se habrán de verificar; y por cierto pronto, como
dice siete veces Juan
Apokaleta. La palabra de Dios no puede ser un centón de metáforas
extravagantes y adivinanzas desaforadas de unos pobres rapsodas orientales a
medio civilizar. Blasfemia es esto. Mas "Spiritu Sancti inspirati
locuti sunt Sancti Dei Homines."
Dijo el gran exegeta Maldonado: "Quod propie
interpretari possumus, id per figuram interpretari, proprium est incredulorum,
aut fidei diverticula quaerentium". O sea: "Lo que puédese interpretar literalmente, interpretarlo
alegóricamente, eso es propio de incrédulos o de gente que busca salirse de la
fe".
Caballero Sánchez: “Cuando los “sabios” nos dicen que la muerte “primera” es la muerte natural del cuerpo, y la muerte “segunda” la condenación del alma, confórmanse a cierto modo de hablar popular, pero se salen del estilo apocalíptico. En la visión siguiente se nos dirá que “el mar dio sus muertos, la muerte los suyos y el Hadés los suyos”, y que, habiendo sido juzgadas todas esas categorías de muertos, “la muerte, el Hadés y los no inscritos en el libro de la vida fueron arrojados al lago de fuego que es la Muerte segunda”. Esa muerte (primera) y el Hadés no son lo mismo que la muerte-estanque a cuyo seno son arrojados. Pero tampoco es esa muerte primera lo mismo que la muerte corporal del hombre; pues la “tierra” y el “mar” tienen muertos corporales que no entran en la categoría de los muertos de “la muerte”.
La muerte primera es la primera sección de la morada infernal de los condenados,
especie de atrio que, en el día de la consumación final, será “recapitulado” en
su cabeza-estanque, para que éste, que es la muerte segunda, manifieste su
dominio sobre todos sus ahijados. “Los ángeles que no mantuvieron su
principado, Dios los reserva, atados con cadenas perpetuas, en el fondo de las
tinieblas (primera muerte[1]) para el juicio del gran Día, de cuyo castigo
de fuego eterno (muerte segunda) nos da un paradigma el castigo de Sodoma y
Gomorra” (Jud. 6-7)
(…)
Durante el milenio, desde sus tronos de gloria, Cristo y sus santos pueden hacerse presentes, en visitas voluntarias, a los amigos íntimos y a los "ángeles-ministros", renovados en justicia original, quienes normalmente podrán hablar con ellos, como Adán en el paraíso podía conversar con Dios "ad auram post meridiem". Fuera de la "tierra de los vivos", su presencia entre las gentes del atrio exterior, será siempre un hecho extraordinario y milagroso, porque esas gentes, todavía pecadoras, no tienen aún las "arpas" renovadas para entrar en comunicación normal con la ciudad santa, que desciende del cielo.
Nunca hubieran los Judíos
crucificado a Jesús si hubiesen reconocido en Él al Rey de la gloria... Nunca tampoco se hubieran alzado los
cristianos contra el "reino milenario" si lo hubiesen contemplado en
su ángulo verdadero. La historia de las controversias quiliastas es penosa y
aburrida porque en ambos campos influencias extrañas a la Revelación
deslucieron de ordinario las verdades substanciales que ésta nos enseña.
Se ha creído, por ejemplo, en la presencia visible de
Cristo-Rey, aniquilador de todos los cetros de la tierra y único dominador
político del mundo. Tienen razón los doctores que rechazan como ilusión semejante
creencia; y la Iglesia presta un gran servicio a la inteligencia católica,
prohibiéndole que corra por esos senderos perdidos. El "reino
milenario" no suprime los gobiernos políticos de las naciones. Los
trasciende, y los irá adaptando a todos a la Ley mesiánica en la unidad de la
Fe y de la Moral, trayendo a las naciones, por la expulsión de Satanás y la
predicación del Evangelio, Paz, Justicia y Amor.
Y si se piensa en la repercusión que el "reino milenario"
pueda tener sobre las instituciones políticas y culturales de las gentes, hay
que sentar como principio que la Escritura no nos da detalles de orden social
ni de naturaleza científica. Pero, sí nos dice que, en lo sagrado, la elevación
y la vitalidad serán siete veces superiores a las del régimen anterior. Y como
la gracia sana y conforta la naturaleza, ¿será acaso imprudente pensar,
descartadas las imaginaciones sensuales cerintiano-musulmanas, en maravillosas
transfiguraciones de orden cultural? Si en el siglo de la criatura gemebunda
bajo la tiranía satánica, han podido admirarse tan bellos frutos del ingenio
humano, ¿qué maravillas no surgirán en el siglo de la criatura gozosa de su
liberación y recapitulada en el Verbo de Dios?
Orden nuevo y mundo
mejor... del "reino milenario".
Swete: “Bienaventurado y santo: Esta bienaventuranza se distingue de las otras seis en el agregado de “santo”. Aquel a quien pertenece esta bienaventuranza no sólo es feliz, sino santo; es digno de portar el nombre “santo” en el mayor grado posible; es beatificado, canonizado por la voz del Espíritu de Jesús”.
Strack-Billerbeck: “Los rabinos también conocen la "segunda muerte", aunque no en la expresión, pero sí en el asunto. Se entiende por ello: a) La exclusión de la resurrección, la permanencia en la tumba, y b) El traslado a la condenación eterna.
GnR 96 (60 d): R. Chama b. Chanina (c. 260) dijo: Quien
muere en el extranjero y es enterrado allí sufre una doble muerte, pues
está escrito: "Y tú, Fasur, y todos los
que habitan en tu casa, iréis a la cautividad; llegarás a Babilonia, donde
morirás, y donde serás sepultado",
Jer. XX, 6, por lo que sufrió una doble muerte. Por eso Jacob le dijo a
José: “No me entierres en Egipto”, Gén. XLVII, 29. R. Simón (c. 280) dijo:
¡Si esto es así, los justos que son enterrados en el extranjero sufren daño!
Más bien, ¿qué hará Dios por ellos? Les hace cavidades en la tierra y los
convierte en tubos, y ruedan hasta llegar a la tierra de Israel. Entonces Dios
da el Espíritu de vida en ellos y se levantan (de la muerte), ver Ez. XXXVII,
12 (y sobre Apoc. XX, 5 nota d).
A R. Chama b. Chanina las
dos frases: "Allí morirás" y "allí serás enterrado" le
parecen llamativas una al lado de la otra. Por eso encuentra en el segundo, el
significado: "Allí permanecerás enterrado para siempre" –y esto, la
exclusión de la resurrección de los justos enterrados en el exterior, lo
considera como una segunda muerte. Esto queda aún más claro por algunos lugares
paralelos.
En pKeth 12, 35 b, 21 se
dice: Quien muere allí (en Babilonia) y es enterrado allí sufre dos cosas (la
muerte a la hora de la muerte y la permanencia en la tumba); quien muere allí y
es enterrado aquí (en Palestina) sufre una cosa (la muerte a la hora de la
muerte, pero no la permanencia en la tumba; porque los muertos de la tierra de
Israel resucitan en los días del Mesías).
En
PesiqR 1 (3a, 14), donde R. Chelbo, c. 300, sostiene la opinión de R. Chama b.
Chanina, las palabras iniciales son: El que muere en el extranjero y es
enterrado en el extranjero sufre dos tipos de penas: las penas de morir y las
penas de ser enterrado (prueba: el destino de Fasur (Jer. XX, 6). Luego
sigue el dicho de R. Chama b. Janina: Si el que murió en el extranjero es
traído aquí desde el extranjero y enterrado en la tierra (Israel), sólo sufre
una muerte (pues la otra muerte, la exclusión de la resurrección, se le
ahorra aquí). - Todo esto se basa en la suposición de que habrá una
resurrección de los muertos sólo en la tierra de Israel.
Pirqe RE1 34 (18 a): (Dios dice:) Si un no israelita dice que
hay un segundo Dios, lo mataré (lo haré morir) por la segunda muerte, en la que
no hay resurrección. Pero si un no israelita dice que no hay un segundo Dios,
lo resucitaré en el mundo futuro.
Targ. Jer LI, 39: Morirán
de muerte segunda y no vivirán en el mundo venidero, dice Jehová.
Targ. Jer. LI, 57: Morirán
de muerte segunda, para que no vengan (por la resurrección) al mundo venidero.
Sanh 92a,
11: Raba (†
352) ha dicho: ¿Cómo se puede probar la resurrección a partir de la Torá? Dice:
¡Viva Rubén y no muera! Deut. XXXIII, 6. "Viva Rubén", en este mundo;
"y no muera", en el mundo venidero.
Targum Jerus. I Deut.
XXXIII, 6: Que Rubén viva en este
mundo y no muera la muerte en que mueren los impíos en el mundo venidero. -
Para el Targ. Onk.: Viva Rubén en la vida eterna y no mueras la segunda
muerte, Targ Jerus. II: Viva Rubén en este mundo y no muera la segunda
muerte, en la que mueren los malvados en el mundo venidero.
TanchB § 10 (105 a): Por
tristeza bajaré adonde está mi hijo, al scheol, Gén.
XXXVII, 35. ¿Qué significa "por tristeza al scheol"? Jacob dijo: Tal
vez muera la muerte de los malvados en este mundo y en el mundo venidero;
porque Dios había prometido darme 12 tribus, y ahora una de ellas ha muerto;
tal vez no he sido digno de ellas y ahora debo morir en ambos mundos. Por eso
dijo: “Por tristeza bajaré adonde está mi hijo, al
scheol”. Lo puedes ver en esto: cuando Jacob vio que aquel
(José) estaba vivo, ¿qué dijo? "Entonces Israel dijo a José: Moriré una
vez" (así Gén. XLVI, 30 según el Midr.). ¿Por qué dijo que moriría una
vez? Dijo: "Cuando vinieron y me dijeron que José había muerto, pensé que
debía morir en ambos mundos. Ahora que veo que estás vivo, me ha llegado la
buena noticia de que sólo moriré una vez. Por eso dice: Moriré una vez. - La muerte de los malvados en el mundo futuro =
condenación eterna.
Midr Sal. LXX § 2 (16t b): ¡Ay de los malvados, que mueren (= son
condenados) en el mundo futuro sólo a causa de la envidia y la ira! Como está
escrito: “Al necio le mata la
cólera, y al fatuo la envidia”, Job V, 2.
Targ Jerus. I Num. XXXI,
50: Para que no muramos la
muerte que morirán los impíos en el otro mundo.
Targ Is. XXII, 14: Nunca se os perdonará esta iniquidad, hasta que
muráis la segunda muerte.
Targ Is. LXV, 6: He aquí que está escrito delante de mí: no les
daré duración de vida, sino que traeré sobre ellos el castigo de sus pecados, y
entregaré sus cuerpos a la segunda muerte.
Targ Is. LXV, 15: Darás tu nombre como juramento por mis elegidos, y
Jehová-Elohim te hará morir la segunda muerte.
2. οὐκ ἔχει ἐξουσίαν (no
tiene autoridad): También en los círculos judíos se supone
generalmente que los que fueron resucitados en los días del Mesías (ver arriba
en XX, 5) no volverán a morir”.
[1] El autor se equivoca. El lugar de estos
ángeles es el abismo.