martes, 21 de enero de 2025

Algunas notas a Apocalipsis XX, 4

 4. Y vi tronos y se sentaron sobre ellos y juicio se les dio, y (vi) las almas de los que habían sido decapitados a causa de “el Testimonio de Jesús” y a causa de “la Palabra de Dios”, y los que no adoraron a la Bestia ni a su imagen y no recibieron la marca sobre su frente y sobre su diestra; y vivieron y reinaron con el Cristo mil años.

 Concordancias:

 Θρόνους (tronos): cfr. Dan. VII, 9; Mt. V, 34; XIX, 28; XXIII, 22; XXV, 31; Lc. I, 32.52; Lc. XXII, 30; Hech. II, 30; VII, 49; Heb. I, 8; IV, 16; VIII, 1; XII, 2; Apoc. III, 21; IV, 2-6.9-10; V, 1.6-7.11.13; VI, 16; VII, 9-11.15.17; VIII, 3; XI, 16; XII, 5; XIV, 3; XVI, 17; XIX, 4-5; XX, 11-12; XXI, 3.5; XXII, 3.

 Ἐκάθισαν (se sentaron): cfr. Mt. XIX, 28; XX, 21.23; XXV, 31; XXVI, 64; Mc. X, 37.40; XIV, 62; Lc. XXII, 30.69; Apoc. III, 21; XIV, 14-16. Ver Mt. XXII, 44; Mc. XII, 36; XVI, 19; Lc. XX, 42; Hech. II, 30.34; Ef. I, 20; Col. III, 1; Heb. I, 3.13; VIII, 1; X, 12; XII, 2. Ver también Apoc. IV, 2-3.9-10; V, 1.7.13; VI, 16; VII, 10.15; XI, 16; XIX, 4; XX, 11; XXI, 5.

 Κρίμα (juicio): cfr. Mt. VII, 2; XXIII, 14; Mc. XII, 40; Lc. XX, 47; XXIII, 40; XXIV, 20; Jn. IX, 39; Hech. XXIV, 25; Rom. II, 2-3; III, 8; XI, 33; Heb. VI, 2; I Ped. IV, 17; II Ped. II, 3; Jud. I, 4; Apoc. XVII, 1; XVIII, 20. Ver Jn. IX, 39; XII, 48; II Tes. II, 12; Apoc. XVI, 5 (habitantes de la tierra); XVIII, 8.20; XIX, 2 (Babilonia por muerte a mártires del Anticristo).11 (Anticristo - Juicio de las Naciones). Ver Apoc. XI, 18; XX, 12-13.

 Ψυχὰς (almas): cfr. Apoc. VI, 9; VIII, 9; XII, 11; XVI, 3; XVIII, 13-14.

 Πεπελεκισμένων (decapitados): Hápax absoluto.

 μαρτυρίαν (testimonio): cfr. Apoc. I, 2; XII, 17; XIX, 10; (Mártires del Anticristo); I, 9 (San Juan); VI, 9 (Mártires del quinto Sello); XI, 7 (2 Testigos); XII, 11 (Mujer que huye al desierto). Ver μάρτυς (Testigo) en el Apocalipsis siempre se refiere a personas individuales, Apoc. I, 2.5; II, 13; III, 14; XI, 3; XVII, 16 y Ἐμαρτύρησεν (testificó): Apoc. XXII, 17-18.20. Ver Mt. X, 18; XXIV, 14; Mc. VI, 11; XIII, 9; Lc. IX, 5; XXI, 13; Hech. IV, 33; VII, 44; I Cor. I, 6; II Tes. I, 10; I Tim. II, 6; II Tim. I, 8; Heb. III, 5; Apoc. XV, 5.

 Τὴν μαρτυρίαν Ἰησοῦ (el testimonio de Jesús): cfr. Apoc. I, 2; XII, 17; XIX, 10; XX, 4 (Mártires del Anticristo); I, 9 (San Juan). Ver Apoc. VI, 9 (Mártires del quinto Sello); XI, 7 (dos Testigos); XII, 11 (Mujer que huye al desierto). Ver Mt. X, 18; XXIV, 14; Mc. VI, 11; XIII, 9; Lc. IX, 5; XXI, 13; Hech. IV, 33; VII, 44; I Cor. I, 6; II Tes. I, 10; I Tim. II, 6; II Tim. I, 8; Heb. III, 5; Apoc. XV, 5.

 Λόγον (palabra): cfr. Mt. VII, 24.26; X, 14; XIII, 19-23; Mc. II, 2; IV, 14-20.33; VIII, 38; XVI, 20; Lc. VI, 47; V, 1; VIII, 11-13.15.21; IX, 26; XI, 28; Jn. V, 24.38; VIII, 31.37.43.51-52.55; XII, 48; XIV, 23-24; XV, 3.20; XVII, 6.14.17.20; Hech. II, 41; IV, 4.29.31; VI, 2; VIII, 4.14.25.36; XI, 1.19; XIII, 5.7.44.46.48; XIV, 25; XV, 7.35-36; XVI, 6.32; XVII, 11; XVIII, 11; XIX, 10; XX, 32; Fil. I, 14; II, 16; Col. I, 5.25; IV, 3; I Tes. I, 6; II, 13; II Tim. II, 11.15; IV, 2; Tito I, 3; Heb. II, 2; IV, 2; XIII, 7; Sant. I, 18.21-23; I Ped. II, 8; II Ped. I, 19; I Jn. I, 10; II, 5.7.14; Apoc. I, 2-3.9; III, 8.10; VI, 9; XII, 11; XVII, 17; XIX, 9.13; XXI, 5; XXII, 6-7.9-10.18-19.

 Τὸν λόγον τοῦ Θεοῦ (la Palabra de Dios): cfr. Apoc. I, 2.9; III, 8; VI, 9; XII, 11; XIX, 13.

 Προσεκύνησαν (adoraron): cfr. Apoc. IX, 20; XIII, 8.12; XIV, 9-11. (Parecería que siempre en sentido peyorativo de idolatría).

 Veneración: Apoc. III, 9; IV, 10; V, 14; VII, 11; XI, 16; XIII, 4.15; XIV, 7; XVI, 2; XIX, 4.10.20; XXII, 8-9.

 Duda: Apoc. XI, 1; XV, 4.

 Cfr. Apoc. XIX, 10.

 Θηρίον (Bestia): cfr. Apoc. XI, 7; XIII, 1-4.11-12.14-15.17-18; XIV, 9.11; XV, 2; XVI, 2.10.13; XVII, 3.7-8.11-13.16-17; XIX, 19-20; XX, 10. Ver Apoc. VI, 8; XVIII, 2.

 Εἰκόνα (imagen): Cfr. Mt. XXII, 20; Mc. XII, 16; Lc. XX, 24 (el César); Rom. I, 23 (los ídolos); Apoc. XIII, 14-15; XIV, 9.11; XV, 2; XVI, 2; XIX, 20; (la Bestia).

 ἔλαβον (recibieron): cfr. Apoc. II, 17; XIV, 9.11; XIX, 20.

 Χάραγμα (marca): cfr. Hech. XVII, 29; Apoc. XIII, 16-17; XIV, 9.11; XVI, 2; XIX, 20.

 Μέτωπον (frente): Sólo en el Apoc. cfr. Apoc. IX, 4; XIII, 16; XIV, 1.9; XVII, 5; XX, 4; XXII, 4.

 Χεῖρα (mano): cfr. Mt. V, 30; XV, 2.20; XVIII, 8; Mc. IX, 43; Apoc. XIII, 16; XIV, 9. Ver Apoc. IX, 20; XVII, 4.

 Ἔζησαν (vivieron): cfr. Jn. V, 25; XI, 25-26; XIV, 19; I Tes. IV, 15.17; V, 10; Apoc. I, 18; II, 8; IV, 9-10; V, 14; VII, 2; X, 6; XV, 7; XX, 5. Ver Apoc. III, 1; XIII, 14; Apoc. XIX, 20.

 Ἐβασίλευσαν (reinaron): cfr. Lc. I, 33; XIX, 14.27; Rom. V, 17.21; I Cor. XV, 25; I Tim. VI, 15; Apoc. V, 10; XI, 15.17; XIX, 6; XX, 6; XXII, 5.

 Χριστοῦ (Cristo): cfr. Apoc. XI, 15; XII, 10; XX, 6.

 Χίλια ἔτη (mil años): cfr. II Ped. III, 8; Apoc. XX, 2-3.5-7.

  

Notas Lingüísticas:

 Zerwick: “ἐκάθισαν (se sentaron), no se indica el sujeto: ¿Los apóstoles? ¿Los fieles de Cristo?”.

 Zerwick: “κρίμα: juicio; aquí parecería que es la potestad de juzgar”.

 Zerwick: “τὰς ψυχὰς (las almas): a saber, “vi”.

 Zerwick: “καὶ οἵτινες (y a los que): “y los que”, tal vez “y todo aquel que”; parecería que además de los mártires incluye a los confesores”.

 Charles: “τῶν πεπελεκισμένων, esto es, decapitados por la πέλεκυς (hacha) el instrumento de pena capital en la Roma republicana (…) en VI, 9 y XVIII, 24 encontramos ἐσφαγμένων, palabra usada en relación con el Cordero que fue sacrificado: V, 6.9.12; XIII, 8”.

 

 Comentario:

 Straubinger: “Martini opina que “el orden de estas palabras parece que debe ser este: Vi tronos y las almas de los que fueron degollados, etc. y se sentaron y vivieron y reinaron, etc.”. Cfr. III, 21 y nota. Otros piensan que esos tronos serán sólo doce (Mt. XIX, 28), reservados a aquellos que se sentaron, pues de esos otros resucitados no se dice que se sentaran, aunque sí que reinaron por no haber adorado como todos al Anticristo (cap. XIII), que fue destruido en el capítulo anterior (XIX-XX), y serán reyes y sacerdotes (v. 6; I, 6; V, 10). Véase I Cor. VI, 2-3, donde S. Pablo enseña que los Santos con Cristo juzgarán al mundo y a los ángeles. Cf. Sab. III, 8; Dan. VII, 22; Mt. XIX, 22; Lc. XXII, 30; I Cor. XV, 23; I Tes. IV, 13 ss; Jud. 14 y notas”.

 Crampon: “Sentáronse, etc.: La frase está cortada por un paréntesis; antes de decirnos cuáles eran los personajes, nos los pinta tal como los ve él mismo, tomando posesión de sus tronos y de su poder de jueces (I Cor. VI, 2-3).

 Crampon: “Los mil años: el artículo “los” falta en muchos manuscritos griegos, pero está suficientemente apoyado por los textos griegos y la versión siríaca; además, el contexto basta para probar que no se trata, en todo este pasaje, sino de un solo y mismo período milenario”.

 Allo: “El sujeto de ἐκάθισαν (sentáronse) no está expresado; sólo la tradición y el contexto pueden enseñarnos quiénes son estos asesores de Dios. Se podría pensar en los 24 Ancianos, y comparar Is. XXIV, 23 y Dan. VII, 9-10.22; pero pasajes del NT mismo, Mt. XIX, 28; Lc. XXII, 30; I Cor. VI, 3, nos hacen, tal vez, extender el sentido”.

 Allo: “τὰς ψυχὰς (las almas) está coordinada con θρόνους (tronos)”.

 Allo: “καὶ οἵτινες (y los que) ha sido traducido diversamente. א lo cambió en εἶ τινες οὐν, lo que es más claro, pero en detrimento del verdadero sentido; Agustín y Primasio parecen haber leído también εἶ τινες. La mayoría de los críticos modernos e incluso de los traductores, se toman la libertad de eliminar καὶ, para relacionar οἵτινες a πεπελεκισμένων (decapitados), (cfr. VI, 9) como si se tratara únicamente de mártires (Holtzmann; Joh. Weis: “y estos no…”; Calmes “estos son los que no adoraron a la Bestia, etc.). Esto es hacer violencia al texto, con cierta desenvoltura, a fin de librarse del apuro. Καὶ οἵτινες introduce ciertamente una nueva categoría, a menos que se lo quiera coordinar al participio πεπελεκισμένων, lo cual no es imposible en sí, pero haría un “hysteron proteron” muy duro”.

 Allo: “οἵτινες es un nominativo coordinado a un acusativo, pero el Apocalipsis se cuida poco de esta incongruencia”.

 Allo: “ἔζησαν (vivieron) podría, en el estilo del Apocalipsis, significar “revivieron” (ἀνέζησαν), cfr. II, 8; XIII, 14 y XX, 5; pero este sinónimo no es necesario en todos los casos; se puede traducir diversamente según los contextos”.

 Allo: “Se admita o no la hipótesis de Charles, la mejor explicación de 4a es la de hacer sentar sobre los tronos a quienes, según el final del versículo, deben vivir y reinar con Cristo, es decir los fieles mismos. Nuestro Señor había prometido a los Apóstoles que juzgarían las doce tribus, y San Pablo llega a declarar a los Corintios que juzgarán a los Ángeles…”.

 Allo: “San Juan parece hacer una distinción intencional entre las “almas” de los mártires, es decir de los muertos (cfr. v. 5 οἱ λοιποὶ τῶν νεκρῶν), y una categoría mucho más general, todos aquellos (οἵτινες) que resistieron las seducciones del Anticristo…”.

 Allo: “… al lado de los mártires, el Profeta coloca los confesores (Cipriano, ad Fortunatum, 12; Swete) ¿Pero hay que creer que son confesores muertos? Juan no dice que haya visto sus “almas”, como vio las de los mártires, sin duda difuntas”.

 Varias cosas hay para decir aquí:

 1) En esta enumeración hay dos grupos de seres, el primero de los cuales está, a su vez, subdividido en dos.

 I) Las Almas de:

 a) Los que habían sido decapitados a causa de “el Testimonio de Jesús”: Son los Mártires del Anticristo: XII, 17; XIII, 9-10; XIV, 12-13. Cfr. VII, 9 ss; Mt. XXIV, 15 ss.

 b) y (los que habían sido decapitados) a causa de “la Palabra de Dios”: Son los Mártires del quinto Sello: III, 8.10; VI, 9. Cfr. Mc. XIII, 9-13: Lc. XVIII, 1-7.

 II) Los que no adoraron a la Bestia ni a su imagen y no recibieron la marca sobre su frente y sobre su diestra: Son los 144.000 sellados del cap. XIV.

 2) Uso del Verbo ἔζησαν (vivieron):

 Es preciso tomar este verbo en su sentido obvio y natural y no debe ser traducido como “revivieron” o “resucitaron”, sino simplemente “vivieron”. Esto es así porque los 144.000 no resucitan puesto que no han muerto, sino que son (parte de) los raptados.

 Lc. X, 25-28: “Se levantó entonces un doctor de la Ley y, para enredarlo le dijo: “Maestro, ¿qué he de hacer para lograr la herencia de la vida eterna?”. Le respondió: “En la Ley, ¿qué está escrito? ¿Cómo lees?”. Y él replicó diciendo: “Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu fuerza y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo”. Le dijo (Jesús): “Has respondido justamente. Haz esto y vivirás”.

 Jn. V, 25-29: “En verdad, en verdad, os digo, vendrá el tiempo, y ya estamos en él, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y aquellos que la oyeren, vivirán. Porque, así como el Padre tiene la vida en Sí mismo, ha dado también al Hijo el tener la vida en Sí mismo. Le ha dado también el poder de juzgar, porque es Hijo del hombre. No os asombre esto, porque, vendrá el tiempo en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y saldrán los que hayan hecho el bien, para resurrección de vida; y los que hayan hecho el mal, para resurrección de juicio”.

 Jn. XI, 25-26: “Jesús le replicó: “Yo soy la resurrección y la vida; quien cree en Mí, aunque muera, vivirá. Y todo viviente y creyente en Mí, no morirá jamás. ¿Lo crees tú?”. Ella le respondió: “Sí, Señor. Yo creo que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que viene a este mundo”.

 Jn. XIV, 19: “Todavía un poco, y el mundo no me verá más, pero vosotros me volveréis a ver, porque Yo vivo, y vosotros viviréis”. 

 I Tes. IV, 13-17: “No queremos, hermanos, que estéis en ignorancia acerca de los que duermen, para que no os contristéis como los demás, que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también (creemos que) Dios llevará con Jesús a los que durmieron en Él. Pues esto os decimos con palabras del Señor: que nosotros, los vivientes que quedemos hasta la Parusía del Señor, no nos adelantaremos a los que durmieron. Porque el mismo Señor, dada la señal, descenderá del cielo, a la voz del arcángel y al son de la trompeta de Dios, y los muertos en Cristo resucitaran primero. Después, nosotros los vivientes que quedemos, seremos arrebatados juntamente con ellos en nubes hacia el aire al encuentro del Señor; y así estaremos siempre con el Señor”.

 I Tes. V, 9-10: “Dios no nos ha destinado para la ira, sino para adquirir la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, el cual murió por nosotros, para que, ora velando, ora durmiendo, vivamos con Él”.

 Wikenhauser: “Del reino de los mil años no se hace, propiamente, una descripción; se da más bien una interpretación de él; los v. 4-6 nos sitúan en los comienzos, y los vv. 7-10 al término del mismo.

El v. 4 es de dudosa interpretación. La primera parte (“vi tronos y a los que se sentaron en ellos, y se les dio poder de juzgar”) descansa en tres pasajes del libro de Daniel:

a) “Estuve mirando hasta que fueron puesto tronos, y un anciano de muchos días tomó asiento” (VII, 9).

b) “Sentóse el tribunal” (VII, 10.26).

c) “Se hizo justicia a los santos del Altísimo”[1] (VII, 22).

 Es decir, se otorgó a los piadosos israelitas lo que les pertenecía por derecho, a saber, el dominio del mundo. En Daniel, quien preside el tribunal es Dios, pero nada se dice sobre la identidad de quienes lo asisten en el juicio. El versículo del Apocalipsis suele explicarse como alusión a Mt. XIX, 28; Lc. XXII, 30; I Cor. VI, 2, en el sentido de que los cristianos resucitados toman sitio en los tronos y reciben el poder de juzgar al mundo. Es de observar, sin embargo, que sólo más adelante se habla de los resucitados, y que la asignación de un trono, o sea, de una silla judicial, a cada uno de ellos, es una circunstancia extraña. Según lo dicho, parece más justificada la interpretación de quienes entienden la frase en el sentido de los pasajes de Daniel mencionados anteriormente: presidido por Cristo, un tribunal del cielo toma asiento en los tronos y reconoce a los cristianos el derecho que tienen de compartir la soberanía mesiánica”.

 Eyzaguirre: “Eliminados todos los enemigos de Dios, y terminados aquellos cuarenta y cinco días de los que habla Daniel… espléndida y solemnemente comenzará aquel tranquilo y pacífico reino de Nuestro Señor Jesucristo, anunciado en las Escrituras tantas veces y de tantas maneras.

Este reino, así entendido, y tal como lo pintan el Apocalipsis y los demás libros sacros, ni ha existido ni existe en la actualidad. Esto lo vemos con nuestros ojos, y lo narra la historia constantemente…

El reino del cual habla el Apocalipsis es todavía futuro ya que se anuncia como posterior a muchos sucesos que todavía no han ocurrido: ni la destrucción de la impía Babilonia, ni el envío de las Bestias al infierno, ni la encarcelación de Satanás. Se anuncia los mil años que durará la prisión del diablo, la cual nunca se ha visto en la tierra. Tan suelto vivió y vive el diablo que se puede decir, con gran dolor del alma, que desde la muerte de Cristo hasta la actualidad reina mucho más el diablo que Cristo…

Claramente se coloca la segunda venida del Verbo de Dios en el cap. XIX, con cuya espada serán muertos los anticristianos y la Bestia enviada a los infiernos: esa Bestia que tantos mártires hizo. A estos mártires y a los que no adoraron a la Bestia, se les promete la primera resurrección para que reinen con Cristo por los mil años: et qui non adoraverunt Bestia, etc. Si, pues, han de reinar con Cristo los que no adoraron a la Bestia, se sigue necesariamente que tal reino ha de venir después de la Bestia, y esta consecuencia deben admitirla casi todos los intérpretes, los que ven en la Bestia al Anticristo…

Este reino ha de ser sobre los viadores; no se trata de los reinantes que, en cuanto resucitados, serán comprehensores, sino de los súbditos, todavía viadores. Basta con leer los versículos siguientes del Apocalipsis para cerciorarnos de esto: Et cum consummati, etc. En la otra vida no hay consumación de mil años, ni seducción del diablo, ni guerra contra el campamento de los santos y la ciudad amada. Ergo, el reino todavía futuro de Nuestro Señor con sus santos, será sobre los viadores…”.

 Caballero Sánchez: “Exégesis negadora del Milenio.

La naturaleza del premio milenario es el gran caballo de batalla de la exégesis apocalíptica.

Para los "sabios" modernos la palabra "vivieron" no entraña vida corporal, sino sólo vida espiritual. Lógicamente deberían deducir que los que así "vivieron" en consecuencia del "juicio", antes estaban muertos espiritualmente. Y, sin embargo, habían sido, antes del "juicio", santos mártires y confesores. ¿Qué necesidad tenían de venir a vivir vida espiritual que ya poseían en alto grado?

Creen los "sabios" salvar la dificultad, sosteniendo que esa vida espiritual, por tener que durar mil años, esto es, indefinidamente, no se refiere a los individuos, sino a la colectividad cristiana que abarca siglos de siglos. Pero, además de que los mil años no se aplican a "vivieron" sino a "reinaron", ¿dónde puede encontrarse una comunidad cristiana, militante o triunfante, que haya venido a vivir vida espiritual no habiéndole poseído antes?

En suma, pensar que los fieles o la Iglesia, por haber sido testigos de Jesús, hasta dar su vida por Él, han merecido como galardón en el día de su juicio el nacer a la vida espiritual, es una necedad tan patente que uno se pregunta cómo ha podido tener cabida en mentes normales.

Si la palabra "vivieron" ha dado lugar a tan desatinada polémica, mayor aún la ha suscitado la expresión siguiente: "y reinaron con el Cristo por mil años".

Así como aquella "vida", dicen los "sabios", no toca al cuerpo sino sólo al alma, así también este "reino" no puede ser temporal en este mundo, sino moral y espiritual; ni puede empezar en la Parusía, sino terminar en ella; ni debe ser un premio para los vencedores muertos en la lucha contra el mal, sino un carácter específico de todos los militantes en las filas cristianas. Para entender este "reino", los "sabios" exigen que se lo identifique con el "juicio" y con la “vida” que gozan todos los fieles, y que se reduzca a "la influencia soberana que ejercen las oraciones de los cristianos sobre el curso de los acontecimientos"… Cuando se acabe el mundo en la Parusía, entonces terminará el "reino milenario" de los creyentes en Cristo, para reconcentrarse en el "reino del Padre" con la visión beatifica.

Estos doctores apoyan su tesis en dos grandes argumentos:

Primero, la necesaria anterioridad del "reino milenario" a la batalla cumbre del gran Día del Señor y a la derrota de las Bestias. Pues, no hay que desdoblar el "Anticristo" en las Bestias primero, y en Gog y Magog mil años después. Las Bestias con Gog y Magog forman un todo idéntico, cuya cima es el "Anticristo" derrotado en Harmageddón. Terminada esta batalla, el mundo se acaba con el juicio universal, y termina para siempre la historia de la humanidad. Un "reino milenario" que sucediera cronológicamente a la derrota de las Bestias es una “fábula” que no merece la atención de los "sabios".

El segundo argumento está en el texto que sigue, donde la "vida” nueva, otorgada a los cristianos y llamada "resurrección primera", se pone en contraposición a "muerte segunda". Ahora bien; la "muerte segunda" es, de toda evidencia, la "condenación eterna". Luego, la "primera resurrección", por contraste, tiene que ser la "vida eterna" cuyo germen es la gracia y cuyo fruto es la visión beatífica independientemente de la resurrección del cuerpo. Luego, todos los cristianos que están en gracia de Dios poseen esa resurrección primera. Luego, no hay en la Revelación otra resurrección que la universal y final tras la agonía del mundo y de la humanidad, como prolegómeno al Juicio universal y trascendente de todos los hombres sin distinción. Por lo tanto, hablar de un "reino milenario de Justos resucitados mil años antes del juicio final, es una simpleza contra la cual los "sabios" tienen que protestar, pidiendo a Pedro que con su arco arroje sobre ella una flecha certera: "cesset ergo mille annorum fabula".

La verdadera y única razón que explica la negación de los "sabios" es su completa ininteligencia de las realidades apocalípticas.

Han diluido todos los símbolos, cosas, personajes y cifras en una amalgama vaporosa que se extiende a todo cuanto ellos quieren. Han tomado las palabras en su sentido material, sin tener en cuenta el sentido espiritual de los símbolos proféticos y, por lo mismo, a los textos qua hablan de "mar, tierra, aire, árboles, agua, ríos, sol, estrellas, ángeles, terremoto", etc. etc. les han hecho decir cosas fabulosas que sólo tienen ser en sus aberraciones fantásticas. El que cree, por ejemplo, que los cataclismos de las copas son de orden físico y cósmico, y que la batalla de Harmageddón es la sepultura de la humanidad, no podrá nunca convencerse de que el encarcelamiento del Dragón y el reino milenario se sitúan después de la eliminación de las Bestias en aquella batalla. Toda interpretación que se coloca fuera del simbolismo y de la escatología profética está viciada en la raíz y conduce a desvirtuar los textos más claros.

No se comprende cómo inteligencias perspicaces y rectas no se sienten torturadas cuando se ven obligadas a desvirtuar esas divinas palabras ¿Cómo puede, v. g., una inteligencia recta identificar las tres realidades "juicio, vida resucitada, reino”, que el texto distingue tan perfectamente, y diluirlas en "la eficacia de las oraciones cristianas a través de los siglos?”. Porque "juicio", en el texto, es una potestad dada por Dios a ciertos personajes para iniciar la concesión a los muertos "mártires" de un premio especial. Cuando los "jueces" han seleccionado a estos justos de entre los muertos, termina su trabajo y se alza el tribunal. El premio concedido es doble: "vida" o “resurrección primera"; primera en relación con la que vendrá, después del milenio, para los "restantes muertos"; "vida" que domina el milenio y abarca la eternidad; y "reino" con Cristo por mil años, reino pacífico, sin trabas diabólicas, hasta la soltura postmilenaria del Dragón; reino sobre la tierra; reino cuya naturaleza será explicada después. Los antiguos que distinguían, en la recompensa de los buenos, la "vida eterna" y el "reino" celestial, tenían razón.

Si se lee el texto sin prejuicios, forzoso es admitir que los "mártires" muertos "vivieron", resucitando gloriosamente. Esta "vida" no es para mil años, sino para siempre. También "vivirán" los "restantes muertos" de la "tierra", pero cuando se cumplan los mil años; y vivirán, resucitados también en gloria eterna, pero sin haber tomado parte en el "reino milenario con Cristo", ya por entonces terminado. El contraste que aparece en el texto no es entre resurrección primera y muerte segunda, sino entre primera resurrección al principiar el milenio, y segunda resurrección al término de él. Pues quien dice: los restantes muertos no vivieron hasta que fuesen cumplidos los mil años", dice implícitamente que, cumplidos esos años, vivirán esos muertos…”.

 Gelin: “En cuanto al reino de mil años, he aquí algunas aclaraciones sobre los orígenes y la significación de la imagería:

a) Las teorías judías sobre el reino mesiánico: Desde hace mucho tiempo se imagina la felicidad mesiánica como una edad de oro terrestre al cual parecería no ponérsele límites (Is. LXV, 17 ss; Enoc, XVII-XXXVI) y que se inauguraría por un juicio, a veces incluso (Testamento de los doce Patriarcas) por una resurrección. Poco a poco, al espiritualizarse la concepción de la retribución, el judaísmo le dio una importancia suprema a la existencia de ultratumba. El reino mesiánico fue entonces concebido como un gusto anticipado en la tierra de la felicidad celeste; no duraría más que un tiempo y terminaría por la resurrección, el juicio y la consumación de todas las cosas (esquema del IV de Esdras; opinión dominante de los rabinos en tiempo de Jesús). Se discutía mucho la duración de este preludio, que Rabí Jehouda el Santo, llamado también Rabi (¿muerto en el 217?) osó estimar en 365.000 años. Más modestos, R. Akiba (muerto en 135) hablaba de 40 años, según la duración del Éxodo, y IV Esd. VII, 28, de 400 años, según la duración de la cautividad en Egipto. R. Eliezer (hacia el 90) pensaba en 1.000 años; razonando sobre lo dicho en Sal. XC, 15, pretendía que el tiempo de la alegría tendría la misma duración que el de la humillación (400 años de exilio en Egipto, + 111 del yugo extranjero bajo los Jueces; cfr. Jue. III, 8.14; IV, 3; VI, 1; X, 6; XIII, 1 + 490 años desde el exilio de Babilonia hasta la toma de Jerusalén por los Romanos = 1001). Es probable que R. Eliazar, poco personal, simplemente reproduzca una teoría de escuela, que ha podido conocer igualmente el autor del Apocalipsis (cfr. Strack-Billerbeck, III, 824-827).

b) La interpretación literal. Algunos autores cristianos de los primeros siglos lo han pensado: Cristo reinará 1000 años en Jerusalén (v. 9) antes del juicio final. El autor de la Epístola de Bernabé (XV, 4-9) es un milenarista ferviente; para él el Millenium se coloca en una teoría completa de la duración del mundo, paralela a la duración de la semana genesiáca: 6000 + 1000 años. Papías es un milenarista ingenuo (Eusebio, H. E. XXXIX, XI-XIII). Justino, más advertido, sin embargo, cree que el milenarismo forma parte de la ortodoxia (Diálogo con Trifón, LXXX-LXXXI), Ireneo lo mismo (Adv. haer. V, XXVIII, 3), al que sigue Tertuliano (Adv. Marcionem, III, XXIV; PL, II 355-356). En Roma San Hipólito fue el paladín de los milenaristas contra el sacerdote Cayo, que precisamente negaba la autenticidad joánica del Apocalipsis para abatir más fácilmente el milenarismo. La polémica fue más viva todavía en Egipto; en los alrededores de Egipto, numerosas aldeas, devenidas milenaristas, hicieron cisma; el obispo San Dionisio ha narrado cómo, después de una discusión de tres días, forzó al jefe de la secta a declararse vencido (Eusebio, H. E. VII, XXIV). Se cuenta entre los partidarios más o menos netos del milenarismo a Apolinario de Laodicea, Lactancio, Victorino de Pettau, Sulpicio Severo, San Ambrosio. San Jerónimo, ordinariamente tan vivo, tiene para con estos hombres una cierta indulgencia (In Isaiam, libro 18). San Agustín, que dará la interpretación destinada a hacerse clásica, había antes profesado durante cierto tiempo la opinión que luego combatirá. Desde entonces el milenarismo cayó en el olvido, no sin dejar curiosas supervivencias, como las oraciones para obtener la gracia de la primera resurrección, consignadas en antiguos libros litúrgicos de Occidente (Dom Leclercq, Dict. d´archéol. et lit. art. Millénarisme, XI, 1192-1194). Incluso hoy en día no está del todo muerto ya que de tiempo en tiempo aparece algún estudio que le es muy favorable (cfr. por ejemplo Madeleine Chasles, Celui qui revient, estudio que reprobó la autoridad eclesiástica[2]: Avignon, Aubanel, 1936, pp. 237-249).

Una de estas reviviscencias enfermizas del error en Chile, provocó, el 11 de julio de 1941, una nota del Santo Oficio (…) el decreto del 19-21 de julio de 1944, implica una condena formal del sistema: Systema millenarismi mitigati tuto doceri non posse. El decreto es doctrinal; la teoría no es segura desde el punto de vista de la fe[3].

Digamos a grandes rasgos que el milenarismo ha desaparecido poco a poco. Fue en el cristianismo una supervivencia de la mentalidad judía tan proclive a materializar la retribución.

Algunos críticos católicos contemporáneos, por ejemplo, Calmes, admiten también la interpretación literal del pasaje que estudiamos. El milenio sería inaugurado por una resurrección de los mártires solamente, en detrimento de los otros muertos (v. 5)”.

 (Luego pasa a desarrollar la interpretación alegórica).

 Swete: “Tronos: el plural tal vez significa Cristo y sus asesores: los Apóstoles (Mt. XIX, 28) y los Santos (I Cor. VI, 3); cf. Dan. VII, 22. A estos se les da poder de pronunciar sentencia”.

 (Y/o de promulgar leyes, ¿por qué no?).

 Swete: “καὶ οἵτινες (y los que): Introduce una segunda clase de personas: los confesores, y otros que fueron fieles durante la persecución…”.

 Swete: “Cristo: Ocurre en el Apocalipsis aquí y en XI, 15; XII, 10 y XX, 6 y en cada caso, probablemente, es una evocación de Sal. II, 2”.

 Ramos García (Apoc.): “Reino pacífico. Creo que estas palabras miran la promesa de Cristo “os sentaréis sobre doce tronos para juzgar a las tribus de Israel” y también las promesas hechas a los vencedores en las siete epístolas al comienzo del Apocalipsis. Los Milenaristas[4] admiten una presencia visible de los Apóstoles (esta sentencia no está bien vista). Según nosotros, los Apóstoles tendrán una protección especial sobre el pueblo de Israel. Algunos santos estarán encargados de otros pueblos, pero los asistirán invisiblemente”.

 Ramos García (Apoc.): “Vivieron y reinaron: según algunos, es una resurrección espiritual, pero ya vivieron espiritualmente en el cielo. Aquí se trata realmente de vivir con el cuerpo; es una resurrección anticipada, como vimos al comienzo. Se trata de una participación en la vida y potestad de Cristo en el reino”.

 Torres Amat: “Según San Agustín [Lib. XX. de Civ. Dei, cap. VIII), por estos mil años se denota todo el tiempo desde la muerte de Jesucristo hasta el fin del mundo. Durante esta época está el demonio como atado o enfrenado por Cristo, sin poder obrar, como antes lo hacía a menudo, contra los cuerpos de los hombres, ni engañarlos con los oráculos de los ídolos, etc., etc. Pero al fin del mundo quedará como desatado por un breve tiempo, y permitirá Dios que explaye su encono contra varios hombres, para que se cumplan los sabios e insondables designios de Su infinita bondad. Puede decirse que de este texto de San Juan tuvo origen la opinión de los milenarios, llamados así por creer que Jesucristo ha de reinar por el tiempo de mil años, y con Él los escogidos, después de haber vencido al Anticristo. San Agustín siguió algún tiempo esta opinión; y aunque después la desechó, nunca se atrevió a condenarla como herética, por respeto a los santos varones de la antigüedad que la sostuvieron. Lo mismo hizo San Jerónimo; el cual hablando de ella (exponiendo el cap. XX. de Jeremías) dijo: “Nosotros no la seguimos; mas no nos atrevemos a condenarla, porque así pensaron muchos varones de la Iglesia y mártires: cada uno siga su opinión; y resérvese todo para el juicio del Señor”. 

Pero es menester tener presente que hubo algunos que defendían que estos mil años se pasarían entre deleites de la carne, continuos convites, etc. Estos milenarios carnales siempre han sido condenados y detestados por la Iglesia. No obstante, aún los milenarios puros, de los cuales hablaron San Agustín y San Jerónimo, fueron impugnados desde los primeros siglos por San Dionisio de Alejandría, Cayo, presbítero de Roma, y otros (Véase Eusebio, Hist. Eccles. Lib. III. c. 28, 29 y Lib. VII. c. 24). Y a la verdad, este reino de Jesucristo en la tierra no puede apoyarse sólidamente en lo que dice San Juan en el Apocalipsis; es una opinión abandonada de casi todos los escritores católicos, y no parece conforme con la doctrina del Evangelio, explicada en el concilio de Florencia (¿?). El sabio jesuita Lacunza ha escrito en estos últimos años a favor de la sentencia de los milenarios puros o espirituales, una obra con este titulo: Venida del Mesías en gloria y majestad, por Juan Josafat Ben-Ezra. Dicha obra es digna de que la mediten los que particularmente se dedican al estudio de la Escritura, pues da luz para la inteligencia de muchos textos oscuros; pero no miro conveniente que la lean aquellos cristianos que solo tienen un conocimiento superficial de las verdades de nuestra Religión, por el mal uso que pueden hacer de algunas máximas que adopta el padre Lacunza”.

 Comblin: “El Apocalipsis expresa la resurrección de Jesús (II, 8) o de los testigos martirizados (XX, 4-5) por la palabra vivir: “vivió”, en el sentido de “fue vivo de nuevo”.

 Strack-Billerbeck: “La sinagoga precristiana consideraba que el tiempo de la finalización absoluta comenzaba con la aparición del Mesías; para ellos, por lo tanto, el reinado del Mesías debía durar siempre. Sólo la sinagoga post-cristiana distingue entre los días del Mesías y la consumación final en el Olam ha-ba, es decir, en el mundo venidero: aquellos están limitados en el tiempo, sólo el "Olam ha-ba dura para siempre". Las opiniones sobre la duración del período mesiánico han sido muy diferentes desde el principio. En primer lugar, se resumen aquí las diferentes tradiciones al respecto.

 1. La duración de los días del Mesías.

 I. Las tradiciones palestinas.

 a. Tanch nnn 7 b: ¿Cuánto duran los días del Mesías?

R. Aqiba ( c. 135) dijo: 40 años; como los israelitas pasaron 40 años en el desierto, así él (el Mesías) los arrastrará al desierto y los hará comer hierba salada y retama[5], ver Job XXX, 4.

R. Eliezer (probablemente hijo de R. José Ha-gelili, c. 150) dijo: 100 años.

R. Berekhja (c. 340) dijo en nombre de R. Dosa (¿c. 180?): 600 años.

Rabbi (¿ 217?) dijo: 400 años[6], como está dicho: “Le haré ver prodigios como en los días de tu salida del país de Egipto”, Miq. VII, 15. Como (la estancia) en Egipto duró 400 años, así también los días del Mesías durarán 400 años.

R. Eliezer (probablemente b. Hircanus, c. 90) dijo: 1000 años, como está dicho: “Alégranos por los días en que nos humillaste, por los años en que conocimos la desventura”, Sal. XC, 15[7].

R Abbahu (c. 300) dijo: 7000 años, como está dicho: “Como el novio se complace en la novia, así serás tú el gozo de tu Dios”, Is. LXII, 5. Como los días de la fiesta de bodas son 7 días, así también los días del Mesías son 7000 años (pues 1 día de Dios = 1000 años, ver Sal. XC, 4).

Los Rabanan dijeron: 2000 años, como está dicho: “Porque había fijado en mi corazón el día de la venganza (= 1000 años), y el año de mis redimidos (= 1000 años) había llegado”, Is. LXIII, 4 (probablemente otro pasaje pertenece aquí).

 b. PesiqR 1 (4 a): ¿Cuánto duran los días del Mesías?

 R. Aqiba dijo: 40 años, ver Deut. VIII, 3: “Te afligió y te hizo padecer hambre” (40 años durante la travesía del desierto), y además dice el Sal. XC, 15: “Alégranos por los días en que nos humillaste”. Así como la aflicción allí duró 40 años, también la aflicción de la que se habla aquí[8].

R. Abin (I, c. 325; II, c. 370) ha dicho: ¿Cuál era el fundamento bíblico de R. Aqiba? “Le haré ver prodigios como en los días de tu salida del país de Egipto”, Miq. VII, 15. (Así como los milagros duraron 40 años después del éxodo de Egipto en el desierto, así también los milagros en el tiempo mesiánico).

R. Eliezer (es decir, Ben Hircano, c. 90) dijo 400 años, ver Gén. XV, 13: Serán reducidos a servidumbre y oprimidos durante cuatrocientos años”; y en Sal. XC, 15 se dice: “Alégranos por los días en que nos humillaste.

R. Berekhiah dijo en nombre de R. Dosa el Viejo: 600 años, ver Is. LXV, 22: Como los días de los árboles serán los días de mi pueblo”. ¿A qué árbol se refiere? El tronco de los sicómoros (así según GnR 12 [9 b] y según NuR 13 [170a]), que se mantiene 600 años.

R. Eliezer b. José Ha-gelili (c. 150) dijo: 1000 años, ver Sal. XC, 4: “Así como mil años son a tus ojos lo que el día de ayer; y además ver Is. LXIII, 4: Había fijado en mi corazón el día de la venganza, y el año de mi redención había llegado”, y 1 día de Dios son 1000 años.

R. Jehoschua (c. 90) dijo: 2000 años, ver Sal. XC, 15: Alégranos por los días en que nos humillaste”; y “días” (plural) no son menos de 2 días, y 1 día de Dios son 1000 años.

R. Abbahu dijo: 7000 años, ver Is. LXII, 5: “Como el novio se complace”, etc. (ver arriba en a).

Rabbi (¿ 217?) dijo: No se puede calcular (el comienzo del tiempo del Mesías), pues Is. LXIII, 4 dice: “Había fijado en mi corazón el día de la venganza” (por lo que no se dará a conocer a nadie, ver Midr. Sal. IX, §2; Midr Qoh. XII, 9 y San. 99 a). ¿Y cuánto duran los días del Mesías? 365000 años son los días del Mesías (Is. LXIII, 4 habla de un "año de redención"; 1 año = 365 días, 1 día de Dios = 1000 años, así que un año de Dios = 365000 años).

 c. Midr Sal. XC, 17 (197 a): ¿Cuánto duran los días del Mesías?

 R. Eliezer (c. 90) dijo: 1000 años, ver Sal. XC, 4: “Así como mil años son a tus ojos lo que el día de ayer”.

R. Yeoshua (c. 90) dijo: 2000 años, ver Sal. XC, 15: “Alégranos por los días en que nos humillaste”. "Días", es decir 2 días y 1 día de Dios dura 1000 años, ver Sal. XC, 4.

R. Berekhiah y R. Dosa el Viejo dijeron: 600 años, ver Is. LXV, 22: “Como los días de los árboles serán los días de mi pueblo”. Y una tribu de sicomoros permanece 600 años en la tierra.

R. José (el galileo, c. 110) dijo: 60 años, ver Sal. LXXII, 5: Así te temerán (al Mesías) ... generación, generaciones. Una generación son 20 años, las generaciones (al menos dos) son 40 años, que juntos hacen 60 años.

R. Aqiba ( c. 135) dijo: 40 años, correspondientes a los días en que nos afligiste en los 40 años que los israelitas pasaron en el desierto, ver Deut. VIII, 3: “Te afligió y te hizo padecer hambre”.

Los Rabanan dijeron: 354 años, correspondientes al número de días de un año lunar, según el cual cuentan los israelitas; pues está escrito: “El año de mis redimidos había llegado (= 354 días anuales) (así según las ediciones y manuscritos más antiguos, mientras que en la edición de Buber se lee: Nuestros maestros dijeron: 4000 años, ver Is. LIII, 4; pero este registro deja los 4000 años sin explicar).

R. Abbahu ha dicho: 7000 años, que corresponden a los días del novio en su cámara nupcial, ver Is. LXII, 5 (como arriba en a y b).

D. Pesiq 29a: "Peleará Jehová con Amalec de generación en generación", Ex. XVII, 16... R. José el Galileo (c. 110) dijo: Desde la generación de Mardoqueo y Esther hasta la generación del Mesías, que dura 3 generaciones. ¿De dónde viene que la generación del Mesías dure 3 generaciones? Porque se dice: “Te temerán generación, generaciones” (ver más arriba en c) Sal. LXXII, 5. - Igualmente Tanch nnn 23 a y TanchB nnn § 18 (22 b), salvo que aquí falta el epíteto "el galileo". Mekh Ex. XVII, 16 (64b) atribuye este dicho a R. Eliezer (nacido en Hircano, c. 90), ciertamente es incorrecto porque este erudito interpretó inmediatamente antes las palabras "de generación en generación" en el sentido de “siempre”. - También SDt 32, 7 § 310 (134 a) anonimiza la conclusión del Sal. LXXII, 5 de que el tiempo del Mesías es de 3 generaciones.

 II. Las tradiciones babilónicas

 a. Sanh. 99a (1 Baraíta): R. Eliezer (c. 90) dijo: los días del Mesías durarán 40 años, ver Sal. XCV, 10: “Durante cuarenta años me dio asco aquella generación”.

R. Eliazar b. Azariah (c. 100) dijo: 70 años, ver Is. XXIII, 15: “Y será en aquel día que Tiro quedará olvidada setenta años, correspondientes a los días de un rey”. ¿Quién es este rey? Este es el Mesías.

Rabbi ( ¿217?) dijo: 3 generaciones, ver Sal. LXXII, 5: “Te temerán generación, generaciones” (que son 3 generaciones).

 b. Sanh. 99a (2º Baraíta):

R. Eliezer (c. 90) dijo: Los días del Mesías duran 40 años. Aquí se dice: “Te afligió y te hizo padecer hambre”, (es decir, 40 años en el desierto) Deut. VIII, 3 y allí se dice: “Alégranos por los días en que nos humillaste”, Sal. XC, 15.

R. Dosa dijo, 400 años. Lo dice aquí: “Serán reducidos a servidumbre y oprimidos durante cuatrocientos años”, Gén. XV, 13 y allí dice: “Alégranos por los días en que nos humillaste”, Sal. XC, 15.

Rabbi ( 217?) dijo: 365 años, según el número de días de un año solar, ver Is. LXIII, 4: “Había fijado en mi corazón el día de la venganza”, etc.

Abimi b. Abbahu ( 330) enseñó como tradición tanaítica: Los días del Mesías duran para Israel 7000 años, ver Is. LXII, 5: “Como el novio se complace”, etc.

Rab Yehuda ( 299) dijo que Schemuel ( 254) había dicho: Los días del Mesías durarán tanto como el día de la creación del mundo hasta ahora, ver Deut. XI, 21: “Para que tus días y los días de tus hijos sobre la tierra… sean tan numerosos como los días del cielo sobre la tierra”.

Rab Najman b. Jicchaq ( 356) ha dicho: Tanto como desde los días de Noé hasta ahora, ver Is. LIV, 9: Pues esto es para Mí (como lo de) las aguas de Noé, cuando juré que las aguas de Noé no inundarían más la tierra; así he jurado no enfurecerme más contra ti, ni amenazarte (El Midr. lee nnn como nnn).

c. Sanh. 97 a: En la escuela de Elías se enseñó: 6000 años existirá el mundo: 2000 años de él vienen al Tohu (tiempo sin Torá), 2000 años a la Torá (reinado) y 2000 años a los días del Mesías; y por nuestros pecados, que son grandes, por estos (que debieron comenzar en el año 4000 después de la creación del mundo, es decir, en el 240 d.C.) ha pasado lo que ha pasado. - Lo mismo en AZ 9a; Seder ElR 2 Nota.

 2. Habiendo considerado cuidadosamente todos los puntos de vista en cuestión, creemos que podemos distribuir las diferentes opiniones entre los diversos eruditos rabínicos de la siguiente manera:

a. R. Eliezer b. Hircanus (c. 90) establece 1000 años para el reinado del Mesías basándose en Sal. XC, 15.

b. R. Jehoschua (c. 90) basado en Sal. XC, 15, 2000 años.

c. R. Eleazar b. Azariah (c. 100) según Is. XXIII, 15, 70 años.

d. R. Aqiba ( c. 135) según Deut. VIII, 3 y Sal. XC, 15 o según Miq. VII, 15 y Sal. XCV, 10, 40 años.

e. R. José el Galileo (c. 110) según Sal. LXXII, 5, 3 generaciones = 60 años.

f. R. Dosa (¿180?) según Is. LXV, 22, 600 años.

g. R. Eliezer b. José Ha-gelili (c. 150) según Gén. XV, 13 y Sal. XC, 15, 400 años, también IV Esd. VII, 28.

h. Un R. Eliezer no identificable, 100 años.

i. Rabbi (¿217?) según Is. LXIII, 4, 365 años (en tiempos posteriores ampliados a 365.000 años utilizando el Sal. XC, 4.

k[9]. Muchos rabinos, probablemente en la época de R. Jehoschua (c. 90), según Is. LXIII, 4, 2000 años.

l. Muchos rabinos, probablemente en la época de Rabbi (¿ 217?), 354 años.

m. Una Baraita de la escuela de Elías, 2000 años.

n. Una Baraita (después R. Abbahu) según Is. LXV, 5, 7000 años.

o. Schemuel ( 254) fija la duración del tiempo del Mesías = el período que va desde la creación del mundo hasta su presencia, aproximadamente = 4000 años, v. según Deut. XI, 21. El número 4000, según una lectura en Midr. Sal., también defendido por una mayoría de rabinos.

p. R. Abbahu (c. 300) según Is. LXII, 5, 7000 años.

q. Rab Najman b. Jicchaq ( 356) cuenta en el tiempo del Mesías tantos años como han pasado desde Noé hasta su tiempo, es decir, sobre la base de Is. LIV, 9. Eso serían 3060 años desde el nacimiento de Noé hasta el 356 d.C. y 2460 años desde el diluvio.

 3. El cálculo de la duración del período mesiánico se hace:

 a. Sobre la base del esquema de la semana mundial, según el cual se asignan 2000 años al tiempo mundial sin la Torá, 2000 años al tiempo de la regla de la Torá (desde el año 52 de la vida de Abraham hasta el 240 d.C.), 2000 años a los días del Mesías (que deberían haber comenzado en el 240 d.C.), y 1000 años al sábado mundial. - Así R. Jehoschua, un mayor número de eruditos, que probablemente fueron contemporáneos suyos, y la Baraíta de la escuela de Elías;

b. Basado en los intentos de modelar la redención segunda o mesiánica según la primera redención de Egipto. Aquí pertenecen los 40 años de R. Aqiba, correspondientes a los 40 años de travesía por el desierto, y los 400 años de R. Eliezer b. José Ha-gelili y IV Esdras, correspondientes a los 400 años de esclavitud egipcia. Para los 40 años sirven como evidencia bíblica Sal. XCV, 10 y Miq. VII, 15, pero especialmente Deut. VIII, 3 en relación con Sal. XC, 15; para los 400 años Gén. XV, 13 y Sal. XC, 15;

c. Sobre la base de varios pasajes de las escrituras. Así, R. Eliezer, R. Elazar b. Azariah, R. José el Galileo, R. Dosa, Rabí, Schemuel, R. Abbahu y Rab Najman b. Jicchaq.

 4. R. Eliezer b. Hircanus (c. 90) es la autoridad rabínica más antigua que defiende el reinado de 1000 años del Mesías. Sin embargo, no se deduce que también fuera el autor real de esta opinión. R. Eliezer era considerado por sus contemporáneos como el representante más tenaz de las observancias y tradiciones más antiguas; podía decir de sí mismo: "Nunca he hecho una afirmación que no haya oído de boca de mi maestro”, Sukka 28a. Por lo tanto, es bastante probable que la duración de 1000 años del período mesiánico ya se enseñaba en las escuelas judías antes de R. Eliezer”.



[1] Straubinger traduce: “El juicio fue dado a los santos del Altísimo”.

[2] Nota mía: La Traducción española tiene el Imprimatur del Obispo de San José de la Mariquina, Chile, en el año 1938.

[3] Nota mía: De acuerdo en que el decreto es doctrinal y que implica una condena, pero omite el autor dos circunstancias: la primera, que es una condena prudencial y no una decisión definitiva, y segundo, y más importante, la condena recae sobre una presencia visible de Cristo. Nada dice sobre una presencia invisible, sostenida, por lo demás, por los principales autores (Lacuza, Ramos García, Chasles, Van Rixtel).

[4] Tener en cuenta que Ramos García distingue los Milenaristas de los Milenistas. Los primeros admiten un reino visible y los otros no.

[5] R. Aqiba, que reconocía a Bar Kokhba como el Mesías, consideraba que el período mesiánico no era más que un tumultuoso período de transición hacia el Olam ha-ba, al igual que la travesía de 40 años por el desierto de Israel es la etapa de transición hacia la posesión de la Tierra Prometida. De ahí sus 40 años.

[6] 400 años duran los días del Mesías también según IV Esd. VII, 28; ver el pasaje en I Cor. XV, 51 p. 481 nota b.

[7] Si añadimos a los 400 años de la estancia egipcia, los 111 años de la dominación extranjera en la época de los jueces (ver Juec. III, 8.14; IV, 3; VI, 1; X, 6; XIII, 1) y los 490 años que la cronología oficial de la antigua sinagoga supone desde el exilio babilónico hasta la destrucción de Jerusalén por los romanos, obtenemos la suma de 1001 años o aproximadamente los 1000 años de R. Eliezer.

[8] De nuevo, para R. Aqiba, el tiempo del Mesías no es más que un periodo de tormenta y apremio.

[9] Nota mía: falta el inciso j.