La Sagrada
Liturgia
por Dom Adrien Gréa (Reseña),
Traducciones CJ, p. 279, año 2023
El
gran autor del inmortal libro “La Iglesia, su divina Constitución” (que hemos
publicado en el blog), y a quien el mismísimo San Pío X pensó en hacer Cardenal, nos deleita con un excelente estudio sobre la Sagrada Liturgia.
Se
respira en estas páginas la misma unción que inspiraron las páginas del libro
sobre la Iglesia. Si de aquel libro podía decirse que, además de ser un
excelente tratado teológico, estábamos en presencia de un poema, ¿qué
podremos decir en esta ocasión?
Se trata de un completo estudio sobre la Liturgia, que el Autor resume en tres párrafos en el Prefacio:
“La Santa Iglesia aquí abajo entra en contacto con los
elementos de este mundo destinado a perecer con todo el orden del hombre
viejo, cuando se cumplan los designios de Dios sobre sus elegidos; en estos
elementos, la Iglesia toma como si fuera la porción de Dios de la naturaleza,
que es obra suya; extrae de ella la materia de los sacramentos, y, más allá de
los sacramentos, reserva para el servicio de Dios y desprende de los usos
profanos una porción selecta y como si fuera las primicias de las criaturas;
luego, a través del órgano de las cosas creadas que se han convertido en
sagradas, eleva a Dios el olor del sacrificio y la voz de la oración.
El
orden natural de este estudio nos invita a comenzar por lo que concierne
esencialmente al servicio de Dios, es decir, el Oficio divino y la santa Misa,
que es su parte principal, a la que le es más propio el nombre de liturgia, y
que le da toda su dignidad y virtud sobrenaturales; éste será el objeto de
nuestros dos primeros libros.
A continuación, consideraremos, en su relación con la sagrada liturgia y el culto a Dios, los tiempos, personas, lugares y, finalmente, cosas y objetos muebles, que serán objeto de los cuatro libros siguientes”.
Y en la Introducción canta las glorias de la oración:
"¿Cómo
expresar la excelencia de la oración litúrgica?
Dios
creó el corazón humano para llenarlo de su amor.
Le habla y le escucha.
En
este comercio divino, hay como tres grados.
A veces el hombre está solo; es la oración individual de la que se dice:
«Tú, al contrario, cuando quieras orar entra en tu aposento, corre el cerrojo de la puerta, y ora a tu Padre que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará» (Mt. VI, 6).
A veces es la oración en asociación:
«Porque allí donde dos o tres están reunidos por causa mía, allí estoy Yo en medio de ellos» (Mt. XVIII, 20).
Nada
está más extendido en el mundo cristiano que las uniones pías y cofradías de
oración.
Pero
si la oración de un solo hijo de Dios es tan poderosa, «si la oración de dos o
tres reunidos», dice San Ignacio de Antioquía, y la de cualquier agrupación de
fieles formada por su simple voluntad y la atracción de su piedad, «tiene tan
gran fuerza, ¡qué será la oración de toda la Iglesia», es decir, el acto suplicante
de la Esposa de Jesucristo!
La
oración litúrgica es la oración de la Iglesia; es la voz de la Esposa que habla
al Esposo, y tiene un carácter misterioso que la convierte en el principio de
la única ocupación de los elegidos en la tierra.
No es
que el misterio de la comunión eclesiástica sea extraño a la oración de las
uniones pías y a la oración solitaria de los cristianos; la Iglesia está entera
en cada una de sus partes, y las anima a todas con su vida, pero están
subordinadas a ella en esta vida, y sólo obtienen gracias en esta
subordinación.
La
oración litúrgica es, pues, el homenaje más excelente que el hombre puede
rendir a Dios en la tierra; todo lo que la disminuye es una desgracia pública,
y su supresión es el último castigo con que Dios amenaza a las ciudades: «Haré
cesar en este lugar la voz del Esposo y de la Esposa» (Jer. VII, 34; XVI, 9,
etc.; Apoc. XVIII, 23), el solemne coloquio de Jesucristo y de la Iglesia.
Nuestros
padres lo comprendieron; no se extrañaban de ver numerosos coros de clérigos y
monjes animando la soledad de las iglesias y haciendo resonar las santas
salmodias a toda hora del día y de la noche; no creían que sus vidas fuesen
inútiles para el mundo. Los antiguos Cánones no permitían la consagración
solemne de un lugar de oración sin asegurar el servicio perpetuo, y el pueblo,
en su laboriosa existencia, se sentía sostenido por esas súplicas incesantes
de la Santa Iglesia velando y rezando por sus hijos.
Hoy,
en medio de tantas ruinas, en una época de tempestades por todas partes, hay
una especie de renacimiento de esta devoción principal; la ilustre abadía de
Solesmes, por obra de su glorioso restaurador, tiene una gran parte en este
renacimiento; hay una especie de movimiento en este sentido en las almas
católicas, movimiento saludable y que responde al deseo de la Santa Iglesia, ya
que es conforme a la tradición de los siglos de fe.
La sagrada liturgia tiene todas las características de la Iglesia, y participa de sus notas gloriosas; por su antigüedad se remonta a los Apóstoles; es una en su substancia, y, como la túnica de la reina, no admite diversidad sino en los ornamentos y, por así decirlo, en las perlas y bordados que la adornan; es universal y pertenece a todos los lugares así como a todos los tiempos; es santa por la santidad misma del Espíritu Santo, que la anima por dentro y que, hablando en las Sagradas Escrituras y en la Tradición, forma todo el tejido de las sagradas palabras”.
Quiera
Dios que este hermoso libro nos ayude a apreciar las bellezas de la Liturgia
católica.
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