sábado, 2 de abril de 2022

Instrucción sobre el Talmud, por P. Drach, Rabino converso (VII de XIV)

 § IV 

REDACCIÓN DE LA MISCHNÁ, COMÚNMENTE CONOCIDA COMO MISNÁ 

Preocupado por el deplorable estado de los estudios sagrados de su nación, que se había dispersado definitivamente desde su sangrienta derrota tras su revuelta bajo las banderas del falso Mesías Bar Kojba, en el reinado del emperador Adriano, que desterró a los judíos para siempre del territorio de Judea; considerando, además, que los doctores de la ley, muchos de los cuales habían perecido recientemente bajo el hierro de los soldados romanos, eran cada vez más escasos e incluso apenas bastaban para preservar en la nación el conocimiento de la ley oral, Rabí Judá determinó, a pesar de la prohibición expresa de esa misma ley, escribir toda la tradición. Se basó en la interpretación rabínica del Salmo CXIX, v. 126 (según el hebreo), según la cual es mejor abrogar un artículo de la ley sagrada que dejar que se olvide toda la ley. 

Para ello buscó con gran diligencia todos los apuntes que, en diversas épocas, se habían tomado por escrito en las academias públicas, así como todas las partes de la enseñanza oral difundida entre los doctores, a los que convocó a su alrededor en la medida de lo posible. 

Esta colección, que recibió el nombre de Misná[1], fue acogida con aplausos por todo Israel y en poco tiempo se copió en infinidad de ejemplares. Lamentablemente, además de las buenas tradiciones, que no están todas, se admitieron muchas tradiciones falsas o alteradas de los fariseos. Algunas de estas supuestas tradiciones estaban dirigidas contra el cristianismo. El progreso milagroso del culto al Nazareno no hizo sino irritar aún más a sus ciegos enemigos, que no temían utilizar el fraude y la mentira para alejar de él a los judíos. 

La redacción de la Misná, según la opinión más probable, data de un poco antes del final del siglo II, hacia el año 190 de la era cristiana. Está escrito en un hebreo puro y fácil de entender, aunque diferente del hebreo de la Biblia; se llama estilo o lengua de la Misná. Sin embargo, ya encontramos allí palabras prestadas de otras lenguas, especialmente del griego[2]. La Misná nos proporciona un sinfín de términos hebreos que se buscarían en vano en el texto del Antiguo Testamento; pero su estilo sentencioso, en forma de tesis, breve y que se presta a varios significados, a menudo avergonzaría al lector ordinario[3] si Rabí Hhiya, por medio de su Thocephtha (תוספתא, adición), no le hubiera dado más desarrollo (ver Maimónides, Puerta de Moisés, escrito en árabe y traducido al latín por Pocock, pp. 78-79). La glosa de Rabí Salomón Yarhhi, impresa en el margen del Talmud, así como los comentarios de R. Abdías de Bartenora y Maimónides, son de gran ayuda para la comprensión de la Misná. Se sabe que el protestante Surenhusius ha dado una versión latina de la Misná, así como de sus principales comentarios. Los errores de traducción que contiene esta gran obra, que hemos examinado escrupulosamente comparándola con el original, son realmente innumerables; es una pena que no se ofrezca una edición corregida. 

ELEMENTOS QUE COMPONEN LA MISNÁ 

La Misná consta de los cinco elementos siguientes, enumerados por Maimónides en su prefacio general al principio del comentario a la Misná: 

1. Las explicaciones y desarrollos de la ley escrita, atribuidos a Moisés. 

Estos no pueden estar sujetos a controversia. La sinagoga se somete a ellos religiosamente. Basta que un doctor acreditado diga: "La tradición me ha enseñado tal cosa". Esto es, como hemos dicho, lo mismo que el παράδοσις ἐστί (es tradición) de San Crisóstomo. 

2. Las ordenanzas añadidas oralmente en el Sinaí a la ley escrita. La obediencia plena se debe también a esta parte. 

3. Las constituciones encontradas por los doctores por medio de conjeturas o argumentos. 

Es principalmente en esta parte de la Misná donde se desarrollan las disputas y controversias de los rabinos. El choque de sus opiniones se relata ampliamente en el cuerpo del Talmud. Porque cuando se trata de razonar, los hombres rara vez se ponen de acuerdo. Por regla general, la sinagoga adoptó la opinión que tuvo más votos. 

4. Los decretos, גזרות, emitidos por los profetas o los doctores que vinieron después de ellos, teniendo por objeto asegurar una mejor observancia de la ley de Dios. 

Como estos decretos dependían del lugar y las circunstancias, los doctores no siempre eran unánimes en su aceptación. Sin embargo, una vez que la sinagoga de Israel los había recibido, dicen los rabinos, ni siquiera un profeta podía negarse a someterse a ellos. 

5. Finalmente, las reglas de conducta, מנהגים, que básicamente no añaden nada nuevo a la ley mosaica y no le quitan nada. La mayoría de ellas tienen que ver con la vida civil. Estas normas son decisiones de los profetas, de los rabinos reunidos en asamblea y, a veces, de un rabino solo. Un número considerable se encuentra en el Talmud, tanto en la Misná como en la Guemará, atribuidas a Josué y Esdras, este último asistido por la gran sinagoga. Se sancionan por acuerdo general. 

Estos elementos explican lo que San Epifanio quiso decir con los cuatro Deuterosin[4], con los que preparó, para usar una frase de Boileau, grandes torturas para los Saumaises orientalistas. Estos cuatro Deuterosin son las explicaciones y desarrollos, las ordenanzas, las constituciones, los decretos. Las normas de conducta, que forman el quinto elemento, están fuera, como hemos visto.


 [1] Ver más arriba el significado de esta palabra. 

[2] Los rabinos posteriores, que desconocían el griego, y a los que quizá no les gustaba ver palabras profanas en su código sagrado, trataron de dar a estas palabras una etimología pura. Así, אסטניס, que es evidentemente el griego ασθενής, débil, enfermo, se forma según ellos de la raíz צנה sufrir frío. דיתיקי, que es el griego διαθήκη, testamento, se forma, según ellos, de las palabras rabínicas דא תחי קיים hoc erit, o esto ratum, firmum, y así por el estilo. 

[3] Esto no contradice lo que acabamos de decir sobre el hebreo de la Misná. 

[4] Haer. XXIII.