domingo, 18 de diciembre de 2022

El Cardenal Billot, Luz de la Teología, por el R. P. Henri Le Floch, S. SP., (IX de XVIII)

 § 1. Crítica a este principio en sí mismo 

Este principio fundamental del liberalismo es absurdo, antinatural y quimérico (pp. 22-30).

1. Absurdo (Incipit ab absurdo), ya que pretende que el bien principal del hombre está en la ausencia de cualquier vínculo capaz de obstaculizar o restringir su libertad. En efecto, el bien del hombre debe ser considerado o bien como un fin, o bien como medio para alcanzar este fin. Ahora bien, la libertad no puede ser un fin en sí misma y el fin supremo, ya que no es otra cosa que un poder o potencia operativa, puesto que todo poder o potencia es en vista a la operación, y que toda operación en esta vida consiste completamente en la búsqueda de un bien real o aparente. Por lo tanto, la libertad no puede ser para el hombre su bien considerado como fin. Por otra parte, tampoco es un bien considerado como medio para un buen fin, a no ser que esté contenido por ciertas restricciones, lo cual es la ruina misma del principio del liberalismo… a no ser que se admita o bien que la libertad, en la vida presente, es indefectible, o bien que hay que dejarla actuar siempre, sean cuales sean sus defectos. 

2. Contrario a la naturaleza (in ea progreditur quæ evidentiori naturæ intentioni contraria sunt), en cuanto pretende que todo debe ceder al bien de la libertad individual, que las necesidades sociales han multiplicado los obstáculos a esta libertad, y que el régimen ideal para el hombre es aquel en el que reine la ley del individualismo puro y perfecto; pues este individualismo es absolutamente contrario a la naturaleza humana. Si hay algo que es obvio y manifiesto, es que el estado social es la ley de la vida humana, como lo prueban las necesidades de su propia existencia corporal.

"A los demás animales, la naturaleza les ha preparado comida, ropa de piel, medios de defensa, como dientes, cuernos, garras, o, al menos, velocidad en la huida. El hombre, en cambio, fue creado sin que la naturaleza le proporcionara ninguna de estas cosas; pero, a cambio, se le dotó de la razón, que le permite preparar todas estas cosas por medio de sus manos; y como un solo hombre no es suficiente para prepararlo todo, y como, debido a su soledad, no puede procurarse los bienes que le permitirían mantener su vida, se deduce que, por su naturaleza, el hombre debe vivir en sociedad. Además, en otros animales existe una capacidad natural para discernir lo que es útil o perjudicial para ellos. Así, la oveja percibe instintivamente al lobo como enemigo. En virtud de una capacidad similar, algunos animales son capaces de distinguir de forma natural entre las plantas curativas y todo lo demás que necesitan para vivir.

El hombre sabe lo que necesita para vivir, pero sólo en general. Puede así, por medio de su razón, llegar al conocimiento de las cosas particulares necesarias para su vida por medio de principios universales. Pero no es posible que un solo hombre alcance con su razón todas las cosas de este orden. Es, pues, necesario que los hombres vivan en comunidad para ayudarse mutuamente, para dedicarse a diversas investigaciones según la diversidad de sus talentos: uno, por ejemplo, a la medicina, otro a esto, otro a aquello" (Santo Tomás de Aquino, De Regimine principum, Lib. I, cap. 1).

"¡Oh insensati sophistæ, escribe el P. Billot, quis vos ita dementavit, ut ad naturam continuo appellantes, contra naturam talia et tam enormia peccetis! [¡Oh incensatos sofistas, ¿quién os enloqueció de tal forma, que, apelando continuamente a la naturaleza, pequéis contra ella tanto y en forma tan grande!] 

3. Quimérico,

1. Porque no se ajusta a la realidad:

Supone, en el origen de toda sociedad, un pacto inicial. ¿Dónde lo vio?

Supone la libre entrada de todos en la sociedad. Esto es aún más fuerte.

Supone que todos los hombres están cortados exactamente con el mismo patrón - absolutamente iguales: el hombre abstracto reproducido millones de veces sin notas individuales. ¿Dónde está? 

"Aplicad el contrato social, si queréis, pero aplicadlo sólo a los hombres para los que se hizo. Son hombres abstractos que no son de ningún siglo ni de ningún país, puros entes incubados bajo la varita metafísica" (Taine, La Révolution, vol. I, Lib. II, cap. 2). 

2. Porque tiende directamente a destruir lo mismo que pretende proteger: la libertad individual.

Esto es evidente para las minorías, tiranizadas por el número, pero no es menos cierto para las mayorías, que se dejan dirigir, no por el "juicio autónomo de cada uno de sus miembros, sino por agitadores, violentos, oligarquías nacidas del individualismo, que los someten y utilizan como instrumento de dominación para los fines de su propio interés y ambición" (pp. 29 y 30). 

§ 2. Crítica al principio en sus aplicaciones a las cosas humanas 

Hay que tener en cuenta que no es aplicable en su totalidad (no existe la maldad total), sino que, en la medida en que se aplica, implica dos cosas:

1. La desintegración y disolución de todo cuerpo social, la supresión de toda sociedad menor, natural o connatural, distinta del Estado o que no reciba su ley de éste, aplicándose al orden doméstico, económico y político.

Lo cual se prueba:

a) A priori, el individualismo liberal sólo permite la existencia de una sociedad: la resultante del contrato social.

b) A posteriori, por la guerra emprendida primero contra la familia (es la "delenda Carthago" de los revolucionarios), cuyo fundamento, es decir, el matrimonio, fue progresivamente arruinado (primero, por la institución del contrato civil, luego del divorcio, a la espera de la unión libre), y al mismo tiempo su autoridad (por la supresión de la libertad testamentaria, de la libertad de enseñanza y de las leyes de sucesión); por la guerra hecha, en segundo lugar, y con un éxito radical al primer golpe, a las corporaciones, con el pretexto de proteger la libertad individual. Esta "libertad del trabajador da lugar a esa plaga de la sociedad moderna que es el proletariado, es decir, la existencia de una gran clase privada de toda propiedad y que vive, por así decirlo, en un estado de indigencia hereditaria" (Le Play, Réforme sociale, vol. I). 

2. La constitución de un Estado despótico, absoluto, irresponsable, que extingue todas las libertades reales y absorbe todos los derechos, sin límite alguno a su omnipotencia y arbitrariedad. 

"Así como los órganos del cuerpo físico no son las moléculas y los átomos, sino las articulaciones y los miembros, los órganos del cuerpo social no son los individuos, sino la familia, la corporación y la ciudad. Supongamos que estos se desarticulan en su propio organismo, es inevitable, por el mismo hecho, que todas las libertades reales se desvanezcan. La razón es obvia: sobre estas mónadas, disociadas por el individualismo, no puede quedar más que el enorme coloso del Estado omnívoro, que, habiendo arruinado bajo él toda organización y autonomía, absorbe en sí toda fuerza, todo poder, todo derecho, toda autoridad, y se convierte en el único administrador, procurador, maestro, preceptor, educador y tutor, hasta convertirse también en el único propietario y poseedor. Y cuál es el resultado, os ruego, sino una monstruosa servidumbre" (pp. 35 y 36). 

§ 3 En relación con la religión, el principio del liberalismo es esencialmente antirreligioso (pp. 38-43). 

Se erige directamente contra Dios. Persigue en todo la destrucción del culto a Dios, de la religión de Dios, de la ley de Dios, incluso de la noción de Dios, con el pretexto de salvaguardar la libertad en el orden político y económico.

1. Prueba a posteriori: la historia de la Revolución Francesa, cuyo carácter es ser "satánico en su esencia" (de Maistre, Du Pape. Discurso preliminar). El liberalismo es el gran principio de la Revolución Francesa.

2. Prueba a priori: Dios y Nuestro Señor Jesucristo constituyen el gran obstáculo tanto para la libertad revolucionaria como para el despotismo del Estado, su corolario. Tanto es así que la destrucción de Dios, de su culto, de su religión, de su ley, de su nombre e incluso de su concepto no es sólo un artículo del programa, sino el programa mismo y el fin al que se ordena todo lo demás como a medio. 

"El pretexto es la libertad, el código es el contrato social, el medio es la demagogia; pero la razón final es la constitución de un colosal Estado ateo, árbitro supremo de todos los derechos, dictador todopoderoso de lo justo y de lo injusto, de lo permitido y de lo prohibido, por cuya gracia quedarán abolidos para siempre el nombre y el infame culto a Dios. A esto se dirigen todas las cosas, a las que todo lo demás se ordena como a medio: tanto la destrucción de la familia, como la destrucción de las corporaciones, y la destrucción de las libertades tanto municipales como provinciales, para que, al final, sólo quede en pie el poder del Estado impío, fuera del cual nadie en toda la tierra podrá mover una mano o un pie" (pp. 41 y 42). 

"Queremos organizar una humanidad que pueda prescindir de Dios" (Jules Ferry). 

"Desde la Revolución, nos rebelamos contra la autoridad divina y humana, con la que saldamos una terrible cuenta pendiente el 21 de enero" (Clemenceau).