sábado, 26 de diciembre de 2020

La Disputa de Tortosa (XXXI de XXXVIII)

    Tesis 11: La actual cautividad judía tiene por causa el pecado de odio al verdadero Mesías que rechazaron. 

Respuesta de los Rabinos: 

Los rabinos asignaron como causa los pecados: no podían hacer menos, ya que Dios había prometido a Israel la posesión pacífica de su tierra, pero vinculando esa promesa a su fidelidad. Si, pues, no la poseen, es que le han sido infieles, y aún siguen siéndolo, pues también Dios les prometió volverlos a su tierra, siempre y cuando de todo corazón se convirtieren (Deut. XXX, 1-5). La dificultad está en determinar qué pecado o pecados han motivado esa cautividad; en su asignación no están conformes los mismos judíos: unos ponen los pecados cometidos antes de la cautividad de Babilonia, que en ese cautiverio no fueron debidamente purgados; otros la falta de caridad entre sí, el “odio gratuito” de unos a otros. 

 

Contrarréplica de Jerónimo: 

El mismo Cristo asigna claramente la causa cuando anuncia la destrucción de Jerusalén y dispersión del pueblo, precisamente como castigo de no haberle aceptado a Él como Mesías (Lc. XIX, 41-44): 

“Por no haber conocido el tiempo de tu visitación”. 

1) La causa de la cautividad presente no son los pecados cometidos durante el primer templo: 

a) Porque se purgaron en Babilonia (Dan. IX, 11; II Paral. XXXVI, 20-21). 

b) Jer. XXIX, 10-11.32 promete grandes bienes pasados los setenta años. Luego ya estaban purgados para entonces. 

c) Dios sólo castiga hasta la cuarta generación, y esto si los hijos perseveran en los pecados de los padres (Ez. XVIII). 

2) Tampoco es causa de la actual cautividad ninguno de los pecados mencionados determinadamente en la ley, pues los más graves de ellos (homicidio, idolatría, adulterio) ni se daban cuando la destrucción del segundo templo, ni se dan ahora entre los judíos, al menos en una escala tal, que justifique un castigo colectivo tan grave. 

3) La causa ha de ser un pecado que se halle en todos, ya que el castigo también abarca a todos. Y no hay otro pecado que revista estas características fuera del “odio gratuito” al Mesías. 

Este “odio gratuito” entre los mismos judíos, que los talmudistas asignan como causa, no se da entre ellos, pues, cual los de ningún otro pueblo, se ayudan mutuamente (ses. 35). 

 

Opinión del P. Pacios: 

Es una de las pruebas mejor logradas de cuantas adujo en la disputa. 

 

Nuestra opinión: 

Coincidimos plenamente con la apreciación del P. Pacios. 

Solamente notemos que el argumento sacado de Jer. XXIX, 10-11.32 no nos parece satisfactorio. 

“Así dice Yahvé: Concluidos los setenta años para Babilonia, os visitaré, y cumpliré en vosotros mi buena promesa de restituiros a este lugar. Porque Yo conozco los designios que tengo respecto de vosotros, dice Yahvé; pensamientos de paz, y no de mal, para daros un porvenir y una esperanza (…) He aquí que castigaré a Semeías nehelamita y a su linaje. Ninguno de los suyos habitará en medio de este pueblo, ni verá el bien que voy a hacer a mi pueblo, dice Yahvé, porque ha predicado la rebelión contra Yahvé”. 

Creemos que estos 70 años de los que habla Jeremías son las 70 Semanas de años que el ángel Gabriel le reveló luego a Daniel, y cuyos bienes están tan admirablemente descriptos en el v. 24: 

Setenta semanas están decretadas para tu pueblo y para tu ciudad santa, a fin de acabar con la prevaricación, sellar los pecados y expiar la iniquidad, y para traer la justicia eterna, poner sello sobre la visión y la profecía y ungir al Santo de los santos”. 

 

Tesis 12: Los judíos jamás volverán a poseer su tierra. 

El mismo Jerónimo no ignora que la opinión común de los cristianos de su tiempo afirmaba que un día los judíos volverían a poseer su tierra, como consta por su carta a Pablo de Santa María: 

"... afirman que por sus pecados fueron expulsados de ella, y está señalado el tiempo que señorearán sobre ella y conquistarán la Casa Santa". 

Tal vez, por esto se limitó Jerónimo a aducir pruebas rabínicas, como mero argumento ad hominem. 

 

Opinión del P. Pacios (que hacemos nuestra): 

La vuelta a la tierra prometida está vinculada a la fidelidad de Israel; no pende de la venida del Mesías, sino de la aceptación del Mesías, es decir, no volverán a poseer esa tierra hasta que crean en Cristo; pero el día en que se conviertan, según está anunciado por San Pablo (Rom. XI), no vemos nada que se oponga a que de nuevo se establezcan en ella.