Tesis 7: El Mesías había de venir a salvar a todo el género humano
Jerónimo usó esta vez no sólo de pruebas talmúdicas, sino también de numerosos textos bíblicos. Gracias a ello, adquieren sus pruebas singular firmeza. Por lo demás, la tesis no era muy difícil de demostrar, ya que las promesas mesiánicas respiran universalidad. Jerónimo demostró primero que el Israel de los tiempos mesiánicos no son precisamente los descendientes de Jacob, sino los creyentes en el Mesías, sean o no israelitas según la carne, basándose en Is. XLIV, 5; Sal. CI, 9; Is. LXII, 2 y LXV, 15. Luego pasó a demostrar cómo la venida del Mesías había de servir principalmente para la conversión y salvación de todas las naciones. Entre los numerosos textos que atestiguan esta verdad, escogió tan sólo algunos, pero claros; así, se sirvió del Gen. XLIX, 10; Is. XI, 10; II, 2; XLII, 1.4; Zac. II, 11 y Sal. LXXI, 11, corroborando luego estas pruebas con algunas autoridades talmúdicas.
Finalmente, les hizo ver cómo el concepto judío de redención mesiánica, consistente en subyugar todas las naciones bajo el poderío temporal de Israel, no sería “la bendición” de las naciones que anuncian las profecías, sino la esclavitud de las mismas.
Opinión del P. Pacios (que hacemos nuestra):
La tesis quedó así excelentemente probada, sin que lograran debilitarla las objeciones judías (ses. 43), a las que debidamente respondió Jerónimo en la misma sesión.
Tesis 8: El Mesías había de dar una ley nueva
Respuesta de los Rabinos:
Según los judíos, la ley mosaica es perfecta y perpetua; por consiguiente, el Mesías no dará ley nueva: su actuación se limitará en esto a enseñar la ley antigua, como antes de él hicieran los profetas.
Además, Alianza o pacto nuevo no es sinónimo de Ley nueva.
Contrarréplica de Jerónimo:
Establece dos asertos:
a) La ley mosaica no era perpetua ni perfecta.
b) La ley del Mesías había de suplir esa imperfección y temporaneidad, por ser ella perfecta y perpetua.
Las pruebas que alega son ante todo autoridades talmúdicas y midráshicas.
Con todo, también aduce Jerónimo dos pruebas bíblicas:
Is. II, 2-3: “Acontecerá en los últimos tiempos que el monte de la Casa de Yahvé será establecido en la cumbre de los montes, y se elevará sobre los collados; y acudirán a él todas las naciones. Y llegarán muchos pueblos y dirán: “¡Venid, subamos al monte de Yahvé, a la Casa del Dios de Jacob! Él nos enseñará sus caminos, e iremos por sus sendas”; pues de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Yahvé”.
Jer. XXXI, 31-34: “He aquí que vienen
días, dice Yahvé, en que haré una nueva
alianza con la casa de Israel, y con la casa de Judá; no como la alianza
que hice con sus padres cuando los tomé de la mano para sacarlos de la tierra
de Egipto. Ellos quebrantaron esa alianza, y Yo les hice sentir mi mano, dice
Yahvé. Ésta será la alianza que haré con la casa de Israel después de aquellos
días, dice Yahvé: Pondré mi ley en sus
entrañas, y la escribiré en sus corazones; y Yo seré su Dios, y ellos serán mi
pueblo. Y no tendrán ya que enseñar cada cual a su compañero y cada cual a
su hermano, diciendo: “¡Conoced a Yahvé!” porque todos ellos me conocerán,
desde el menor hasta el mayor, dice Yahvé; porque perdonaré su iniquidad, y no
me acordaré más de sus pecados”.
Opinión del P. Pacios (que hacemos nuestra):
Aun hoy día nos parecen tan expresivas, que creemos alcanzan verdadero valor absoluto; en efecto, muestran la tradición y creencia primitiva del pueblo judío, que indudablemente se fundaba en la revelación; y el que posteriormente procurasen interpretarlas en un sentido contrario al que manifiestamente tienen, en nada disminuye su eficacia.
El texto de Jeremías es plenamente demostrativo; no es posible
interpretarla de la ley antigua sin que para ello se mutile el texto. Él solo
es más que suficiente para demostrar la tesis, y la exposición que de ella hace
Jerónimo no deja nada que desear.
Hasta aquí el P. Pacios.
Sólo resta agregar un solo argumento a favor de Jerónimo que trae el P. Díaz Macho en su prolijo estudio sobre este tema[1].
“Jerónimo enfunda de nuevo su argumento: Alianza es sinónimo de Ley. No lo es cuando se trata de alianza o pactos entre hombre y hombre. Esto concede a los rabinos; pero lo es cuando se trata de Alianza entre Dios y los hombres. Lamentamos que Jerónimo no hubiese leído a los rabinos Sal. LXXVII, 10:
“No guardaron la alianza con Dios, rehusaron seguir su ley”.
Ecuación: Alianza = Ley”.
Hasta aquí las palabras de Díaz Macho que terminan por sepultar las objeciones de los judíos.