Tesis 9: Con la venida del Mesías, habían de cesar los sacrificios antiguos, sustituidos por el sacrificio de pan y vino, tal cual hoy se celebra en la Santa Misa
Predominan las pruebas bíblicas:
a) Sal. LXXI, 16: “Habrá abundancia de trigo en la tierra, en las cumbres de los montes”.
b) Por el sacrificio de Melquisedec, Gen. XIV, 18, que Jerónimo corrobora con el comentario de Moisés ha-Darshán (Béreshit Rabbá, in Gen. XIV, 18). Este texto de Gen. XIV, 18 va unido al Sal. CIX, 4: “Tú eres sacerdote para siempre a la manera de Melquisedec”.
c) Mal. I, 11: “Porque desde la salida del sol hasta el ocaso es grande mi Nombre entre las naciones; y en todo lugar se ofrece a mi Nombre incienso y ofrenda pura, pues grande es mi Nombre entre las naciones, dice Yahvé de los ejércitos”.
Opinión del P. Pacios (que hacemos nuestra):
El argumento del Sal. LXXI, ineficaz si se hace a base del texto mismo, adquiere más eficacia haciéndolo, como lo hace Jerónimo, a base del Targum de Jonatán: “Habrá sacrificio de pan en la tierra, en las cumbres de los montes de la sinagoga”.
El segundo texto prueba con evidencia que el Mesías instituirá un nuevo sacrificio a base de pan y vino, es decir, el sacrificio de la misa[1].
Sobre Malaquías, Jerónimo lo expone brevemente, pero de un modo completo y eficiente. En su exposición, sigue la exégesis tradicional católica que más tarde había de sancionar el Concilio Tridentino. Es la que se desprende del mismo texto, y de ahí que todos los Santos Padres coincidan en su interpretación. Con esta sola prueba queda bien asentada la tesis de Jerónimo, aunque se prescindiera de todas las demás.
Tesis 10: Con la venida del Mesías habían de cesar los preceptos ceremoniales, como la ley de los manjares prohibidos, y el sacerdocio vinculado a la descendencia de Aarón
Esta tesis es una consecuencia de las dos anteriores: si el Mesías había de dar una nueva ley (tesis 8), nada se opone a la abolición de la antigua en todo cuanto fuera meramente positivo y no basado en la ley natural, que es inmutable. Y que la prohibición de determinados manjares, consignada en la ley mosaica, no pertenezca a la ley natural, aparece claro por el hecho de que Dios autorizó a Noé y a sus descendientes para comerlos todos sin distinción (Gen. IX, 3).
Y respecto al sacerdocio vinculado a la familia de Aarón, probada la abolición de todos los sacrificios de la ley antigua para ser sustituidos por un nuevo sacrificio que se ofrecerá, no ya sólo en el templo de Jerusalén, como los antiguos, sino en todos los lugares de la tierra, es natural que se ha de reformar también la institución sacerdotal, al reformarse la naturaleza, forma y circunstancias de los sacrificios a los que se ordenaba tal institución.
Opinión del P. Pacios (que hacemos, en general, nuestra):
Esta tesis, por consiguiente,
no ofrece ninguna dificultad una vez demostradas las dos anteriores. No
obstante, hay que reconocer que la
demostración especial que Jerónimo hace de ella es sumamente pobre. En lo
único en que realmente está a la altura, es en demostrar que Dios puede revocar
cualquier precepto suyo meramente positivo. En lo demás, la argumentación de
Jerónimo, a base exclusivamente de autoridades talmúdicas, nos parece ineficaz.
En su afán de argüir a los judíos con testimonios de sus propios rabinos, ni siquiera se cuidó Jerónimo de alegar prueba tan clara como el Sal. CIX, 4: “Tú eres sacerdote para siempre a la manera de Melquisedec”. El Mesías había de ser de la tribu de Judá, no de la de Leví y, sin embargo, Dios jura que le hará sacerdote eterno, no según la institución aarónica, sino según la de Melquisedec. Esta prueba era por sí sola más que suficiente para probar esta parte de la tesis, y, sin embargo, Jerónimo la pasa por alto.