miércoles, 13 de noviembre de 2019

¿El Salmo CIX, clave del Apocalipsis? (VI de VII)


5 Objeción:

El Mesías va a estar sentado por siempre en el mismo trono en que ahora está.

Prueba de lo dicho.

En la Biblia de Straubinger leemos:

Heb. X, 11-13: “Todo sacerdote está ejerciendo día por día su ministerio, ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, los cuales nunca pueden quitar los pecados; Éste (Jesús), empero, después de ofrecer un solo sacrificio por los pecados, para siempre “se sentó a la diestra de Dios”, aguardando lo que resta “hasta que sus enemigos sean puestos por escabel de sus pies”.

Respuesta:

1) Todos los textos que hemos dado hasta aquí y especialmente aquel tomado de Apoc. III, 21, prueban inequívocamente que hay dos tronos y creemos que este pasaje a los Hebreos se debe interpretar a la luz de los demás y no viceversa, sobre todo cuando se le puede dar fácilmente otra interpretación, lo cual nos lleva al siguiente punto.

2) El texto original del v. 12 es el siguiente:

οὗτος δὲ μίαν ὑπὲρ ἁμαρτιῶν προσενέγκας θυσίαν εἰς τὸ διηνεκὲς ἐκάθισεν ἐν δεξιᾷ τοῦ Θεοῦ

Crudamente literal: “Éste, en cambio, una (vez) por los pecados habiendo ofrecido sacrificio a perpetuidad sentóse a la diestra de Dios”.

Y la pregunta obvia es ¿a qué modifica a perpetuidad? ¿A lo que sigue o a lo que precede? En otras palabras: ¿dónde colocar la coma: después de sacrificio o de a perpetuidad?

Y, a priori, tan lícito es lo uno como lo otro. No nos vamos a poner a citar las diversas versiones ni los comentarios ya que no es necesario, pues al poco que se analiza el texto, la balanza se inclina decididamente por la segunda opción.

En primer lugar, notemos que san Pablo está contraponiendo los sacrificios antiguos con el de Cristo, y una de las diferencias es que los sacerdotes de la Antigua Ley ofrecían muchas veces, con lo cual es lógico pensar que el a perpetuidad alude al sacrificio de Cristo ofrecido una vez y no a su sesión a la diestra del Padre.

En segundo lugar, el adverbio es usado 4 veces en el Nuevo Testamento y siempre en nuestra epístola. Bastará recorrer los otros tres casos para ver que tienen un denominador común.


Heb. VII, 1-3: “Este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, es el que salió al encuentro de Abrahán, cuanto éste volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo. A él también repartió Abrahán el diezmo de todo; y su nombre se interpreta, primero, rey de justicia, y luego también, rey de Salem, que es rey de paz. El cual, sin padre, sin madre, sin genealogía, sin principio de días ni fin de vida, fue asemejado al Hijo de Dios y permanece sacerdote eternamente”.

Heb. X, 1-4: “La Ley no es sino una sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, por lo cual nunca puede con los mismos sacrificios, ofrecidos sin cesar año tras año, hacer perfectos a los que se le acercan. De lo contrario ¿no habrían cesado de ofrecerse? puesto que los oferentes una vez purificados no tendrían más conciencia del pecado. Sin embargo, en aquellos (sacrificios) se hace memoria de los pecados año por año. Porque es imposible que la sangre de toros y de machos cabríos quite pecados”.

Heb. X, 11-14: “Todo sacerdote está ejerciendo día por día su ministerio, ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, los cuales nunca pueden quitar los pecados; Éste, empero, después de ofrecer un solo sacrificio por los pecados para siempre, “se sentó a la diestra de Dios”, aguardando lo que resta “hasta que sus enemigos sean puestos por escabel de sus pies”. Porque con una sola oblación ha consumado para siempre a los santificados”.

Y así vemos que en todos los casos el uso del adverbio está relacionado con el sacrificio y hasta lo encontramos en el mismo capítulo X en otras dos oportunidades.

Todo nos lleva a creer, pues, que el texto se debe interpretar de forma distinta a lo que plantea la objeción.


6 Objeción:

Quien haya leído la cuestión 58 de la Tercera Parte de la Suma Teológica no encontrará nada en defensa de esta nueva teoría, al contrario.

Prueba de lo dicho.

Art. 1

In corp.

Se dice que Cristo está sentado a la diestra del Padre en cuanto reina junto con el Padre y de Él tiene el poder judicial; como el ministro que se sienta con el rey a su derecha le asiste en el reinar y juzgar. De donde dice Agustín, en otro Sermón De Symbolo: Por «derecha» entended la potestad que recibió aquel hombre tomado por Dios, a fin de que venga a juzgar el que antes vino a ser juzgado.

Ad 1:

“Como escribe el Damasceno, en el libro IV, no llamamos diestra del Padre a algo local. ¿Cómo conseguiría una derecha local el que no puede ser circunscrito? La derecha y la izquierda son propias de los que están circunscritos. Llamamos derecha del Padre a la gloria y el honor de la divinidad”.

Ad 3:

“Como explica Gregorio en una Homilía sobre la Ascensión, estar sentado es propio del que juzga; en cambio, estar en pie, lo es del que lucha o del que ayuda. Por consiguiente, Esteban, colocado en el trabajo del combate, vio en pie a quien tuvo por colaborador. Pero a ése, después de la ascensión, Marcos lo describe como sentado, porque, después de la gloria de su ascensión, al final será contemplado como juez”.

Art. 2

In corp.

“Por el término derecha se puede entender tres cosas: primera, según el Damasceno, la gloria de la divinidad; segunda, según Agustín, la bienaventuranza del Padre; tercera, según este mismo autor, la potestad judicial. Y el estar sentado, como hemos dicho, designa la habitación, la dignidad real, o la potestad judicial. Por lo cual, estar sentado a la derecha del Padre no es otra cosa que compartir junto con el Padre la gloria de la divinidad, la bienaventuranza, y la potestad judicial; y esto de manera inamovible y regia. Todo esto le conviene al Hijo en cuanto Dios…”.

Y en su comentario a Heb. VIII, 1:

“Lo capital de lo dicho es que tenemos un Pontífice tal que está sentado a la diestra del trono de la Majestad en los cielos”

Leemos:

El trono es la potestad judicial, que conviene a algunos como ministros de Dios como a todos los reyes (Sal. LXXI, 11) y a todos los prelados (I Cor. IV, 1). El trono de la Majestad es la excelentísima potestad de juzgar… se dice que Cristo sede porque tiene la potestad judicial”.

Por donde vemos que el sentarse a la diestra de Dios dice también relación con el poder judicial, con lo cual se concluye que, para santo Tomás, Cristo rige y gobierna desde la Ascensión cuando se sentó a la diestra del Padre.


Respuesta:

1) Amicus Thoma sed magis amica veritas[1].

2) No vemos contradicción entre lo que dice Santo Tomás y nuestra tesis. Nadie niega la reyecía de Cristo ni mucho menos, sino que toda la cuestión se circunscribe a saber si ese poder judicial es ejercido de hecho hoy en día sobre los hombres y no solamente en materia espiritual. Santo Tomás no se plantea la cuestión en estos términos.

Que Jesús es Rey actualmente sobre la tierra en materia espiritual por medio de la Iglesia es casi un lugar común y no hay necesidad de plantear este tema. Los textos, por lo demás, abundan; pero que reine de hecho en materia temporal ni lo dice ni lo niega Santo Tomás en estas citas. Simplemente no trata la cuestión.

3) Pero pasemos ya a la respuesta directa, pues hay otros textos del Santo que favorecen claramente nuestra opinión.

Al comentar Hebr. IV, 16:

“Lleguémonos, por tanto, confiadamente al trono de la gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para ser socorridos en el tiempo oportuno”.

Leemos:

“Luego, cuando dice lleguémonos, por tanto, confiadamente, etc. nos induce a tener confianza en él; como si dijera: Puesto que puede tener compasión, lleguémonos confiadamente (Is. XII, 2).

Lleguémonos al trono. La sede del rey es llamada trono: y Cristo es Rey (Jer. XXIII, 5). Este trono tiene un doble status. Uno de justicia en el futuro[2], Sal. IX, 5: “Te has sentado, Juez justo, sobre el trono”. Esto sucederá en el futuro (Sal. LXXIV, 2). El otro trono es el de gracia, del cual se trata aquí. Por eso se agrega, “de su gracia”, a saber, en el presente, cuando es tiempo de tener misericordia (Zac. IV, 7). Por la gracia de Cristo nos libramos de todas las miserias, ya que nos libramos del pecado, que hace miserable a los pueblos (Prov. XIV, 34), y por eso se dice a fin de alcanzar misericordia (…) Este es el tiempo presente, que es el tiempo de misericordia”.

Y aquí llegamos, después de mucho andar (o no tanto), a coincidir con Santo Tomás.



[1] No se nos malinterprete. No buscamos menguar en modo alguno la autoridad de Santo Tomás en materia filosófica, teológica, exegética, etc. sino sólo ponerla en su justo lugar. No es la mente de la Iglesia que se sigan todas y cada una de las explicaciones y conclusiones de Santo Tomás como si fueran ni de fe, ni siquiera ciertas, sino tan sólo como seguras. Lo dicen explícitamente los Papas.

Es inútil amontonar ejemplos de teólogos o exégetas que se apartan de Santo Tomás cuando lo creen necesario.

Ver sobre este tema, entre otros, a Salaverri, De Ecclesia, num. 871-883.

Con todo, como veremos a continuación, no hay diferencias con lo que dice el Angélico.

[2] De hecho, en la objeción planteada más arriba, Santo Tomás ya había dado a entender este mismo punto cuando afirmaba:

Ad 3:

“Como explica Gregorio en una Homilía sobre la Ascensión, estar sentado es propio del que juzga; en cambio, estar en pie, lo es del que lucha o del que ayuda. Por consiguiente, Esteban, colocado en el trabajo del combate, vio en pie a quien tuvo por colaborador. Pero a ése, después de la ascensión, Marcos lo describe como sentado, porque, después de la gloria de su ascensión, al final será contemplado como juez”.