jueves, 14 de diciembre de 2017

Las Genealogías Genesíacas y la Cronología, por Ramos García (II de IX)

I. La genealogía de los Setitas (Gen. V y XI.)

SUMARIO: Las dos tablas de la línea de Set: su estructura y valor textual.— El caso de Cainán, clave de la solución.— Breve estudio morfológico de este nombre.— Discontinuidad de la cronología bíblica comparada con la babilónica y egipcia.— Las leyendas cronológicas y la función de Cainán en una y otra tabla.— Conclusión de esta primera parte.

Como es sabido de todos, son dos las tablas genealógicas de la línea de Set, la una que va de Adán a Noé (Gen. V), y la otra que va de Sem a Abraham (Gen. XI, 10 ss.). La estructura de ambas es igual: a) Años que tenía cada uno, cuando le nació el hijo sucesor b) años que vivió después; c) suma total de los años de vida.

En ese atuendo cronológico, con que se reviste a cada patriarca, se trasluce la intención de hacer cronología cerrada, en esa serie de años, sucesiva e ininterrumpida al parecer. Que el sucesor sea hijo o nieto, nada importa; siempre será verdad que el antecesor, será padre o abuelo, tenía tantos o cuántos años cuando le nació el sucesor. Podrán, pues, pasarse por alto algunos nombres de la serie, indicando menos generaciones de las que hubo en realidad, pero eso no influye para nada en la serie de los años, que no tiene solución de continuidad tal como se la presenta en la redacción actual del Sagrado Texto.

Las diferencias en las cifras entre el texto hebreo, el samaritano y el griego de los LXX son de todo punto accidentales al problema y, en consecuencia, cualquiera conclusión que del cotejo se deduzca, nos es indiferente. Haremos sin embargo algunas observaciones sobre este punto crítico. Y sea la primera y principal que tales diferencias textuales no nos autorizan a desestimar el texto en este punto, no dando ningún valor a las indicaciones cronológicas. Critíquese en buena hora las cifras dudosas, como se hace con tantas otras palabras y aun sentencias de la Biblia, mas no se las desestime como vanas, que sería hacer poco honor a la palabra divina.

En todo caso, la diferencia en unidades y decenas monta poco, pues no exceden entre todas al medio centenar.

Alguna mayor importancia tienen las diferencias en centenas; y en este punto nosotros preferimos el texto de los LXX, por la sencilla razón de que por él se explican los otros dos y él no se explica por ninguno.


Mirando desde este ángulo las diferencias textuales, el hebreo y el samaritano se originan de trasladar un centenar de a) a b) en la tabla prediluviana, y así se efectuó regularmente en Adán, Set, Enós, Cainán Malaleél y Henoc; mas al intentar hacer lo mismo en Jared, Matuselah y Lamec, el hebreo advirtió que con eso estos tres personajes sobrevivirían al Diluvio, y desistió de hacer la traslación en ellos. Menos escrupuloso, el samaritano realiza la traslación en todos sin distinción, y luego resta de los años de vida de estos tres patriarcas cuantos son necesarios, para que coincida la muerte de cada cual con el Diluvio.

En la tabla posdiluviana la operación es más sencilla. El hebreo no traslada, sino que suprime sin más un centenar en a) cuando la cifra pasa de 100. Como la cifra de los años de Sem en a) es de 100 justamente, no lo suprime. De los 79 años de Nacor en a), no pudiendo restar 100, resta 50, dejándole en 29. No se atrevió a hacer lo mismo con los 70 de Terah, pues equivaldría a dejarle en 20, edad demasiado joven para tener hijos en aquel tiempo.

La misma operación, y en los mismos casos, realízala el samaritano, mas no en la primera columna, sino en la segunda; y así suprime un centenar en b) de los 403 (303 Vulg., 430 LXX) de Arfaxad; de los 403 (330 LXX) de Selah; de los 370 (430 hebr.) de Heber; de los 209 de Faleg, etc… De los 199 (129 LXX) de Nacor, quita sólo 50, dejándole en 69. En los 75 que concede a Teram, en vez de los 135 del hebreo y los LXX, no hace más que ajustar los números a su modo, para que coincida la muerte de Terah con la emigración de Abraham (Gen. XII, 4), como hiciera antes con los últimos prediluvianos, para que su muerte coincidiera con el gran Diluvio.

***

En la genealogía posdiluviana, de Sem a Abraham, es particularmente embarazoso el caso de Cainán, pues mientras se lee ese nombre en el texto de los LXX (Gen. X, 24; XI, 12 ss.; I Cron. I, 18), y lo reproduce luego S. Lucas en la genealogía de Cristo (Lc. III, 36), se echa de menos en el texto hebreo y el samaritano.

El problema exegético que de este hecho se origina, se ha juzgado hasta ahora insoluble. Véase cómo resume el estado de la opinión sobre este punto Mons. Ruffini (Chronol. Vet. et Nov. Testamenti, Romae, 1924, Tab. II):

“Quaestio est difficillima, et ut nobis videtur, certam solutionem non patitur. Sicut certum est silentium textus hebraici et samaritani, ita certa est positio nominis in textu LXX et in Evangelio Lucae. Utrum vero silentium authenticum sit et primum, an vera et prima extiterit positio, statui nequit”[1].

Para nosotros, en cambio, el problema de Cainán no es insoluble, y creemos que en su solución está la clave del verdadero valor cronológico de las cifras genealógicas.

Por de pronto, partimos del supuesto que la presencia de Cainán es auténtica en ambas tablas, no sólo en la prediluviana, sino también en la posdiluviana. Así nos lo persuade: 1° la mejor conservación del texto griego en estas genealogías, ya antes comprobada; 2° el hecho que San Lucas lo incluya las dos veces en la genealogía del Señor, cuando había autores griegos que lo excluían de la de Sem, como Josefo; 3° el hecho insospechado de que haya restos de su presencia anterior en el mismo texto hebreo, y es la disposición de las cifras de la segunda columna, donde la cifra de Cainán se corrió a Selah (403 // 430), y la de Selah a Heber (430 // 403), con la consiguiente supresión de la de Heber, que es 370 en los LXX y 270 en el samaritano, y de que no hay resto ni reliquia en el hebreo.

La cosa parece clara: la cifra propia y peculiar de Heber (LXX, Sam) quedó excluida en el hebreo, por el corrimiento de las cifras superiores, la primera de las cuales corresponde a Cainán. Así, pues, el nombre de Cainán figuró en otro tiempo en el hebreo: desapareció luego, es verdad, pero dejó ahí su cifra como prenda.

Reintegrada con tan grandes probabilidades la tabla posdiluviana y comparada con la prediluviana, en seguida se advierten tres notas características del personaje que lleva el nombre de Cainán, y son las siguientes:

1) El nombre de Cainán, común en ambas, único que se repite en tan larga serie;

2) El lugar que ocupa, común también en ambas, que es el cuarto a partir de Adán en la primera y de Noé en la segunda, según muestra esta ecuación: Adán, Set, Enós, Cainán, // Noé, Sem, Arfaxad, Cainán;

3) El carecer de atuendo cronológico propio, pues en ambas toma de prestado el del siguiente.

Comenzando por esta última nota, es de advertir que ya antes de ahora se había observado con extrañeza que los años del Cainán posdiluviano eran los mismos que los de su hijo Selah, como muestra la ecuación siguiente según el texto griego:

Cainán: 130 + 330 (= 460) años
Selah: 130 + 330 (= 460) años.

De aquí la duda sobre la autenticidad del nombre de Cainán en la tabla postdiluviana, de que se hace cargo Mons. Ruffini cuando escribe (ib.):

“Anni vitae Cainan repetunt quidem annos vitae Sale; quocirca ex seipsis incerti apparent; sed ex incertitudine vel falsitate annorum vitae nemo cogere potest Cainam ipsum non fuisse”[2].

A nuestro parecer, no sólo son inciertos y falsos los años de Cainán, sino que están de más, y eso no sólo en la serie posdiluviana, sino también en la prediluviana, como cosa prestada del siguiente. He de confesar, empero, que en el Cainán prediluviano la ecuación a primera vista no es exacta, pero se obtiene fácilmente por una adición progresiva de una columna en otra, de 5 + 10 + 15 años, caso único otra vez en estas listas y que sabe a artificio.

Véase la ecuación entre los años del Cainán prediluviano y su sucesor Malaleel, gráficamente expresada:

Cainán: 170 (165 +5) + 740 (730 + 10) = 910 (895 + 15)

Malaleel:      165        + 730 = 895        =    895

Esa pequeña diferencia entre los años de Cainán y los de Malaleel, que por mínima e intencionada no arguye diversidad de partidas, fue no obstante suficiente para que el nombre de Cainán no fuera eliminado de la primera lista como lo fue de la segunda, tomándoselo como un duplicado.

Juzgamos con Mons. Ruffini que “ex incertitudine vel falsitate annorum vitae Cainan nemo cogere potest Cainam ipsum non fuisse”, pero dando un paso más, despojamos a Cainán del atuendo cronológico, que tiene de prestado en ambas tablas, y con eso creemos haber dado con la clave del problema genealógico en uno y otro caso.

Efectivamente, descronizado el nombre de Cainán interrúmpese automáticamente en ambas listas la serie cerrada de los años patriarcales, abriéndose en cada una de ellas un hiato de tiempo indefinido, que cubre el nombre de Cainán, puesto ahí intencionadamente en función representativa, semejante a la de Cayo, Ticio o Sempronio en los casos jurídicos y morales. De esa intención nos persuade bastantemente lo dicho sobre las notas características de ese nombre, semejantes en una y otra serie.

Habría, pues, artificio en estas listas genealógicas, pero un artificio inocuo, que no daña en lo más mínimo a la verdad de las cifras de los años de cada patriarca, antes las salvaguarda todas. Admitida esta solución, aunque fuera sólo como hipótesis, ya no habría nada que autorizara a desdeñarlas, ni menos a rechazarlas de plano, como desprovistas de todo valor histórico.

Apúrese por todos los medios el alcance de la palabra año entre los primitivos; corríjase el texto, si fuere necesario, según las reglas de la sana crítica; mas luego déjesele hablar libremente, sin esquivar por vanos respetos su sentido humano fundamental, común a todas las edades y culturas, y désele además la autoridad que se merece por ser tan palabra de Dios como el Evangelio.






[1] Traducción del Blog: “La cuestión es muy difícil, y nos parece que no tiene solución cierta. Así como es cierto el silencio del texto hebreo y del samaritano, igualmente es cierta la adición del nombre en los LXX y en el Evangelio de Lucas. No se puede saber si el silencio es auténtico y anterior o si la adición es verdadera y anterior”.

[2] Traducción del Blog: “Los años que vivió Cainán son los mismos que los de Selah, con lo cual son dudosos en sí mismos; pero nadie puede estar obligado a negar la existencia de Cainán basado en la incertitud o falsedad de los años”.