miércoles, 18 de septiembre de 2013

La restauración de Israel en los Profetas. IV de VI

C) Las Profecías anuncian una gran Diáspora y un gran Retorno, que no son ninguno de los realizados en el A. T.

No es de este lugar repetir lo que ya se nos dice en todos los manuales referente a la índole de las profecías. El profeta cuando anuncia lo futuro, mezcla distintos acontecimientos que, quizá en el orden cronológico estén muy distanciados entre sí, pero que tienen una estrecha conexión en el orden que pudiéramos llamar tipológico. Un ejemplo más reciente lo tenemos en el mismo discurso escatológico de Jesucristo: allí se habla de dos acontecimientos[1]: la destrucción de Jerusalén y el fin del mundo. Ambos están separados por una distancia multisecular pero están unidos por la tipología: la destrucción de Jerusalén es tipo de la destrucción del mundo. Por eso se sobreponen ambos planos; a veces la amplitud de la visión profética rebasa las fronteras del tipo y se echa a volar espaciosamente a campo traviesa por entre las propias zonas del suceso pleno.
Es el caso de los profetas, cuando anuncian la Diáspora del pueblo de Israel. En primer lugar, se refieren a un hecho contingente e inmediato cuya realización nos la evidencia la misma historia bíblica de la cautividad; pero a veces, es tal la magnificencia de la visión profética, que rebasa por completo los estrechos límites de un acontecimiento, como fué la deportación de los judíos a Babilonia, y su  restauración inmediata.
Bástenos la cita de los lugares más sobresalientes.
Por lo que hace a la Diáspora, son muy significativos ciertos textos del profeta Oseas (III, 4-5):

Porque los hijos de Israel permanecerán muchos días sin rey ni príncipe, sin sacrificio ni massebáh, sin efod ni terafín. Después, los israelitas, volverán a buscar a Yahvéh, su Dios, y acudirán temerosos a Yahvéh y su bondad al cabo de los días”.


Hay una verdadera exégesis tradicional alrededor de este texto profético. Unos creen que se refiere abiertamente a la era mesiánica, o sea, a la condición actual del pueblo judío y que la vuelta a Yahvéh, de que se habla en la profecía, se refiere a la futura conversión cristiana de Israel. Otros adoptan una postura rígida, aplicando el vaticinio exclusivamente a la cautividad babilónica y a la restauración de Zorobabel. Finalmente, hay una tercera opinión conciliadora, que ve en el destierro babilónico la figura o tipo de esa otra gran Diáspora que aún padecen los judíos, y en la restauración zorobabeliana el símbolo de la conversión de Israel[2].
No es nuestra intención hacer aquí una menuda discusión del texto; solamente nos interesa consignar este dato: que el texto de Oseas se refiere a una Diáspora y a un Retorno, cuya descripción sobrepasa con mucho los datos de la historia pre-cristiana de Israel. Así lo han entendido la mayoría de los intérpretes católicos, aunque hayan dado diversas interpretaciones concretas del vaticinio.
Gemelo del citado texto de Oseas es el que transcribimos a continuación del profeta Amós:

He aquí que yo daré orden, y zarandearé por todas las naciones a la casa de Israel, como se zarandea el trigo en el harnero y ni una chinita caerá en la tierra. A espada perecerán todos los pecadores de mi pueblo, los que dicen: “No nos alcanzará ni sorprenderá la desventura”. En aquel día levantaré la cabaña de David, que habrá caído,  repararé los portillos de sus muros, y sus edificios destruidos alzaré, y la reconstruiré como en los tiempos antiguos, a fin de poseer el resto de Edom y todas las naciones sobre las que se ha invocado mi nombre; afírmalo Yahvéh que tal hace. He aquí que llegan días —dice Yahvéh—en que quien ara seguirá inmediatamente al segador, y el que pisa la uva al que esparce a boleo la semilla; y cuando las montañas destilarán mosto y todas las colinas se derretirán. Y repatriaré a mi pueblo Israel, y reconstruirán las ciudades derruidas y las habitarán, y plantarán viñas y beberán su vino, harán huertos y comerán sus frutos. Y los plantaré en su tierra, y ya no serán arrancados de su territorio, que yo les he dado, dice Yahvéh, tu Dios”.

(Amós, IX, 9-15)

Un proceso exegético parecido al del texto de Oseas se ha seguido en el comentario del presente de Amos.
Siempre sacamos la misma conclusión: la cautividad babilónica y el subsiguiente retorno no agotan ni con mucho la grandiosidad del cuadro profético.
De la segunda parte de Isaías entresacamos los párrafos más vibrantes de su descripción pormenorizada de la futura grandeza del pueblo restaurado:

Levántate, resplandece, pues ha llegado tu luz, y la gloria de Yahvéh ha brillado sobre ti; pues he aquí que tinieblas cubren la tierra y obscuros nubarrones los pueblos, mas sobre ti brilla Yahvéh y su gloria aparece sobre ti. Y las gentes caminarán a tu luz, y los reyes al fulgor de tu astro naciente. Alza en torno tus ojos y mira: todos estos reunidos vienen a ti; tus hijos vienen de lejos y tus hijas son llevadas sobre la cadera. Entonces mirarás y estarás radiante, temblarás y se ensanchará tu corazón, pues a ti se volverá la riqueza del mar, la opulencia de las naciones vendrá a ti. Muchedumbre de camellos te cubrirá, camellos jóvenes de Madián y Efá todos vienen de Sabá, oro e incienso traen, y anuncian las glorias de Yahvéh”.

(Is. LX, 1-6

“E inclinados, se irán hacia ti las hijos de tus opresores, y se prosternarán a tus pies los que te ultrajaban, y te apellidarán “ciudad de Yahvéh”, “Sión del Santo de Israel”.  En lugar de ser una abandonada, una odiada sin viandantes, te haré motivo de gloria eterna, alegría de todas las generaciones”.

(Is. LX, 14-15)

“A causa de Sión no puedo callar y a causa de Jerusalén no reposaré, hasta que surja su derecho como esplendente luz y arda su salvación como una antorcha. Y las naciones verán tu derecho y los reyes tu magnificencia, y se te llamará con nombre nuevo que determinará la boca de Yahvéh. Y serás en mano de Yahvéh corona magnífica, diadema real en la palma de tu Dios. Ya no se te denominará más “abandonada”, ni a tu tierra se la llamará ya “desolada”, sino que te apellidarán “mi complacencia en ella”, y “desposada” a tu tierra; pues Yahvéh se ha complacido en ti y tu tierra será desposada”.

(Is. LXII, 1-4

Y vendré para congregar a todos los pueblos y lenguas, que llegarán y contemplarán mi gloria. Y pondrán ellos un signo, y mandaré supervivientes de ellos a los pueblos, a Tarsis, Put y Lud, Mésef y Ros, Tubal y Javán, a las costas lejanas que no han tenido noticia de Mí, ni han visto mi gloria y anunciarán mi gloria entre los pueblos. Y traerán entonces a todos vuestros hermanos, de todos los pueblos, como ofrenda a Yahvéh, en corceles y carros, y coches cubiertos, y mulos y dromedarios, a mi santa montaña, a Jerusalén, dice Yahvéh, de igual suerte que los hijos de Israel traen la oblación en vasijas puras a la casa de Yahvéh. Y también de entre ellos tomaré algunos sacerdotes y levitas, afirma Yahvéh. Pues así como el nuevo cielo y la nueva tierra que Yo creo, permanecerán ante Mí, declara Yahvéh, así estarán vuestra simiente y vuestro nombre”.

(Is. LXVI, 18-22)

La profecía de Ezequiel está toda ella penetrada de la cegadora luminosidad que la gloria maravillosa del futuro Israel proyecta en la imaginación extática del profeta. Entresacamos tan sólo estos párrafos altamente significativos:

“Así habla el Señor Yahvéh: He aquí que Yo tomaré a los hijos de Israel de entre las naciones a donde emigraron, y los congregare de todo alrededor, y los introduciré en su territorio. Y haré de ellos una sola nación en mi tierra y en las montanas de Israel, y un solo rey tendrán todos ellos, y ya no constituirán dos naciones ni se dividirá en dos reinos. No se contaminarán más con sus ídolos y sus abominaciones ni con ninguna de sus apostasías, y los salvaré de todas sus residencias en las cuales pecaron, y lo purificaré, y constituirán mi pueblo y yo seré su[3] Dios. Mi siervo David será rey sobre ellos, y un solo pastor tendrán todos ellos, y caminarán con arreglo a mis preceptos, y mis estatutos observarán y los practicarán. Y habitarán sobre la tierra que di a mi siervo Jacob, donde moraron sus padres, y habitarán sobre ella ellos, sus hijos, y los hijos de sus hijos por siempre, y David, mi siervo, será su príncipe perpetuamente. Y pactaré con ellos una alianza de paz, alianza eterna con ellos será. Y los estableceré y multiplicaré y colocaré mi santuario en medio de ellos para siempre. Sobre ellos estará mi morada, y constituiré su Dios y ellos serán mi pueblo, y conocerán las naciones que yo Yahvéh, soy quien santifico a Israel, cuando mi Santuario esté en medio de ellos por siempre”.

(Ez. XXXVII, 21.27)

Continuabitur.



[1] Nota del blog: En nuestra serie de artículos sobre El Discurso Parusíaco nos hemos opuesto a esta interpretación. Nos parece que en los profetas no existe el uso del Tipo y Antitipo, por lo menos, no en el sentido que le dan usualmente; pero sobre esto volveremos en otra oportunidad, por ahora nos basta con negar el uso de la figura del Tipo tanto para el Discurso Parusíaco como para el Apocalipsis.

[2] Cfr. Knabenbauer, h. l.:  «Verum interpretes hoc loco minime consentiunt, utrum  generatim periodus messianica intelligatur, vel  hujus periodi tempus extremum. Sunt enim non pauci iique graves, qui v. 4 et  5, non de babylonico exilio et de instauratione messianica verum de Judaeorum conditione tempore messianico et de eorum ad Christum conversione in consummatione saeculi explicent (cfr. Hier., Cyr., Rib., Lap., Estius., Mar., Men., Tir., Gord., Scholz.); alii tamen ibi cernunt figuram populi in captivitate babylonica pressi et tempus reversionis tempus post primum Christi adventum agnoscunt; ita Ps. Ruf. qui aliam sententiam acerbe carpit: «hunc locum Judaei vel eos secuti ad praesentis temporis judicium, pertinere contendunt», quae Rib. multis in eum invehitur ; ita explicant Theod. M., Theod., Ephr., Theoph., Trochon.: immo Theod. M., etiam  v. 5 iam tempore Zorobabelis impletum volunt, quod concedi nulla ratione potes. Alii demum, uti Alb., et Sanct., mediam quamdam viam ingressi utramque sententiam conjungere student; fuisse sc. exilium babylonicum typum et vivum quoddam status posterioris post urbis Jerosolymitanae destructionem simulacrum et exemplar, et prophetam utriusque descripsisse, ita tamen ut plena ac perfecta impletio non habeatur, nisi in Judaeorum conditione praesenti et in communi illa post Antichristum ad Messiam conversione, de qua Rom. XI, 25».

[3] Nota del Blog: el texto que trae González Ruiz dice “con”.