7. Finalidad: Probar a los judíos que Jesucristo es el Mesías prometido y profetizado.
8. Argumentos internos que corroboran que el Evangelio fue escrito por un judío y que tenía conocimientos en lo relativo al dinero.
El autor conoce muy
bien las condiciones:
a)
Geográficas: habla de lugares grandes, pequeños, muy
pequeños (Decápolis, Tiro, Cesarea de Filipo, Corazaín, Betsaida, Nazareth,
Getsemaní, Calvario, etc.) sin ninguna aclaración y apenas indica los
lugares por donde pasó Jesús, porque los supone conocidos.
b)
Políticas: nombra los diversos rectores de Israel sin hacer ninguna aclaración (Herodes, Arquelao, Herodes Antipas, Pilatos, Caifás, Filipo).
c)
Religiosas: Cita el A.T. como autoridad suprema
inapelable para probar el cumplimiento de las profecías en Jesucristo.
d)
Pecuniarias: Es el único que habla sobre el tributo de
didracma que había que pagar (XVII, 24) y especifica bien qué clase de tributo
se le pagaba al César cuando lo llama “moneda del tributo” (XXII, 19),
mientras que Marcos y Lucas le dan el nombre común “denario”.
Que Mateo fue su autor
también se ve porque (sin dudas por humildad), cuando da el catálogo de los
Apóstoles agrega el adjetivo “publicano” a su nombre y se coloca en el octavo
lugar y no en el séptimo, como en las demás listas[1].
8. Plan general del primer Evangelio
El molde general en
que ha volcado San Mateo la materia evangélica puede decirse que es el mismo de
San Marcos, porque responde al de la primitiva catequesis de San Pedro:
Predicación y bautismo de Juan, ministerio en Galilea, subida a Jerusalén,
pasión y resurrección.
El primer Evangelio
empieza con la genealogía del Señor, su concepción sobrenatural, la
adoración de los Magos y el destierro en Egipto. Dos capítulos propios.
El ministerio
que precede a la pasión y resurrección se puede dividir en cinco grandes
secciones, cada una de las cuales tiene una parte narrativa y otra
didáctica. Cinco grandes bloques de hechos y cinco de discursos.
El bloque de los hechos se puede relacionar con el que le sigue de los
discursos.
Estas cinco partes
están bien definidas, porque cada una termina con la misma fórmula: Cuando
Jesús hubo acabado estos discursos…
Este final de los
cinco discursos no es casual y revela en su autor una división y un plan.
El
evangelio de San Mateo está ordenado por temas, por materia y no tanto por
orden cronológico; es decir, San Mateo juntó
enseñanzas de Cristo dadas en diversas oportunidades y las colocó todas juntas
como si hubieran sido dichas al mismo tiempo. Esto explica, por ejemplo, por
qué su Discurso Parusíaco es mucho más extenso (abarca dos capítulos: XXIV-XXV)
que el de los otros dos evangelistas.
Primera sección: Consta de los hechos que inician el ministerio en Galilea y revelan la persona del Señor (IV, 12-25). Es una breve preparación para el primer discurso, la carta magna del reino, el sermón del Monte (VI, 1-VII, 29). Se termina con la frase hecha: Cuando Jesús hubo terminado estos discursos, las turbas estaban llenas de admiración por su doctrina (VII, 28).
Segunda sección: Consta igualmente de hechos y discurso. Los hechos son una serie seguida de milagros, que abarca dos capítulos. El discurso trata de las enseñanzas que da el Señor a los apóstoles y propagandistas de su reino (IX, 36-X, 42). Cuando Jesús hubo acabado de dar sus instrucciones a sus doce discípulos partió de allí a enseñar y predicar en las ciudades de ellos (XI, 1).
Tercera sección: Comprende diversos hechos, que revelan la mala preparación de los judíos y la rebeldía que había profetizado Isaías (XI, 1-XII, 50). Con ellos se pretende justificar el lenguaje un tanto misterioso de las parábolas sobre el reino (XIII, 1-52). Cuando Jesús terminó estas parábolas, partió de allí (XIII, 53).
Cuarta sección: Encierra los últimos hechos de Galilea (XIII, 53-XVII, 26) y que en alguna manera se pueden relacionar con el discurso que dirige a los discípulos más fieles. La consigna que les da el Maestro es de humildad, caridad y edificación mutua. Las reglas que deben gobernar los diversos miembros del reino (XVIII, 1-XIX, 1).
Quinta sección: Está unida con la entrada y ministerio en Jerusalén. Los hechos preparan las disputas con los escribas y fariseos. Aquí ha reunido todas las recriminaciones que les hace el Señor (XXI, 28-XXIII, 39). Todo se dirige al supremo y último discurso escatológico (XXIV, 1-XXV, 46).
Es decir, se puede
apreciar en San Mateo una división relacionada con el reino de Dios, con la
Iglesia que iba a fundar: Fundación/Principios (sermón del Monte) – Preparación
de los Apóstoles y discípulos – Rechazo de Israel – Preparación
más acabada de los Apóstoles e institución del primado de Pedro – Fin
del reino de Dios (Parusía).
San Mateo, como su
profesión de recaudador de impuestos parece sugerirlo, era un hombre metódico,
ordenado, lo que puede haber influido en la división de su Evangelio.
Lo más característico
del primer Evangelio son estas cinco secciones con sus cinco discursos, que
responden a un verdadero plan y método literario del autor. Al
fondo esencial de cada uno de ellos, que está en su situación histórica propia,
se han podido juntar materiales de diversos tiempos y circunstancias,
emparentados lógicamente con el núcleo central.
Este plan general es
hijo de un temperamento literario particular, de un espíritu que se recrea en
la idea, en la substancia de las cosas. San Mateo es una mentalidad fuerte y
seria, que no se pierde en el detalle, sino que va al grano. Los hechos se
subordinan a la doctrina, revistiendo siempre un valor secundario.
El
hecho como hecho no cuenta, cuenta más la idea y la doctrina que encierra, el valor que aporta a la tesis general del libro. Este plan general
ejercerá una influencia grande en la manera de escribir, en las narraciones de
los hechos y en la historia de la predicación.
Para resumir: a la
idea madre de la predicación de San Pedro, San Mateo, como testigo ocular de
los acontecimientos, ha usado el esqueleto, pero lo ha rellenado con un método
propio, con cinco grandes bloques unidos lógicamente, y a este bloque de cinco
partes le agregó la infancia y la pasión, muerte, resurrección y ascensión.
[1] Notan los autores
que el primero, quinto y noveno nombre son siempre los mismos en las listas
(Mt. X, 2-4; Mc. III, 13-19; Lc. VI, 12-16; Hech. I, 13), a saber: Pedro,
Felipe y Santiago el menor. Es decir, había como tres grupos de cuatro
Apóstoles cada uno. Dentro de cada grupo los nombres son los mismos, pero están
puestos en distinto orden.
Es decir, San Mateo se puso en el último lugar (de su grupo).