Evangelios Sinópticos
I. Evangelio según San Mateo
1.
Nombre: Mateo: “Don de Dios”, también llamado Leví (Mc. II, 14;
Lc. V, 27).
2. Profesión: Era publicano, o sea, recaudador de impuestos, profesión mal vista en aquel entonces y era casi sinónimo de “pecador”. Para este oficio se requería, al menos como condición general, una cierta familiaridad con el dinero, sus leyes, etc. Algo así como un contador en nuestros días. Veremos enseguida que esta característica marca a fuego su evangelio.
3. Citado: Ya era conocido a fines del siglo I (Didajé, San Clemente, Epíst. de Bernabé, San Ignacio Mártir, San Policarpo) y también lo citan los herejes a partir del siglo II.
4. Fecha de composición: Variedad de opiniones entre los autores católicos. La fecha más antigua es entre 3 y 10 años después de la muerte de Cristo; otros la ponen entre los años 40-50.
En lo personal, me
inclino hacia el año 38.
5. Idioma: Según la tradición, fue el único evangelio escrito en arameo, la lengua que hablaba el pueblo en Israel en ese entonces.
El Evangelio arameo se
perdió hacia el siglo II, pero se conservó la traducción griega, que ya
había sido aceptada en época de los Apóstoles (tema interesantísimo y muy
relacionado con la famosa “cuestión sinóptica”).
6. Destinatarios inmediatos: Los destinatarios inmediatos del Evangelio de San Mateo son los judíos creyentes de Palestina.
Esta afirmación se corrobora por el análisis interno del libro:
I. Judíos:
a) El hecho de haber sido escrito en arameo, puesto que los judíos de Palestina eran los únicos que conocían esa lengua.
b) Abundan las citas del A.T. Son 70 (Mc. 18; Lc. 19; Jn. 12), de las
cuales 21 son para corroborar el cumplimiento de las profecías. Todo esto
prueba que los destinatarios conocían y creían en el A.T.
c)
Modo de expresarse judío:
Jerusalén es llamada “ciudad Santa” (IV, 5; XXVII, 53); el Templo es llamado “lugar santo” (XXIV, 15); los no-judíos (las naciones) son llamados “pecadores” (XVIII, 17), mientras que los demás evangelistas, que escribieron para no-judíos, se cuidan de usar malos calificativos para con los gentiles:
Mt. XVIII, 15-17: “Si tu hermano peca [contra ti] repréndelo entre ti y él solo; si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha toma todavía contigo un hombre o dos, para que por boca de dos testigos o tres conste toda palabra. Si a ellos no escucha, dilo a la Iglesia. Y si no escucha tampoco a la Iglesia, sea para ti como un pagano y como un publicano”.
Lc. XVII, 3-4: “Si uno de tus hermanos llega a pecar, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca siete veces en un día contra ti, y siete veces vuelve a ti y te dice: «Me arrepiento», tú le perdonarás”.
Mt. IV, 43-48: “Oísteis que fue dicho: «Amarás a tu prójimo, y odiarás a tu enemigo.» Más Yo os digo: Amad a vuestros enemigos, y rogad por los que os persiguen, a fin de que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace levantar su sol sobre malos y buenos, y descender su lluvia sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿Los mismos publicanos no hacen otro tanto? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis vosotros de particular? ¿No hacen otro tanto los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”.
Lc. VI, 33-34: “Y si hacéis bien a quienes os lo hacen, ¿qué favor merecéis con ello? También los pecadores hacen lo mismo. Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis restitución, ¿qué favor merecéis con ello? Los pecadores también prestan a los pecadores, para recibir el equivalente.”
d) San Mateo omite las explicaciones sobre las costumbres, lugares, leyes etc. judías:
Mt. XV, 1-2: “Entonces se acercaron a Jesús algunos fariseos y escribas venidos de Jerusalén, los cuales le dijeron: “¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los antepasados?, ¿por qué no se lavan las manos antes de comer?”.
Mc. VII, 1-5: “Se congregaron en torno a Él los fariseos, así como algunos escribas venidos de Jerusalén. Los cuales vieron que algunos de sus discípulos comían con manos profanas, es decir, no lavadas, porque los fariseos y los judíos en general, no comen, si no se lavan las manos, hasta la muñeca, guardando la tradición de los antiguos; y lo que procede del mercado no lo comen, sin haberlo rociado con agua; y observan muchos otros puntos por tradición, ablución de copas, de jarros, de vasos de bronce. Así los fariseos y los escribas le preguntaron: “¿Por qué no siguen tus discípulos la tradición de los antiguos, sino que comen con manos profanas?”.
II. Creyentes
Que los destinatarios
eran los judíos creyentes y no los incrédulos se ve por el hecho
de que hubiera sido inútil e incluso pernicioso citar las palabras de Nuestro
Señor sobre la reprobación de los judíos (XXI, 43) o la maldición contra los
Fariseos, etc. (cap. XXIII) si su intención era convertirlos.
III. Palestinos
Es decir, los destinatarios eran los judíos que vivían en la Tierra Santa y no en la diáspora, que por lo general hablaban griego nada más, y, como ya vimos más arriba, el Evangelio fue escrito en arameo, la lengua que hablaban los judíos de Palestina.