a) Los Sellos del Rollo del Libro
Hora extremadamente solemne la del comienzo de la 70º Semana de la profecía de Daniel, pues es el momento exacto en que se va a poder desenrollar de nuevo el rollo del Libro.
En una página de espera, se escribieron estas palabras:
“¡Velad hasta que Él venga!”; ahora Jesús está listo para hacer oír el segundo: “¡He aquí que vengo!”.
En el Apocalipsis, San Juan contempló el rollo del Libro entre las manos del “sentado en el trono”, entre las manos del Padre. El Padre se constituyó el guardián del Libro sellado a través de los siglos.
Desde el “se ha cumplido” de la Cruz y desde la Ascensión, el libro permaneció cerrado. Para que sea desplegado de nuevo, se deben cumplir algunas condiciones. Entonces, y sólo entonces, Cristo podrá romper sucesivamente los siete Sellos y permitir a las profecías retomar su curso y cumplirse, tan literalmente la segunda vez como la primera.
“Y vi en la diestra de Aquel que estaba sentado sobre el trono un libro, escrito por dentro y por fuera, y sellado con siete sellos.
Y vi a un ángel poderoso que, a gran voz, pregonaba: “¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?”.
Y nadie en el cielo, ni en la tierra, ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aún fijar los ojos en él. Y yo lloraba mucho porque nadie era hallado digno de abrir el libro, ni de fijar en él los ojos.
Entonces me dijo uno de los ancianos: “No llores. Mira: el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha triunfado, de suerte que abra el libro y sus siete sellos”. Y vi que en medio delante del trono y de los cuatro vivientes y de los ancianos estaba de pie un Cordero como degollado, que tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios en misión por toda la tierra. El cual vino y tomó (el libro) de la diestra de Aquel que estaba sentado en el trono.
Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron ante el Cordero, teniendo cada cual una cítara y copas de oro llenas de perfumes, que son las oraciones de los santos.
Y cantaban un cántico nuevo, diciendo: “Tú eres digno de tomar el libro, y de abrir sus sellos; porque Tú fuiste inmolado, y con tu sangre compraste para Dios (hombres) de toda tribu y lengua y pueblo y nación; y los has hecho para nuestro Dios un reino y sacerdotes, y reinarán sobre la tierra” (Apoc. V, 1-10).
El rollo del Libro
pasó de las manos del Padre a las de Cristo, Cordero inmolado, que ha “comprado
para Dios” hombres y, León de Judá, revestido de fuerza y poder para ejercer
los juicios. Es su sangre lo único que puede rescatar, lo que le da derecho a
abrir el rollo, a preparar su Reino sobre la tierra y a cumplir las antiguas
profecías sobre su segunda y gloriosa Venida.