4. AUMENTO DEL CULTO LITÚRGICO
En estos últimos años se han aumentado prodigiosamente los honores litúrgicos tributados a San José. Su fiesta del 19 de marzo, además de celebrarse con rito doble de primera clase, es de precepto para toda la Iglesia. A ella se ha añadido la solemnidad de su Patrocinio, celebrada asimismo con rito doble de primera clase y además con octava. En 1909 se aprobaron las Letanías de San José para recitarse públicamente. En 1919 se concedió un Prefacio propio para las Misas celebradas en honor de San José. Finalmente, en 1922 se introdujeron en la Recomendación del alma diferentes invocaciones y una oración propia a San José, especial patrono de los moribundos. Todas estas innovaciones litúrgicas conceden a San José honores singularísimos, no concedidos a otro santo alguno, fuera de la Madre de Dios: son, prácticamente, el reconocimiento. de la protodulía debida al glorioso Patriarca.
Pero muchos, muchísimos, aspiran todavía a algo más: a que, en el Ordinario de la Misa, y principalmente en el Canon, se invoque o conmemore a San José después de la Virgen, siempre que se invoca o conmemora a su virginal Esposa; y, además, que, en las Letanías de los Santos, a la triple invocación de la Virgen Madre, siga inmediatamente la doble invocación de San José. Gravísimas son, sin duda, estas innovaciones, y que han de tropezar en serias dificultades, nacidas del espíritu de tradición o conservación, que siempre ha inspirado los actos de la Cátedra de San Pedro. Ni somos nosotros los llamados a resolver el delicado problema de la conveniencia u oportunidad de introducir esas gravísimas innovaciones. Lo que, a nosotros, simples fieles, nos toca es expresar humildemente nuestros deseos, rogar a Dios para que llegue la hora suspirada de verlos realizados y, si está en nuestras manos, interesar en favor de tan piadosa causa a aquellos a quienes por razón de su oficio o jerarquía corresponde presentar rendidamente a la Sede Apostólica los deseos y votos del pueblo cristiano. Por lo demás, la bondad con que el Romano Pontífice Pío XI se dignó aprobar y bendecir la intención general mencionada da alas a nuestra esperanza y nos permite vislumbrar el venturoso día en que, en la celebración diaria de la Santa Misa, y sobre todo en el sagrado Canon, tengamos el consuelo de poder invocar, junto con el nombre de María, el dulce nombre del Patriarca San José.
5. FRUTOS QUE PUEDEN ESPERARSE DEL AUMENTO DE LA DEVOCIÓN A SAN JOSÉ
Son muchos e imponderables los provechos que de este aumento de devoción a San José pueden esperarse, tanto para la santificación individual como para la prosperidad social, así de la familia cristiana como de la sociedad civil y principalmente de la Iglesia universal. Bastará enumerarlos rápidamente.
Individualmente, a todo buen cristiano, hoy día más que nunca, es absolutamente necesario el espíritu de piedad, si no quiere ser víctima de la seducción fascinadora del mundo, cada día más procaz, más insolente, más corrompida y corruptora. Ahora bien, en San José hallará un modelo a la vez y un abogado de vida interior, de laboriosidad retirada, de íntima piedad. Las personas espirituales, principalmente, dedicadas por entero al servicio de Dios, tienen mucho que aprender y que imitar en aquel varón justo, exclusivamente consagrado al amor y al servicio de Jesús y de su divina Madre.
La familia cristiana pasa hoy por una crisis peligrosísima, que amenaza su total disolución y ruina. Leyes ateas y costumbres inmorales, espectáculos enervantes y negocios absorbentes, filosofías anticristianas y literaturas infames, modas indecentes y revistas pornográficas, cines y bailes, escuelas y fábricas, el abandono en muchos hombres y el espíritu de independencia en no pocas mujeres, sin otras muchas cosas que no pueden mencionarse, todo parece haberse conjurado, no sólo contra la santidad del matrimonio y la fidelidad conyugal, ni sólo contra la vida de familia, y la indisolubilidad del contrato matrimonial, sino aun contra la existencia del matrimonio y de la familia. De crisis tan peligrosa no puede salir ilesa la familia cristiana sin un auxilio extraordinario del cielo. Y este auxilio lo ofrece Dios en San José, bajo cuya especial tutela y patrocinio ha puesto la familia cristiana.
No es menos grave la crisis que atraviesa la sociedad civil en todo el mundo por parte del comunismo, que ha exacerbado terriblemente el conflicto social entre el capital y el trabajo, entre patronos y obreros. También en San José ha dado Dios al mundo, no ya solamente un modelo y un patrono para los obreros, sino una como encarnación viviente de la solución cristiana y verdadera a la inveterada cuestión social. Porque San José, con su ejemplo, no sólo enseña la austera sencillez de la vida, la infatigable y abnegada laboriosidad y la resignación en la pobreza, sino principalmente la dignidad y nobleza del trabajador y del trabajo: dignidad y nobleza, que inspira al capitalismo el respeto y el aprecio del obrero, y al obrero mismo generosidad de sentimientos, igualmente distantes de la abyección y de la rebeldía. En San José puede ver el humilde obrero que el trabajo de un taller labra una corona de gloria inmortal, que un día, a no tardar, será la envidia, si no la desesperación, de los ricos de este siglo.
También, por fin, la Iglesia universal se halla hoy día en una situación singularmente crítica. Porque, por una parte, la asedian y combaten con feroz encarnizamiento, ora con insidiosas calumnias, ora con persecuciones sangrientas, toda suerte de enemigos; y, por otra, ve ante sus ojos «abierta una gran puerta», ya para la evangelización de los gentiles, ya para la reconciliación de muchos hijos descarriados. En estas circunstancias es providencial la solemne proclamación de San José como Patrono de la Iglesia Católica. Con ello parece invitar el Señor a la Iglesia a que con creciente devoción y confianza recurra al patrocinio de San José, con cuyo auxilio podrá, no sólo salir incólume de las asechanzas y persecuciones de sus enemigos, sino además extender y consolidar por todo el mundo el reinado de Jesu-Cristo, reuniendo en su solo redil bajo el cayado de un solo Pastor a todos los hombres, así a los que yacen aún en tinieblas y sombras de la muerte, como a aquellos que, seducidos por el error o extraviados por una falsa libertad, abandonaron el camino de la verdad y rompieron los vínculos de la unidad. Patrono de la Iglesia, San José protegerá y bendecirá a la Iglesia, que, después de Dios y de su Madre Inmaculada, tiene puesta toda su confianza en su celeste patrocinio.
CONCLUSIÓN: PALABRAS DE SANTA TERESA DE JESÚS
Aunque algo extenso y bastante conocido, vamos a reproducir el pasaje clásico, en que Santa Teresa de Jesús recomienda ahincadamente la devoción al Patriarca San José. Su unción y belleza literaria suplirá ventajosamente lo que falta a nuestra fría y árida exposición. Copiamos el texto de la última edición de sus obras, hecha magistralmente por el R. P. Silverio de Santa Teresa, C. D. Dice así:
“Tomé
por abogado y señor a el glorioso San Josef, y encomendéme mucho a él. Vi
claro, que ansí de esta necesidad, como de otras mayores de honra y pérdida de
alma, este Padre y Señor mío me sacó con más bien que yo le sabía pedir. No
me acuerdo hasta hora, haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es
cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este
bienaventurado Santo, de los peligros que me ha librado, ansí de cuerpo como de
alma; que a otros Santos parece les dió el Señor gracia para socorrer en una
necesidad; a este glorioso Santo tengo experiencia que socorre en todas, y que
quiere el Señor darnos a entender que ansí como le fué sujeto en la tierra, que
como tenía nombre de padre siendo ayo, le podía mandar, ansí en el cielo hace
cuanto le pide. Esto han visto otras algunas personas, a quien yo decía se
encomendasen a él, también por experiencia; y aún hoy muchas que le son
devotas, de nuevo experimentando esta verdad. Procuraba yo hacer su fiesta con
toda la solemnidad que podía… Querría yo persuadir a todos fuesen devotos de
este glorioso Santo, por la gran experiencia que tengo de los bienes que
alcanza de Dios. No he conocido persona que de veras le sea devota y haga
particulares servicios, que no la vea más aprovechada en la virtud; porque
aprovecha en gran manera a las almas que a él se encomiendan. Paréceme ha
algunos años, que cada año en su día le pido una cosa, y siempre la veo
cumplida; si va algo torcida la petición, él la endereza, para más bien mío.
Si fuera persona que tuviera autoridad de escribir, de buena gana me alargara
en decir muy por menudo las mercedes que ha hecho este glorioso Santo a mí y a
otras personas… Sólo pido, por amor de Dios, que lo pruebe quien no me
creyere, y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este
glorioso Patriarca, y tenerle devoción; en especial personas de oración siempre
le habían de ser aficionadas. Que no sé cómo se puede pensar en la Reina de
los Angeles, en el tiempo que tanto pasó con el Niño Jesús, que no den gracias
a San Josef por lo bien que les ayudó en ellos. Quien no hallare maestro que
le enseñe oración, tome este glorioso Santo por maestro, y no errará en el
camino…” (Libro de la vida, cap. 6. Obras, tom.
1, págs. 38-39).