jueves, 27 de febrero de 2020

John Henry Newman y la Definición por parte del Concilio Vaticano de la Infalibilidad Papal (V de VIII)


La profanidad y amargura de sus sentimientos sobre el tema se pueden colegir del último párrafo de la carta:

“Con estos pensamientos ante mí, me pregunto todo el tiempo si no debo hacer público mis sentimientos; pero todo lo que hago es rezar a esos grandes doctores antiguos de la Iglesia, cuya intercesión –Agustín y los demás - va a evitar una calamidad tan grande. Si es la Voluntad de Dios que se defina la infalibilidad Papal, entonces es su santísima Voluntad apurar “los tiempos y momentos” del triunfo que ha destinado para su Reino; siento que no tendré más que inclinar mi cabeza ante su adorable e inescrutable Providencia[1]”.

Obviamente, la carta de Newman al Obispo Ullathorne fue considerada sensacional. El 14 de marzo, The Standard, un diario inglés, publicó una noticia diciendo que Newman había escrito a su Obispo

“Estigmatizando a los Promotores de la Infalibilidad Papal como una facción insolente y agresiva”[2].

Aparentemente Newman guardó solamente una copia muy imperfecta de su carta y tenía la impresión que las palabras que se le atribuían no formaban parte de ella. Obrando en consecuencia, escribió a The Standard al día siguiente negando el uso de las palabras que se le atribuían. Sin embargo, aprovechó la oportunidad para hacer la siguiente afirmación:

“Deploro profundamente la política, el espíritu, las medidas de varias personas, laicas y eclesiásticas, que urgen la definición de esa opinión teológica que no tengo ni la intención ni el deseo de negar, muy por el contrario. Pero, por otra parte, tengo la firme creencia, y siempre la he tenido, que un Poder más Grande que el de cualquier hombre o grupo de hombres va a dominar las deliberaciones del Concilio para determinar la verdad Católica y Apostólica, y que lo que los Padres proclamen eventualmente con una voz va a ser la Palabra de Dios”[3].

Dos días más tarde, el periodista que había hecho la afirmación que atribuía a Newman la frase “una agresiva facción insolente” reapareció y reafirmó su creencia de que las palabras habían sido realmente pronunciadas. El 22 de Marzo, Newman escribió de nuevo a The Standard reconociendo que su periodista había estado correcto en su afirmación. Esta vez insistió que cuando había hablado de la facción:

No se había referido ni al gran cuerpo de los Obispos que se cree estar a favor de la definición, ni a ninguna orden eclesiástica o sociedad externa al Concilio”.

Aparentemente, basándose todavía la mala copia, y olvidando que habían sido clasificados, junto con los Redentoristas y conversos, como constitutivos de una camarilla comprometida con adular al Santo Padre, Newman anunció solemnemente:


En cuanto a los jesuitas, quiero declarar claramente que los he separado todo el tiempo, en mi mente, como cuerpo, de los movimientos que tanto deploro”.

 La “facción” resultó ser:

“Un grupo de personas sacadas de diversos rangos y condiciones en la Iglesia”[4].

Más tarde Newman dio a conocer la mayor parte de su carta a The Standard. Fue publicada en el diario el 6 de abril.

En su conjunto, Newman parecía extrañamente contento sobre todo con esta situación. Escribiendo a Sir John Simeon el 27 de marzo se alegró de haberse equivocado con respecto al contenido de su propia carta. El error le había dado la oportunidad de publicar dos veces su parecer, una al corregir lo que creyó ser el error de otra persona, y la otra al reconocer el suyo[5]. Su único miedo parecía ser que alguien aprovechara la ocasión de su comunicación como una contra demostración en favor de la definición. Newman escribió a su amigo De Lisle:

“Va a ser muy triste si se toma como una contra demostración”[6].

En más de una ocasión, afirmó que creía que la definición era imposible. Se alegraba de saber por parte de Simeon que una protesta en contra de la definición sería firmada por muchos, y expresó su deseo a De Lisle por semejante movimiento laico.

La condena de los líderes que luchaban por la definición se volvió más virulenta que nunca.

“Nada puede ser peor, escribe, que la conducta de muchos dentro y fuera del Concilio que están del lado que probablemente prevalecerá”[7].

Esto líderes

“Han tomado el asunto con mucha injusticia e intriga silenciosa por un tiempo considerable”[8].

Incluso los despreciables escritos de alguien como Acton pueden ser explicados por Newman como

La consecuencia retributiva de la tiranía[9].

Escribiendo sobre el tema de la definición a David Moriarty, Obispo de Kerry, al igual que el Obispo Clifford un íntimo amigo de Newman y un vigoroso oponente de la política de la Mayoría, declara que

“No soporta pensar en la tiranía y crueldad de sus defensores, pues tiranía y crueldad serán aunque tengan éxito”[10].

Uno de los elementos más sorprendentes en la oposición de Newman a la definición durante el Concilio era su repetida convicción de que tanto él como sus seguidores debían actuar en este debate como si ellos mismos tuvieran el don de la infalibilidad. Expresa este sentimiento una vez en su carta a De Lisle y otra en una carta al P. Whitty. Se expresa así en esta última carta:

“Uno no puede ir más que con la mejor luz propia. Si alguien es infalible, no soy yo, pero estoy obligado a razonar sobre el tema como si lo fuera hasta que el Concilio decida; y luego, si la infalibilidad de Dios está en contra mía, someterme inmediatamente, pero aun así sin arrepentirme de haberme decidido por la parte que creí que era la correcta, de la misma manera que un abogado en el tribunal no se debe arrepentir de creer en una causa y defender un punto de la ley que el banquillo de los jueces falla en finalmente en su contra[11].

En este caso tenemos o una inepta analogía o un índice cierto de una actitud errónea por parte de Newman. Un abogado puede defender un caso ante el máximo tribunal y en caso que se decida en su contra, ciertamente está obligado a aceptar la decisión pero de ninguna manera está obligado a creer que el tribunal decidió correctamente. Puede estar convencido que su postura era la correcta y puede esperar legítimamente que en el futuro, el tribunal se incline hacia los puntos de vista que ha defendido. No existe una similitud legítima entre este caso y el de aquel que tomó una postura en contra de la cual se emitió una decisión dogmática infalible por parte de la Iglesia Católica. Es desafortunado que Newman creyó que semejante analogía era válida.

En la carta al P. Whitty, Newman estableció lo que parecen haber sido las razones más fuertes en contra del procedimiento de la Mayoría en el Concilio. Básicamente argumentaba en contra de lo que consideraba un inapropiado apresuramiento en la formación de la decisión. Afirmaba que:

Es suficiente que un Papa haya pasado una doctrina (sobre la Inmaculada Concepción) a la lista de dogmas”.

Pasando a lo que considera razones específicas en contra de la definición de la infalibilidad papal por parte del Concilio, Newman aduce cuatro puntos.

El primero es simplemente uno de los principios cardinales del antiguo galicanismo. Los defensores de la definición son amonestados a que:

No deben despreciar e insultar la tradición que existe en los países”.

Niega que las tradiciones de Irlanda e Inglaterra estén del lado de la infalibilidad papal e insiste en que lo que llama opiniones ultramontanas son, en comparación, más recientes tanto en esos dos países como en Francia y Alemania. Al expresar esta opinión Newman manifestó, como tal vez en ninguna otra parte, la tremenda debilidad intelectual de su causa. Recurre a lo que es cuanto mucho un principio teológico extremadamente sospechoso y al caracterizar las opiniones “ultramontanas” como “recientes” mostró poco conocimiento de la historia de la teología escolástica.

El segundo punto alegado en esta carta consiste en un retoque del antiguo ataque en contra de los promotores de la definición. Esta vez la acusación particular es que no le habían dado a conocer a los otros miembros del Concilio su intención de trabajar para la definición.

“Declaro que debería estar muy enojado si no fuera porque estoy demasiado viejo para enojarme”.

Trae una afirmación atribuida al pobre Mons. Talbot en el sentido de lo que hizo la definición de la Inmaculada Concepción tan aceptable fue el hecho de que abrió el camino para la definición de la infalibilidad del Santo Padre. Newman se confesaba sorprendido al respecto y, meditando “sobre caminos tan torcidos”, se volvió hacia la consideración de la advertencia de Nuestro Señor con respecto al escándalo. Ni siquiera una sola vez se le pasó por la cabeza de que existía una leve posibilidad que su propia conducta en este tema podría haber causado escándalo.

El tercer punto es interesante. Newman afirmaba que el intenso estudio teológico que había precedido a la Ineffabilis Deus

“Llevó a las escuelas Católicas a la unión sobre el tema, al mismo tiempo que aseguró la precisión de cada una”.

Creía que ambas escuelas de pensamiento que previamente habían existido sobre el tema de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora

Habían visto eliminados sus puntos extremos y pasaron a ser uno, porque la verdad a la que llegaron, era una”.

 Newman parecía afirmar que la única manera de progreso doctrinal era algo parecido a la tesis-antítesis-síntesis hegeliana. Se imaginó aparentemente que cuando dos grupos se oponen sobre algún tema, la última definición solamente puede venir a través de una especie de compromiso, en el cual se abandonan los puntos “extremos” de ambas teorías opuestas mientras todos los contendientes se unen en una adhesión a un término medio. Parece no haber considerado la posibilidad de una situación en la cual dos partes puedan debatir, y que una resulte haber defendido la verdad que la otra parte atacaba.

El argumento final aducido en la carta al P. Whitty toma la forma de una protesta contra la definición basado en que sería “anticuado”, en el sentido de que apoyaría el Syllabus. Además, le parece que no es oportuno para Inglaterra, dado que la mera posibilidad demostró ser preocupante para el ultra pontifical Sr. Gladstone, a un cierto político desagradable llamado Newdegate[12].





[1] Cf. ibid., pp. 58 sig.

[2] Collectio Lacensis, VII, col. 1514 n.

[3] Ibid. Col. 1514.

[4] Ibid. Col. 1515.

[5] Cf. Ward, op. cit. II, 291 sig.

[6] Ibid. p. 293.

[7] Ibid. p. 283.

[8] Ibid. p. 284.

[9] Ibid. p. 285.

[10] Ibid. p. 283.

[11] Ibid. p. 295.

[12] Ibid. pp. 295 ss. Por supuesto que las observaciones sobre la carta al P. Whitty no describen la apreciada enseñanza de Newman sobre el desarrollo doctrinal, tal como está expresado en el Essay.