sábado, 8 de junio de 2019

Las ciudades de Israel (Mt. X, 23) (II de II)


4) Significado del acabaréis.

Y aquí tenemos otro problema más, o por mejor decir, algo interesante para notar.

Sabido es que san Mateo no sólo escribió su Evangelio por temas, sino que además lo dividió en cinco grandes secciones. Esto lo reconocen unánimemente los autores, así que veamos a modo de ejemplo lo que nos dice el P. Leal[1]:

“El molde general en que ha vaciado San Mateo la materia evangélica puede decirse que es el mismo de San Marcos, porque responde al de la primitiva catequesis de San Pedro. Predicación y bautismo de Juan, ministerio en Galilea, subida a Jerusalén, pasión y resurrección.

En este molde general convienen, como hemos visto, los tres primeros Evangelios. Quien más se ha atenido a él ha sido San Marcos. San Lucas ha introducido sus modificaciones grandes, y lo mismo ha hecho San Mateo.

El primer Evangelio empieza con la genealogía del Señor, su concepción sobrenatural, la adoración de los Magos y el destierro en Egipto. Dos capítulos propios.

El ministerio, que precede a la pasión y resurrección, se puede dividir en cinco grandes secciones, cada una de las cuales tiene una parte narrativa y otra didáctica. Cinco grandes bloques de hechos y cinco de discursos. El bloque de los hechos se puede relacionar con el que le sigue de los discursos.

Estas cinco partes están bien definidas, porque cada una se termina con la misma fórmula: Cuando Jesús hubo acabado estos discursos... Es una frase hecha, de estilo semita, que se encuentra en la traducción griega de los LXX, y que no se encuentra más que cinco veces en San Mateo (VII, 28; XI, 1; XIII, 53; XIX, 1; XXVI, 1). Este final de los cinco discursos no es casual y revela en su autor una división V un plan”.


Cosa curiosa. San Mateo utiliza el mismo verbo en siete ocasiones, y si dejamos de lado XVII, 24 que tiene el sentido obvio de “pagar”, en cinco ocasiones marca el final de una sección en donde Jesús termina de predicar. Nuestro pasaje no puede menos que aludir a una predicación, y si a esto le sumamos el hecho de que el contexto de la frase indica también la predicación[2], entonces ya queda claro su significado.

Por lo demás, esta es la interpretación de Straubinger, a quien siempre tenemos que recurrir, cuando agrega entre paréntesis la explicación.

“En verdad, os digo, no acabaréis (de predicar en) las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del Hombre”.

“No acabaréis de predicar en todo Israel antes que yo vuelva”. Eso es todo.


***

El pequeño análisis de este pasaje parece habernos indicado que en los últimos tiempos y en concreto, en los tiempos de la predicación de Elías, junto con la predicación del Evangelio en todo el mundo, habrá una predicación especial en Israel. Pero lejos de ver un gran fruto, parecería que los misioneros de aquel entonces se encontrarán con grandes dificultades y persecuciones, debiendo huir ante las mismas.

El P. Segarra nos señala otro pasaje del mismo Evangelista pronunciado en otra ocasión y dirigido a un auditorio completamente diverso, pero que sin dudas son paralelos, pues la similitud de lenguaje no puede ser una mera casualidad. Bastará citar ambos textos.

Mt. X, 16-23: “Mirad que Yo os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como las serpientes, y sencillos como las palomas. Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los sanedrines y os azotarán en sus sinagogas, y por causa de Mí seréis llevados ante gobernadores y reyes, en testimonio para ellos y para las naciones. Más cuando os entregaren, no os preocupéis de cómo o qué hablaréis. Lo que habéis de decir os será dado en aquella misma hora. Porque no sois vosotros los que hablaréis, sino que el Espíritu de vuestro Padre es quien hablará por medio de vosotros. Entregará hermano a hermano a la muerte y padre a hijo; y se levantarán hijos contra padres y los harán condenar a muerte. Y seréis odiados de todos a causa de mi nombre; pero el que perseverare hasta el fin, ése será salvo. Cuando os persiguieren en esta ciudad, huid a otra. En verdad, os digo, no acabaréis las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del Hombre”.


Mt. XXIII, 33-39: “¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo podréis escapar a la condenación de la gehena? Por eso, he aquí que Yo os envío profetas, sabios y escribas: a unos mataréis y crucificaréis, a otros azotaréis en vuestras sinagogas y los perseguiréis de ciudad en ciudad, para que recaiga sobre vosotros toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo, hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, a quien matasteis entre el santuario y el altar[3]. En verdad, os digo, todas estas cosas recaerán sobre la generación esta”. “¡Jerusalén! ¡Jerusalén! tú que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados, ¡cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus pollitos debajo de sus alas, y vosotros no habéis querido! He aquí que vuestra casa os queda desierta. Por eso os digo, ya no me volveréis a ver, hasta que digáis: «¡Bendito el que viene en nombre del Señor»!”.

Las mismas persecuciones, los mismos momentos, las mismas palabras. La única y gran diferencia es que para con sus discípulos, Jesús no tiene más que palabras de aliento y de consuelo, mientras que para “la generación esta[4]”, Nuestro Señor sólo tiene amenazas implacables.


5) Conclusión.

Creemos que, una vez más, los textos bíblicos son iluminados por los últimos tiempos. Todo parece andar sin mayores dificultades una vez que se piensa en aquello que tendrá lugar antes de la segunda Venida de Jesucristo en Gloria y Majestad.

Pero antes de concluir, debemos notar una última cosa, casi como una nota al pie o un apéndice: si la interpretación que acabamos de dar es cierta, entonces la situación en Israel durante los tiempos de Elías, lejos de ser, no digo gloriosos, pero al menos aceptables, parece presentar sus dudas. En concreto, estamos pensando en la interpretación de Ramos García a Is. XXII, 22 cuando ve en Eliaquím a un futuro rey de Israel que ha de ser muerto por el Anticristo.

Ambas exégesis no son necesariamente contrarias, pero sí nos advierten tal vez que la situación en Israel lejos de ser una restauración importante, será bastante precaria y limitada, tanto en el tiempo (cuanto mucho los 3 años y medio de Elías) como en el espacio (¿Jerusalén y no todo Israel?[5]), pues si los misioneros van a ser perseguidos de ciudad en ciudad, está claro que el control que el Rey Eliaquím va a tener sobre los habitantes de Israel, no va a ser total ni mucho menos. Por lo demás, esto que decimos parece darlo a entender claramente san Juan en el Apocalipsis cuando dice:

Apoc. XI, 1-2: “Y dióseme una caña semejante a una vara, diciendo: “Levántate y mide el santuario de Dios y el altar y los que se postran en él, y el atrio, el de afuera del santuario, arroja afuera y no lo midas, porque se le dio a las naciones y la ciudad, la santa, pisotearán meses cuarenta y dos”.

Es decir, incluso en aquellos tiempos, Jerusalén seguirá pisoteada por las naciones (ver Lc. XXI, 24) y los misioneros perseguidos de ciudad en ciudad.



[1] Sinopsis de los cuatro Evangelios, BAC (1954), pp. 64-65.

[2] En lo que hace al contexto y a los lugares paralelos, ver lo que ya escribimos en su momento ACA.

[3] Pequeña notal al pie. Conocido es el desconcierto de los autores a la hora de identificar a este “Zacarías, hijo de Baraquías” (basta ojear nada más la Catena aurea de Santo Tomás), y sin quitarle importancia a la exégesis del P. Oñate (ver ACA), no podemos menos que preguntarnos, ¿acaso este desconcierto no es un signo de que este personaje todavía no ha aparecido en la historia? ¿Será tal vez algún sacerdote que matarán los judíos una vez que el Anticristo tome posesión del Templo? Simplemente estamos pensando en voz alta…

[4] Ver el enlace en nota anterior.

[5] De hecho, en Is. XXII, 21 leemos:

“Y él será como padre de los habitantes de Jerusalén y de la casa de Judá”.