viernes, 14 de junio de 2019

Erunt duo in lecto uno, por R. Thibaut


Erunt duo in lecto uno, por R. Thibaut

   Nota del Blog: Tomado de la Nouvelle Revue Théologique 58 (1931), p. 56-57.


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   Los exégetas no están de acuerdo sobre la parte exacta del doble detalle que se lee en Mt. XXIV, 40 s. y Lc. XVII, 34 s. Al hacer valer las palabras subrayadas más abajo, intentaremos resolver el desacuerdo.

   Mt. Entonces                                                 en el campo

                                  habrá dos hombres

   Lc. En aquella noche                                       en un lecho común:

   Mt. Uno es                                        otro es

                                  tomado                                 dejado;

   Lc. Uno será                                     el otro será           

   Mt.

        habrá dos mujeres ocupadas en la                    muela 

   Lc.                                                          misma

 
   La contigüidad final de los elegidos y réprobos[1], que Mt. deja adivinar y que Lc. acentúa fuertemente, he ahí, creemos, el punto de los rasgos que revela la distinción.

   Muchos comentadores no ven allí más que un detalle pintoresco. Han buscado el elemento significativo de la parábola en todas partes menos allí. A veces es el refrán uno tomado, uno dejado, donde descubren (agregando de su parte: tomado para la recompensa, dejado para el castigo) la suerte tan diversa que se hará con los hombres el día del juicio. A veces es la diversidad: hombres y mujeres, lecho y muela, donde encuentran una prueba (muy superflua) que el juicio dividirá los hombres según su actitud moral y no según el sexo, la ocupación o la condición social. A veces es el carácter de despreocupación de la puesta en escena: se duerme, se ocupa en los trabajos domésticos, sin saber nada sobre la catástrofe inminente, al igual que los contemporáneos de Noé y los ciudadanos de Lot, cuyo ejemplo precede nuestro comentario. Lo que tanto aquí como allá se tiene en cuenta es, dicen, la rapidez del juicio.

   Sin embargo, aclarando algunos exégetas (Lucas de Brujas, in Mt. XXIV, 41; Rongy, Rev. Ecclés. de Liége, 1921-1922, p. 307), nuestro comentario agrega algo a la lección del diluvio y de Sodoma: allí los elegidos estaban debidamente advertidos, aquí los elegidos están en la ignorancia al igual que los réprobos. Como se vé, jamás se saca provecho de la contigüidad. Sin embargo, una sola vez, que sepamos, se ha intentado encontrarle un significado, pero desesperando de encontrarlo tomándolo materialmente, se lo ha espiritualizado y falseado como consecuencia el alcance del detalle:

   “La intimidad, la asociación, el parentesco, no garantizarán la misma suerte en el día de la venida del Hijo del hombre. Los méritos de uno no aprovecharán al otro” (Rose, evangile selon S. Luc, 1905, p. 168).

   Conservamos a la contigüidad final su carácter material. Así, y no de otra manera, la doble característica que vienen a continuación del ejemplo del diluvio y de Sodoma, previene una falsa interpretación. Para mostrar claramente que a diferencia de Noé y de Lot, los elegidos no serán separados de los réprobos antes del momento supremo, su contigüidad en ese momento es llevada al punto más alto, ilustrada por situaciones conocidas por todos, la proximidad de un lecho común, el sentarse frente a frente junto al molino que las mujeres hacen girar.

   No es pues, la rapidez del juicio que se tiene en cuenta directamente, es la instantaneidad de la separación. Tendrá lugar, por completo, en el último momento. Inútil por lo tanto ponerse en camino (Mt. XXIV, 26; Lc. XVII, 23), retirarse de la masa destinada a la perdición, como habrá que hacer antes de la ruina de Jerusalén (Mt. XXIV, 16-20; Lc. XXI, 21). Sobre el juicio, la cuestión del lugar es tan vana como la del tiempo. Se puede impunemente esperar y permanecer en el lugar. La catástrofe final no es como las otras: alcanzará en forma diversa a las personas relacionadas en el espacio y el tiempo.



[1] Nota del Blog: Interpretación bastante común pero que no se condice con el texto. Los evangelistas dicen “dejado” y no hay nada que haga suponer una condena en el uso de este término o en el contexto en que ha sido empleado. Claro que la razón de esta exégesis es la negación de viadores después del Anticristo, o sea, siempre volvemos a lo mismo: al quitar el Reino Milenario la explicación de muchos pasajes se torna muy difícil, por no decir imposible.