domingo, 2 de junio de 2019

Las ciudades de Israel (Mt. X, 23) (I de II)


Existe en el Evangelio de San Mateo un difícil pasaje que ha dado mucho que hablar. El P. Segarra, en su prolijo estudio sobre los principales textos escatológicos de Nuestro Señor[1], nos ha trazado su historia exegética.

El pasaje que vamos a analizar sucintamente se encuentra en X, 23:

“Cuando os persiguieren en esta[2] ciudad, huid a otra. En verdad, os digo, no acabaréis las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del Hombre”.

Prácticamente cada palabra presenta sus dudas.

a) ¿A quién le habla Cristo? ¿A los Apóstoles o a sus sucesores? O, dicho de otra manera, ¿estas cosas se realizaron en los Apóstoles, en la historia de la Iglesia o aguardan aún su cumplimiento?

b) ¿Cuál es el significado de “acabaréis”?

c) ¿Qué son “las ciudades de Israel”?

d) ¿Cuál es esa venida del Hijo del hombre?


***

1) Destinatarios.-

Y ya para comenzar, digamos que es difícil decidirse por dónde empezar. Veamos en primer lugar el contexto en el que se encuentra este versículo:

Mt. X, 16-23: “Mirad que Yo os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como las serpientes, y sencillos como las palomas. Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los sanedrines y os azotarán en sus sinagogas, y por causa de Mí seréis llevados ante gobernadores y reyes, en testimonio para ellos y para las naciones. Más cuando os entregaren, no os preocupéis de cómo o qué hablaréis. Lo que habéis de decir os será dado en aquella misma hora. Porque no sois vosotros los que hablaréis, sino que el Espíritu de vuestro Padre es quien hablará por medio de vosotros. Entregará hermano a hermano a la muerte y padre a hijo; y se levantarán hijos contra padres y los harán condenar a muerte. Y seréis odiados de todos a causa de mi nombre; pero el que perseverare hasta el fin, ése será salvo. Cuando os persiguieren en esta ciudad, huid a otra. En verdad, os digo, no acabaréis las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del Hombre.”

Los cuales, a su vez, están precedidos por otros, no menos importantes:


Mt. X, 5-15: “Estos son los Doce que Jesús envió, después de haberles dado instrucciones, diciendo: “No vayáis hacia los gentiles y no entréis en ninguna ciudad de samaritanos, sino id más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Y de camino predicad diciendo: «El reino de los cielos se ha acercado». Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad fuera demonios. Recibisteis gratuitamente, dad gratuitamente. No tengáis ni oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos; ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el obrero es acreedor a su sustento. Llegados a una ciudad o aldea, informaos de quien en ella es digno, y quedaos allí hasta vuestra partida. Al entrar a una casa decidle el saludo (de paz). Si la casa es digna, venga vuestra paz a ella; más si no es digna, vuestra paz se vuelva a vosotros. Y si alguno no quiere recibiros ni escuchar vuestras palabras, salid de aquella casa o de aquella ciudad y sacudid el polvo de vuestros pies. En verdad, os digo; que en el día del juicio (el destino) será más tolerable para la tierra de Sodoma y Gomorra que para aquella ciudad.”

Tenemos aquí, como lo indican los comentadores, dos misiones diversas: la segunda mira exclusivamente a los Apóstoles que debían ir, mientras duró el ministerio público de Nuestro Señor, no a los gentiles sino a los judíos; la primera, en cambio, ensancha de tal manera la perspectiva que es imposible reducirla a los estrechos ámbitos de los Apóstoles. ¿A quién va dirigido, pues?

Como ya hemos hablado en otra oportunidad, los vv. 17-22 están tomados del Discurso Parusíaco pronunciado el martes Santo[3] y fueron traídos aquí en razón de la materia, tal como es constante en el primer Evangelista; nos resta, pues saber a qué tiempos miran los dos versículos que nos están quedando: el 16 y el que queremos analizar brevemente en esta oportunidad, el 23:

“Cuando os persiguieren en esta ciudad, huid a otra. En verdad, os digo, no acabaréis las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del Hombre”.

Claro que esta agrupación de San Mateo nos pone directamente sobre la pista de por dónde va la solución de esta dificultad, pues si no hizo más que unir las diversas sentencias según un mismo tema, y el Discurso que trae el Evangelista en el cap. XXIV mira exclusivamente a los últimos tiempos, pues casi que la cuestión está decidida, pero como este versículo ha dado mucho que hablar, veamos si un análisis un poco más de cerca nos lleva a las mismas conclusiones.


***

Nuestro Señor le puede estar hablando, ora a los Apóstoles en su misión mientras Él vivió, ora a la predicación Apostólica tras la Ascensión, o a la que tuvo lugar durante el transcurso de los siglos o a la que tendrá lugar en los últimos tiempos.

La primera de las opciones queda descartada de plano porque nada de ello pasó mientras vivió Jesús con ellos, así que nos quedan, en principio, las otras tres posibilidades.


2) Naturaleza de la venida del Hijo del hombre. –

Bastará citar al mismo san Mateo en otros lugares paralelos:

Mt. XVI, 27-28: “Porque el Hijo del hombre ha de venir, en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces dará a cada uno según sus obras. En verdad, os digo, algunos de los que están aquí no gustarán la muerte sin que hayan visto al Hijo del hombre viniendo en su Reino”.

Mt. XXIV, 27.30.44: “En efecto, como el relámpago sale del oriente y aparece hasta occidente, así será la Parusía del Hijo del hombre… Y entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo, y entonces harán luto todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo con virtud y gloria mucha… Por esto, también vosotros estad prontos: la hora que no pensáis, el Hijo del Hombre viene”.

Mt. XXV, 31: “Pero cuando venga el Hijo de Hombre en su gloria y todos los ángeles con Él, entonces se sentará sobre su trono de gloria”.

Mt. XXVI, 64: “Veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y viniendo sobre las nubes del cielo”.

Como vemos, en San Mateo siempre que se habla de la “venida del hijo del Hombre” se hace referencia a la Parusía, con lo cual, nada hace suponer que el pasaje del cap. X tenga otro significado.


3) Las ciudades de Israel.

Aquí el P. Segarra presenta una exégesis un poco sui generis. Dice que el sentido es: “ni siquiera las ciudades de Israel” o sea, como diciendo: “mucho menos las demás”, pero ¿de dónde, preguntamos, tan peregrina solución?

¿Por qué no tomar el término en su sentido obvio y natural? Las ciudades de Israel son eso y nada más… lo cual, claro está, nos obliga a reducir el ámbito histórico a la predicación Apostólica que leemos en los Hechos o a la que sucederá en los últimos tiempos, pues no hubo Estado de Israel tras la destrucción por Tito en el año 70 y hasta 1948[4], y de esta manera tenemos descartada también la opción 3 de los “destinatarios”, con lo cual nos quedan o la predicación apostólica de los Hechos o la de los últimos tiempos.



[1] Praecipuae D.N. Jesu Christi sententiae eschatologicae commentariis quibusdam expositae, 1942, Madrid, pp. 100-200. Ver AQUI.

[2] El texto dice “esta” y no “una”, como a veces se suele traducir; ¿se trata de una alusión a Jerusalén?

[3] Ver lo que ya dijimos en su momento AQUI.

[4] Como veremos inmediatamente, creemos que este versículo habla exclusivamente de los últimos tiempos, lo cual probaría que el versículo que estamos analizando había ya profetizado la fundación del Estado de Israel en los últimos tiempos y con antelación a la venida no sólo de Nuestro Señor sino también del Anticristo.