CONCLUSIONES GENERALES
1. La creencia vulgar en las pretendidas profecías sobre la no
restauración política de Israel carece de
suficiente fundamento escriturístico.
La mayoría de los textos que se aducen del Antiguo Testamento, o son meras
acomodaciones a nuestro asunto, o se refieren a calamidades que nada tienen que
ver con la presente, o predicen simplemente la desaparición de la Antigua
Economía, sin pronunciarse contra posibles restauraciones meramente políticas
que a los hagiógrafos desde su punto de vista teleológico providencial no
interesaban. Los textos del Nuevo Testamento hablan de una reprobación
espiritual que tendrá fin cuando haya
entrado en la Iglesia la plenitud de las gentes; de una ruina material de
la Ciudad con su Templo, cuyo término no se indica pero tampoco se excluye; y
de la desaparición de Israel como unidad política hasta que se cumplan los tiempos de las naciones. Cuando esta
última condición pueda decirse cumplida, nada impedirá la restauración política
de Israel.
2. No existe tampoco, como era de suponer a priori, tradición
dogmática que, interpretando unánimemente determinados textos bíblicos, nos
obligue a ver en ellos anunciada la imposibilidad de una restauración meramente
política en Israel.
3. Existe, sí, una creencia antiquísima —enunciada por los Santos Padres,
no en los Comentarios expresos a los textos, que se dicen contenerla, sino en
sus tratados homiléticos y apologéticos, —según
la cual los judíos no volverían a reconstruir jamás ni su Ciudad, ni su Templo,
ni su unidad política.
4. Esta creencia, por no fundarse en la interpretación
unánime de unos mismos textos, no procede de fuente escriturística; por las
notables discrepancias en su contenido, por la debilidad con que muchos la
proponen como opinión personal, por el afán con que se busca fundamentarla en
la Escritura sin que jamás un solo Padre antiguo intente basarla en la
tradición apostólica, tampoco puede decirse procedente de esta segunda fuente
de Revelación.
5. Su origen y desarrollo,
según nuestras investigaciones, parecen ser los siguientes:
a) Partiendo de un hecho que perdura indefinidamente, sin perspectiva de
arreglo a pesar de los intentos repetidos, se va formando la conciencia de que
ha de perdurar siempre.
b) En los cuatro primeros siglos —tímidamente todavía— se buscan textos
bíblicos que acomodar al hecho palpable. San Cirilo de Jerusalén pretende
ver anunciada la imposibilidad de la reconstrucción del Templo hasta los
tiempos del Anticristo en las palabras de Jesús en el sermón escatológico
entrelazadas con las de San Pablo en II
Tes II, 3-10 y con la visión de las cuatro bestias del cap. VII de Daniel.
c) El intento fracasado de Juliano —en el que se cree ver una
intervención aparatosa de la Providencia divina contra la restauración del
Templo— confirma la creencia de que
nunca jamás será posible su restauración. Por obra especialmente de San
Juan Crisóstomo se proyecta esta creencia en determinados textos de uno y otro
Testamento. Estas son fundamentalmente la predicción de Cristo sobre la ruina
del Templo y la profecía de las 70 Semanas de Daniel; Cristo anuncia una ruina que Daniel asegura durará para siempre.
Los Padres posteriores dependen visiblemente del Santo Obispo de Constantinopla.
Con preferencia consideran —por ser lo que se intentaba y fracasaba— la imposibilidad
de reconstruir la Ciudad y el Templo; pero, según ellos, en esa imposibilidad
va también incluída la de la restauración política.
d) En los tiempos modernos, los intentos tantas veces fracasados del Sionismo
reavivaron y afirmaron la creencia, que sin duda por esa en nuestros días
mira preferentemente a la imposibilidad de la restauración política, aunque
lleve también implícita la imposibilidad de reconstruir el culto, la Ciudad y
el Templo.
6) Si, finalmente, tratáramos de situar el actual resurgimiento del Estado
de Israel en el cuadro de las predicciones que afectan al futuro del puebla
judío, podríamos decir —siempre opinando y salvo el juicio superior de la
autoridad eclesiástica competente—:
a) La constitución del Nuevo
Estado de Israel parece suponer que ya «se han cumplido los tiempos de las
naciones», de que habla Cristo en Lc.
XXI, 24[1].
b) Pudiera estar cercano el día
de la conversión del pueblo judío en masa, aunque también pudiera estar lejano,
según el alcance que tenga «la entrada en la Iglesia de la plenitud de las
gentes» que San Pablo en Rom. XI, 25
pone como condición previa[2].
c) En todo caso no hay motivo
razonable para afirmar la proximidad del fin del mundo; porque entre estos
acontecimientos previos y la parusía las profecías establecen relación de mero
orden, no necesariamente de inmediatez[3].
d) Tal vez entre en los planes de Dios que los judíos se conviertan a
través de su organización política, y que, pues fueron rechazados como pueblo,
como pueblo, sean reintegrados en masa al reino de Dios.
e) En consecuencia, las naciones cristianas no se deben retraer, por motivos
religiosos doctrinales, del reconocimiento político del nuevo Estado de Israel
que, como hemos visto, no se opone a las predicciones del Señor y pudiera muy
bien ser el medio providencial de la conversión en masa de los judíos a Cristo
para el crecimiento de la Iglesia que anunció San Pablo.
¡Quiéralo Dios!
SALVADOR MUÑOZ
IGLESIAS
[1] Nota del Blog: Imposible.
Entre otras, por la siguiente razón: el Apocalipsis vuelve a retomar, casi con
las mismas palabras, el tema y dice:
Apoc.
XI, 2: “Y el atrio, el de afuera del templo, deja afuera y no lo midas, porque se le dio a los gentiles y la
ciudad, la santa, pisotearán cuarenta y dos meses”.
Lc. XXI, 24: “Y Jerusalén será pisoteada por los gentiles hasta que el tiempo de los
gentiles se cumpla”.
Ahora bien, el
Apocalipsis está hablando o del período de Elías
o del reinado del Anticristo
(creemos que se refiere a la primera mitad de la Septuagésima Semana, es decir
a los tiempos de Elías). En
cualquier caso se trata de un hecho posterior a la fundación del Estado de
Israel (e incluso a nuestros días). Ergo.
[2] Nota del Blog: Creemos que
hay que distinguir una doble conversión de Israel, primero una parcial con la
venida de Elías (“Él confirmará el
pacto con muchos durante una Semana,
etc.), y luego la conversión total algún
tiempo antes de la Parusía, según Zac.
XII, 10:
“Y
pondrán sus ojos en Mí, a quien traspasaron, lo llorarán como se llora al
unigénito”.
El cual, comparado con Apoc. I, 7
que dice:
“He aquí, viene con las nubes y le verá todo ojo y los que le traspasaron y harán luto por Él todas las tribus de la tierra.
Sí, Amén”.
Deja
bien en claro que la conversión total
es inmediatamente anterior a la Parusía.
[3] Nota del Blog: Creemos que
hay un desenfoque de las profecías, y negamos, como ya lo dijimos, que los
tiempos de las Naciones se hayan cumplido. Hay que tener presente que el cómputo del tiempo de la Profecía de las
Semanas de Daniel está detenido y que retomará cuando venga Elías y se
conviertan muchos judíos. Ver AQUI
lo que dijimos sobre este tema.